determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 25 de febrero de 2014

7. Gibraltar, Canarias y Portugal

                      Los británicos construyen el aeródromo de Gibraltar a finales de 1941

  La conquista de Gibraltar por las fuerzas del Eje se había planeado de forma muy diferente en el otoño de 1940 a como se planea en la primavera de 1942. En otoño de 1940 las fuerzas alemanas estaban ociosas y hubieran podido concentrar toda su fuerza no solo en conquistar Gibraltar y cerrar el Estrecho con el consentimiento del gobierno español, sino también en someter toda España en caso de que Franco hubiera seguido presentando objeciones a los planes del Eje. Sin embargo, en diciembre de 1940 la relevancia de los preparativos alemanes para la invasión de Rusia convencieron pronto a Hitler de que no valía la pena complicarse en aquel sector de una importancia secundaria, ya que, entre otras cosas, el Mediterráneo era más bien un escenario bélico que había de desarrollarse de acuerdo con los intereses de Italia. Y una vez derrotada Rusia, todo, de todas formas, ya estaría ganado.

   El 15 de junio de 1942, al adherirse España finalmente al Eje, la situación es muy distinta: es del máximo interés que el Estrecho quede cerrado, pero, al mismo tiempo, las fuerzas alemanas están sobreextendidas en numerosos frentes, todos de importancia vital, y, por lo tanto, Alemania no dispone de medios para organizar ningún gran asalto a la muy protegida fortaleza británica de Gibraltar, ni para reforzar la defensa costera española ni tampoco para invadir Portugal (ni, por supuesto, España). Así, por ejemplo, los hombres del regimiento Brandenburger (compañía de "Küstenjäger") que fueron designados para la operación de asalto a la fortaleza británica, ahora se han utilizado en buena parte para constituir la columna vertebral de la nueva división de infantería de Marina alemana "Seelöwe", que ha de actuar de inmediato en la península de Taman, en el Mar Negro. En cuanto a Portugal y la defensa de la costa española, Hitler, en el curso de los preparativos para la gran operación "Ardenas" (conquista de Egipto, cierre del Mediterráneo e invasión del Mar Negro), ha considerado que el ejército español (de infantería) es lo bastante combativo (el buen comportamiento de la “División Azul” de voluntarios españoles cerca de Leningrado así se lo hace pensar) y que los angloamericanos estarán demasiado debilitados tras el desastre de Egipto para llevar a cabo una invasión inmediata de la zona del Estrecho con los recursos suficientes. Además, la Luftwaffe y la flota alemana desplazada de Brest a Cádiz (tres cruceros y siete destructores) disuadirían a los aliados de cualquier tentativa de desembarco hasta que el ejército español se refuerce lo suficiente.

               Los cruceros de batalla alemanes Scharnhorst y Gneisenau fondeados en puerto

  Desde el punto de vista político, el que los alemanes no dispongan de tropas para intervenir en España también es conveniente: a los generales españoles no les hizo ninguna gracia el plan de la “Operación Felix” (otoño de 1940) según el cual cinco divisiones alemanas entrarían en territorio español (tres para amenazar Portugal y otras dos para asegurar el norte de Marruecos). Recordaba mucho a cómo Napoleón introdujo su ejército en España, en 1808.

   En consecuencia, no hay planes para tomar Gibraltar al asalto: solo hay que destruir su capacidad de lucha mediante bombardeo aéreo y cañoneo, y esperar a que los diez mil británicos que hay dentro de los túneles se rindan cuando se les acabe la comida. Esto supondrá algunos inconvenientes, como el que la artillería británica pueda seguir estando activa en la zona del Estrecho o que el puerto de Algeciras no pueda utilizarse durante algún tiempo. Pero nada de eso es esencial.

  El plan acerca de Gibraltar que se le ofrece a Franco en los días previos al cierre del Mediterráneo merece, en cualquier caso, la aceptación española y la ejecución se llevará a cabo de acuerdo con los designios alemanes una vez llegado el día 15 de junio. En primer lugar, la artillería al mando del general Muñoz-Grandes (designado comandante de toda la zona del Estrecho: custodio del Mediterráneo occidental, mientras que Rommel sería el custodio del Mediterráneo oriental: no es poco motivo de envanecimiento para el general falangista), con unas cuatrocientas piezas, bate el puerto y el aeródromo, que los británicos han evacuado apresuradamente en los últimos días, cuando la entrada de España en la guerra ya parece inminente. Con esto, la fortaleza pierde casi todo valor estratégico. Después, comenzará la pormenorizada tarea de destruir las piezas británicas, mucho más poderosas y certeras, y que están muy bien protegidas (doce piezas de 305 mm, nueve de 225 mm, diecinueve de 152 mm, y casi un centenar de piezas menores, de 20 a 76 mm). La ejecución de la primera parte del plan (inutilización del puerto y el aeródromo) no es problema alguno, ya que, aparte de algunas pantallas de humo, poco puede hacer la roca para defenderse de los disparos de las piezas de artillería a su alrededor (incluyendo algunas que pueden disparar desde Ceuta).

  Para la segunda parte (la destrucción de las casi cuarenta grandes piezas de artillería británicas y el centenar de piezas menores), la Luftwaffe coopera lanzando bombas de alto poder explosivo en acciones en picado y, mientras tanto, se inicia el largo y lento recorrido hasta la ciudad de Algeciras de dos cañones gigantes alemanes, por el estilo de los utilizados en la guerra anterior. La función de estos dos grandes “morteros de asedio” (llamados "Thor" y "Odin", de 600 mm) será, ante todo, demoler por completo las posiciones artilleras británicas de modo que el cercano puerto español de Algeciras pueda ser usado sin problema alguno. Más adelante el cañoneo constante servirá para forzar la rendición. Incluso podría servir para apoyar un asalto. Las dos piezas están en funcionamiento ante Gibraltar a finales de julio.

                                      Uno de los grandes morteros de asedio alemanes

  La tropa española alrededor de la fortaleza solo tiene que prevenir los golpes de mano que puedan esporádicamente ejecutar los defensores y, por supuesto, la posibilidad misma de que los soldados británicos de Gibraltar intenten lo único que podría salvarlos: conquistar un área de cincuenta kilómetros en torno a la fortaleza (incluyendo toda la bahía de Algeciras) que permita el desembarco de ayuda de los aliados. Pero dentro de la roca solo hay una brigada de fusileros (cinco batallones) con armamento ligero. Por otra parte, las piezas artilleras británicas que han sobrevivido a los primeros golpes de españoles y alemanes están protegidas y semi-escondidas en túneles, lo que permite a los hábiles artilleros sacarlas de vez en cuando y dañar cualquier objetivo a su alcance, dificultando el uso del Estrecho, del puerto de Algeciras e incluso de los del norte de África más próximos.

  Churchill tampoco permanece inactivo. Ya desde 1940 los británicos cuentan con un plan de respuesta para caso de ataque español a Gibraltar. Por supuesto, no hay posibilidad de enviar una expedición a Gibraltar para crear el perímetro defensivo de cincuenta kilómetros de radio: los españoles lucharán y los alemanes no tardarían mucho en venir en su apoyo desde Francia o por el mar, desde los puertos italianos, además del peligro que supondrá la Luftwaffe, los campos de minas y, para colmo, la escuadra alemana que acaba de trasladarse a Cádiz desde Brest. El plan de respuesta británico de 1942, como el de 1940, por tanto, no implica la recuperación inmediata de la posición en el estrecho de Gibraltar, sino tomar a cambio las islas Canarias. Las Canarias no valen tanto como Gibraltar, desde ellas no se domina el Estrecho, pero pueden ser una magnífica base para la invasión de Marruecos y, avanzando por Marruecos y estableciendo en suelo marroquí los necesarios aeródromos que den apoyo aéreo al avance, sí puede llegarse al Estrecho. Es complicado, pero viable, sobre todo si se cuenta con la participación norteamericana en los próximos meses.

  El asalto a las Canarias (la “Operación Pilgrim”) hay que hacerlo cuanto antes: si los alemanes sitúan a la Luftwaffe en los aeródromos de las islas podrían frustrar todos los esfuerzos aliados, así que la orden es dada el mismo día 15 de junio, y el asalto podrá tener lugar a primeros de julio. Eso sí: se exige reunir una fuerte flota de escolta con al menos tres portaaviones, y eso implica sacrificios en otros frentes marítimos, especialmente si se trata de organizar singladuras prolongadas. Por ello, quedará suspendido el planeado convoy PQ-17 de treinta grandes mercantes a Rusia, que había de desarrollarse en julio y contar con el apoyo de, entre otros importantes buques, el portaaviones "Victorious".

  Por otra parte, en España, al iniciarse la participación en la guerra, Franco está más pendiente de Marruecos que de las Canarias o de Gibraltar. El mismo día 15 de junio ha llegado el ultimátum a los franceses para que cedan Fez y la franja al norte del río Sebou al Protectorado español (no se trata de colonias pues, en teoría, el Sultán de Marruecos es soberano). Este territorio de poco menos de veinte mil kilómetros cuadrados puede parecer una minucia en comparación con la enormidad de las posesiones coloniales francesas, pero supone un gran trofeo para los españoles desde el punto de vista político, y ya durante las negociaciones de 1940, Hitler había concedido que España podía contar con un modesto avance en Marruecos. Lo que cambia ahora son las formas: no se puede esperar a largas negociaciones y menos aún al final victorioso de la guerra; ahora los franceses deben sentir que Alemania está respaldando a España, y la cesión del territorio, del Protectorado francés al Protectorado español, debe ser inmediata.

  El embajador alemán ante Vichy, Otto Abetz, en quien Hitler no confía, se entera del ultimátum apenas el día anterior y se precipita para mediar ante las autoridades francesas y evitar una catástrofe que arruine su esperanza de que el gobierno de Petain termine por adherirse al Eje (dos veces se estuvo cerca ya de ese resultado: cuando se firman los protocolos de Paris en julio de 1941, y a primeros de 1942, cuando parecía que la ofensiva británica "Crusader", en África del Norte, amenazaba la frontera del protectorado francés en Túnez). En esto, Abetz siempre tendrá un aliado en el primer ministro Pierre Laval, pero el auténtico problema, él lo sabe, son los generales franceses que gobiernan de facto Marruecos, Argelia y Túnez, y que todavía cuentan con un potente ejército colonial de más de cien mil hombres. Un ejército perfectamente capaz de resistir a los españoles.

  Para los militares franceses en África, principalmente para el general Nogues, el duro gobernador de Marruecos, retirarse de territorio bajo dominio francés para dejar pasar a los grotescos españoles es el peor de los insultos. Las tropas coloniales del Protectorado español, al mando ahora del pronazi general Yagüe, no atemorizan en absoluto a los generales franceses: si bien los franceses aceptaron sin muchos problemas la ocupación por España de la ciudad internacional de Tánger en junio de 1940, cuando el desastre en Francia, ahora, dos años después, no admitirán fácilmente ceder Fez y los miles de kilómetros cuadrados entre el rio Sebou y la frontera actual del protectorado español.


                                              La ciudad de Fez, al norte de Marruecos

  Durante dos días, el ministro alemán de Exteriores Ribbentrop y el embajador Abetz insisten ante el primer ministro y presidente franceses en Vichy: es la gran oportunidad para Francia porque si aceptan esa pequeña cesión, no solo será sobradamente compensada con territorios africanos tomados de los ingleses al final de la guerra, sino que Francia podrá participar en el proyecto político europeo común tras la victoria. Si los españoles encuentran resistencia al avanzar sobre Fez, entonces Hitler dará orden a Rommel para que, una vez que ya han sido liquidados los británicos en Egipto, se vuelva contra los franceses en Túnez. Los italianos se sumarán y será el fin del África del Norte francesa. España es el cierre del Estrecho, su importancia estratégica es suprema, y por eso Hitler no puede negarle a Franco el honor de humillar un poco a los franceses. Ya habrá oportunidad para el desquite francés más adelante. Sobre todo si los franceses demuestran ser unos aliados valiosos para el Eje. El ultimátum no es ningún bluff: la gran victoria de haber cerrado el Mediterráneo da a Hitler un poder inmenso para ejecutar su amenaza y acabar de una vez con las negociaciones con Francia, imponiéndose sobre ella por la pura violencia.

  El día 16 de junio por la noche, antes de que expire el ultimátum germano-italo-español a la mañana siguiente, el anciano mariscal Petain se resigna y habla telefónicamente con el general Nogues: debe ceder o se perderá todo, los alemanes están por completo decididos a apoyar a los españoles. A cambio de esta modesta cesión de territorio habrá compensaciones territoriales y políticas para Francia (Abetz ha mencionado Gambia y Costa de Oro, colonias británicas a ser conquistadas). Nogues ofrece su dimisión, pero Petain no la acepta. Debe obedecer: es un militar.

  A la mañana del 17 de junio de 1942, en formación de batalla, los legionarios y regulares (soldados nativos) del ejército colonial español atraviesan la frontera ante las miradas de odio de los oficiales franceses. El general Yagüe iza la bandera española en Fez al mediodía. Por la tarde, la radio española lo anuncia en términos parecidos a como se anunció la ocupación de Tánger dos años antes. Franco respira: el honor español y el suyo personal están a salvo, nadie podrá decir que ha entrado en la guerra bajo amenaza alemana; muy al contrario, él es el conquistador. Incluso considera que ha tenido suerte, porque apenas si dispone de 500.000 soldados para defender las costas atlánticas y las Canarias, más asediar Gibraltar y amenazar Portugal. Una guerra con Francia en Marruecos le habría puesto en un grave aprieto.

  La prensa española del día 18 de junio de 1942 ya está preparada con los mapas que muestran cómo el todavía pequeño Protectorado español en Marruecos ha duplicado su tamaño. También aparece otro mapa: el territorio colonial de Camerún ahora está señalado como una enorme ampliación de la pequeña colonia española de Rio Muni, en África Central. Una vez conquistada toda África, Hitler cederá a España este territorio (una de las antiguas colonias alemanas perdidas en la guerra anterior). España, pues, tendrá un Imperio al nivel de las otras naciones.

  La prensa española también asegura que los británicos serán despojados de cualquier presencia en el continente africano al final de la guerra como castigo por haberla comenzado, de modo que esta cesión por parte de Alemania representará bien poca cosa en comparación con los demás cambios de límites coloniales en el África subsahariana. Por lo demás, en el momento presente el Camerún está en poder de los franceses de De Gaulle (y, aunque no se dice en ninguna parte, es obvio que el territorio español de Rio Muni también ha sido inmediatamente ocupado por los aliados).

  Proclamado el Imperio español, Franco tiene que defenderlo. El ejército está en plena ampliación hasta los quinientos mil hombres y para fin de año llegará a los novecientos mil (cincuenta divisiones), alcanzando un tamaño similar al que tenía el ejército franquista en 1939, al final de la guerra civil (pero este ejército se había creado con los recursos humanos de solo dos tercios del territorio nacional). El plan de movilización del 12 noviembre de 1940 preveía pasar de las 25 divisiones existentes (450,000 hombres) a 50 divisiones (900.000 hombres) y es este plan el que va a seguirse ahora, pero eso requiere la llegada de más armamento (en su mayoría italiano, de parte de las divisiones que están siendo desmovilizadas de la ya inútil defensa costera italiana) y un complejo trabajo organizativo. Mientras tanto, es en estas condiciones como tienen que defender las costas de la península, las islas Canarias… y quizá invadir Portugal.

  Desde el día 15 de junio también están entrando en España algunas fuerzas alemanas desde Francia. Poca cosa, pero de importancia: un batallón de los tanques menos modernos de la 7 división Panzer, situada en el sur de Francia, y el 5 regimiento de paracaidistas, que llegan hasta Salamanca para caso de que haya que invadir Portugal (con tropas en su inmensa mayoría españolas). Sin embargo, lo más importante es la Luftwaffe. Ya antes de la entrada de España en la guerra han llegado a algunos puertos españoles, camuflados, los buques que transportan el combustible, la munición y el resto de equipo imprescindible para los cazas y bombarderos que comienzan a desplazarse hacia España desde Sicilia y Cerdeña entre el 15 y el 20 de junio. Malta, cuya defensa por parte de los británicos ahora es inútil, está a punto de rendirse, y el II cuerpo aéreo de la Luftwaffe, que ha estado dos años asediando la isla defendida por los británicos, no tiene tiempo que perder para situarse en sus nuevas bases en el Atlántico.

   De acuerdo con un plan pormenorizado, los Messerchmidt, los Junkers y los Heinkel alemanes vuelan de las islas italianas a Baleares, y de allí al sur de España y los aeródromos marroquíes (sobre todo Tetuán), hasta llegar a las islas Canarias. También están de camino algunos aviones italianos. La aviación francesa en Marruecos es advertida previamente de este tránsito para evitar incidentes.

    El general de la Luftwaffe, Albert Kesselring, hasta ahora responsable de las fuerzas alemanas ante los italianos, es quien está organizando la defensa de España, y antes de trasladarse a Madrid, donde tendrá que comenzar su tarea con los generales españoles, se asegura de que la Luftwaffe se apresure a cambiar las islas del centro del Mediterráneo por las del Atlántico oriental. Sabe que los británicos aparecerán pronto, y que solo una fuerte defensa aérea puede disuadirlos de apoderarse de las Canarias. Terminar con Malta, suponiendo que haya todavía que insistir en el asedio aéreo, tendrán que hacerlo los italianos en solitario. En Malta, en todo caso, quedan más de un centenar de Spitfire y otros valiosos aviones de la RAF, que a finales de mayo habían impuesto su superioridad aérea.

  Por fortuna para la Luftwaffe, Malta se rinde muy pronto. En realidad, es inevitable: el gobernador de Malta tiene que evacuar el mayor número de hombres de la isla antes de que esto sea materialmente imposible, y cada día que pase el enemigo hundirá más buques británicos (incluidos los submarinos) o desplegará más eficazmente sus unidades de bloqueo, por no hablar del riesgo de que también sean capturados los últimos puertos británicos en el Mediterráneo oriental (hasta el día 19 de junio no se informa a los de Malta de que la fuerza anfibia enemiga establecida en el Egeo no estaba destinada al Mediterráneo Oriental, sino al Mar Negro... para entonces los preparativos de evacuación ya no pueden suspenderse). El plan de evacuación de Malta, ya diseñado antes de la ofensiva de Rommel de finales de mayo, se pone en marcha el día 11 de junio, una vez se confirma que los alemanes están en El Cairo. Un convoy rápido formado por una veintena de cruceros y destructores británicos -casi todos los buques de esta clase que les quedan a los británicos en el Mediterráneo- zarpa de los puertos del Mediterráneo oriental y se dirige a toda prisa a Malta. Para cuando llegan a la isla, aún protegidos por la superioridad aérea de la RAF, el Mediterráneo ya está cerrado por Suez y por Gibraltar. El día 21 de junio de 1942 por la noche zarpan de regreso del puerto de Grand Harbour y la isla se rinde al día siguiente. Los Spitfire son destruidos (excepto sus motores, que son desmontados), pero los pilotos, mecánicos y otros especialistas de diversas armas hasta el número de cuatro mil hombres son evacuados para que puedan luchar en otros frentes. Para esa fecha, casi todos los aviones alemanes establecidos en Sicilia ya han partido también hacia las islas Canarias: de un día para otro, la isla de Malta carece de valor estratégico.

  Mientras, en España sigue la movilización. Franco, ya tranquilizado en el asunto de Marruecos, viaja a Florencia (en tren, a través de Francia, pues Franco teme volar; sale el 18 por la tarde) donde el día 22 de junio se encuentra con Hitler y Mussolini en medio de la euforia por los vertiginosos éxitos que continúan (Malta, Tobruk, la invasión del Mar Negro…). Franco asiste entonces, en el suntuoso Palazzo Pitti, a la solemne entrega a Rommel de su bastón de mariscal y queda satisfecho cuando Hitler confirma lo de la cesión por Alemania a España del territorio de Camerún (lógicamente, los alemanes tienen ya pensadas sus propias autocompensaciones a cambio del poco valioso Camerún). Incluso se le insinúa a Franco que el futuro de Portugal dependerá también de su propio deseo, una vez acabada la guerra victoriosa. Para corresponder a la nueva situación, Franco le promete a Hitler una división española de montaña para la conquista del Cáucaso, cuyo petróleo también ambicionan los españoles. A todas estas propuestas asiente un no menos satisfecho Hitler: España e Italia tendrán garantizadas sus necesidades de petróleo y carbón procedentes del Mar Negro, eso forma parte del trato. Habrá botín para todos. La flota italiana ya está dentro del Mar Negro y el cuerpo anfibio ha desembarcado, así que los rusos serán vencidos antes de que acabe el verano. La división española de montaña tendrá tiempo aún de contribuir a esta victoria, sobre todo en el Cáucaso.

  En Florencia Franco es presentado al mariscal Kesselring, que se pone a su servicio para hacerse cargo de la coordinación entre las fuerzas alemanas y españolas. Regresarán juntos a España.



                                                 El mariscal alemán Albert Kesselring

   La conferencia de Florencia es la bienvenida solemne de España a la esfera de poder nazi, pero el éxito de Rommel eclipsa esta incorporación ante los medios de comunicación de la Europa del Eje. También es la conferencia del reparto de África, si bien éste se expresa aún en términos vagos. No se dice claramente quién se quedará con qué. Pero sí que Alemania recuperará sus colonias en África y que Gran Bretaña las ha de perder todas. Cuánto se llevará España, aún no se determina de forma clara. Tampoco se sabe cuánto perderá Francia, porque eso depende (como en el caso de España) de su actitud futura, de cómo contribuya o no al éxito del Eje. Lo que se llevará Italia, tampoco se sabe, solo que incrementará su imperio y que –atención- conseguirá colonias africanas en el Atlántico y en el Índico (para que no parezca que los italianos quedan encerrados dentro de un Mediterráneo alemán). No se hace público ningún acuerdo sobre los países árabes, pero Hitler, que ahora quiere conseguir el apoyo de los pueblos musulmanes (árabes, turcos, indios, balcánicos… incluso filipinos), ya ha insinuado que Marruecos y Túnez, por lo menos, son solo protectorados y no colonias, por lo que quizá al fin de la guerra puedan obtener la plena independencia… siempre salvaguardando los intereses económicos europeos, y siempre que España, Italia y Francia sean compensadas con más botín colonial africano a costa de los vencidos británicos, porque está claro que, teniendo que satisfacer los apetitos de Italia, Francia y España, la única forma de hacer un reparto conveniente es despojando a los ingleses de absolutamente todas sus colonias africanas. Lo que pase con Portugal y sus posesiones de ultramar, tampoco se sabe. De todas maneras, Hitler cree que Franco tiene que estar contento con todo el Imperio que ya se le ha asignado.

  Pero esta España imperial se expone a muchos peligros, y el primero de estos de cierta gravedad es la flota británica que a primeros de julio de 1942 transporta una fuerza de alrededor de quince mil infantes de Marina, que arden de deseos de venganza contra los nuevos socios latinos de Hitler.

  El primer objetivo es la isla de Gran Canaria, que cuenta con el mejor aeródromo y el mejor puerto del archipiélago. Una vez conquistada esta isla, se conquistará las demás, y desde esta base se emprenderá a partir de noviembre, y con la cooperación de los Estados Unidos, una campaña terrestre a través de Marruecos que logrará la liberación de Gibraltar (se estima que los británicos que se refugian en los túneles de la Roca bajo el constante bombardeo enemigo pueden resistir hasta un año). El Mediterráneo quedará abierto de nuevo y, gracias a la ayuda norteamericana y la resistencia rusa, la guerra acabará ganándose para los aliados.

  El día 7 de julio de 1942, un submarino alemán descubre a la esperada flota británica: se compone de tres portaaviones (el “Victorious”, el “Furious” y el “Eagle”), dos acorazados, otros veinte buques de guerra y un centenar de transportes. Kesselring, desde Madrid, se pone al habla con el capitán general de las islas, el general Serrador. Le garantiza que la flota enemiga ni intentará el desembarco siquiera, que de evitarlo se encargará la Luftwaffe. Las islas, desde luego, no están preparadas aún para una defensa terrestre eficaz. Se cuenta con poco más de treinta mil hombres (la mitad en Gran Canaria), falta artillería de costa, las tropas de Marruecos no han podido ser desplazadas hasta allí debido al asunto de la ampliación del Protectorado, e incluso algunos de los mejores soldados españoles están marchando a Alemania para formar allí la nueva división de montaña que ha de intervenir en el Cáucaso. Y hay once divisiones españolas desplegadas en la frontera con Portugal para caso de que se ordene una invasión preventiva.

  Sin embargo, Kesselring, general de aviación, ha sido eficaz y los pilotos alemanes ya están instalados desde hace una semana en los aeródromos de Tenerife y Gran Canaria.  Han hecho sus primeros vuelos de prueba y reconocimiento, y disponen de munición y combustible suficientes (los que llegaron a las islas en secreto antes de que España entrase en la guerra, a bordo de buques camuflados cuya carga no fue llevada a tierra hasta el último momento). Los alemanes ya cuentan con unos cincuenta bombarderos y cincuenta cazas operativos, aunque hay más en camino. También están llegando aviones italianos.

  Es el almirante Cunningham quien comanda la flota británica. En tres semanas se ha logrado organizar la expedición y no se han ahorrado medios. Aparte de los portaaviones británicos más bien pequeños y antiguos “Furious” y “Eagle”, se ha incluido el moderno y poderoso “Victorious”, sumándose más de un centenar de aviones (pero entre ellos no hay “Spitfire”, pues este eficaz caza aún no ha sido adaptado a los portaaviones). El almirante Cunningham teme sobre todo, aparte de a la Luftwaffe, a la flota alemana que está en Cádiz (aunque no sabe que carece de combustible, que lo gastó todo en su huida de Brest, aparte de que algunos buques sufren desperfectos como consecuencia del gran número de bombardeos aéreos que soportaron durante los últimos meses en el puerto francés).  

  También teme a los submarinos, alemanes e italianos, que han abandonado el Mediterráneo para volcarse en el Atlántico, aunque tampoco sabe que todavía no disponen de bases útiles en las costas españolas. En cuanto a la Luftwaffe, espera que no haya tenido tiempo de instalarse en las bases de las islas en número suficiente para evitar el desembarco.



  En la mañana del día 8 de julio, los Hurricanes de los portaaviones están listos para salir a realizar su primer ataque contra la isla de Gran Canaria. Del otro lado, Franco ha prohibido taxativamente a los pilotos españoles que vuelen: sembrarán confusión entre los pilotos alemanes y arriesgarán sus vidas inútilmente. Que se encargue la Luftwaffe. De todas formas, de los mil y pico de aviones de la fuerza aérea española, apenas un centenar son de nivel suficiente para el ataque y están dispuestos para luchar; y ninguno es moderno. Franco y Kesselring están de acuerdo en que, de momento, la más valiosa posesión de la aviación española son sus pilotos, algunos de los cuales se han portado bien en Rusia, luchando como voluntarios en aparatos alemanes.

  Los cazas Messerschmidt Bf-109 y los bombarderos Heinkel y Junkers despegan también hacia la flota, mientras los submarinos italianos y alemanes (no muchos) atacan la gran formación naval. Los Hurricanes tienen que hacer frente a esta amenaza antes que atacar la isla de Gran Canaria.

  Al mediodía, el almirante Cunningham informa a Churchill: tiene varios buques dañados por los ataques aéreos y submarinos, pero lo peor de todo es que veinte aviones han sido o derribados o gravemente dañados, a cambio de derribar quizá a una decena de enemigos. No recomienda continuar aproximándose al objetivo: los aviones atacantes eran un centenar. Fuesen o no todos los que los alemanes tienen en las islas, Cunningham sabe que es posible reforzarlos enviando más aviones por Marruecos (hay aeródromos españoles al norte y al sur de Marruecos, estos últimos muy cerca de las islas Canarias). Malta ya ha caído y, por tanto, todos los aviones alemanes e italianos que mantenían el asedio en Sicilia y Cerdeña pueden enviarse a las Canarias. El riesgo de desastre es grandísimo.

  Churchill se resigna: los alemanes, una vez más, han sido más rápidos. Ahora el almirante debe ejecutar un plan alternativo mientras aún dispone de recursos para ello. Para Churchill, se trata de emular la expedición británica al mando del almirante Penn que capturó Jamaica en 1655: fracasados ante Santo Domingo, optaron por conseguir de todas formas otra pieza valiosa un poco más lejos...

  El día 9 de julio, todavía la flota británica permanece en la zona próxima a las Canarias. Después se dispersa. Los alemanes temen que vuelvan a intentarlo, de modo que algunos aviones alemanes siguen llegando a la zona. Despegan del aeródromo de Tetuán, sobrevuelan el Marruecos francés y aterrizan o bien en las islas directamente o en los dos aeródromos próximos al sur de Marruecos: Ifni y Cabo Juby (toda esta red de aeródromos suficientemente equipados fue organizada en los dos meses de preparativos previos a la entrada de España en la guerra; los territorios españoles al sur del protectorado francés en Marruecos reciben ahora la denominación de "África Occidental española").

  El día 10 de julio, Churchill ordena al embajador británico en Lisboa que negocie con el presidente portugués la cesión encubierta de sus islas atlánticas a los aliados. El primer ministro Salazar, horrorizado, sabiendo que está bajo amenaza de las divisiones españolas en la frontera, se niega en redondo a pactar nada. Por la noche, el gobierno portugués transmite a las guarniciones que se resistan denodadamente a cualquier intento de ocupación en ultramar. Los británicos ya han ocupado las pequeñas colonias españolas del Golfo de Guinea (Rio Muni ha sido ocupado, propiamente, por los franceses de De Gaulle, entre quienes hay españoles antifranquistas).

  A la mañana del 11 de julio de 1942, la flota británica, dividida en dos, desembarca a los royal marines en Madeira y Azores simultáneamente. Hay resistencia, pero las escasas y mal armadas tropas portuguesas nada pueden hacer para evitar el desenlace. En Madeira (adonde en 1940 fueron evacuados más de dos mil civiles gibraltareños, súbditos del Imperio británico) no hay lucha, pues el comandante portugués, por su propia cuenta, no ha querido sacrificar a sus hombres. En Azores se combate durante dos días, pero se producen pocas bajas.



                                                     Madeira y Azores



  El gobierno portugués, reunido de urgencia, tiene que adoptar la respuesta menos mala. Hitler, por su parte, ha confirmado a Kesselring que se siga lo acordado previamente para esa eventualidad: si Portugal no declara la guerra a los aliados, será invadido precautoriamente por las naciones del Eje. Pero nada de anexión española: Portugal mantendrá su soberanía de iure, como Dinamarca en 1940. Todo como en Dinamarca.

  Franco, que ya conoce el plan por las negociaciones previas con Alemania, lo acepta. En realidad, a los imperialistas españoles les interesan más las colonias portuguesas que Portugal mismo.

  En Salamanca, el batallón blindado alemán y el regimiento paracaidista están ya a punto para jugar un papel clave en la ocupación de Lisboa y su gran puerto. También está a punto el plan español de invasión de Portugal, aunque no cuenta con muchas tropas: en total, unas once divisiones con casi doscientos mil hombres (el plan se había aprobado ya en noviembre de 1940). Kesselring informa a Franco y a sus generales de que, debido a que no se debe hacer pensar que se trata de una anexión española, van a enviarse tropas alemanas e italianas para la ocupación de las costas portuguesas, ya que lo que se debe evitar es que la costa quede expuesta a una posible invasión aliada. Nadie sabe cuánta resistencia puede presentar Portugal (el plan español de invasión de noviembre de 1940 especulaba con un máximo de quince divisiones portuguesas), pero es vital que los puertos portugueses queden en manos del Eje, y, precisamente, los alemanes tienen ahora disponibles dos o tres divisiones de infantería que en el sur de Francia van a ser relevadas por el antiguo “Ejército del armisticio” francés. Mussolini mandará también un par de divisiones. Los españoles no pueden negarse a la llegada de estas tropas extranjeras, pues todavía están lejos de completar el despliegue de su ejército de cincuenta divisiones y el tener que invadir Portugal ha dejado las costas españolas del norte (cuya defensa está a cargo del general pronazi Moscardó) prácticamente desprotegidas. Claro que el 1 Armee alemán, situado al norte de los Pirineos, acudiría rápido en ayuda de los españoles; no es un ejército grande (cinco o seis divisiones), pero incluye la 7 división Panzer, que se repone en la zona de Burdeos del duro invierno ruso.

  La invasión de Portugal comienza el mismo día 13 de julio, con muy buen tiempo. El general Dávila, uno de los pocos altos mandos no pronazis que Franco ha dejado con altas responsabilidades, comanda las dos columnas de invasión principales (aproximadamente once divisiones). Los españoles se desplazan a pie, pues apenas cuentan con vehículos de motor ni combustible, pero en todo caso Portugal no es grande. Lo importante, sin embargo, es que a mediodía del 13 de julio los paracaidistas alemanes (tres mil de ellos) caen sobre puntos estratégicos de Lisboa, mientras avanzan los tanques alemanes (apoyados por infantería española) por la frontera terrestre.

          El plan español para invadir Portugal diseñado en diciembre de 1940


  Durante todo el día hay tiroteos que demuestran resistencia del ejército portugués y algunos policías, pero en general la población se resigna. Salazar, por supuesto, no acepta aliarse con los invasores de Madeira y Azores (Cabo Verde y el resto de las colonias están siendo invadidos también), y a cierta hora de la tarde comunica a sus generales que ya han hecho bastante, que no sacrifiquen más hombres por el honor del país. Portugal debe rendirse ante fuerzas superiores, tanto en Ultramar (ante los aliados) como en el propio territorio metropolitano (ante el Eje).

  A la mañana del 14, con los paracaidistas alemanes dueños de las instalaciones clave y los tanques alemanes a las puertas de Lisboa, Salazar recibe dramáticamente al general Dávila y al embajador español Nicolás Franco, hermano del Caudillo. Por la tarde Salazar pide por la radio al pueblo de Portugal, siete millones de personas, que no resistan al invasor para que no se causen más víctimas. Desde Madrid, Franco asegura públicamente que España no aspira a anexionarse Portugal, “con independencia de cuál sea el futuro de los dos pueblos hermanos”.

  Desde el punto de vista estratégico, el principal resultado de estos enfrentamientos es que los aliados disponen ahora de unas islas (Azores, Madeira y Cabo Verde) que suponen unas magníficas plataformas aeronavales en pleno centro del Atlántico. Churchill asegura que la amistad angloportuguesa acabará reforzada, pero rompe relaciones con Salazar y, asesorado por los miembros más progresistas de su gabinete y por los norteamericanos, crea un consejo provisional portugués democrático en las islas. Sin embargo, no se da a este consejo reconocimiento como gobierno, ya que los del Eje aún mantienen el gobierno portugués.

  Seguirán, para los aliados, duras semanas de trabajo en las islas para concentrar allí los suficientes recursos militares, especialmente aeronavales, que permitan llevar a cabo operaciones de gran envergadura a partir de ellas. En estos preparativos los norteamericanos hacen los mayores esfuerzos y, en general, la población civil de las islas no parece descontenta con los corteses invasores.

  En Portugal, a primeros de agosto llega la 15 división de infantería alemana (ID) para ocupar Lisboa. La 327 ID ocupará Oporto, y las 708 y 715 ID se situarán en las zonas costeras del centro y norte de Portugal, con lo que se completará el despliegue de casi todo el 1 Armee antes situado en la costa francesa entre el Loire y los Pirineos, zona donde ahora se está situando el nuevo ejército francés (antiguo Ejército del Armisticio de la zona de Vichy) tras los nuevos acuerdos alcanzados entre Francia y Alemania. Dos divisiones italianas se desplegarán también en Portugal, en la zona del Algarve, al extremo sur: se trata de las divisiones Superga y La Spezia. Otras cuatro divisiones españolas controlan sobre todo las zonas interiores y fronterizas con España.

  El 5 de agosto de 1942 tiene lugar una entrevista entre los dictadores Franco y Salazar. Al sentirse abandonado por los británicos (que están maniobrando para crear en Ultramar un gobierno portugués de tipo democrático), Salazar llega a algunos acuerdos con el Eje, ya que los alemanes, de momento, reconocen la soberanía portuguesa. Entre estos acuerdos está el alistamiento de un batallón de voluntarios portugueses para luchar en Rusia y la cooperación del gobierno portugués en el reclutamiento de doscientos mil obreros para trabajar en Alemania. También hay que aceptar las restricciones del racionamiento. Salazar se ve en una situación parecida a la de Petain... antes de que Francia -muy recientemente- se haya acabado decidiendo por aliarse con Alemania. Salazar sabe, sin embargo, que Hitler, de momento, no aceptará una alianza con Portugal sin contar con la anuencia de España.

  El mando militar en Portugal se le da al general español Dávila, pero será el embajador Nicolás Franco, hermano del Caudillo, político astuto e influyente, el auténtico gobernador del Portugal ocupado. Contándolo todo, para finales de agosto hay en Portugal ochenta mil españoles, sesenta mil alemanes y veinte mil italianos de uniforme. Los soldados y oficiales portugueses son en su mayor parte licenciados, y neutralizadas las armas pesadas del ejército portugués. De momento, los primeros intentos de Nicolás Franco de encontrar partidarios del Eje entre los ofendidos y consternados portugueses no tienen mucho éxito.

  El 24 de septiembre de 1942, los trabajos de los angloamericanos en la isla de Madeira dan ya su siniestro fruto: Tenerife y Las Palmas son duramente bombardeadas desde la isla portuguesa que gradualmente se está convirtiendo en una gran base militar. Es el preludio de una invasión mucho más organizada que la frustrada a primeros de julio. El poderío norteamericano crece de día a día y proporciona recursos para ello.

   Mientras tanto, en España, Franco está aún moderadamente convencido de que la guerra terminará en Navidad pero, por si acaso, acepta las propuestas de economía de guerra de los asesores alemanes que Kesselring ha traído con él. Para los alemanes, que manejan las cifras de producción agrícola española anteriores a la guerra civil, es un escándalo que, incluso con el racionamiento, España necesite importar un promedio de medio millón de toneladas de cereales al año, necesidad que a la Europa del Eje le cuesta mucho satisfacer. Kesselring cree que a Franco le falta autoridad sobre los terratenientes, que están sacando muy poco rendimiento de sus tierras, así como tampoco logra imponerse a los estraperlistas del mercado negro, que burlan el racionamiento. Se aprueban medidas en este sentido, al tiempo que se organiza el envío de doscientos mil obreros españoles a Alemania, la instalación de fábricas alemanas en el Mediterráneo español e incluso la deportación de judíos y gitanos españoles a campos de trabajo en Polonia. Todas estas medidas no hacen pensar en una guerra corta, pero Franco acepta que se tomen tales precauciones ahora que no más tarde. Desde luego, a Franco le interesa que los temibles nazis refuercen su autoridad sobre los latifundistas y los estraperlistas.

  Los preparativos para la guerra, incluso para una guerra larga, continúan en España. Para finales del año 1942 las cincuenta divisiones estarán completas, y ya habrá dos divisiones españoles de voluntarios luchando en Rusia: la División Azul, formada mayoritariamente por falangistas, que entró en combate en otoño de 1941, en el frente de Leningrado (se espera la gran ofensiva que tome la ciudad, o que más bien la destruya), y la División Navarra, formada mayoritariamente por requetés y monárquicos, en el frente del Cáucaso, que habría de tomar parte en la conquista del deseado petróleo. Esta última división es una necesidad tanto de la política exterior como de la política interior. Es conveniente que no se vea la participación en la guerra mundial como algo exclusivamente de los falangistas. Sobre el papel, ambas divisiones son divisiones alemanas de voluntarios españoles, pero representan a las diferentes familias del régimen, supuestamente en armonía en cuanto que enemigas del bolchevismo y fieles al Caudillo. Franco espera, por otra parte, que los bravos navarros de la guerra civil, de las mejores tropas nacionalistas, hagan buen papel en las montañas del Cáucaso, donde tendrán que rivalizar con las divisiones de montaña italianas, alemanas y rumanas. Al mando se ha puesto a un general de gran prestigio, García-Valiño.

  Al mismo tiempo, siguen haciéndose algunas obras públicas relacionadas con la guerra: construcción de más aeródromos, ampliación de puertos, mejora de ferrocarriles y carreteras, algunas fortificaciones… Toda la artillería costera española que se encontraba en el Mediterráneo está siendo instalada en la costa Atlántica, el estrecho de Gibraltar se ha llenado de minas y patrullas (sobre todo de los destructores alemanes que actúan desde Cádiz y Tánger), y va llegando lentamente el armamento de infantería de las divisiones italianas desmovilizadas para ayudar a armar a las divisiones españoles. Al fin y al cabo, la seguridad de Italia depende ahora de que el Mediterráneo permanezca bien cerrado por España y por Egipto: es lógico que los italianos envíen armamento a los débiles ejércitos español y egipcio. También la numerosa artillería de costa italiana (piezas de 150 milímetros y más), inútil ya en el Mediterráneo, va pasando poco a poco a las costas atlánticas españolas.

  No se aprecia mucha oposición española a la guerra. Las condiciones económicas siguen siendo malas, pero no han empeorado, parece que Hitler va a ganar y los vencidos antifranquistas de la guerra civil no se ven aún con ánimos de tomar las armas contra tan poderosos enemigos. Incluso hay muchos que alaban la severidad y la disciplina que los nazis imponen en la lucha contra el mercado negro y la baja productividad económica. Dentro del régimen hay absoluta unidad o, al menos, contención de quienes preferirían a otro dirigente político en lugar de Franco. El principal problema, que va empeorando a medida que avanza el año, son los bombardeos británicos contra las ciudades españolas del norte, sobre todo Bilbao y Ferrol, donde los alemanes están instalando bases aéreas y navales.

  A finales de septiembre, Franco acepta que los paracaidistas alemanes se instalen en las Canarias para ayudar a su defensa. Está claro que el primer objetivo de los aliados que se concentran en la isla de Madeira es conquistar las Canarias. Nadie cree que se atrevan a desembarcar en la zona del Estrecho de Gibraltar. A finales de octubre, las islas han sido reforzadas con más de cinco mil combatientes alemanes (en su mayoría paracaidistas, de los que tomaron parte en el asalto a Lisboa) y algunas tropas escogidas del contingente español en Marruecos.

  Ingenieros españoles y alemanes trabajan contra reloj para fortalecer las bases aéreas y los puertos de las islas Canarias, tanto como los pequeños puertos y bases aéreas en la costa africana occidental bajo control español, que tienen un gran valor estratégico. Estos son, Ifni (puerto y aeródromo, al sur del Protectorado francés en Marruecos), Cabo Juby (puerto de Villa Bens), Villa Cisneros (puerto y aeródromo) y La Güera, en Cabo Blanco (puerto y aeródromo). De acuerdo con el nuevo tratado con Francia, la Luftwaffe y la Kriegsmarine también podrían utilizar las bases francesas (Casablanca y Dakar), pero el gobierno de Petain pretende impedir que los alemanes participen en acciones ofensivas contra los angloamericanos, contra los cuales los franceses aún no están en guerra (de hecho, se va a seguir recibiendo alguna ayuda "humanitaria" norteamericana por el puerto de Casablanca). Esto hace que Kesselring siga promoviendo la mejora de las instalaciones de los españoles.

  Pero también Kesselring es consciente de que la extrema peligrosidad que para la navegación aliada suponen estas posiciones va a impulsarlos a actuar de forma contundente en cuanto se vean preparados para ello. Y los recursos de los aliados son muy superiores a los del Eje en todo lo que se refiere a poder aeronaval.

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  En la "Operación Félix" se planeó la conquista de la fortaleza de Gibraltar con un asalto que sin duda hubiera costado muchas bajas. Bien podían permitirse semejantes cosas los alemanes en el otoño de 1940, dadas las circunstancias de entonces. Como se explica en el relato, eso no hubiera sido posible en la primavera de 1942 debido a las circunstancias en los otros frentes. De todas formas, ya a finales de 1940 Churchill advirtió a Roosevelt de que, si España permitía el ataque alemán desde su suelo, la fortaleza no tendría defensa. Podría resistirse dentro, por supuesto, pero entonces Gibraltar sería solo una roca de valor inútil desde el punto de vista militar. Así que ésta habría sido la opción más económica para los del Eje: destruidos enseguida el aeródromo y el puerto, al cabo de algunas semanas las plazas artilleras habrían sido liquidadas también por constantes e insistentes impactos de los cañones españoles y los bombarderos alemanes en picado, a lo que podrían sumarse los temibles "morteros de asedio" alemanes (cuyo uso ya fue solicitado por Franco en los preparativos previos a “Felix”). Solo habría que esperar la rendición de los refugiados en sus túneles. Eso podría haber llevado casi un año y durante ese tiempo la fortaleza tendría un cierto valor político. Quizá incluso algún valor también como puesto de observación, e incluso hubiera podido estorbar más o menos el tráfico en la bahía de Algeciras. En todo caso, entretendría tropas y recursos del enemigo. 

  Ya en las negociaciones para la “Operación Felix”, durante el otoño de 1940, se intentó tranquilizar a Franco respecto al riesgo de ataques británicos con un plan de defensa de las costas españolas por la Luftwaffe. Esto podía ser especialmente convincente después de la gran victoria sobre Francia, pero también lo hubiera sido en la primavera de 1942, cuando se planearían las operaciones de esta historia. Durante los primeros meses de 1942 la Luftwaffe había tenido éxito bloqueando los intentos de abastecer la isla de Malta por parte de la Royal Navy. En febrero se impidió que llegara el único convoy enviado, y en marzo tuvo lugar la segunda batalla del golfo de Sirte, tras la cual solo dos buques lograron llegar a Malta y fueron hundidos en la misma bahía (aunque la flota italiana intervino, los hundimientos fueron obra de la Luftwaffe). Si esto sucedía con cargueros que transportaban mercancías, lo mismo podía suceder con buques que transportaran tropas... con la diferencia de que, tratándose de tropas, correr semejantes riesgos sería mucho más grave. Por lo tanto, las islas Canarias podían estar seguras si la misma Luftwaffe que bloqueaba Malta desde Sicilia se asentaba en las islas del Atlántico. Los aviones necesarios serían los Ju-88 para el bombardeo y los Bf-109 como cazas. Importante a tener en cuenta es también el factor de que hasta finales de 1942 los portaaviones británicos no podían utilizar los cazas Spitfire (“Seafire”), los mejores, de modo que los cazas alemanes iban a tener superioridad (en los convoyes a Malta, los mismos aeródromos malteses permitían la intervención de los Spitfire). 

  Puede compararse lo que podía haber sucedido en el intento de asalto de las islas Canarias en esta historia, a primeros de julio, con lo sucedido en la realidad con la batalla de la Operación Pedestal de abastecimiento a Malta en agosto. En esta operación se usaron tres portaaviones con cazas Hurricane y Martlet, y se contó con el apoyo de alrededor de un centenar de Spitfires basados en Malta, y aun así, solo muy pocos mercantes lograron llegar a su objetivo y gravemente dañados, por lo que de haberse tratado de buques transportando tropa la operación se hubiese suspendido casi enseguida, que es lo que sucede en esta historia. 

  En esta historia también se menciona que el convoy PQ-17 de abastecimiento a los soviéticos, que en la realidad sufrió graves pérdidas en julio de 1942, habría sido suspendido para permitir el ataque a las Canarias. Parece inevitable que fuera así, porque después del desastre del PQ-17, en julio, solo se envió un convoy por el Ártico en septiembre y a partir de entonces ninguno debido a las necesidades de la operación “Torch”, el desembarco en Marruecos en noviembre. Si hay que enviar una expedición tan poderosa hacia las Canarias a primeros de julio, es obvio que no hubieran podido preparar una escolta fuerte para el Ártico al mismo tiempo. Todavía menos si, además, hay que enviar convoyes urgentes a Sudan y Próximo Oriente para construir una buena defensa contra Rommel, que ha conquistado Egipto. Así que el envío del escuadrón de torpederos de la Luftwaffe KG-26 al Mar Negro al final no hubiera supuesto ningún alivio para los rusos en el sentido de, al menos, haber impedido que hundieran barcos aliados en el Ártico, ya que el cierre del Mediterráneo hubiera implicado que los aliados no pudiesen atender tantas necesidades de transporte naval.

  Asimismo, se pone al almirante Cunningham al mando de la flota, y no al almirante Syfret, que fue, en la realidad, quien dirigió la operación “Pedestal” en agosto (que resultó ser, por cierto, la mayor flota reunida solo por los británicos durante toda la guerra). Dado el dramatismo y la urgencia de la situación, no hubiera habido mejor opción que enviar al almirante con más poder y prestigio del momento (el vencedor de Matapan).

  ¿Cuántos aviones hubieran podido reunir los alemanes en las Canarias entre el 15 de junio y el 8 de julio? No son, desde luego, muchos días. Cuando se planease la operación, lo primero que habrían visto los alemanes era que los británicos no iban perder tiempo en intentar apoderarse de las Canarias. Por lo tanto, se trataba de obrar con rapidez, y en estas carreras entre británicos y alemanes, a veces unos ganaban y otros perdían. Los alemanes ganaron en su carrera a Noruega en la primavera de 1940, pero perdieron en la carrera a Siria en la primavera de 1941 (obviamente, en el inicio de la invasión a Rusia, Siria no era una prioridad para los nazis). Muy torpes habrían tenido que ser, sin embargo, para perder la carrera a las Canarias descrita en este relato. Aunque se pensara que Malta hubiera resistido un poco más, Hitler habría insistido en que por lo menos cien cazas y bombarderos alemanes se trasladaran con urgencia de Sicilia (segundo cuerpo de la Luftwaffe) a las Canarias, y otros tantos procedentes de Francia a la zona de Gibraltar. Por eso es vital que, en los preparativos previos a la entrada de España en la guerra, se hagan algunas obras en los aeródromos españoles de la zona y, sobre todo, que para el día 15 de junio haya por lo menos un buque en el puerto de Las Palmas llevando a bordo los suministros necesarios para la Luftwaffe (combustible, munición, repuestos). Volar desde Sicilia hasta Gran Canaria (aeródromo de Gando) y Tenerife (aeródromo de Los Rodeos) no es demasiado difícil. Los franceses enviaron aviones desde Francia a Siria en la primavera de 1941 pasando por diversos aeródromos intermedios. Aquí la ruta hubiera podido ser de Sicilia a Mallorca, de Mallorca a Tetuán y de Tetuán a las Canarias o incluso a los aeródromos españoles al sur de Marruecos de Ifni y Cabo Juby. En una semana habrían llegado si el tránsito se planea y organiza con antelación.

  En cualquier caso, la rendición de Malta se habría dado pronto, ya que los británicos hubieran tratado de evacuar el mayor número posible de altos oficiales y especialistas de la isla antes de que fuese demasiado tarde para ello, por no hablar del riesgo de que la fuerza anfibia de desembarco del Eje (cuyo destino real no se conocería hasta el 18 o 19 de junio) ocupara los puertos de Palestina y Siria, privando a los de Malta de su única vía de escape. Dada la situación de Malta dentro de un Mediterráneo cerrado, cada día que se alargara el asedio disminuirían las posibilidades de rescatar un mayor número de hombres válidos: cada buque de superficie o submarino que se perdiera no podría ser reemplazado, así que implicaría una pérdida total. Lo más lógico, por tanto, es que Churchill ordenase el inmediato aprovechamiento de cualquier embarcación capaz de emprender la larga singladura desde Malta hasta los puertos británicos en Palestina, y que esto se hiciera cuanto antes. La rendición de Malta habría sido, pues, casi inmediata al cierre del Mediterráneo (la de Tobruk habría sido probablemente simultánea a la de Malta, para minimizar el impacto mediático).

  En cuanto a las cuestiones políticas, a Portugal no le quedaba mejor opción que esperar acontecimientos. No resistir a los británicos habría sido exponerse a ser tratados por el Eje como país enemigo. No resistir a los del Eje habría sido exponerse a lo contrario. La opción más lógica habría sido, por tanto, la relatada en esta historia: empeñar las vidas de algunos soldados y guardias fronterizos por el honor nacional, igual que tuvieron que hacer otras naciones pequeñas y desgraciadas como Dinamarca o Noruega. Los portugueses son históricamente probritánicos (Gran Bretaña ha estado siempre interesada en que España no se fortalezca anexionando Portugal) y como tal hubiesen quedado a la espera de que quizás los estadounidenses fuesen capaces más adelante de dar un giro al curso de la guerra. Mientras tanto, se hubiesen tenido que conformar con dejarse ocupar y saquear un poco por los despreciados vecinos españoles

    Sobre España, es verdad que los historiadores aún no se ponen de acuerdo de por qué España, autosuficiente en alimentos antes de la guerra civil, perdió el 40 % de su capacidad de producción agrícola en los años posteriores. La explicación no puede deberse solo a las destrucciones de la guerra (pérdida de tractores, fertilizantes, carburante, obras de regadío y animales) porque la agricultura española era bastante primitiva. Se considera que a la circunstancia de las destrucciones se sumaría el factor de la política de precios bajos y el desinterés en consecuencia de los propietarios, más la implicación de muchas élites del régimen en el mercado negro (estraperlo). Al fin y al cabo, un agricultor podía a veces sacar tanto rendimiento a sus tierras trabajándolas menos y derivando la menor producción al mercado negro (precios más altos) que trabajándolas más intensamente y vendiéndola a los precios establecidos (más bajos). Éste es uno de los motivos por los cuales, en tiempos de guerra, el mercado negro es tan duramente perseguido aunque a nosotros nos parezca hoy un pecadillo menor.

    Si Alemania tiene que recortar la ración de pan de sus ciudadanos para que España no se muera de hambre, es obvio que presionarán a Franco para que implante severos controles con la ayuda de asesores económicos nazis. Dentro de la política agrícola nazi (Herbert Backe es el ejemplo) la severidad incluía también la aniquilación física de las “bocas inútiles”. En España había pocos judíos, pero sí una minoría gitana bastante despreciada y económicamente poco relevante. A estas medidas típicamente nazis podían unirse otras más habituales, como combatir el subempleo y la baja productividad de los trabajadores españoles de la época. En 1942 había aún en España un desempleo registrado de trescientos mil personas, muchos presos políticos, una muchedumbre de servicio doméstico y un muy bajo porcentaje de mujeres empleadas en el sector industrial.

   Volviendo a las cuestiones del Atlántico, fracasado el intento de tomar las islas Canarias apenas tres semanas después de la pérdida de Gibraltar, el plan alternativo (previamente diseñado por los británicos) sería capturar las islas portuguesas. Esto hubiera ayudado mucho a proteger los convoyes del Atlántico, al proporcionar los aeródromos de las islas Azores una gran ventaja en la lucha antisubmarina. Madeira hubiera sido menos relevante a este respecto, pero, a unos 500 kms de las Canarias, hubiera sido valiosísima para preparar una gran ofensiva contra estas islas sin tener que depender únicamente de los portaaviones. También podría contarse con la isla Salvagem Grande, de un par de kilómetros cuadrados, suficiente para un aeródromo, y a solo 160 kms de las islas Canarias. Conviene recordar que los aliados no lograron dar apoyo aéreo efectivo a sus fuerzas en Túnez hasta marzo de 1943, a pesar de que habían ocupado los aeródromos de Argel ya en noviembre. Argel está a 600 kms de la ciudad de Túnez. Por lo tanto, la ofensiva aérea contra las Canarias requeriría también de portaaviones o de un buen aprovechamiento de la isla Salvagem Grande.

  En estas operaciones queda claro que los aliados angloamericanos cuentan con la fortaleza económica e industrial, lo que les permite obtener superioridad en barcos y aviones. El problema es que, particularmente en 1942, disponían de pocas tropas útiles para la lucha en tierra. No hay que olvidar que la victoria en el Norte de África fue solo posible gracias a que la superioridad aeronaval aliada incomunicó a las fuerzas del Eje que luchaban en ese escenario. En esta historia, el cierre del Mediterráneo es el factor que lo trastocaría todo en este aspecto, de la misma forma que el uso del Mar Negro para la logística nazi en el frente ruso lo trastocaría todo allí también. 

  En cuanto a las posiciones españolas en el Atlántico, incluso no contando con mucho apoyo de los franceses, los alemanes tendrían a su disposición bases tan alejadas como el puerto y aeródromo de La Güera, en el extremo sur del Sahara Occidental (cabo Blanco). Tanto en La Güera, como en Villa Cisneros, España tenía aeródromos desde los cuales la Luftwaffe podía amenazar el África Occidental. Ahora bien, estas instalaciones remotas apenas contaban con servicios para una presencia efectiva de las sofisticadas fuerzas aeronavales alemanas. Aprovisionar un aeródromo y ampliar un puerto no son tareas que puedan hacerse rápidamente.

  Y a estos factores de tipo logístico se sumaría el hecho de que la victoria nazi arrastraría a más regímenes políticos a ponerse al servicio del que se presenta cada vez más como el probable ganador: la infantería italiana, española o egipcia pueden no parecer gran cosa, pero la suma de recursos siempre juega a favor del que cuenta con ellos.

martes, 18 de febrero de 2014

9. Churchill en Moscú




 El 10 de agosto de 1942 de madrugada, en el mayor secreto, el primer ministro británico sir Winston Churchill, de sesenta y siete años de edad, despega en un hidroavión desde las islas Shetland (norte de Escocia) en dirección a Rusia. Se trata de un vuelo de dieciséis horas que habrá de dejarle en un puerto soviético del Ártico después de evitar en lo posible las posiciones de la Luftwaffe en la costa noruega.

   El 12 de agosto, cansado por el duro viaje, Churchill es recibido en Moscú por Stalin y Molotov. Al primer ministro británico le acompañan sus asesores militares, entre ellos el general Alan Brooke, y aunque hay algún banquete y alguna revista a las tropas, el tiempo apremia para que los aliados lleguen a un acuerdo concreto en este primer encuentro entre sus principales dirigentes que tiene lugar en circunstancias críticas del conflicto bélico. Por encima de todo, a los rusos les urge que los angloamericanos abran cuanto antes un “segundo frente”.

  Aunque fingen estupor, los soviéticos no se sorprenden porque sea negativa la respuesta que les trae Churchill, que hace apenas un mes se ha reunido con Roosevelt en Washington: los angloamericanos solo podrán llevar a cabo un esfuerzo limitado contra los ejércitos terrestres alemanes en octubre. Por sus propias fuentes, los soviéticos saben que los norteamericanos, en el mes de julio, habían insistido en que, durante el otoño, se llevase a cabo un desembarco en el norte de Francia para establecer allí una cabeza de puente que pudiera ampliarse en la primavera de 1943; los americanos aducían que los alemanes estaban trasladando sus fuerzas a la península ibérica y que, por tanto, en Francia no podrían ofrecer una resistencia invencible; sin embargo, los británicos consideraban que el Tratado de Paz entre Alemania y Francia predecía que se iban a encontrar una fuerte resistencia no solo por parte de las tropas alemanas de ocupación, sino por el previsible rearme del ejército francés, cuyo principal objetivo habría de ser la defensa del propio territorio de invasiones extranjeras. La intervención personal de Roosevelt zanja la cuestión: a pesar de las ventajas logísticas, quedaba descartado un desembarco en Francia. Es preciso, por tanto, ayudar a los soviéticos con otros medios, y explicar esto es la misión de Churchill en Rusia.

  El Mediterráneo está cerrado, sí, asegura el animoso primer ministro a sus anfitriones soviéticos, pero los Estados Unidos se han implicado ya en los preparativos que permitirán abrirlo de nuevo. Egipto está rodeado por dos ejércitos británicos que se están reforzando cada día que pasa, mientras que el famoso ejército de Rommel no ha recibido refuerzo alguno, ya que toda la atención de los alemanes está puesta en el Mar Negro y el resto del frente ruso, desequilibrio que permitirá una ofensiva aliada contra Egipto al fin del verano. La aviación británica tiene la supremacía aérea e incluso el puerto de Aquaba, en el Mar Rojo, muy fácil de bloquear, en teoría, por los alemanes desde Egipto, está plenamente operativo y recibiendo suministros constantemente (también hay supremacía sobre los cielos de Europa, y es un ejemplo de ello el bombardeo de Colonia y otras ciudades alemanas por enjambres de hasta mil bombarderos británicos... los alemanes nunca sumaron tantos en sus ataques contra Londres). Ha llegado ya a Próximo Oriente una división norteamericana totalmente nueva, con tanques muy potentes, y ésta se ha integrado en el reconstituido 8 ejército británico que cuenta con un nuevo comandante.


                                                                      



  Bombardeo aéreo masivo sobre Colonia en junio de 1942, y los tanques americanos Sherman, ya disponibles para los aliados a finales del verano de 1942: razones para el optimismo aliado en la época de la visita de Churchill a Moscú, agosto de 1942.


   También los ingenieros están haciendo grandes progresos en sus trabajos para desarrollar las capacidades tanto del gran puerto de Basora, como de los de Khorramshar y Bushir, todos en el Golfo Pérsico (de los que dependerá una importante vía de suministros a la URSS), más los de Port Sudan y Aquaba en el Mar Rojo. Hay además otra operación planeada para conquistar las islas Canarias, desde las cuales podrá ponerse en marcha el avance por Marruecos hasta el estrecho de Gibraltar. Churchill recuerda también a los rusos que más de diez mil uniformados británicos siguen resistiendo en el Peñón (a los rusos, que tienen casi cuatrocientos mil hombres atrapados en la península de Crimea, esto les impresiona poco). Y se ha logrado rechazar el ataque japonés a Ceilán, que hubiera podido bloquear la conexión con la URSS a través del Índico.

  Por encima de todo, la inmensa potencia industrial de Estados Unidos producirá miles de barcos y aviones, y enviará a Rusia, por las tres vías posibles a través del océano (el Ártico, Persia y Siberia Oriental), todos los pertrechos necesarios para seguir combatiendo. Churchill confía en que los rusos no perderán el ánimo este verano pese a la ofensiva nazi. Durante el invierno los rusos podrán recuperar posiciones de nuevo, y al año siguiente, 1943, la situación habrá cambiado por completo. Los nuevos aliados de Hitler (países como España o Egipto) son débiles y volubles, y supondrán para los alemanes más una carga que una ventaja.

  Entonces, después de que Stalin se desahogue un poco humillando a los británicos al acusarlos de cobardes por no abrir de una vez el segundo frente, le toca a los dirigentes bolcheviques asegurar a sus invitados extranjeros que por supuesto que el pueblo soviético no va a ser vencido este verano. En el momento en el que están hablando aún luchan unidades de la flota soviética en el Mar Negro y la infantería resiste en los pasos de la cordillera del Cáucaso.



Algunos de los generales de Stalin, eficientes y tenaces: Zhukov, Rokossovsky y Konev

  Buena prueba de las opciones de los rusos en la zona es que los turcos no se atreven a declarar la guerra a Rusia, y que todos los avances que han llevado a cabo los alemanes y sus torpes aliados han sido contenidos.  Mientras que Churchill ha expuesto sus modestos (pero no por eso menos arriesgados) proyectos ofensivos para el otoño, Stalin informa de que ha dado también las órdenes para ultimar los preparativos para que al fin del verano quede completado el reequipamiento de sus nuevos ejércitos y cuerpos mecanizados y de tanques. Al igual que durante el invierno anterior, aprovecharán las condiciones meteorológicas más rigurosas para hacer retroceder al enemigo.

  El 17 de agosto, Churchill y sus consejeros abandonan Moscú en dirección al sur. El avión los lleva sobre el Mar Caspio hasta Persia. A la derecha en la dirección en que vuelan, en el Cáucaso y la costa del Mar Negro, los rusos siguen peleando para salvar sus pozos de petróleo y el ferrocarril que conecta a la URSS con el golfo Pérsico, por donde esperan la llegada de la ayuda norteamericana. Churchill sabe que por ahora no se puede enviar mucho por esa ruta: antes es preciso mejorar la capacidad del mismo ferrocarril de Persia, los puertos… y tiene prioridad aprovisionar a las fuerzas propias en Próximo Oriente. Tampoco hay todavía barcos suficientes para un movimiento logístico semejante que cubra todas las diferentes necesidades a la vez, ya que los ejércitos angloamericanos que se están reconstituyendo y formando se encuentran dispersos por todo el globo. Ciertamente, Estados Unidos posee una asombrosa capacidad industrial, pero el problema es saber si se movilizará a tiempo para salvar a los rusos… y si los alemanes, a su vez, no serán capaces de llevar a cabo una movilización semejante. Cuando dispongan del Cáucaso, el Mar Negro y todo el Mediterráneo, contarán con las materias primas necesarias, así como con la mano de obra y las vías de comunicación imprescindibles… se trata, pues, de una carrera contra el tiempo de la industria pesada de ambos bandos.

  Churchill aterriza en Teherán, donde se encuentra con el general Quinan, comandante del décimo ejército británico, cuya misión consiste en defender precisamente Persia y los límites con el Cáucaso. Para enfrentar la doble amenaza que representan los turcos en la frontera (aún neutrales, pero nadie sabe hasta cuándo) y la terrible posibilidad de que los alemanes aparezcan también por allí tras arrollar a los rusos en el Cáucaso, Quinan no cuenta con mucho. Le están llegando ahora los ex prisioneros polacos que Stalin mantenía en Siberia. Aparte de que están hambrientos, también necesitan armas y organización, de modo que aún tardarán unos cuantos meses en suponer una fuerza efectiva de una o dos divisiones de infantería (Churchill se entrevista con el general polaco Anders, que le transmite tanto su ansia por luchar contra los nazis como su odio a los soviéticos). Lo demás, son solo dos divisiones indias, casi sin armamento pesado. Prácticamente nada. La única división británica con la que contaba Quinan (la número 5) ha tenido que enviarla al Sudán, al nuevo ejército que se está formando allí para contener la esperada ofensiva italiana Nilo arriba.

  Churchill asegura a Quinan que ni los turcos ni los alemanes atacarán a través del Cáucaso durante el verano y que, durante el invierno, los rusos contraatacarán en todos los frentes y, en todo caso, la nieve bloqueará cualquier posible avance por las montañas. Ha de tener confianza. Lo principal es intensificar los trabajos de ingeniería: los ferrocarriles que convergen en Teherán y los puertos del Golfo. No solo Basora: los puertos persas también deben ser mejorados. Antes de marcharse de Teherán se entrevista con el joven monarca persa, Mohamed Rezah Pahlavi, de veintidós años, que subió al trono tras que la invasión anglosoviética del año anterior obligara a abdicar a su padre. Nadie espera lealtad de los persas a sus forzosos aliados.

  Dos días más tarde, Churchill está en Jerusalén. No hay mucha oportunidad para dedicarse al turismo por los santos lugares. Lo primero que tiene que hacer es destituir a Auchinleck, el comandante en jefe de Próximo Oriente. Sabe que este general salvó mucho de lo que pudo ser perdido en Egipto pero, en cualquier caso, Egipto se perdió y el Mediterráneo se cerró, luego políticamente se exige una sustitución (el mismo Churchill ha tenido que superar una moción de confianza en el parlamento, en el curso de la cual 75 parlamentarios votaron en su contra). El nuevo comandante de Próximo Oriente será Alexander. Unos días antes ya ha llegado el nuevo comandante del octavo ejército, el general Montgomery.

  En Jerusalén, Churchill se encuentra también con un enviado del gobierno turco. Éste le reitera la oferta de mediación del presidente Inonu para encontrar un fin negociado a la guerra. También le reitera que Turquía no desea entrar en guerra contra los angloamericanos y que están retrasando todo lo posible la declaración de guerra a los soviéticos con el pretexto de que el ejército turco no está preparado. Churchill evita pronunciarse sobre si los angloamericanos declararán la guerra a Turquía si los turcos declaran la guerra solo a los soviéticos (como ya han hecho los franceses), pero rechaza cualquier negociación con Hitler y señala al enviado turco que la movilización de tropas turcas en la frontera con la URSS puede interpretarse claramente como un acto hostil contra los aliados.

  En las costas de Palestina y Siria, en Chipre y en la frontera turca, se mantiene el noveno ejército británico al mando del general Wilson. Apenas pueden abarcar tanto territorio con la división británica 56, que les acaba de llegar, la décima división india (en Chipre) y la división india número 6, más grupos dispersos de diversas nacionalidades. Pero la fuerza anfibia germano-italiana y la mayor parte de la flota italiana están todavía en el Mar Negro. Por lo tanto, mientras los turcos se mantengan neutrales no hay mucho que temer. El Mediterráneo está en manos enemigas, pero los británicos cuentan con suficiente información para saber que el peligro no es inminente, aunque Malta tuvo que rendirse el día 21 de junio a fin de que pudiera ser evacuado de la isla el mayor número posible de hombres cualificados, y aunque cada día que pasa se debilita la capacidad de los últimos restos de la Mediterranean Fleet que tienen como bases los puertos de Haifa y Beirut. Sin embargo, también se incrementa el poder aéreo y terrestre. En cualquier caso, es una situación nueva para los británicos, que normalmente siempre han contado con el dominio del mar.

  Los árabes son hostiles, sí, y están atentos a las emisiones de la radio de El Cairo desde donde los provoca Amin el Husseini, el muftí de Jerusalén, líder de los árabes palestinos, que llama a la sublevación, a cuya voz se suma el líder irakí Rashid Ali al-Gaylani, pero, de momento, salvo algún caso de sabotaje, los árabes no representan un gran peligro. Churchill da su aprobación para que se arme cuanto antes a los colonos judíos y a los cristianos del Líbano, lo que podría aumentar los recursos del exiguo 9 ejército hasta una división de infantería adicional. Al fin y al cabo, lo que ha sucedido en Egipto puede servir para galvanizar a estas minorías en el apoyo a los británicos. Circulan rumores de que todos los judíos de Alejandría han sido sacados en barcos y ahogados en el mar. Los cristianos egipcios están atemorizados de que se les dé el mismo trato y se dejan saquear por los matones musulmanes pro-nazis. De los musulmanes, por lo tanto, los aliados no pueden esperar mucho. Ni siquiera pueden fiarse ya de la Legión Árabe de Sir John Glubb Pashá, a la que se despoja de su material pesado moderno.

  A los consejeros de Churchill esto les preocupa: el ejército indio es en su mayoría musulmán, gurkha y sikh, no hindú. La India está casi en abierta rebelión y la mayoría de los prisioneros indios capturados por los japoneses han desertado y se han incorporado al ejército indio antibritánico liderado por Bose, que colabora con los japoneses. Por ello, el apoyo de los musulmanes es vital, cuando menos en la India. En las circunstancias actuales, perder al ejército indio supondría perderlo todo, porque los ejércitos británicos desplegados en Próximo Oriente y en Sudán dependen de los indios: hay dos divisiones indias en el noveno ejército (10 y 6), dos en el décimo (8 y 31 blindada) y dos en el de Sudán (4 y 5). Churchill, por su parte, considera que la mejor forma de asegurarse la lealtad de los mercenarios indios (musulmanes o no) es demostrar firmeza. Por eso no basta con una actitud defensiva, sino que hay que concentrarse en la ofensiva. Los turcos no entrarán en guerra, los alemanes no conquistarán el Cáucaso, los árabes no se sublevarán y la fuerza anfibia enemiga no atacará las costas del Mediterráneo Oriental. Además, está de camino a Próximo Oriente la primera división canadiense, y para fin de año habrá dos divisiones polacas en condiciones de luchar. En cuanto a los norteamericanos, no solo enviarán suministros, sino que también preparan más tropas para participar en todos los frentes en estrecha cooperación con sus "primos" británicos.

  Antes de partir al Sinaí, donde se concentra el octavo ejército británico, Churchill se acerca a la base naval de Haifa. A la antes poderosa Mediterranean Fleet apenas le quedan algunos submarinos, destructores y cruceros ligeros, unas treinta unidades, no todas operativas. Las guerrillas balcánicas probritánicas (griegos y yugoslavos) han prácticamente cesado su lucha al haber perdido la esperanza de ser auxiliados por mar. Incluso los formidables partisanos comunistas de Tito están a la defensiva y se rumorea que las cuatro divisiones alemanas en los Balcanes que luchan contra ellos van a ser llevadas también a Rusia. Los italianos, por su parte, han desmovilizado veintiún divisiones de infantería encargadas antes de la defensa costera (siete de ellas están siendo enviadas a los Balcanes, que es lo que también hace pensar que las tropas alemanas que allí se encuentran pasarán a Rusia en cuanto más italianos los reemplacen), y los aviones del Eje que asediaban Malta se han establecido en España.

  Es con el general Montgomery, nuevo comandante del octavo ejército, con el cual Churchill se aproxima al mismo canal de Suez. Al otro lado está el formidable enemigo alemán, y sus aliados italianos y egipcios. Los informes indican que el Panzer Armee Afrika se ha debilitado mucho desde sus días gloriosos de finales de junio. El puerto de Alejandría está en uso… pero no llega mucho por él. Rommel no ha recibido ni un tanque nuevo, y muy pocos soldados alemanes (lo justo para cubrir las bajas irrecuperables habidas durante la conquista de Egipto). Se sabe (porque la propaganda enemiga presume de ello) que ha reparado sus tanques averiados y se ha apoderado de cuatrocientos o quinientos tanques británicos para los cuales no podrá tener repuestos por mucho tiempo. El campo petrolífero de Hurghada no está aún en explotación. La RAF domina el aire. En cuanto a los soldados egipcios… valen menos que los italianos, se arman con fusiles británicos e italianos, y dependen por completo de instructores alemanes. No se les considera temibles. Y no mucho más temibles son los mismos italianos de siempre, cuyo nuevo ejército pretende remontar el Nilo hasta Etiopía (en solitario, sin alemanes), para recuperar el perdido imperio. De momento no han sido capaces siquiera de salir del territorio egipcio.

  De hecho, Rommel está ausente, de vacaciones en Alemania, dando discursos, regodeándose en su vanidad de triunfador. Tal vez no vuelva a África.

  El general Montgomery, que en agosto de 1942 tomó el mando del 8 ejército británico en Próximo Oriente.

  Montgomery asegura que le bastarán dos meses para tener de nuevo a punto el octavo ejército, y no para defender, sino para atacar. En sustitución de las dos divisiones blindadas perdidas, cuenta ahora con la 8 blindada británica, recién llegada y muy bien armada, la reconstituida y reformada 10 división blindada británica (formada a partir de una fuerza de caballería en Palestina)… y la sorprendente 2 división blindada norteamericana, con sus flamantes tanques Sherman y sus modernos equipos, que ya en América se ha entrenado especialmente para luchar en el desierto y que están comenzando su despliegue. Otras dos divisiones británicas nuevas (de infantería) han llegado: la 44 y la 51, más los australianos y neozelandeses que ya estaban en Próximo Oriente pero que no tuvieron oportunidad de salvar Egipto en junio (temían un desembarco en Palestina). El octavo ejército solo ha tenido que renunciar a las tropas indias y sudafricanas, pero aún cuenta con la 50 división británica, superviviente de todos los desastres.

  Churchill lamenta lo de los sudafricanos: perdidos en Tobruk los de la 2 división, los restos de la 1 se han retirado a Sudan y luego a Etiopía a reacondicionarse. Se sospecha que no volverán al frente. A Churchill no le gusta nada esto. Tiene una gran confianza en el general Smuts, primer ministro sudafricano, pero éste se ha visto sometido a muy duras presiones. Ya los sudafricanos intentaron mantenerse neutrales en el inicio de la guerra. Y nunca han sido muy combativos. Al menos, se ha podido resistir el intento australiano de también retirar la última división que mantenían en Próximo Oriente.

  Churchill ve bien a Montgomery: duro, frío, implacable. Pese a que está recién llegado a Oriente, le ve capaz de cruzar el canal de Suez y expulsar a los alemanes de Egipto. El primer ministro piensa que, si se da la condición de que haya una superioridad aérea abrumadora, a finales de octubre podrían hacerlo. Cuando menos es posible capturar el puerto de Suez y mantenerlo. Dicen que hay hambre en Egipto, y que los alemanes se han ganado el apoyo de la élite política y militar musulmana ofreciéndoles los bienes de judíos, griegos y coptos para el saqueo. Partidarios de ese tipo no suelen ser muy valiosos.

  El plan de Montgomery es fingir que cruzará el canal por Port Said, cuando en realidad va a hacerlo por el sur, por Suez. Apoderándose del puerto con apoyo de la flota del Índico podrá mantenerse en este enclave, donde enlazará con el ejército del Sudan. Podrá hacerlo si logra la sorpresa total, el apoyo de los cañones de la Royal Navy y la superioridad aérea. Convertirá Suez en una fortaleza y los tanques norteamericanos de las divisiones blindadas (dos británicas y otra norteamericana) asegurarán el perímetro. No descarta incluso cruzar los cien kilómetros de desierto que separan Suez de El Cairo y retomar la capital del Delta, aunque en realidad el objetivo principal de su objetivo es solo tomar Suez, o, en cualquier caso, forzar a los alemanes a detraer recursos del frente ruso para defender Egipto.

  Del Sinaí, el inagotable Churchill viaja a África, hasta Khartum. Allí se encuentra con el general Godwin-Austin, que comanda el nuevo “Ejército del Sudán” desde que se formó el mes anterior. Está ahora recibiendo a la 3 división norteamericana de infantería. De momento, no les ha sido difícil contener a los italianos y a los egipcios en Asuán pese a que, en teoría, el ejército del Nilo enemigo triplica a sus fuerzas en número (diez divisiones italianas, más tropas egipcias). Los aliados se ven también capaces de contraatacar hasta el mismo Delta una vez reciban los equipos adecuados… y siempre que se mantenga una adecuada superioridad aérea. Godwin-Austin cuenta, aparte de con la recién llegada 3 división norteamericana, con la 5 división británica, la 4 división india (antes en el octavo ejército), la 5 división india y dos divisiones africanas que el año anterior ya tomaron parte en la conquista del África oriental italiana. De hecho, se trata de un ejército parecido al que en esa pasada campaña se usó para conquistar Etiopía. Cuando reciba más material podrá armar hasta tres divisiones etíopes adicionales. Todo depende del tiempo que se tarde en que lleguen los suministros norteamericanos.

  El tremendo viaje del anciano primer ministro está lejos de terminar. Desde Khartum vuela al sur del Sahara, hasta Kano, en el norte de Nigeria. Los franceses han declarado la guerra a los soviéticos, pero aún no a los británicos, de modo que cree no estar corriendo mucho riesgo acercándose a las posesiones francesas. En pleno centro del continente negro no hay mucho que inspeccionar: apenas contingentes nativos y las bases aéreas intermedias que permiten transportar los aviones desembarcados en el puerto de Takoradi (Costa de Oro) hasta el mismo Golfo Pérsico. Es preocupante que los franceses estén construyendo un ferrocarril transahariano para enlazar sus colonias del Norte de África (especialmente Argelia) con las del África occidental subsahariana (Dakar), pero necesitarán por lo menos dos años para que este vínculo Mediterráneo-Atlántico suponga un elemento a tener en cuenta, suponiendo que puedan seguir asumiendo el coste de una obra así...

   Desde Kano, el avión de Churchill vuela hasta Cabo Verde. Allí, al primer ministro se le informa de que, si no se actúa pronto, los alemanes pueden interferir gravemente el trafico aéreo en torno a estas estratégicas islas, incluso sin colaboración francesa: en el extremo de Cabo Blanco los españoles tienen la pequeña base aeronaval de La Güera. La Luftwaffe podría fácilmente alcanzar objetivos en Cabo Verde desde allí, aunque de momento el enemigo no ha realizado trabajos definitivos de ampliación de las instalaciones.

  En Cabo Verde también se trabaja duramente mejorando puertos, aeródromos y fortificaciones, y recibiendo nuevas tropas, incluso voluntarios brasileños para la nueva división portuguesa que se está formando, sobre todo con tropas coloniales procedentes de Bissau, Angola y Mozambique (estos portugueses son, por tanto, mayoritariamente de piel oscura). Después Churchill y sus hombres aterrizan en Madeira, evitando las peligrosas islas Canarias. En Madeira se comienza a concentrar una inmensa fuerza aérea que permitirá la conquista de las Canarias y forzará a los alemanes a enviar tropas para defender Marruecos. Hay tropas norteamericanas y se está organizando una división de españoles antifranquistas, la mayoría de los cuales estaban anteriormente exiliados de México, ex combatientes de la guerra civil española de orientación socialista, aunque, según parece, no comunista. A ellos se sumarán algunos voluntarios hispanoamericanos antinazis.

   La conquista de los archipiélagos atlánticos por los británicos al producirse la entrada en la guerra de España ya está teniendo buenas consecuencias para la lucha antisubmarina en el Atlántico. Las islas Azores, sobre todo, son de un enorme valor. Se espera que esta ventaja compense el desastre de que, pacificado para los nazis el Mediterráneo, ahora se vuelquen en el Atlántico todos los submarinos alemanes e italianos que antes combatían en el mar ahora cerrado. En las Azores también tendrán que hacer una escala los viajeros procedentes de Moscú, antes de emprender el trayecto final hasta Gran Bretaña.

 A finales de agosto, Churchill, agotado, llega a Inglaterra tras haber rodeado todo el núcleo europeo-mediterráneo del que se ha apoderado Hitler tras el cierre del mar interior.

  Las noticias que trae a Londres no parecen malas. Las que le dan, no tanto: los alemanes están avanzando por la costa oriental del Mar Negro y todo indica que sí lograrán cerrar el mar hasta la frontera turca (¡otro mar cerrado!), pero Churchill está seguro de que, incluso si consiguen esto, Turquía seguirá manteniéndose neutral. También le dan la noticia de que Rommel ha vuelto a Egipto, y eso no presagia nada bueno. Y la operación de asalto a Dieppe, en el norte de Francia, una mera prueba de fuerza, ha acabado en desastre: cuatro mil bajas irrecuperables, en su mayoría canadienses.

  Los estrategas británicos, que han encajado con la típica impasibilidad el desastre de Egipto (que ha arrastrado las catástrofes de Gibraltar y Malta), no temen el desánimo generalizado. La moción de censura tras la pérdida de Egipto, al fin y al cabo, fue superada por Churchill por 425 votos contra 75.

                                           Churchill ante el Parlamento

   Se confía, sobre todo, en el apoyo de los Estados Unidos, tanto en capacidad industrial como en las nuevas tropas que irán gradualmente entrando en combate. Pero el auténtico problema es la opinión pública de este país. Aunque en su reciente viaje a Washington (inmediatamente anterior al viaje a Rusia) Churchill ha encontrado una muy buena disposición del presidente Roosevelt, no ha sido así entre los medios militares norteamericanos, donde ya hay quienes abiertamente dudan de que, con el Mediterráneo cerrado, los alemanes puedan alguna vez ser derrotados, y se habla de “empate”. Esto es peligrosísimo, sobre todo porque Churchill es consciente de que los norteamericanos aún no se han dado cuenta de que la misma derrota de Japón se pondría en peligro si Hitler logra derrotar a los rusos: ¿qué le impediría entonces a Hitler utilizar la red de ferrocarriles de los vencidos soviéticos para abastecer a los japoneses y hacer que se mantenga así una amenaza permanente contra los Estados Unidos?

   La derrota de Japón (un archipiélago) es teóricamente inevitable a medio plazo puesto que depende por completo de la industria bélica aeronaval en la que la capacidad económica norteamericana es insuperable, pero una victoria alemana permitiría a los japoneses defenderse con éxito de una superioridad aeronaval norteamericana simplemente haciendo uso de la Luftwaffe desde bases en Extremo Oriente. Si los norteamericanos se dan cuenta de esto pueden suceder dos cosas: o bien que se esfuercen más en luchar también contra Alemania (y hacerlo con denuedo antes de que Hitler pueda explotar los recursos de materias primas que está a punto de conquistar en el Mar Negro)... o bien que pacten con los nazis la derrota de Japón. El riesgo es tan grande que Churchill ha preferido no plantearle el tema a Roosevelt. De momento, es suficiente el compromiso del Presidente –demostrado con hechos- de seguir el principio de “Alemania primero”.

    Incluso a costa del abastecimiento de la población civil británica, Churchill ha ordenado poner a disposición de las fuerzas armadas el mayor número posible de buques de transporte: es preciso fortalecer los “ejércitos periféricos” británicos. Por eso ha tenido que enviar a la 56 división de infantería al noveno ejército en Próximo Oriente, y está a punto de enviar una división canadiense al mismo destino (la amenaza de la beligerancia de Turquía y una nueva acción anfibia, ahora en el Mediterráneo Oriental, aumenta a medida que en Rusia las cosas van a peor). Asimismo, los americanos han tenido que transportar a la 3 división de infantería a Sudan y la 2 blindada al Sinaí, y es preciso defender los valiosos archipiélagos atlánticos recién conquistados. Y, por supuesto, abastecer a los rusos.  Y armar tres divisiones etíopes (las primeras que serán enviadas al frente del Sudán, pero han de equiparse muchas más) para que, al menos, sean capaces de enfrentarse a las divisiones italianas que remontan el Nilo.

  Se necesita robustecer las fuerzas en Próximo Oriente cuanto antes, entre otras cosas, para dar imagen de fortaleza ante los indios. Hasta seis divisiones indias forman parte de estos ejércitos, pero los indios solo lucharán si son conscientes de que lo están haciendo en el bando ganador. Lo sucedido en la caída de Singapur, con la deserción del 60 % de los prisioneros indios para pasarse al bando de los japoneses, es un terrible aviso. La política promusulmana de Hitler supone un peligro no inferior, ya que, de momento, los británicos contaban con el apoyo más firme de los indios no hindúes.

  Fuera de la estrategia militar, gran parte del trabajo de Churchill consiste en reunirse no con militares ni diplomáticos, sino con autoridades económicas, sindicatos incluidos. Ellos también están expectantes de lo que sucede en los campos de batalla. Churchill está de acuerdo en que deben explotar la superioridad aérea con la que cuentan de momento, y bombardear con la mayor contundencia las ciudades alemanas, pero también sabe que la guerra tiene que ganarse en operaciones ofensivas terrestres. Por eso hay que atacar Egipto y, en el otro extremo, al menos, las islas Canarias.

  Los preparativos de “Torch” (operación anfibia de asalto a las islas Canarias) son, por lo tanto, vitales, y exigen más transportes. Probablemente todo el ahorro en pérdidas no habidas en el Atlántico (por la captura de las Azores y las ventajas para la seguridad de los convoyes que estas islas implican) y en el Ártico (porque los aviones torpederos alemanes han estado en el Mar Negro hasta hace poco) va a tener que gastarse en estas operaciones, al mismo tiempo que se llevan a cabo las otras gigantescas tareas de transporte de suministros a lo largo de los océanos del mundo entero.

  Pero llegarán tiempos mejores. Para 1943, Churchill confía que la industria norteamericana habrá fabricado tan gran número de barcos y aviones de todo tipo (de guerra y de transporte) que para entonces serán capaces de revertir la situación. Siempre y cuando que para entonces los rusos no hayan ya sucumbido…

Ooo

  Para que esta historia sea verosímil es preciso, -como se ha escrito en otros capítulos- ser conservadores: es decir, que a los alemanes no les sonría mucho la suerte y que los aliados tomen todas las decisiones adecuadas conforme a la información de la que disponen.

  Nadie puede saber cómo hubiera repercutido la derrota en Egipto y el cierre del Mediterráneo (que incluiría otros dos desastres de las armas británicas, en Malta y en Gibraltar) en la opinión pública británica y norteamericana; ni cómo hubiera repercutido la pérdida del Mar Negro en Rusia (aunque allí no existiera propiamente una “opinión pública”). Pero para que la victoria alemana no sea fácil vamos a considerar que en ambos casos esto no hubiera implicado el temor generalizado a una derrota definitiva: los británicos confían en la ayuda americana y en su superioridad aérea, y los rusos mantienen el ánimo y tienen presente que los alemanes nunca van a ofrecer una paz mínimamente aceptable por lo que no hay alternativa posible a seguir luchando. Además, ni los turcos se pasan al Eje ni el ejército indio se rebela contra los británicos (como sucedió en 1857, lo cual sería el evidente temor británico). Tampoco los japoneses insisten en alcanzar la India para enlazar con los alemanes en Oriente Medio (lo que exigiría dedicar menos recursos a China y el Pacífico), ni declaran la guerra a Rusia, sino que centran su acción contra los norteamericanos en el Pacífico Occidental (Guadalcanal y Nueva Guinea), tal como sucedió en la realidad.

  En estas circunstancias aún esperanzadoras para los aliados, es natural que Churchill pueda diseñar planes ofensivos, si bien lo principal es ayudar a los rusos a mantenerse firmes. Esto implicaría un esfuerzo logístico aliado aún mayor del que se efectuó en la realidad, ya que no solo tienen que enviar los mismos suministros que enviaron entonces a los soviéticos, sino que, además, tienen que movilizar tropas angloamericanas adicionales antes de lo que tuvieron que hacerlo en la realidad: necesitan armar un nuevo ejército en el Sudán y dotar de más medios a los ejércitos 9 y 10 de Próximo Oriente, que se encontrarían más amenazados de lo que lo estuvieron en la realidad en el periodo que va de junio a noviembre de 1942. Lo único positivo para los aliados es que disponen ahora (a partir de agosto o septiembre) de bases aeronavales en Azores, Madeira y Cabo Verde lo que supone una ventaja cuando menos para la lucha antisubmarina. También tienen la desventaja de que existe, constituyendo una constante amenaza, una flota de superficie alemana en la zona del Estrecho de Gibraltar y muchos más submarinos enemigos en el Atlántico (alemanes e italianos), debido a que apenas harán falta ya en el Mediterráneo.

   En esta historia, los aliados envían a Oriente durante el verano del 42 una división británica que en la realidad llegó más tarde, la 56, una división canadiense (no hubo ninguna en Oriente) y, sobre todo, dos divisiones norteamericanas: la 3 de infantería para el ejército del Sudán y la 2 blindada, con sus magníficos tanques, para reforzar al 8 ejército de Montgomery (en la realidad, Montgomery nunca tuvo tropas norteamericanas bajo su mando en África). Además, tienen que equipar cuanto antes a las dos divisiones polacas (que en la realidad no comenzaron a ser equipadas hasta finales del 42), a tres divisiones etíopes, a las dos divisiones africanas usadas en Etiopía en 1941 (en la realidad, una fue disuelta al terminar la campaña, y la otra enviada a Birmania bastante después), a una división española antifranquista (formada en su mayoría por exiliados republicanos en México, más algunos voluntarios hispanoamericanos) y a una división portuguesa (formada por tropas coloniales portuguesas, por algunas tropas y reclutas hechos en las islas del Atlántico tomadas por los británicos y por voluntarios brasileños). Más todavía: tienen que equipar guarniciones en las islas de Azores, Madeira y Cabo Verde, capturadas fácilmente después de la pérdida de Gibraltar, pero que estarían amenazadas, y, aparte de las dos divisiones africanas que lucharon en Etiopía en 1941, también habrá que empezar a preparar otras divisiones africanas adicionales para los tiempos venideros, por si las campañas africanas continúan. No hay que olvidar que existe el riesgo de que los franceses pueden declarar la guerra en cualquier momento para recuperar su imperio africano. 
  
  Finalmente, hay que reforzar los puertos y ferrocarriles de Próximo Oriente.

  Otra ventaja para los aliados a nivel logístico en esta historia sería que el KG 26 de la Luftwaffe (los aviones torpederos), al haber sido utilizados contra la flota soviética del Mar Negro habrían causado menos estragos en los convoyes británicos PQ hacia el Ártico soviético. Sin embargo, la expedición a la conquista de las islas del Atlántico en julio de 1942 habría implicado el suspender el convoy de ese mes a Rusia (por la necesidad de usar los buques de escolta de la flota... no se olvide que en esta historia hay una flota de la Marina nazi en la zona del Estrecho de Gibraltar). 

  El problema mayor para los aliados en esta historia es que la posesión del Mar Negro y el factor de que la logística alemana pudiera abandonar las largas rutas terrestres a través de Bielorrusia y Ucrania habría compensado con creces para los nazis el que se salvasen algunos fletes aliados destinados a los rusos y procedentes de Estados Unidos. Incluso si el “Frente de Crimea” ruso resiste hasta finales de septiembre de 1942 manteniendo cerrado el Mar de Azov, las semanas restantes hasta que este mar se hiele (a primeros de diciembre) ya hubieran supuesto una gran ventaja para el 6 Armee en su asalto a Stalingrado en cuanto a ahorrar miles de toneladas de combustible y mercancías (y también algunos hombres) al utilizarse las rutas marítimas. Incluso durante algunas semanas hubiera podido utilizarse la navegación por el río Don hasta muy cerca del mismo Stalingrado.

   Los angloamericanos tienen que acelerar sus planes ofensivos contra los alemanes de cualquier forma posible porque no pueden dejar de ser conscientes de la gravedad de la situación de los soviéticos, ya que si se hunden éstos Hitler dispondrá de una enormidad de recursos militares para aplastar a los angloamericanos en otros frentes. Por tanto, no pueden limitarse a estar a la defensiva, tienen que hacer algo en lo ofensivo. Aparte del fiasco de Dieppe (que se supone que, a la larga, dio algún fruto en la realidad ya que supuso una valiosa experiencia para los mandos aliados), tienen que hacer la “operación Torch” y tienen que hacer la ofensiva “Lightfoot”: la ofensiva del 8 ejército contra Rommel (que, en la realidad, supuso la victoriosa batalla de El Alamein). Y estas operaciones angloamericanas estarían coordinadas con las dos gigantescas contraofensivas soviéticas planeadas para noviembre: la operación “Urano”, contra el 6 Armee alemán que está empantanado en la conquista de Stalingrado (que en esta historia habría comenzado más tarde, debido a la prioridad de la campaña del Mar Negro), y la operación “Marte”, contra el saliente de Rzhev (9 Armee) en el sector central, que debe inmovilizar el mayor número de fuerzas alemanas para impedir que se envíen tropas al sector de Stalingrado. Y, por supuesto, aunque se ha perdido el Mar Negro, las tropas soviéticas seguirán resistiendo en el interior del Cáucaso.

  En esta situación, Churchill y Roosevelt no tendrían motivo para perder el ánimo, y la opinión pública de sus respectivas naciones contaría asimismo con suficientes motivos para un moderado optimismo de acabar ganando lo que ya estarían viendo que, desgraciadamente, iba a ser una guerra muy larga.