determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 24 de junio de 2014

25. Batalla del Golfo Pérsico

  A mediados de noviembre de 1943, el mariscal Rommel se ve muy presionado para emprender la que Hitler espera que sea la ofensiva que va a poner fin a la guerra.

  Hitler sabe que la pérdida de la posición aliada en el Golfo Pérsico supondría el hundimiento del Imperio Británico en la India, y con ello el fin de China, que recibe por la India los suministros. Además, toda Asia Central quedaría al alcance del PanzerArmeeAsien de Rommel, con lo que los musulmanes que la habitan renegarían del poder soviético y se incorporarían a la guerra contra Rusia. Ya en los estados bálticos, en el verano de 1941, habían surgido espontáneamente guerrillas antisoviéticas. Tanto más acontecería entre los pueblos musulmanes de Asia Central a los que se considera históricamente gustosos de la violencia.



  Y lo más probable es que, dado que la logística angloamericana del Golfo Pérsico depende de los puertos en el mismo Golfo, la derrota conllevaría la aniquilación de todo su ejército por no tener oportunidad de evacuar a sus fuerzas. La opinión pública de sus democráticos estados forzaría entonces a Churchill y Roosevelt a pedir la paz: no habría un segundo Dunkerque (evacuación en el último momento) que les diera la opción de seguir luchando.

   Desde el punto de vista del uso de la fuerza, lo que Hitler imagina para noviembre de 1943 contra los angloamericanos es una campaña "a la rusa", como la ofensiva "“Zitadelle" del mes de julio anterior”. Solo que, mientras los rusos pueden soportar desastres de doscientas, trescientas o cuatrocientas mil bajas, los angloamericanos por supuesto que no pueden.

  Una vez aniquilado el ejército que ha reunido Eisenhower en Irak, hasta Stalin entregaría Moscú y se retiraría al otro lado del Volga, en calidad de vasallo.

  De todo esto le ha hablado Hitler a Rommel a mediados de noviembre en Berchtesgaden, pero el popularísimo mariscal de la guerra del desierto no se ha mostrado tan optimista.

  Lo que Rommel recomienda no es una campaña típica de avance imparable de fuerzas blindadas a través de amplios espacios, sino, para sorpresa del Führer, una campaña de infantería de montaña, por el estilo de las que Rommel comandó durante la guerra anterior en el Tirol. ¿Es que al mariscal ya no le gustan los tanques? En todo caso, lo que ahora considera es que lo mejor sería tomar el norte de Irak (la zona petrolífera de Kirkuk y Mosul) desde las montañas y luego avanzar desde allí hacia Bagdad por la red de comunicaciones que va a lo largo del Tigris y el Eúfrates hasta la desembocadura de ambos ríos en Basora. Una campaña que puede durar todo el invierno, pero que será sin duda exitosa.

  En presencia de Rommel, el general de las Waffen-SS Paul Hausser se muestra radicalmente en contra: su cuerpo Panzer salvó Stalingrado, conquistó el Cáucaso en la ofensiva "Zitadelle" y ahora puede arrasar a los ineptos americanos en Irak. Una lenta campaña de infantería va en contradicción con la experiencia de las anteriores victorias.

  Rommel insiste: ya afrontaron durísimas pérdidas en el cruce del canal de Suez debido al poder aéreo y artillero del enemigo, y avanzar desde Siria hasta Irak forzaría a sufrir pérdidas tal vez insoportables. Los informes que llegan hacen ver que los aliados casi duplican el poder aéreo del Eje en el frente sirio. Así no se puede hacer una ofensiva a través de espacios abiertos. Y es también tremenda la densidad de las barreras artilleras del enemigo.

  El Obersgruppenführer Paul Hausser reitera a su vez que los Waffen-SS asumirán las pérdidas, tal como las asumieron en “Zitadelle” contra los rusos. Los tanques, cañones y aviones americanos son buenos, sí, pero sus soldados y oficiales no valen nada. ¡Pero si hasta los italianos acaban de echar al 1 ejército americano de Port Sudan!

                                     El general Paul Hausser, de las Waffen-SS

  Hitler se impacienta en la discusión con los dos generales. La ofensiva contra Irak va a ser, en cierto modo, la más potente jamás organizada por las fuerzas del Eje, incluso considerando la magnitud de las ofensivas del frente ruso. Van a reunirse 3.000 aviones (casi mil más que en “Zitadelle”), van a actuar nueve divisiones Panzer, dos batallones especiales de tanques Tigre y los mejores soldados del Reich: los de Rommel y el cuerpo Panzer Waffen-SS. Rommel mismo ha asegurado que la infantería árabe (en especial los egipcios, cuyo adiestramiento ha supervisado él mismo) está al nivel, cuando menos, de la infantería americana (aunque no en equipamiento). Y van a participar los turcos, ya veteranos de la campaña del Cáucaso, y un nuevo ejército alemán de montaña en la región del norte de Irak.

  Rommel, sin embargo, no puede dejar de temer el poder aéreo y la artillería enemigos. También valora en su justa medida la buena calidad de los tanques Sherman americanos.

  Hitler despide a todos los generales y les dice que tomará él mismo la decisión esa noche. Se irá muy tarde a dormir.

  Al mediodía siguiente, en presencia de los generales Keitel, Jodl y Paulus (este último, el nuevo jefe del Estado Mayor del ejército de tierra alemán tras el fin de la batalla "Zitadelle"), con ceremoniosa frialdad, entrega sus órdenes al mariscal Rommel: se atacará simultáneamente en el norte (las montañas), pero se avanzará también más al sur, por la carretera del río Eúfrates, desde la posición de Al Bukamal hasta el corazón de Mesopotamia (Bagdad queda a poco más de cuatrocientos kilómetros del punto de salida). El Cuerpo Panzer Waffen-SS del general Hausser, con las divisiones de élite –casi sagradas- Leibstandarte, Das Reich, Totenkopf y Wiking, con los dos batallones Panzer especiales y el apoyo de seis divisiones de infantería egipcia, romperá el frente del ejército americano, destrozará sus inexpertas divisiones de tanques y llegará, como mínimo, hasta el lago Habbaniya. Solo entonces entrará en combate el Panzer Armee comandado por Rommel y el resto de la infantería árabe (entre los cuales, aparte de sirios, palestinos y libaneses, hay también tunecinos, argelinos y de otras naciones). Tomarán Bagdad, enlazarán con los turcos y alemanes que habrán tomado Mosul y forzarán a la evacuación de parte de las fuerzas aliadas del Golfo Pérsico y a la ignominiosa rendición de todos los demás. La guerra habrá terminado.

  Es el plan de Hausser, aunque se ha eliminado, al menos, la posibilidad de un avance simultáneo de las tres fuerzas del Eje (ejércitos de montaña desde Turquía, los SS por el Eúfrates y el PAA más al sur, por el desierto).

  Rommel, disciplinadamente, acepta las órdenes, y esa misma noche emprenden los dos generales el largo viaje aéreo hasta su cuartel general en Damasco.

  Los soldados Waffen-SS comenzaron a llegar a Siria a primeros de octubre de 1943, y ocho semanas más tarde se encuentran muy al este de Damasco, en la carretera del Eúfrates. Ni la mitad de ellos han combatido en Rusia, dado el enorme número de bajas sufrido que obliga a reponer las filas con nuevos soldados. En su mayoría son jóvenes fervientemente nazis, que han soportado un durísimo entrenamiento y que no temen a la muerte, sino más bien al deshonor. Cuentan con los mejores tanques y artillería móvil (un centenar de cañones de asalto "Ferdinand", de 88mm), más la protección de buenos aviones con expertos pilotos. Saben que los aviones, tanques y cañones americanos se cobrarán su tributo, pero no temen en absoluto al soldado americano, al que desdeñan como una especie de italiano mejor equipado. Disfrutan de la admiración que provocan entre los árabes. A la vez, estiman en lo que vale el entrenamiento que Rommel ha dado a los oficiales egipcios y a sus soldados. Les parece que estos árabes, ya curtidos en más de un año de combates y riguroso adiestramiento, son un público digno de la hazaña que se va a producir.

  El 16 de noviembre, cuando Rommel llega a Damasco, se conoce que por fin Turquía ha declarado la guerra a los británicos y americanos, dándose por finalizados los últimos intentos de alcanzar una paz negociada por parte del presidente Inonu. Ahora, el 21 Armee de montaña está preparado para atacar junto con la infantería del segundo ejército turco (general Altay) las posiciones del 9 ejército británico en Mosul. Ellos tienen la ventaja de los suministros que les envían por el ferrocarril turco-iraquí. También tienen ventaja numérica: son diecinueve divisiones (siete alemanas) contra ocho (¡solo una británica!).

  Rommel no cree que Eisenhower, el comandante en jefe angloamericano, se deje engañar por los preparativos para un supuesto asalto del PAA a través del desierto sirio al sur de la carretera del Eúfrates. Y constata que la aviación aliada es cada vez más fuerte. ¿El doble quizá que la de los que preparan el ataque? En el cruce del canal de Suez tuvieron que soportar igualdad aérea (también en Zitadelle, contra los rusos). Ganar con inferioridad aérea implica, cuando menos, altísimas bajas. En Dunkerque, en junio de 1940, los alemanes ganaron con inferioridad aérea: pero sufrieron muchas pérdidas… y el enemigo escapó. Aunque ganaron. Pero la guerra no acabó entonces. Quizá habría acabado si una Luftwaffe superior hubiese impedido el reembarque de las tropas enemigas que huían.

  En la noche del día 25 de noviembre, muy cerca de Al Bukamal y ya lejos de Damasco, Rommel y Hausser se encuentran por última vez antes del comienzo de la ofensiva. Ambos generales comandarán en persona sus fuerzas. En teoría, el general Waffen-SS es el subordinado de Rommel, pero rara vez se manifiesta eso en sus gestos. Intercambian las últimas palabras. Después, Paul Hausser marcha hacia el este rodeado de sus oficiales de Estado Mayor.

  El infierno estalla simultáneamente, en las montañas del Kurdistán iraquí y en el río Eúfrates, al amanecer del día 26 de noviembre de 1943.

  Eisenhower, en Bagdad, no es tomado por sorpresa. El eficiente servicio de interceptación de mensajes británico ha informado a tiempo de que ése es el día y la hora. Casi han acertado también en el lugar.

    Durante todo el día, el 5 ejército americano, con sus tres divisiones blindadas (dos de ellas veteranas, la 1 y la 2), refrena la arremetida de los Waffen-SS y un batallón especial de tanques Tigre (las divisiones Waffen-SS cuentan también con sus propios Tigres). La aviación aliada machaca al enemigo que se expone. La artillería aliada vence a la artillería enemiga. Toda la concentración del poder de la industria bélica norteamericana rinde fruto, para sorpresa de los arrogantes soldados nazis. La potencia de la lucha está al nivel de las batallas frontales del frente ruso.

  En vista del resultado, Eisenhower no llama aún en su auxilio al 8 ejército británico de Montgomery, cuyo poderoso 30 Cuerpo está dispuesto a lanzarse al contraataque, pues le parece que las pérdidas de los Waffen-SS han sido formidables y que los egipcios flaquean, de modo que los del Eje no van a intentar avanzar de nuevo. Desdeña las noticias sobre la gravedad de la ofensiva turco-alemana en Mosul, al norte de Bagdad.

  Paul Hausser reúne entonces las fuerzas de reserva de los Waffen-SS, que incluye el batallón especial de tanques Tigre que aún no ha usado, y vuelve a atacar el día 28 de noviembre. Tiene a Rommel pegado a sus talones, dispuesto a lanzarse por el hueco que los Waffen-SS logren abrir.

  Y los SS lo consiguen. Al mediodía, la 4 división blindada norteamericana, inexperta, se disuelve por el ataque frontal de un solo batallón de tanques Tigre. Hay desorden y casi pánico. Se ha roto el frente y los alemanes avanzan en un día casi cien kilómetros. A la noche han conquistado la ciudad de Haditha, ya a las puertas de la región más habitada.

  Eisenhower recurre finalmente a los británicos, pero ya es tarde. Al norte, el 21 Armee alemán ha cortado la carretera de Mosul a Bagdad. Entre turcos y alemanes duplican en número a las fuerzas del muy heterogéneo 9 ejército británico. La 3 división blindada americana, que lucha con ellos, va a intentar romper el cerco, pero Eisenhower no les ha dado aún la orden de abandonar el norte de Irak.

  El 30 de noviembre el PAA de Rommel vence de nuevo la resistencia aliada y avanza otros cincuenta kilómetros hasta las proximidades de Ramadi, lo que lleva al estallido de una insurrección pronazi de los árabes por el estilo de las ya conocidas en Egipto y Palestina. Eisenhower aún tiene espacio para resistir y duda de que los alemanes dispongan de más recursos. Sabe que los SS han sufrido pérdidas tales que, igual que sucedió en Zitadelle contra los rusos, no les queda más remedio que dejar que otros exploten su costoso éxito inicial. Los americanos tardarán demasiado tiempo en constatar que las reservas enemigas sí son suficientes.

  Para los aliados el desastre ya se ha producido. La 3 división blindada norteamericana no ha podido romper el cerco en el norte de Irak y cuando Eisenhower le permite al general británico Wilson, comandante del 9 ejército, que abandone Mosul para reunirse con sus fuerzas en Bagdad el cerco se ha consolidado y el 5 ejército americano tiene que cuidarse de sí mismo, no pudiendo ayudar a las tropas rodeadas al norte.

  Mientras tanto, ha entrado en la batalla el 30 cuerpo de ejército británico del 8 ejército, la élite de las fuerzas aliadas que incluye dos divisiones blindadas británicas (8 y 10) y las divisiones de infantería de los Highlanders y los neozelandeses. Esta fuerza detiene durante un día al antiguo Afrika Korps de Rommel (las divisiones Panzer 15 y 21), pero al día siguiente se enfrentan a las 22 y 23, casi intactas. El 30 cuerpo tiene que retroceder, mientras la división alemana “Hermann Goering” y la infantería árabe no egipcia (sirios y palestinos) se sitúa al norte de Bagdad, bloqueando el escape de los hombres del 9 ejército británico.

  El día 2 de diciembre, a la mañana, Rommel está a apenas cincuenta kilómetros de Bagdad, en las fértiles tierras de Mesopotamia donde los irakíes reciben alborozados a los soldados nazis en medio de un delirio nacionalista similar al vivido por los egipcios en junio del año anterior. Por la tarde, Montgomery convence a Eisenhower de que abandone Bagdad, ya que atrincherarse en la capital supondría una catástrofe: el 30 cuerpo británico ya no tiene fuerza para atacar, si bien el 13 cuerpo puede cubrir la retirada mientras el 10 cuerpo defiende el sur de Iraq de cualquier nuevo peligro. En la frontera entre el Cáucaso y Persia hay también un amago de ataque alemán que inmoviliza a las fuerzas aliadas de la zona (británicas y rusas).

   Abandonar Bagdad significa abandonar también al 9 ejército británico cercado en el norte. Pero más vale que se pierdan doscientos mil hombres que medio millón.

  Rommel entra en Bagdad a la tarde del 5 de diciembre de 1943, acompañado por Rashid Alí el Gaylani, el primer ministro iraquí golpista expulsado en mayo de 1941 por los británicos.

  A la altura de Al Kut, entre Bagdad y Basora, el gran puerto del Golfo, la 23 división Panzer se detiene ante la cerrada defensa de los británicos del 13 cuerpo que cubren la retirada. La aviación aliada mantiene su ventaja, con lo cual Rommel tiene que dar por finalizado el avance. Los aliados conservan Basora y el resto de puertos del Golfo Pérsico. En Al-Kut, los británicos habían sido derrotados humillantemente por los turcos en 1916, y ahora logran en este enclave salvarse ellos y a sus aliados norteamericanos.

   Pero el 5 de diciembre se produce también la rendición del general Wilson, comandante del 9 ejército británico (tocándole a él el papel que a Townsend le tocó en Al-kut en 1916). Doscientos mil soldados británicos, canadienses, polacos, indios y estadounidenses caen en poder de turcos y alemanes. Es otra gran victoria nazi, así como lo es la toma de Bagdad. Pero la guerra no ha terminado.

  Ooo

  Un cálculo realista hace pensar que en noviembre de 1943, en un frente como el de Irak, descrito en esta historia, los aliados habrían contado, como máximo, con una superioridad aérea de cinco a tres. La cifra se obtiene de la progresión de recursos aéreos con que contaban los aliados por estas fechas. En la realidad, Montgomery tuvo mil quinientos aviones en la ofensiva de El Alamein, en noviembre de 1942. En la invasión de Sicilia, en julio de 1943, los angloamericanos reunieron tres mil. Cinco mil para diciembre de 1943 en un lugar tan lejano como Iraq parece bastante razonable, y muy probablemente habrían sido menos. Sobre todo si tienen que mantener los aliados otros dos frentes: uno en Marruecos y otro en África oriental (éste, doble: Khartoum y el Mar Rojo), y además mantener la grandiosa campaña de bombardeo contra Berlín, que en la realidad comenzó precisamente en noviembre de 1943 (del 18 al 23 de noviembre).

   En junio de 1944, para el desembarco de Normandía, se considera que los aliados contaron con doce mil aviones. Pero entre ellos se contaban los bombarderos pesados (en vez de bombardear ciudades alemanas, se concentraron sobre el área de invasión) y hay que considerar asimismo el incremento de producción correspondiente (siete meses más adelante de la fecha en la que habría sucedido en esta historia la gran batalla del Golfo Pérsico). Por encima de todo, se daba la circunstancia de que para invadir Francia los aliados tenían a su disposición todas las facilidades de hacer la guerra desde las bases del sur de Inglaterra. Cinco mil aviones aliados para noviembre de 1943 en el Golfo Pérsico ya hubiera requerido un extraordinario esfuerzo de poder económico y organización. Y solo habrían podido reunirlos a partir de agosto, cuando ya han descartado continuar su esfuerzo ofensivo en Marruecos (que logísticamente les habría sido más ventajoso que el frente defensivo del Golfo Pérsico)

  Del lado del Eje, en julio de 1943, en Kursk (ofensiva “Zitadelle”), los alemanes pudieron reunir dos mil aviones para la ofensiva. Al final de la batalla los rusos habían reunido más de tres mil y ganaron el dominio aéreo... aunque no se considera esto lo más decisivo para que los alemanes se viesen frenados en la ofensiva (y, tras el contragolpe ruso en los flancos, derrotados). En esta historia, para esta especie de repetición de “Zitadelle” contra los angloamericanos, hemos reunido una flota aérea del Eje de tres mil aviones. El mismo número de “Zitadelle” en julio -dos mil-, pero añadidos ahora unos cientos más por el paulatino incremento de la producción de aviones en Alemania de julio a noviembre, otros cientos más porque los cazas franceses contribuirán a la defensa de Europa (relevando a otras tantas unidades de la Luftwaffe, disponibles entonces para la ofensiva) y, sobre todo, porque hemos añadido unos cientos de aviones modernos italianos que estarían de vuelta de su exitosa batalla en el Mar Rojo. Con todo, tres mil aviones germanoitalianos no pueden ganar frente a cinco mil aviones angloamericanos. En esta época ni los aviones alemanes eran mejores que los angloamericanos ni los pilotos del Eje eran más hábiles.

  Y sin superioridad aérea, la victoria, si se obtiene, ha de ser costosa y no definitiva. El ejemplo es Dunkerque.

  En tierra, hemos puesto igualdad numérica en hombres y en tanques, aunque solo en el sector central, el de Bagdad. Los norteamericanos y británicos hacían un buen uso de la artillería. 

  Si para los aliados no habrían sido necesarios muchos meses para reunir semejante fuerza tan lejos, para los del Eje hubiera sido más fácil transportar sus unidades Waffen-SS de élite desde el Mar Negro a los puertos del Mediterráneo Oriental, o transportar un ejército de montaña del Cáucaso a las montañas del este de Turquía. 

  ¿Hubiera sido un ejército americano y no uno británico el que mantuviese el frente del río Eúfrates (Bagdad), como sucede en esta historia? Teniendo en cuenta que a finales de 1943 el esfuerzo americano sería vital y que el comandante en jefe sería un americano, parece inevitable que el ejército norteamericano (el 5, en esta historia) fuese quien primero se enfrentara a la temible punta de lanza germana de los Panzer Waffen-SS. Pero la utilización de los más expertos británicos como reserva hubiera podido ser decisiva. Fue así como en la realidad los alemanes perdieron en Kursk: tras desgastarse contra los primeros defensores rusos, luego fueron definitivamente frenados por la intervención de las unidades de reserva (y después los rusos contraatacaron con más unidades de reserva en los frentes al norte y el sur, donde los alemanes se habían debilitado para concentrarse en su frustrado ataque en el centro).
  
  Todas estas consideraciones estratégicas se basan en lo que sabemos de la capacidad de cada uno de los ejércitos para movilizarse en la fecha señalada. El número de divisiones aliadas indicado en esta historia es bastante optimista, pues muchas de estas divisiones (sobre todo las americanas) no estaban listas para combatir tan pronto, aunque ya estaban formadas. Recordemos que a finales de 1943, en la realidad, solo nueve divisiones norteamericanas habían entrado en contacto con el enemigo nazi.

  En total, un cálculo optimista (para los angloamericanos) puede alinear las siguientes unidades aliadas frente al Eje a finales de noviembre de 1943:

  8 ejército británico: divisiones blindadas 8 y 10 británicas, divisiones de infantería británicas 44, 50 y 51, división neozelandesa, 4 división india y 1 aerotransportada británica. Todas estas divisiones estaban disponibles en la realidad por esta época (aunque la 8 blindada fue disuelta para dotar a las 1 y 7, que en esta historia habrían sido destruidas en Egipto, en junio del 42). Falta en esta historia la división australiana, retirada por presiones políticas del gobierno de Canberra.

  5 ejército norteamericano: divisiones blindadas 1, 2 y 4, divisiones de infantería 1, 4, 34 y 45, y aerotransportada 82. Todas estas divisiones (excepto la 4 blindada) habían entrado en combate, en la realidad, para noviembre de 1943 (norte de África e Italia).

 9 ejército británico: 1 división de infantería británica, 3 división blindada norteamericana, polacos, indios y canadienses. Todas estas unidades habían entrado en combate, en la realidad, para noviembre de 1943... excepto la 3 división blindada norteamericana.

  Aparte, estarían los ejércitos 10 británico (defendiendo Persia de una posible penetración nazi desde el Cáucaso) y el "Ejército de Arabia", defendiendo la larga línea del desierto desde Adén hasta el Golfo. En el 10 ejército estarían aproximadamente las mismas fuerzas que en la realidad a finales de 1942 (incluyendo la división británica 56, todas las demás indias y polacas), a ellos se sumarían, en esta historia, los canadienses. En el Ejército de Arabia estaría la división 46 británica defendiendo Adén y la 36 norteamericana en el centro del desierto.

  En cuanto a egipcios y otros árabes, todos sabemos que las tropas novatas son arrastradas fácilmente por el entusiasmo si combaten junto a quienes todo el mundo piensa que son los ganadores. De la eficacia de la infantería turca de montaña, por supuesto, no se puede dudar.

martes, 17 de junio de 2014

24. Guerra en el Mar Rojo

  Durante los meses de julio y agosto de 1943 los ingenieros italianos y alemanes, más miles de obreros egipcios, han logrado despejar el Canal de Suez. Durante el mes de septiembre, operando desde los puertos de Suez (en África) y Aquaba (en Asia), el norte del Mar Rojo queda asegurado por la flota del Eje, en su mayor parte italiana.



  El estrecho de Bab-el-Mandeb cierra este mar interior por el sur y es en ese extremo, en Adén (península arábiga), donde la Royal Navy ha comenzado a preparar una base inexpugnable desde la que se disputará la zona central del mar al enemigo y se custodiará que ninguna nave del Eje (especialmente los submarinos alemanes) penetre en el océano Índico por esta ruta.

  En la zona central del Mar Rojo, se encuentra, del lado asiático (península arábiga), el puerto de Jeddah, el puerto de los peregrinos a La Meca. Los británicos se abstienen de operar desde él por su carácter sagrado, a fin de no tener más problemas todavía con los musulmanes (que suponen casi la mayoría de los combatientes indios del ejército indobritánico). La línea del frente en la península arábiga, que atraviesa el terrible desierto, se establece, pues, en diagonal, desde la zona de Adén hasta la región del Golfo Pérsico. Del lado africano, los británicos están construyendo su principal base en Port Sudan, mil kilómetros al sur de la base del Eje en Suez.

  Port Sudan es importante para el esfuerzo británico de defensa del Mar Rojo y África Oriental. Tras la pérdida del Delta de Egipto en junio de 1942, es por Port Sudan por donde se envían ahora los suministros aliados al nuevo frente africano. Propiamente, al Ejército del Sudán, el mismo que tan brillantemente llegó hasta los bordes del Delta en la contraofensiva aliada de octubre de 1942.

  Pero después de que Rommel expulsara al 8 ejército británico de las proximidades de Suez, las fuerzas del Eje, con tanques y aviones alemanes, pudieron volverse hacia el sur contra el Ejército del Sudan, y a finales de noviembre de 1942 lo habían rechazado hasta Asyut de nuevo, hasta el sur de Egipto, cerca de la frontera.

  Sigue un período de impasse, durante el cual (en marzo de 1943) ha llegado a Egipto una división blindada alemana de reciente creación, la 29 Panzer, incorporándose al Ejército del Nilo que sigue siendo mayoritariamente italiano y que se reorganiza y rearma a conciencia para vengar su derrota del mes de octubre anterior. Para Italia, la reconquista (y acrecentamiento) de sus colonias de África Oriental (perdidas en abril de 1941) es una cuestión fundamental.

  Después de que Rommel cruce el canal de Suez en junio de 1943 y conquiste Jerusalén y Damasco, el Ejército del Nilo se pone también en marcha y, llevando en vanguardia al Panzerkorps Aegypten (cuyo núcleo lo constituye la 29 PzD), avanza casi mil kilómetros desde Asyut hasta las proximidades de Khartoum, donde las fuerzas alemanas, italianas y egipcias han de detenerse.

  El avance ha sido sobre todo posible debido a la prioridad que el frente del Golfo Pérsico representa para los aliados. El Ejército del Sudán (principalmente de la Commoenwealth) debe abandonar Egipto y posicionarse en bases con mejores posibilidades de abastecimiento, y éstas son Khartoum y Port Sudan. Pero siguen siendo lugares remotos.

  A partir de ese momento, julio 1943, el Ejército del Nilo del Eje se dedica a consolidar sus posiciones y su logística que depende del Nilo, de los antiguos ferrocarriles británicos que llegan hasta Alejandría y, desde que el canal de Suez está en poder del Eje, también del transporte marítimo. La llegada de más unidades, vehículos y armas lleva a una rápida reorganización durante el verano de 1943 que acabará dando lugar a una nueva denominación de las formaciones militares del Eje en la región. En todos estos movimientos, la iniciativa siempre parte del interés político de Italia por recobrar su poder colonial y el consecuente prestigio.

  El Ejército del Nilo del Eje, a finales del verano de 1943, se transforma en el Grupo de Ejércitos del Nilo:

  La pieza fundamental del nuevo grupo de Ejércitos es el recién creado 5 Panzerarmee formado a partir del Panzerkorps Aegypten, que cuenta con la 29 PzD a la que se añaden dos divisiones alemanas más de infantería motorizada. En el último momento se incorporará otra división Panzer nueva, la 31 PzD. Este nuevo ejército Panzer es puesto al mando de un prestigioso general procedente del frente ruso, von Kleist. A las cuatro divisiones alemanas se sumarán en septiembre una división española (veteranos del frente de Marruecos), otra francesa (de mercenarios) y un cuerpo de infantería mecanizada egipcio integrado por tres divisiones.

  Junto al 5 Panzerarmee, pero sin formar parte de él propiamente, está el ejército egipcio del sur, que consta de seis divisiones de infantería. En la práctica, von Kleist hará uso de este ejército egipcio como de un cuerpo de infantería más. De ese modo, atacará Khartoum en octubre de 1943 con un total de quince divisiones (solo cuatro alemanas), disponiendo de una clara superioridad numérica sobre el "Ejército del Sudán" aliado.

  Por su parte, el ejército italiano del Mar Rojo está al completo, con doce divisiones, entre las que se encuentran las unidades que lucharon con Rommel ya en 1942 (en total, se trata de las divisiones Ariete, Littorio, Trieste, Trento, Pavia, Brescia, Centauro, La Spezia, Superga, Sabratha, Pistoia y Giovanni Fascisti). Un pequeño cuerpo de infantería egipcio de tres divisiones se asocia a los italianos. La misión de esta formidable fuerza de quince divisiones es conquistar la base naval británica de Port Sudan, en el Mar Rojo, lo que los hace alejarse del Nilo hacia el este, siguiendo el ramal oriental del ferrocarril desde el cruce de Atbarah hasta el mar (400 kms).

  Para los italianos, el Ejército del Mar Rojo es una prioridad política. En este momento, verano de 1943, los italianos mantienen un ejército de diez divisiones de fusileros en Rusia con un papel meramente defensivo, cubriendo poco más de cien kilómetros de frente en el Don (logran, en cualquier caso, cumplir su misión al resistir cuando los rusos atacan en su intento de aliviar con ello el frente del Cáucaso) y también mantienen veinte divisiones en los Balcanes (donde la lucha antipartisana ha disminuido mucho su ferocidad debido al cierre total del Mediterráneo y a los reveses sufridos por los rusos: solo los partisanos comunistas siguen activos en alguna medida), pero es en África donde el régimen de Mussolini necesita demostrar que no es una nulidad a nivel militar. Para ello, los italianos han equipado lo mejor posible a su ejército africano, han sometido a su oficialidad a una inspección más cuidadosa de sus habilidades y han renovado su armamento. Disponen ya de un tanque pesado (el P-40) que esperan sea capaz de medirse con los de los aliados, han mejorado su artillería móvil (autocañones "Semovente") y en el aire han introducido sus nuevos modelos de cazas con motores alemanes, capaces de enfrentarse con éxito a los aviones aliados.



  Armas italianas en uso hacia 1943: el tanque pesado P-40, el autocañón "Semovente" y  los cazas Fiat-G 55 "Centauro" y Macchi-205 "Veltro"; se trataba de armas de un poder equivalente al de las mejores armas norteamericanas de por entonces, y que debían mucho a la aportación técnica alemana.

  Para contar con el apoyo egipcio en esta campaña, Mussolini viaja a Egipto de nuevo (ya estuvo allí para participar en el desfile triunfal de Rommel en junio de 1942) y se entrevista con el rey Faruk y sus ministros. El objetivo es llegar a un acuerdo político, consecuente con lo acordado en Barcelona para repartirse África en diciembre de 1942 entre Hitler, Mussolini, Petain y Franco. En Barcelona (adonde no acudió ningún representante egipcio) se había asignado a Italia el sur del Sudan (fronterizo con Etiopía) y dejado el norte (incluido Khartoum) a Egipto. Pero los nacionalistas egipcios reivindicaban también el sur, a pesar de que allí la presencia egipcia, árabe y musulmana, había sido muy escasa.

  Tras ardua negociación, el acuerdo alcanzado finalmente durante la visita de Mussolini a El Cairo supone el reconocimiento por Egipto de la soberanía italiana y egipcia sobre los territorios asignados en Barcelona. Hitler impone así sus criterios étnicos y raciales, entonces en boga en todo el entorno mediterráneo, considerando que el sur del Sudan es un territorio negroide y no árabe (ni musulmán: los mullahs pronazis consideran que el negro no está espiritualmente capacitado para entender la fe musulmana). Ahora bien: Egipto recibirá una gran compensación, porque Mussolini accede a que la Libia árabe forme parte de una confederación con el reino de Egipto una vez termine la guerra. De ese modo, en un Mediterráneo cerrado, Italia renuncia a otra posesión territorial próxima (ya antes renunció a Albania y el Dodecaneso... aunque recibió en compensación Creta, Malta, Corfú y las Cícladas) a cambio de recibir otras mucho más valiosas lejos de sus fronteras.

  Aclarado el asunto (para entusiasmo de los nativos libios, que a cambio enviarán algunos voluntarios a la guerra del Golfo Pérsico), Mussolini en persona supervisa la ofensiva contra Port Sudan (que formará parte del territorio egipcio, una vez expulsados los aliados).

  En teoría, la acción alemana en Khartoum será secundaria en comparación con la ofensiva italiana contra Port Sudan, porque una vez caiga Port Sudan, la posición aliada en Khartoum se hará insostenible, dada la dificultad de recibir suministros por largas rutas terrestres no contando con el puerto en el Mar Rojo.

  En cuanto a los egipcios, han situado doce divisiones en la zona del Nilo y el Mar Rojo (tres con los italianos, tres con el 5 Panzerarmee y las seis del ejército egipcio del sur). No son las mejores, pues las mejores divisiones egipcias son las que se preparan para participar en la gran ofensiva contra el Golfo Pérsico, pero, en cualquier caso, tanto Khartoum como Port Sudan están ya asignados como posesiones del reino de Egipto y eso exige participación de la infantería egipcia. También hay algunas fuerzas egipcias en la defensa costera en prevención de una dudosa acometida aliada desde el mar.

  En total, el grupo de ejércitos del Nilo suma treinta divisiones, sin contar la defensa costera del Mar Rojo ni las unidades aerotransportadas y anfibias que puedan sumarse en una ofensiva..

  El mando del grupo de Ejércitos sigue teniéndolo el general italiano Messe, pero von Kleist comanda el 5 Panzerarmee, mientras el ejército italiano del Mar Rojo lo comanda el general De Stefanis.

   El enemigo aliado se ve forzado a dividir sus recursos, con el frente de Marruecos inmovilizado en la línea del Atlas, y, sobre todo, con la necesidad de concentrar sus mejores armas y hombres en el Golfo Pérsico, donde se teme la ofensiva de Rommel de un momento a otro. Por tanto, para las tropas aliadas en el Sudán, en octubre de 1943, el armamento del que disponen no es el mejor, ni tampoco los hombres, ni los suministros, ni el apoyo aéreo.

   El general británico Alexander, que ha recibido el mando en África Oriental tras ser relevado por el americano Eisenhower en el Golfo Pérsico, tiene sin embargo esperanzas de resistir el ataque enemigo, pues sabe que éstos también tendrán que reunir sus mejores fuerzas para el frente del Golfo. Alexander tiene el mando sobre el 1 ejército americano en Port Sudan (general Hodges), sobre el "Ejército del Sudan" del general Godwin-Austen y sobre el ejército etíope.

  El primer golpe del Eje es el ataque italiano a primeros de octubre contra Port Sudan, defendido por una formación nueva aliada: el 1 ejército norteamericano al mando del  general Hodges. Ésta es una fuerza inexperta, que se constituye en septiembre de 1943 y cuya creación implica el abandono definitivo de los intentos aliados de conquistar Marruecos, pues buena parte de sus efectivos hubieran sido enviados al noroeste africano de no haberse producido esta amenaza en el este.  El 1 ejército norteamericano cuenta con una división blindada norteamericana completamente nueva, armada con tanques Sherman, la 5 blindada, a la que se suma la 90 de infantería norteamericana y la 92 de infantería norteamericana (esta última, con soldados afroamericanos). Cinco divisiones etíopes, armadas e instruidas por oficiales norteamericanos y británicos, refuerzan la posición. En total, ocho divisiones aliadas contra quince del Eje. Pero la realidad es peor que eso, porque los recursos asignados al I ejército están bajo mínimos. Este frente secundario es el último en la lista de prioridades. y en este momento los aliados no soviéticos tienen que abastecer a más de cuarenta divisiones en la lucha contra los alemanes y sus socios en diversos frentes periféricos.

  En Port Sudan, los generales De Stefanis y Messe (este último, comandante del grupo de Ejércitos) logran por fin una gran victoria sobre los aliados casi por completo italiana. Para lograrla, han contado también, aparte de con las doce divisiones italianas y las tres egipcias, con el mismo cuerpo anfibio que a tan duro precio logró el éxito en Palestina con su desembarco en apoyo del PAA de Rommel (y antes participó como infantería meramente terrestre en la crisis de Stalingrado, y antes aún en el gran desembarco en el Mar Negro, en la península de Taman, su primera misión). Por supuesto, el desembarco es apoyado por el cañoneo de la flota del Eje dentro del Mar Rojo. En toda la operación no interviene ninguna unidad Panzer alemana, pero el apoyo de la flota desde la costa y la gran superioridad numérica del Eje logra neutralizar a la 5 división blindada norteamericana, inexperta y no sobrada de municiones. Tampoco la Luftwaffe participa mucho en la operación y esta ausencia de la fuerza aérea alemana permite que los aliados consideren que éste es el mayor triunfo militar italiano: la buena actuación de los más de mil cazas y bombarderos italianos que se concentran en la zona de Port Sudan resulta decisiva. Mussolini en persona sigue las operaciones desde Suez, en compañía del rey de Egipto.

   Esta victoria italiana, a gran costo y sacrificio, demuestra que los generales, oficiales y soldados italianos han aprendido mucho. Las dieciocho divisiones del Eje, con más de trescientos mil hombres, conquistan Port Sudan en una batalla de seis días que supone para los norteamericanos su primera derrota en África. A nivel estratégico no es una gran pérdida (todavía mantendrán cerrado el Mar Rojo desde Adén), aunque a nivel de propaganda, el que el supermoderno y supuestamente superequipado ejército norteamericano haya sido derrotado por los italianos supone un revés más grave.

  Desde Port Sudan se extiende un ferrocarril hasta la localidad de Kassala, fronteriza con Eritrea, que sería una de las rutas de invasión para la reconquista italiana de Etiopía. Pero en ese momento, primeros de noviembre de 1943, todo el frente africano se paraliza, pues está a punto de comenzar la ofensiva de Rommel contra el Golfo Pérsico.

  Antes de esta gran ofensiva, e inmediatamente después de la caída de Port Sudan (8 de octubre), la conquista de Khartoum (22 de octubre) es obra del 5 Panzerarmee y los egipcios. Se enfrentan, con sus quince divisiones, al Ejército del Sudán de Godwin-Austen, que apenas ha incrementado sus fuerzas de octubre de 1942 (suman nueve divisiones: divisiones de infantería británicas 5 y 59,  3 división norteamericana de infantería, 10 división India, tres divisiones africanas británicas y otras tres del ejército etíope). Para frustración de los británicos, el gobierno sudafricano se ha negado a incorporar su división de infantería (1 división), todo esto como consecuencia de la derrota electoral del general Smuts en Sudáfrica, en el mes de julio, tras la cual el nuevo primer ministro, Daniel Malan, decide retirar las tropas del frente, aunque sin atreverse aún a declarar la neutralidad de Sudáfrica (en 1939 los sudafricanos ya intentaron mantenerse neutrales, pero la presión política de Londres forzó un cambio de gobierno).

  Como fuerza blindada, los aliados solo cuentan en Khartoum con dos brigadas británicas de tanques (suma el equivalente de una división completa) y un contingente de blindados dentro de la 3 división americana, insuficientes contra el 5 Panzerarmee, al que se acaba de incorporar una nueva división Panzer, la 31 PzD, resultado del natural incremento de la producción de la industria militar alemana (son, pues dos divisiones Panzer ya dentro del 5 Panzerarmee). En el aire, los aliados cuentan con alguna ventaja, pero eso solo les permite retirarse sin grandes pérdidas hacia el sur del Sudán, cerca de la frontera con Etiopía (pero lejos del estratégico cruce ferroviario de Kassala, hacia donde confluyen alemanes e italianos). No se tratará de una gran batalla, pues los del Eje están demasiado lejos de sus bases (y demasiado escasos de camiones) para poder explotar su éxito a fondo. De nuevo comienza una larga tarea de abastecimiento y organización, mientras la atención de la guerra se traslada definitivamente al Golfo Pérsico (el 24 de noviembre, Rommel iniciará su esperada ofensiva).

  Tras la conquista de Khartoum, ciudad que es anexionada al reino de Egipto, se formará un nuevo ejército del Eje, el de África Central, mientras que el 5 Panzerarmee será enviado al Mar Rojo para reforzar a los italianos y aprovechar así las posibilidades de suministro por vía marítima (el cierre del Mar Rojo sí es un objetivo estratégico de primer orden, en mucha mayor medida que la captura de Port Sudan). El ejército egipcio no avanzará más hacia el sur. Al sur de Khartoum es "territorio negroide", según la terminología nazi, y, en consecuencia, territorio "no habitado" al que los colonizadores europeos tienen derecho. Alemanes, italianos, franceses y españoles se han comprometido a cooperar en su conquista, pero el sur de Sudán es italiano, y unidades ligeras italianas se apresuran a tomar posesión de tales remotas comarcas.

   El primer objetivo estratégico en África para los ejércitos del Eje, una vez tenga lugar la conquista del Golfo Pérsico, será el cierre del Mar Rojo. Para ello, el grupo de ejércitos del Nilo se reestructura de nuevo a partir de noviembre de 1943, convirtiéndose en dos distintos grupos de ejércitos: Grupo de Ejércitos del Mar Rojo (que incluye ahora al 5 Panzerarmee) y Grupo de Ejércitos de Mittel-Afrika (África Central). Este último incluirá tropas alemanes, italianas, francesas y españolas.

  Del lado aliado, la pérdida de Khartoum y Port Sudan es una catástrofe menor. En el mapa, parece mucho territorio, pero lo realmente esencial para los aliados es conseguir que el Mar Rojo no quede en poder del Eje como el Mediterráneo, el Mar Negro y el Báltico. Los grandes recursos norteamericanos están permitiendo crear nuevas divisiones africanas (en particular etíopes) pero ni siquiera los bien equipados soldados norteamericanos son capaces de hacer frente a unos ejércitos enemigos tan numerosos. Aunque los tanques italianos siguen siendo malos, Messe y De Stefanis han puesto en la lucha por Port Sudan a más de doscientos mil soldados italianos bien abastecidos y organizados. 

  El general americano Hodges no ha podido fortificarse ni armarse lo suficiente porque, sencillamente, el ejército aliado a finales de 1943 carece de bastantes fuerzas para ocuparse de tres frentes “antinazis" a la vez. Lo de Marruecos está estancado por completo desde agosto y la verdadera amenaza, el verdadero peligro, es la situación en el Golfo Pérsico.

  Para el general Alexander, comandante en jefe aliado de África Oriental y superior tanto de Hodges (1 ejército americano) como de Godwin-Austen (Ejército del Sudán), su mayor posibilidad es que el ejército etíope se arme y organice. Cuenta ya, en teoría, con veinte divisiones (tantas como tiene el ejército egipcio), pero solo han podido situar una decena de ellas en posiciones de contacto con el enemigo (y fuera de las fronteras de la misma Etiopía). Para colmo, resulta que los italianos también tienen partidarios entre algunas tribus etíopes (por ejemplo, entre los oromo) y persiste una guerrilla etíope-italiana en las montañas, de modo que el mismo Emperador etíope está abriendo canales de negociación con los italianos, pues no se fía mucho de que los aliados puedan detener al enemigo. Si Haile Selassie mantiene una actitud lo suficientemente ambigua todavía podría salvar su trono aceptando el vasallaje ante el Rey de Italia, como los maharajás de la India con respecto al emperador británico. Un destacado líder etíope, Ras Imru (primo de Haile Selassie), es prisionero de los italianos desde 1936 y está siendo utilizado como interlocutor para las negociaciones.

  Por otra parte, la deserción de los sudafricanos ha supuesto un duro golpe para la moral británica. Churchill quiere instaurar la ley marcial en Sudáfrica, entregando el poder a “los negros” si es preciso, pero Roosevelt advierte de que el apoyo logístico de los puertos sudafricanos es vital, mucho más que la participación en combate de una división de infantería de valor mediocre y, por lo tanto, no pueden arriesgarse a una sublevación de los elementos afrikaner en Sudáfrica.

  Quizá Roosevelt se equivoca, porque la deserción de los sudafricanos tras el resultado de las elecciones de julio de 1943 también influirá en el resultado de las elecciones australianas de agosto de 1943.

  Aunque el primer ministro laborista australiano Curtin es un ferviente antinazi (a diferencia del sudafricano Malan, que reemplaza a Smuts) tiene que transigir con la inquietud de la opinión pública de su país que exige que las tropas salgan de Próximo Oriente y se concentren en la defensa de Australia frente a la amenaza japonesa. Por encima de todo, no quieren arriesgarse a un desastre más en la lucha contra el invencible Rommel (a mediados de 1943 la amenaza japonesa ya no es de temer). La 9 división australiana comienza, pues, a ser retirada en septiembre de 1943 de Irak y no participará en la gran batalla del Golfo Pérsico en noviembre.

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  Los frentes periféricos, en cualquier guerra, a veces se crean sin necesidad estratégica alguna, simplemente por necesidad política de no abandonar determinadas posiciones ante el enemigo. En el caso de esta historia alternativa, el cierre del Mediterráneo en junio de 1942 forzosamente crearía frentes periféricos más allá de la costa mediterránea y algunos no tendrían apenas valor estratégico. Al sur de Egipto, la enorme extensión desértica del Sudán forzaría la aparición de un frente sudanés, pero el auténtico objetivo estratégico sería el cierre del Mar Rojo y el acceso al Océano Índico.

  En todo frente bélico que tenga lugar en este entorno, es vital contar con líneas de abastecimiento. En Sudán, estas líneas de abastecimiento serían tres: el Nilo navegable hasta Khartoum, la capital de la región y única ciudad de importancia, el ferrocarril creado por los británicos que llegaba hasta allí y la vía marítima del Mar Rojo hasta Port Sudan.

  Estas tres líneas favorecían a los del Eje, puesto que la conexión con Egipto facilita el transporte de pertrechos de sus ejércitos. Solo en la costa del Mar Rojo los aliados pueden imponer quizá su superioridad aeronaval… pero esto dependería de que no se encontraran en la grave situación de tener otros frentes más prioritarios.

  La situación en octubre de 1943 sería que la prioridad vital de los aliados consiste en salvar el Golfo Pérsico de la esperada ofensiva de Rommel con el apoyo del cuerpo Panzer de los SS. Esto, junto con el factor logístico (necesidad de cientos de buques de carga para transportar miles y miles de toneladas de suministros) impide una concentración suficiente de recursos para frenar una ofensiva del Eje en un frente de importancia estratégica secundaria. 

  Ahora bien, se podrá objetar: ¿no sería el Sudán y el Mar Rojo también de interés secundario para el Eje? Políticamente no, porque Italia, el principal aliado de Alemania, cuya posición de fuerza estaría muy disminuida por el cierre del Mediterráneo (los italianos quedan en seguridad, pero la relevancia de Italia a nivel político-estratégico sería muy escasa), va a exigir éxitos políticos en la guerra con vistas a recuperar e incrementar su imperio colonial, de acuerdo, en esta historia, con lo firmado en Barcelona, en diciembre de 1942 (reparto de África entre las potencias colonialistas del Eje).

  Por ello, y porque en ese momento el ejército italiano no tendría más que tareas secundarias tanto en Rusia como en los Balcanes, la gran ofensiva para conquistar el Mar Rojo sería digna de la atención del mismo Hitler. Además, fortalecer a Italia y a España resulta conveniente para neutralizar a Francia, cuyo inevitable renacimiento como potencia europea constituiría siempre un riesgo.

  Así que es lógico que Hitler favorezca esta campaña, incluso si implica detraer algunos recursos (no muchos) de la campaña decisiva del Golfo Pérsico. Y es que Hitler no puede estar seguro de que la campaña del Golfo Pérsico vaya a suponer el fin de la guerra para la Navidad de 1943. Es posible que haya que esperar un año más…

  No se ha de olvidar tampoco la sorprendente lealtad personal de Hitler a Mussolini…

  El ejército italiano de doce divisiones es perfectamente factible. Se trata de las mismas divisiones que en la realidad fueron aniquiladas en Túnez, en mayo de 1943. Ahora están mejor equipadas, mejor dirigidas, con muy alta moral y cuentan con los recursos aeronavales que ya habrían tomado parte en la campaña alternativa del cruce del canal de Suez: las tres divisiones anfibias (una alemana y dos italianas); más un poco de infantería egipcia: las dieciocho divisiones mencionadas. Para desplazarse desde el Nilo a la costa (unos quinientos kilómetros) habrían necesitado un gran número de vehículos, combustible suficiente y, una vez en la costa, el abastecimiento costero a cargo de las Motozattere (unas cien, por estas fechas), capaces cada una de dejar 50 toneladas de suministros en la misma playa. 

  Es histórico también que por estas fechas, finales de 1943, hubieran comenzado a aparecer en cantidades notables los nuevos cazas italianos Fiat (modelo G55 "Centauro"), Regianne (modelo Re.2005 "Sagittario")  y Macchi (modelos Folgore o Veltro) que contaban con motores alemanes Daimler-Benz. Concentrar más de un millar de aviones italianos entre los que se incluyeran unos cientos de estos cazas modernos, más el cañoneo de la flota italiana permitiría aprovechar la superioridad numérica contra un ejército norteamericano inexperto y menos numeroso. Sin duda que la aviación y la marina aliadas harían pagar a los italianos un precio por ello, pero las necesidades políticas y propagandísticas del fascismo italiano harían necesario el sacrificio.  

  Otras armas italianas mencionadas en este episodio son el tanque pesado P-40 y el cañón móvil antitanque "Semovente". El P-40, al igual que otros modelos alemanes, se inspiraba en el tanque ruso T-34, y el "Semovente" era un arma adaptada de un modelo alemán, el Stug III. Todo parece indicar que hacia esta época, mediados de 1943, los italianos habían llegado a desarrollar estos modelos con eficacia, de modo que no hubiera sido sorprendente que con un buen número de ellos, sumado a las demás ventajas (aviación, artillería naval) hubieran podido vencer a una sola división de tanques norteamericana inexperta. Por supuesto, las divisiones italianas blindadas (Ariete, Littorio, Centauro) podían haber utilizado también algunos tanques de fabricación alemana y, más probablemente aún, tanques británicos y rusos capturados.

  La victoria, que llevaría a los italianos a los límites de sus antiguas posesiones en África Oriental, perdidas en abril de 1941, tendría su aprovechamiento político (una victoria italiana sobre los angloamericanos, con muy poca ayuda alemana). E inmediatamente después, aviones y vehículos italianos tratarán de llegar a tiempo para contribuir a la gran ofensiva de Rommel contra el Golfo Pérsico, que se desencadena tres o cuatro semanas después, lo cual paralizaría momentáneamente ulteriores avances en el Mar Rojo (el objetivo estratégico buscado sería dominar también este mar, como ya se habría hecho con el Mediterráneo, el Mar Negro y el Mar Báltico).

   Todos estos recursos mencionados, tanto los nuevos cazas como los vehículos, existieron en la realidad, pero llegaron tarde para evitar que Italia hiciera una contribución militar más notable en la guerra. No es cierto que el ejército italiano fuese inútil, más bien podríamos decir que su aportación fue desaprovechada por los alemanes porque el frente del Mediterráneo jamás fue considerado de interés estratégico por los mandos nazis.

  Hay que señalar que, en la realidad, el 1 ejército americano no intervino en la guerra hasta el verano de 1944 y, por supuesto, en esta historia solo hemos tomado el nombre del ejército y no las divisiones asignadas. Hemos de tener en cuenta que ya se habrían desplegado dos ejércitos norteamericanos (uno en Marruecos y otro en Irak). En cualquier caso, si se les envía en septiembre de 1943 para cubrir un hueco en un territorio remoto que el ejército británico de Godwin-Austen no puede abarcar (por encontrarse en el Nilo), es dudoso que las tropas de las divisiones mencionadas (5 blindada y 90 y 92 infantería norteamericanas) pudieran hacer un gran papel. La 5 blindada no entró en combate, en la realidad, hasta Normandía (¿en qué condiciones habría estado para combatir en octubre de 1943 a orillas del Mar Rojo?), la 90 desembarcó el día D y la 92, afroamericana, entró en combate a finales de 1944, en el frente de Italia. 

  En cierto modo, lo que sucede en este pasaje de la historia alternativa tiene que ver con una victoria germano-italiana lograda en el momento de la batalla del Bulge, en el curso de la cual, una formación del Eje formada mayoritariamente por italianos de la república de Saló derrotó a una fuerza aliada numéricamente superior. Y esto a finales de 1944, cuando el Eje ya tenía la guerra perdida. No debemos olvidar que los recursos aliados exigieron mucho tiempo para ser reunidos (solo nueve divisiones estadounidenses habían estado en contacto con el enemigo nazi a finales de 1943), y que la inexperiencia de algunas unidades norteamericanas quedó bien patente en todas las ocasiones. En cuanto a las divisiones etíopes, debemos considerar que el ser equipadas y adiestradas por los angloamericanos no las convertiría en mejores que las egipcias, equipadas y adiestradas por los alemanes.

  Y, en cualquier caso, a finales de 1943, los aliados angloamericanos solo tenían unas veinte divisiones en contacto con el enemigo. Eso permitió que en estas divisiones se concentrara la mejor tropa, los mejores mandos y el material más abundante mientras las demás fuerzas realizaban el gran esfuerzo de concentración y preparación para lo que luego sería el desembarco en Normandía. En esta historia, con más de cuarenta divisiones angloamericanas en contacto con el enemigo, éstas, de promedio, serían aún menos eficaces que las que a finales de 1943 combatieron en Italia (y que resultaron incapaces de conquistar Roma, algo que no se logró hasta junio de 1944). Por poner un ejemplo de la situación real, a primeros de 1944 los aliados salvaron la situación en la cabeza de playa de Anzio gracias a que dispararon diez veces más munición de artillería que los alemanes (tres de cada cuatro bajas alemanas eran consecuencia de la artillería enemiga). También la superioridad aérea aliada se encontraba en una proporción parecida. Nada de eso hubiera sido posible en esta situación alternativa, no solo porque los del Eje dispondrían de más recursos (el Reino de Italia abandonó el Eje en septiembre de 1943 en la realidad), sino porque los cargamentos de munición artillera aliada, en esta versión alternativa, tendrán destinos más prioritarios que la campaña del Mar Rojo (la defensa del Golfo Pérsico, sobre todo).

  La reacción aliada de defender el cierre del Mar Rojo sí tendría sentido estratégico y podría hacerse a coste menor. De todas formas, Port Sudan habrá de ser forzosamente una posición de cierta importancia para los aliados y se habrá de defender. siempre con la esperanza de que los italianos se muestren de nuevo ineptos.

  En cuanto a la deserción de los sudafricanos, es una circunstancia realista dado lo que sabemos de la actitud política de los sudafricanos durante la segunda guerra mundial. El general Smuts, probritánico y gran amigo de Churchill, no pudo introducir el servicio militar, de modo que siempre se podría argüir que faltasen voluntarios para completar la división sudafricana (el personal combatiente solo podía ser de raza blanca, y la población blanca de Sudáfrica en esta época no era mayor que la de Nueva Zelanda). En las elecciones sudafricanas de julio de 1943, el bloque proaliado de Smuts estaba casi equiparado en votos al bloque neutralista. Dado que el primer ministro Herzog fue depuesto en 1939 por intentar mantenerse neutral, en las circunstancias de esta historia alternativa ahora es el momento de la revancha de su partido afrikaner neutralista, liderado en esta ocasión por Daniel Malan, que se convertiría en primer ministro, mientras que otros grupos políticos sudafricanos, como el partido OB (del cual formaba parte Johannes Vorster, futuro primer ministro en la realidad), ya estarían tomando actitudes claramente pro-Eje. El resultado inevitable en esta historia es la retirada de la división sudafricana del Ejército del Sudán, primer paso hacia una posible declaración posterior de neutralidad. Estas circunstancias sin duda influirían también en los australianos, cuyas elecciones parlamentarias eran en agosto de 1943 y donde existía interés en que las tropas regresaran al entorno defensivo del país, ya que en Nueva Guinea, muy cerca de Australia, todavía se estaba combatiendo a los japoneses.

martes, 10 de junio de 2014

23. Defensa del Golfo Pérsico

  A finales de agosto de 1943, el alto mando aliado angloamericano ya ha comprendido el fracaso de la operación “Husky”. La expectativa mínima era conquistar Casablanca, forzando con ello a los alemanes a que enviasen fuertes contingentes a fin de evitar la reapertura para los aliados del estrecho de Gibraltar. Con eso se aliviaría algo la presión sobre el frente ruso. Pero los del Eje se han atrincherado eficazmente en la línea del Atlas y solo han comprometido cuatro divisiones alemanas: todo lo demás es infantería española y marroquí. La superioridad aeronaval angloamericana no ha cambiado esta situación una vez se ha comenzado a combatir tierra adentro.

  Y, mientras tanto, Rommel ha conquistado Jerusalén y Damasco, y Manstein, el Cáucaso y sus reservas de petróleo casi infinitas. Tampoco han resultado decisivos los grandes bombardeos aéreos sobre el norte de Alemania, incluyendo la destrucción de Hamburgo.

  La visita del general Eisenhower a Washington en agosto de 1943, tras evaluar lo inviable de que se realicen nuevas ofensivas en Marruecos, conlleva grandes cambios estratégicos. Por una parte, se considera que el desempeño del general norteamericano ha sido bueno a pesar del fracaso inevitable. Se ha aprendido también que la superioridad aeronaval por sí sola no puede doblegar la superioridad numérica en tierra ni las buenas disposiciones defensivas de una cordillera de montañas... ni la superioridad táctica de generales alemanes como Kesselring y Arnim.

   Los frentes de Marruecos y el Sudán deben quedar, pues, relegados a la condición de frentes defensivos –ya no ofensivos- secundarios. Lo mejor sería abandonarlos por completo y dejar que los del Eje agoten sus recursos logísticos en la loca carrera por capturar inmensos territorios coloniales africanos... pero no puede hacerse esto por el efecto moral que tendría en la opinión pública de los países aliados una retirada de semejante envergadura.

  En cualquier caso, la prioridad debe ser la defensa del Golfo Pérsico.



  Los alemanes están llegando a Bakú, el gran bastión petrolífero de los soviéticos en el Cáucaso, en la frontera con Persia, y Rommel se está preparando, en su cuartel general en Damasco, para una inevitable gran ofensiva contra el Golfo desde Siria. Toda la región de Irak y Persia está amenazada.

   Los aliados se han enterado ya de algunas cosas acerca de esa planeada ofensiva. No empezará antes de que acaben las operaciones ofensivas alemanas en Rusia (acabar la conquista del Cáucaso y probablemente nuevos intentos contra Leningrado y Moscú) y parece que al temible PanzerArmee Asien de Rommel se unirá nada menos que el Panzerkorps Waffen-SS… y un ejército turco por las montañas del norte de Irak. El ataque será en noviembre o diciembre.



  Si cae el Golfo Pérsico, la guerra estará perdida para los aliados. Así de dramáticamente ha informado a Eisenhower de la situación su superior el general Marshall. El general norteamericano procedente del frente de Marruecos apenas ha podido creer lo que oye: ¿cómo va a estar la guerra perdida cuando la aviación aliada está arrasando las ciudades alemanas, y cuando están los aliados fabricando muchas más armas que el enemigo?  Pero el caso es que los mismos datos, la misma estadística, han mostrado que los alemanes siguen armando más divisiones de fusileros que sus enemigos, y que estos fusileros son eficaces y no pueden ser derrotados solo por el poder aéreo aliado (que es la consecuencia directa de la capacidad industrial de los Estados Unidos). Los egipcios, marroquíes, italianos, españoles y turcos podrán no estar tan bien equipados como los norteamericanos y carecer del poderoso apoyo aéreo con que cuentan los aliados, pero son más numerosos como infantería y, en los momentos críticos, siempre aparecen los Panzer para sostener su defensa o impulsarlos a ir más adelante. También la cobertura de la Luftwaffe resulta suficiente en las situaciones críticas, incluso a costa de dejar las mismas ciudades alemanas desprotegidas.

  Así que el fracaso en defender Jerusalén y el empantanamiento de la campaña marroquí suponen ya para los cerebros estratégicos de los ejércitos angloamericanos el punto de no retorno en la guerra, a finales del verano de 1943.

  Estados Unidos tiene planificado poner en liza ciento veinte divisiones, todas magníficamente armadas y equipadas, sí, pero que tardarán mucho en estar en condiciones de ser enviadas al frente y combatir a los infantes marroquíes o turcos antes de 1944 o 1945. El equipamiento y el adiestramiento exigen un largo plazo si se quiere contar con ciertas garantías de que el esfuerzo de los jóvenes americanos no acabe en un desastre por el estilo de los que han tenido que soportar los británicos frente a un ejército tan hábil como el alemán.

  Además, pese al esfuerzo realizado, no es posible transportar esos millones de toneladas de material, suministros, armas y hombres a todos los rincones del planeta al mismo tiempo y con la urgencia requerida. La tarea logística es inmensa y, por cierto, mantiene ocupados a millones de hombres que no pueden ser enviados al combate. En total, hay que enviar suministros al Pacífico para combatir a los japoneses, al otro lado del Atlántico hasta el frente de Marruecos (tarea más fácil), también hasta Gran Bretaña para defenderla y asistirla,… y después hacia África Oriental, para el frente del Sudán. Sin olvidar que hay que enviar suministros a los rusos, mientras se pueda, y esto, tras la pérdida del petróleo del Cáucaso, supone una tarea más urgente que nunca.

  Pero lo peor de todo es el Golfo Pérsico. Antes de que cayera Jerusalén, en mayo de 1943, durante la conferencia "Trident" en Washington, ya se había decidido enviar un ejército norteamericano nuevo hacia Próximo Oriente. Su misión hubiera sido asistir a los tres ejércitos británicos de la zona en la defensa del último enclave en el Mediterráneo Oriental que se perdería en junio de todas formas. Ahora el nuevo ejército americano tendrá la misión de defender la vital zona portuaria del Golfo Pérsico (cuyo bastión ha de ser Basora).



  Sobre el mapa, Marshall y sus ayudantes han mostrado a Eisenhower la situación: una prolongada línea cruza el desierto árabe desde Adén hasta las proximidades del Golfo y después, en el Irak, allí donde acaba el desierto sirio y comienza la antigua Mesopotamia que llega hasta las montañas del Kurdistán al norte. Al norte se encuentra la peligrosa frontera con Turquía, una nación… que aún no ha declarado la guerra a Estados Unidos y Gran Bretaña porque sigue esperando un arreglo diplomático. Se calcula que una división de infantería turca vale casi tanto como una norteamericana. Quizá la americana valga más si está suficientemente dotada de apoyo aéreo y artillero, pero los americanos tienen en cuenta cómo infravaloraron los británicos a la infantería turca en Galípoli.

   Para defender el Golfo Pérsico hay que transportar todas las tropas disponibles, dar al grupo de ejércitos aliado el apoyo de al menos cinco mil aviones y los tanques y cañones que estén disponibles. Y, encima, apoyar a los rusos suministrándolos con todo lo que esté a mano por nuevas rutas de Asia Central que habrá que improvisar (y sin ferrocarril). Los puertos del Golfo Pérsico, sus carreteras, aeródromos y ferrocarriles están siendo puestos al máximo de su capacidad.


El "corredor persa", las rutas de aprovisionamiento norteamericano a la URSS durante la segunda guerra mundial


  Si el Golfo Pérsico cae, le han explicado a Eisenhower, toda Persia caerá, y Persia es la frontera con la India. La India estallará en rebelión con su ejército incluido (seis divisiones indias luchan en Occidente contra los alemanes); en el momento presente, está teniendo lugar una atroz hambruna en Bengala, provocada en parte por las destrucciones llevadas a cabo por temor a una invasión de los japoneses, japoneses que permanecen amenazantes en Birmania, en la otra frontera de la India. Para colmo, los musulmanes (árabes, persas, indios, afganos, turcomanos) son ardientes partidarios de Hitler. Toda Asia se perderá de golpe. Veinte millones de musulmanes soviéticos renegarán. China quedará sin auxilio alguno si la ruta de Birmania se ve interrumpida.

  “Sólo queda la esperanza de un gran éxito defensivo deteniendo a Rommel en Irak, no permitirle apoderarse de los puertos del Golfo” Pérsico.

  El mando del nuevo frente debe pasar a un general americano. El británico Alexander será enviado al África Oriental, y puesto que Eisenhower, tras "Torch" y "Husky", es el general americano más experto, ésa va a ser su tarea. Implica esto también que el frente marroquí quedará relegado en lo que concierne a la prioridad de recibir refuerzos y suministros, lo que anula cualquier esperanza de retomar la ofensiva en ese sector.

  Con Clark quedando al mando en Marruecos, Alexander en Sudán y Mc Arthur y Nimitz en el Pacífico, Eisenhower recibe, pues, el mando de la defensa del frente más crítico. A primeros de septiembre de 1943, tras su decepcionante entrevista con Marshall, se ha instalado en Bagdad.

   Eisenhower en Bagdad, Rommel en Damasco. Si se espera que Rommel ataque en noviembre, los aliados tienen tres meses para organizar la defensa del Golfo, propiamente de Irak.

  La organización que diseña Eisenhower es la siguiente:

  En el extremo suroccidental, en Aden, el cierre del Mar Rojo, comenzarán las posiciones del “Ejército de Arabia”, una nueva formación que se pone al mando del general británico Horrocks, uno de los veteranos del 8 ejército. Desde la costa del Mar Rojo hasta el interior del terrible desierto árabe, se va a posicionar la división 46 británica. Esta división ha sido detraída del frente de Marruecos (1 ejército británico). Es una división fogueada, por tanto. Su posición es vital, pues mantiene el extremo del Mar Rojo bajo custodia, bloqueando cualquier intento del Eje de entrometerse en las rutas de aprovisionamientos del Océano Índico. Más en el interior, ya en pleno desierto, la 5 división india (veterana de la conquista de África oriental en la primavera de 1941). En el centro del desierto, en una posición de climatología espantosa, la 36 de infantería norteamericana, una división novata de texanos, bien equipada con vehículos. En una posición más hacia el este, más cerca del Golfo, y en contacto con el 8 ejército británico de Montgomery, se sitúa el equivalente a una “división árabe” formada por árabes leales y diversos contingentes africanos, británicos e indios. También frente a ellos los alemanes están desplegando unidades móviles ligeras, con participación árabe, en función de reconocimiento y acoso.

  Defendiendo el punto vital, el bastión crítico (la costa del Golfo Pérsico, el gran puerto de Basora) está el 8 ejército británico del general Montgomery que, pese a su aparente fracaso en impedir que Rommel cruzara el canal de Suez, es sin duda el general más experto y capacitado. Cuenta con dos divisiones blindadas británicas veteranas, la 8 y la 10, más varias divisiones de infantería veteranas, como la 44 y la 51 británicas, la 1 británica aerotransportada, la división neozelandesa y la 4 división india. Justo en septiembre llega la 15 división de infantería británica como refuerzo. La mala noticia es que en agosto el gobierno australiano, para consternación de los británicos, ha comenzado a retirar su veterana y eficaz división: ello es consecuencia de una fuerte presión de la opinión pública australiana y probablemente es consecuencia también de la actitud equivalente adoptada por los sudafricanos, que antes han retirado su división del Sudán. Asímismo, ha desaparecido la división israelí, tanto por el fuerte desgaste sufrido en la defensa de Jerusalén, como por la conveniencia política de que los aliados no desean que se piense que su implicación en la guerra antinazi tiene que ver con que se favorece a los judíos. Las unidades judías son dispersadas como regimientos o batallones dentro de divisiones y cuerpos aliados. La mayor parte de los israelíes formarán parte de la "división árabe" del Ejército de Arabia.

  La situación del 8 ejército británico, tan al sur, protegido por las marismas de la desembocadura de los grandes ríos, y lejos de las posiciones avanzadas de Rommel en el este de Siria, es criticada por su comandante, el general Montgomery. Eisenhower le explica que piensa utilizar al 8 ejército como reserva estratégica e incluso como cabeza de un contraataque hacia la costa mediterránea. El comandante americano también es consciente de que el ataque del Eje tendrá lugar desde Siria, probablemente por la carretera que bordea el río Eúfrates, y que los aliados deben defender el eje de comunicaciones (carretera, tren y transporte fluvial) de Mosul-Bagdad-Basora. Utilizando ese eje, el 8 ejército podrá intervenir reforzando a los otros dos ejércitos aliados en Irak.

  En Bagdad se forma el 5 ejército americano, al mando del general Bradley, aunque muy directamente tutelado por el mismo Eisenhower (el general Fredendall está al mando del 7 ejército en Marruecos, mientras el general Clark ostenta el mando del grupo de ejércitos en Marruecos, que incluye también al I ejército británico al mando del general Anderson). Este 5 ejército americano de Bagdad cuenta con la veterana 2 división blindada (que estaba antes con los británicos del 8 ejército) a la que se suma la 1 división blindada, que ha sido trasladada también desde Marruecos (de manera que allí, en Marruecos, el 7 ejército americano ahora no dispondrá de ninguna división blindada, aunque hay pequeños contingentes blindados dentro de otras divisiones). Otra división blindada americana, la 4, llega en octubre. Cuentan también con la 82 aerotransportada, y las 1, 34  y 45 de infantería. Se les añade la 4 de infantería en septiembre. La 1 y la 34 de infantería también ha sido detraídas del 7 ejército en Marruecos (las tres divisiones trasladadas de Marruecos a Irak han sido reemplazadas en el noroeste africano por las novatas 5 de infantería, 30 de infantería y 35 de infantería americanas). A finales de septiembre Rommel -contando con un apoyo aéreo que hasta la caída de Bakú se le había negado- ha avanzado sus posiciones desde Siria a lo largo del río Eúfrates, hasta Al Bukamal, Eisenhower le ha dejado hacer, pues piensa que le conviene que extiendan sus líneas de abastecimiento desde el Mediterráneo. Pero ahora están a cuatrocientos kilómetros de Bagdad.

  Finalmente, en el norte de Irak, es decir, rodeados por las montañas turcas, custodiando la rica región petrolífera, está el ejército 9 británico al mando del general Wilson. Aquí hay otra división trasladada desde Marruecos, la 1 de infantería británica, una división canadiense de infantería, la número 1, una división canadiense blindada (número 1 también), la 6 división india, la 5 polaca de infantería, la división blindada polaca y una división blindada norteamericana recién llegada, la número 3. El problema es que muchas de estas divisiones están escasas de tropa, en particular las canadienses, que solo se nutren de voluntarios, y los polacos, que, lógicamente, no pueden conseguir nuevos soldados de su tierra natal.

  También bajo el mando conjunto de Eisenhower está el ejército 10 británico que protege Persia de un posible ataque del Eje desde el recién conquistado Cáucaso. Este ejército, al mando del general Quinan, es bastante pequeño: incluye la 56 división británica, la 3 división polaca y dos divisiones indias (8 de infantería y 31 blindada). Sorprendentemente, este ejército británico se ve reforzado por más de doscientos mil soldados soviéticos que han escapado de Bakú en septiembre, y que forman un nuevo “Frente" del Ejército Rojo, el "Frente de Persia” (ejércitos 18, 37 y 9, al mando del general Tyulenev).

  Estos soldados soviéticos están agotados y mal equipados, y se reorganizan lo mejor que pueden con suministros norteamericanos. Si llega el momento, sabrán luchar a la manera dura que los rusos conocen en sus enfrentamientos con el odiado enemigo alemán. Es la primera vez, por cierto, que tropas británicas y rusas están en estrecho contacto como aliados. Pese a la crítica situación en el frente ruso, Stalin los ha dejado en Persia por dos motivos sobre todo: para que se beneficien, para su recuperación, de los abundantes recursos de avituallamiento norteamericanos, y para que preserven, al menos, el nudo de comunicaciones de Teherán, vital para que la URSS reciba algún suministro de sus aliados, sobre todo ahora que Leningrado se ha perdido y que el puerto de Vladivostok pronto quedará bloqueado por los hielos del invierno.

  En total, Eisenhower dispone de una fuerza formidable para defender Irak y el Golfo Pérsico: los ejércitos 8 y 9 británicos, más el 5 americano, que suman veinticuatro divisiones (ocho blindadas) engloban más de medio millón de hombres de personal combatiente (son bastantes más si se incluye el personal no combatiente), dos mil quinientos tanques, cinco mil aviones y cuatro mil piezas de artillería. Para concentrar este poder armado no solo se ha tenido que realizar un extraordinario esfuerzo logístico, sino empobrecer bastante los otros dos frentes periféricos. Todo esto sin contar los ejércitos que defienden Arabia y Persia. Contando el personal no combatiente, Eisenhower está al mando de más de un millón de hombres en noviembre de 1943.

  El frente de Marruecos se ha visto disminuido al extraerse de la línea del Atlas nada menos que tres divisiones norteamericanas (la 1 blindada, la 1 y 34 de infantería) que han tenido que ser reemplazadas por divisiones novatas, de modo que en apenas unas semanas, desde finales de agosto, el frente aliado ofensivo de Marruecos ha pasado a ser defensivo. Al menos, en las semanas siguientes a “Husky” todas estas tropas aliadas pudieron foguearse en combate y cuando son trasladadas al Golfo cuentan ya con esta valiosa experiencia.

  En el otro extremo de África, el frente del Sudán, después del contraataque del Ejército del Nilo enemigo, se ha desdoblado en dos frentes: uno en el Mar Rojo (Port Sudan) y otro en el interior (Khartoum). En el Mar Rojo se ha constituido el Primer ejército norteamericano, al mando del general Hodges. Este nuevo ejército está formado por la 5 división blindada norteamericana, a las que se suman las 90, 92 (afroamericana) y 3 divisiones de infantería norteamericanas, y cinco divisiones etíopes armadas y entrenadas por los norteamericanos (formando un cuerpo autónomo al mando del Ras Kassa, primo del Emperador Haile Selassie). En Khartoum queda el antiguo “Ejército del Sudán” del general británico Godwin-Austen, que no ha incrementado mucho las fuerzas con las que ya contaba en octubre de 1942: la forman la 5 de infantería británica, la 59 de infantería británica (llegada en octubre), la 10 india, tres divisiones británico-africanas y tres etíopes.

  Para frustración de los británicos, el nuevo gobierno sudafricano se ha negado a incorporar su 1 división de infantería. Aunque los sudafricanos habían tomado parte, con éxito, en la ofensiva del Ejército del Sudán de octubre de 1942, las elecciones sudafricanas de julio de 1943 han dado la victoria al partido neutralista (cuando menos) de Daniel Malan, lo que ha significado el fin del mandato del general Smuts, probritánico y amigo personal de Churchill. El nuevo gobierno ha retirado su división del frente como paso previo a hacerla retornar a la patria. Los sudafricanos argumentan que, dado el número de combatientes de que disponen, la pérdida de la división que defendía Tobruk ya ha sido sacrificio suficiente.

  A todo esto, hay que sumar que algunas divisiones aliadas deben defender los archipiélagos atlánticos para caso de que los del Eje se atrevan a hacer una incursión desde el estrecho de Gibraltar: aparte de algunas unidades portuguesas y españolas, en las Azores, Madeira y Canarias están la 88 división de infantería norteamericana y la 3 de infantería británica, que, por lo menos, pueden ser enviadas a Marruecos para caso de que, debido al debilitamiento de la fuerza aliada, el enemigo intente una contraofensiva desde la línea del Atlas. En octubre se sumará a la defensa de las islas del Atlántico (y como posible reserva para el frente de Marruecos) la 29 división norteamericana.

  Para atender todas estas necesidades, los aliados han tenido que situar en el frente muchas unidades inexpertas y poner al máximo de su capacidad el sistema logístico de buques que llevan suministros al frente del Pacífico, a los últimos puertos soviéticos que quedan en uso (Murmansk, hasta octubre, cuando es conquistado por el enemigo, y Vladivostok, hasta que el hielo lo bloquee en diciembre) y al resto de posiciones aliadas (islas atlánticas y la misma Gran Bretaña). También se resiente la escolta de los bombarderos aliados sobre Alemania.

     Esta extraordinaria concentración en el Golfo Pérsico aún se teme que no sea suficiente. Los generales aliados saben que van a enfrentarse al temible PAA de Rommel, probablemente a un Panzerkorps Waffen-SS, a tropas árabes de infantería y casi con seguridad a un ejército turco de montaña acompañado por un ejército alemán de montaña. Se calcula que podrían sumar casi un millón de hombres (trescientos mil alemanes, doscientos mil turcos, doscientos mil árabes y algunos miles de otras nacionalidades) y no se descarta insurgencia pronazi en los mismos Irak y Persia, así que de nuevo podría darse inferioridad numérica en la línea de frente. Contra las ocho divisiones blindadas aliadas, Rommel dispondría de las mismas cuatro divisiones blindadas con las que conquistó El Cairo, Jerusalén y Damasco, más quizá la “Hermann Goering” trasladada desde Marruecos y equipada como división Panzer y, muy probablemente, tres (¿o cuatro?) divisiones Panzer Waffen-SS, lo cual sumaría ocho divisiones Panzer (quizá más pequeñas que las equivalentes divisiones acorazadas angloamericanas). Se supone que también intervendrían dos batallones especiales de tanques pesados Tigre. Es decir, los alemanes tratarán de repetir algo parecido a la exitosa concentración de fuerza que llevaron a cabo contra los rusos durante la operación "Zitadelle", en julio.

  La ventaja aliada, sin embargo, podría encontrarse tanto en la densidad del fuego artillero americano como en la supremacía aérea. Si Rommel asalta Irak, tendrá que hacerlo exponiéndose por el desierto sirio, un terreno que favorecería los ataques masivos de la aviación norteamericana o más probablemente avanzando por el norte, por el ferrocarril de Bagdad, y por la carretera que orilla el Eúfrates, un frente estrecho (en septiembre, los alemanes llegaron hasta Al Bukamal, en la misma frontera con Irak). Si Eisenhower cuenta con cinco mil aviones, entre cazas y bombarderos, es muy dudoso que la Luftwaffe pueda poner más de tres mil en el aire (en "Zitadelle" contaron con dos mil, y en ocasiones perdieron la supremacía frente a la aviación soviética). Pero los aliados saben que los alemanes aceptan un determinado número de pérdidas para alcanzar el objetivo, de modo que la superioridad aérea y artillera no serían una garantía suficiente.…

  A mediados de noviembre de 1943, Rommel no ha atacado aún, pero, mientras tanto, un fuerte contingente de aviones italianos se ha mostrado eficaz en conquistar las dos posiciones claves del Sudán: Khartoum y Port Sudan (aquí, apoyados por la flota italiana y el cuerpo anfibio). Esta pérdida de territorio desértico se ha asumido por los aliados como un coste aceptable, dado su escaso valor estratégico. Todos saben que la verdadera batalla se tiene que dar en el Golfo Pérsico. ¿Rommel titubea?, ¿Hitler espera negociaciones?

Ooo

   El despliegue de fuerzas aliado en este episodio sobrepasa en bastante la capacidad demostrada por los angloamericanos en la realidad. Para noviembre de 1943, los aliados no-soviéticos solo tenían activo el frente de Italia, donde veinte divisiones (entre ellas, y bastante eficaces, se contaban las coloniales francesas... que en esta historia lucharían en el bando enemigo) eran mantenidas a raya por otras tantas alemanas (los italianos ya apenas combatían), pese a contar los aliados con superioridad aeronaval abrumadora, y pese a que los alemanes tenían que hacer frente al mismo tiempo a una poderosa -y exitosa- contraofensiva soviética en Rusia. Las divisiones aliadas en Italia en el momento del desembarco en Anzio (enero de 1944), en total eran la 1, 5, 46, 56 y 78 de infantería británica, la 3, 34, 36, 45 de infantería norteamericana, 1 blindada norteamericana, 82 aerotransportada norteamericana, 1 de infantería canadiense, 4 india, 2 de Nueva Zelanda, 3 y 5 polacas, y tres divisiones coloniales francesas. No existía otro frente abierto contra los alemanes en ese momento por parte de las tropas terrestres aliadas no soviéticas. 

  En la realidad, un intento aliado de abrir un nuevo frente en los Balcanes a finales de 1943, aprovechando el cambio de bando de las tropas italianas allí presentes, acabó en el desastre de Leros y la masacre de los soldados italianos en Cefalonia. Eisenhower admitiría después que no contaban por entonces con recursos suficientes más que para mantener el frente estático de Italia. También muchas de las mejores unidades fueron desplazadas hacia Inglaterra para comenzar a preparar lo que luego sería el gran desembarco aliado en Normandía... pero estas divisiones no combatían -no consumían munición, por ejemplo- ni estaban sometidas a la grave tensión logística de hallarse en un frente muy lejano en tierras remotas.

  En esta historia, en cambio, a finales de 1943, los aliados angloamericanos mantienen cuatro frentes activos (en lugar de uno solo): el de Marruecos, los dos de Sudán (en el interior y en la costa) y el más importante de todos, el del Golfo Pérsico. El cálculo que se ha hecho en esta historia muestra veintiocho divisiones aliadas en Próximo Oriente (contando las que se despliegan en la península arábiga), diecinueve en Sudán (nueve de ellas etíopes y de otras regiones de África) y ocho en Marruecos (incluidas la española, la portuguesa y la francesa). Y algo tendrían que mantener, como fuerza defensiva, en las valiosas islas del Atlántico. En total, no veinte divisiones en activo, como fue en realidad, sino cincuenta y cinco. Es imposible, por tanto, que estas cincuenta y cinco contasen con la fuerza, la riqueza y el adiestramiento que demostraron las únicas veinte que combatían en la realidad de finales de 1943. Y, una vez más, recordemos que esta concentración de fuerza en el único frente de Italia tampoco dio para mucho (Roma no se liberó hasta junio de 1944).

  En esta historia, también hemos añadido once divisiones africanas (la mayoría etíopes) que requerirían armamento y adiestramiento norteamericano, hemos tenido que prescindir de casi todos los franceses (que ahora luchan en el bando opuesto) y hemos puesto a todos los polacos y canadienses... aunque es justo detraer a los sudafricanos y australianos, pues la historia demuestra que la opinión pública de estas naciones era reticente a luchar contra los nazis (y si los nazis hubieran estado ganando, mucho más reticentes habrían sido aún).

  En suma, se ha sido conservador al mostrar a los aliados llevando a cabo una movilización de urgencia superior a la que llevaron a cabo en la realidad, manteniendo tantos frentes, bien armados, con tropas que probablemente no estaban aún lo suficientemente equipadas y adiestradas, y necesitados todos de una ingente organización logística y de sus correspondientes mandos.

  Y aún así, estarían en inferioridad numérica enfrentándose a poco más de veinte divisiones alemanas, siendo todo lo demás italianos, turcos, árabes, españoles y mercenarios franceses.

  Lo que no iba a variar sería la superioridad aérea aliada a finales de 1943. Todavía en Kursk (ofensiva "Zitadelle", julio 1943) los alemanes llegaron a mantener superioridad aérea al principio de la batalla (con unos 2.000 aviones), pero en esa misma fecha los aliados concentraron 3.000 aviones en "Husky" (la conquista de Sicilia). Al mismo tiempo, llevaron a cabo la gran ofensiva de bombardeo contra Alemania, que destruyó Hamburgo y exigió que se reforzara la defensa del Reich con más cazas. Los ataques de bombardeo aliados implicaban también la acción de cazas de escolta.

  En junio de 1944, con la invasión de Normandía, se estima que participaron dando apoyo a los desembarcos 12.000 aviones aliados (no de transporte), frente a los 3.000 utilizados en julio de 1943 para dar apoyo a los desembarcos en Sicilia ("Husky") y estas cifras pueden ayudarnos a establecer una estimación realista de lo que hubiera podido reunir Eisenhower en noviembre de 1943 para defender el Golfo Pérsico. Ahora bien, en esa cifra de 12.000 aviones se incluyen buena parte de los mismos que hacían el "bombardeo estratégico" (o "terrorista") sobre Alemania. De hecho, otras fuentes hablan de "4.000 bombarderos y 3.700 cazas" aliados, lo que probablemente excluye los bombarderos estratégicos. Podemos considerar, por tanto, que la cifra de aviones útiles para la batalla del Golfo Pérsico de esta historia tendría que deducirse de esta suma de entre 7.000 y 8.000 aviones... en junio de 1944. Y dada la fecha más temprana (noviembre 1943 y no junio 1944) y la gran dificultad logística para trasladar las flotas aéreas aliadas hasta Irak, y el hecho de que habría que mantener otros tres frentes (en la realidad, se trataba solo del frente de Italia, aparte de Normandía) parece que una cifra de "5.000" aviones aliados (cazas y bombarderos "tácticos", no "estratégicos") para esta campaña es bastante realista e incluso generosa para los aliados.

  Por otra parte, sería inevitable que los nazis se confiaran dadas sus constantes victorias y sería inevitable que los aliados se confiaran asimismo en su superioridad aérea y artillera. Por lo tanto, es lógico que los aliados tuvieran esperanzas de detener el nuevo avance de Rommel hacia el este tanto como Rommel y los Waffen-SS tendrían esperanzas de conseguir con más facilidad en el Golfo lo que ya habían conseguido en el Cáucaso contra los rusos, a quienes sin duda respetaban más como soldados que a los norteamericanos y británicos.

martes, 3 de junio de 2014

22. Respuesta de la Luftwaffe

   En el verano victorioso de la ofensiva “Zitadelle” en el Cáucaso (julio de 1943), no todo va tan bien para los nazis: después de la destrucción de Hamburgo por el bombardeo aéreo masivo de los británicos (¡cuarenta mil muertos!), la RAF continúa sus ataques contra las ciudades alemanas y hasta la aviación de bombardeo norteamericana actúa sobre diversos objetivos industriales de importancia, tanto en Alemania como en Francia, poniendo en peligro el relanzamiento de la industria de guerra del Eje.




  Para Hitler, resulta especialmente irritante que en un momento en el que el formidable enemigo ruso está siendo vencido, los civiles alemanes vivan aterrorizados por los ataques aéreos aliados. Y tampoco podrá convencer a los aliados de que han perdido la guerra hasta que esta grave situación en el frente aéreo sea reparada.

   Incluso las ofensivas terrestres tienen que esperar a que se pueda concentrar el poder aéreo suficiente. Primero hubo que concentrarlo en Egipto para que Rommel conquistase Próximo Oriente. Después hubo que esperar un par de semanas para que se concentrase en el Mar Negro a fin de poder llevar a cabo la ofensiva “Zitadelle” en el Cáucaso. Otras dos semanas hubo que esperar para que se concentrase suficiente poder aéreo para la liquidación de Leningrado. Y, mientras tanto, las ciudades alemanas ardían…

  Antes de salir hacia el Cáucaso, el 3 de agosto de 1943, en medio de la consternación generada por las noticias que llegan de Hamburgo, Hitler se reúne con Goering, Speer y Milch. Exige un plan de actuación que dé respuesta a la escandalosa inferioridad de la Luftwaffe.

  Para el ministro responsable de la industria de armamentos, Albert Speer, está claro que Alemania tiene que atender urgentemente tanto a la ofensiva aérea como a las necesidades de la guerra terrestre, sin que se dé prioridad a lo uno sobre lo otro. Pese a sus derrotas, los rusos siguen produciendo más tanques y cañones que el Eje, y a esto hay que sumar el creciente poder armamentístico de las tropas angloamericanas. Concretamente, en torno al Golfo Pérsico, el general Eisenhower y sus hombres están creando un formidable cinturón defensivo con artillería y divisiones blindadas.

  ¿Posee Alemania suficientes recursos económicos para enfrentar tanto la guerra terrestre como la guerra aérea? De no haber sido por las conquistas alemanas del verano de 1942 (el cierre del Mediterráneo y la invasión del Mar Negro) sería probable que no, pero Albert Speer considera que sí existen ya en agosto de 1943 suficientes expectativas para poner en marcha un ambicioso plan de rearme aéreo… que solo podría comenzar a mostrarse eficaz en la primavera de 1944 o tal vez en el verano de 1944...… porque nadie se hace ilusiones acerca de la capacidad de los norteamericanos para continuar incrementando su producción ya de por sí ingente de aviones de combate y bombardeo. No solo hay que tener en cuenta la inferioridad en el poder aéreo, notoria en el verano de 1943, sino también la previsiblemente aplastante e irreversible superioridad aérea aliada que se dará en el verano de 1944 si no se hace algo para impedirlo a partir de este mismo momento.




Hermann Goering, Albert Speer y Erhard Milch, máximos responsables efectivos del esfuerzo de la industria militar aeronáutica alemana


   En agosto de 1943, Alemania produce 2.500 aviones al mes. Albert Speer y el general de la Luftwaffe Milch (el auténtico cerebro de la Luftwaffe, mucho más capacitado que el mariscal Goering, el Número Dos del III Reich) calculan que pueden conseguir aumentar esa producción hasta los 4.000 entre marzo y junio de 1944. Dependiendo de diversos factores, Francia, Italia y las demás naciones del Eje podrán producir entre 2.000 y 3.000 más.

  Incluso teniendo en cuenta que los aliados seguirán aumentando su capacidad industrial, una producción de 6.000 a 7.000 aviones al mes será suficiente para volver, cuando menos, a la situación del verano de 1942. Y cuando Rusia se desplome, liberando así más recursos aéreos del Eje, la Luftwaffe podrá pasar al contraataque y forzar a los angloamericanos a la paz.

  Para ello tendrán que crear más fábricas (algunas de ellas en España e Italia, lejos de los bombardeos enemigos y abastecidas por la gran vía de comunicación que supone el Mediterráneo para el transporte de todos los componentes imprescindibles) y hacer uso de más materias primas (combustible, bauxita, acero) y de más trabajadores especializados. Se considera que para finales de 1943 el Eje dispondrá de mano de obra más que suficiente para la ejecución de todos sus proyectos económicos (Hitler podrá entonces deshacerse de todos los judíos que aún necesita como esclavos, un factor que Speer y Milch tienen que tener en cuenta en su planificación).

  Lo más decisivo es la cuestión del combustible, pero se considera que el abastecimiento será suficiente, puesto que para finales de 1943 los yacimientos de Maykop y Hurghada, conquistados en el verano de 1942, estarán ya dando buenos rendimientos (100.000 toneladas mensuales aproximadamente entre los dos) y también la producción de combustible sintético alcanzará su máximo. Si, como parece, se va a conquistar todo el Cáucaso en el verano del 43 (incluidos los enormes yacimientos de Bakú), para 1944 habrá incluso abundancia de combustible.

  Así pues, Speer ve viable que a partir de agosto de 1943 se ponga en marcha un grandioso plan de fortalecimiento de la Luftwaffe con vistas a 1944, el año de las elecciones presidenciales norteamericanas.

  Un paso esencial será organizar, al mismo tiempo que el incremento de la producción, la formación de los pilotos que habrán de combatir. A partir de agosto de 1943 (Milch pondrá en marcha el reclutamiento de forma inmediata) hasta el periodo de marzo a junio de 1944, tienen que formarse suficientes pilotos, con un entrenamiento mínimo de trescientas horas de vuelo previas a la entrada en acción. Si fuesen menos horas, se desperdiciaría la formación de los hombres, se desperdiciarían aviones y se perdería moral por el incremento de fatalidades entre los nuevos pilotos insuficientemente adiestrados.

   El periodo de entrenamiento habitual requiere trece meses. Hitler lo quiere reducir a once meses sin menoscabo de la calidad de los pilotos. Los jefes de la Luftwaffe consideran que el acortamiento se puede conseguir con una racionalización del método de adiestramiento, con el ahorro de algunas semanas de adiestramiento militar general para los jóvenes pilotos si se hace uso de jóvenes veteranos de la infantería de la Luftwaffe (que ya no requieren instrucción militar convencional previa), si se gasta más combustible para incrementar las horas de práctica y si se trasladan las escuelas de pilotaje al Mediterráneo (España) de modo que se pueda disponer de mejor tiempo para el vuelo durante el invierno. Se trata, obviamente, y Hitler lo acepta, de formar sobre todo pilotos de caza. Se considera que los de bombardeo son suficientes, sobre todo si se cuenta con que para 1944 estará en uso el sistema de armas automáticas de represalia (“bombas volantes”). El Führer presentó alguna resistencia inicial a este planteamiento, pues en principio consideraba más importante la ejecución de bombardeos de represalia inmediatos. Sin embargo, fue finalmente convencido de que, teniendo en cuenta las victorias de las armas alemanas en todos los frentes terrestres (excepto el poco importante retroceso en Marruecos), no iban a ser necesarios los sacrificios de los pilotos alemanes llevando a cabo misiones puntuales de represalia sobre suelo inglés. Los británicos han perdido Jerusalén y Damasco, la prensa y la radio los informaban de ello: saben que están perdiendo incluso sin necesidad de bombardeos alemanes. Ya pagarán más adelante por su ruin venganza contra las ciudades alemanas. La Luftwaffe, por su parte, lo está haciendo bien en el apoyo a las ofensivas terrestres, no necesita justificar su poder con bombardeos de represalia, así que Hitler acepta el criterio de los aviadores de incrementar la defensa de cazas.

   Puesto que se pierden entre doscientos y trescientos pilotos de caza al mes, es preciso formar cuatrocientos mensuales para reponerlos. Sin embargo, según el nuevo plan, aparte de estos cuatrocientos nuevos pilotos que son formados cada mes por las escuelas en Alemania, habría que reclutar cuatro mil aprendices de piloto adicionales de inmediato, en agosto de 1943, y trasladarlos a España. Estos no entrarían en combate hasta el verano de 1944, lo cual exige construir más aviones de entrenamiento, conseguir instructores y contar con combustible suficiente para que acumulen las trescientas horas de vuelo mínimas antes de que se les confíen los nuevos aparatos. Hitler ordena la inmediata disolución de buena parte de las divisiones de tierra de la Luftwaffe. Eso liberará de golpe miles de hombres para la formación. También, dada la situación ventajosa en el Golfo Pérsico, donde Rommel va preparando su ofensiva, se puede desdeñar el riesgo de desembarcos aliados en las costas de Europa Occidental y del norte. En Noruega y Dinamarca, por ejemplo, aumenta el número de voluntarios locales para servir al Reich. Hay hombres suficientes, incluso si se mantienen tres millones de soldados en Rusia. La Luftwaffe, que cuenta en agosto de 1943 con un millón y ochocientos mil hombres puede pasar a más de dos millones para finales de año, con miles de jóvenes formándose para ajustar las cuentas a los Spitfire y a los Thunderbolt para el verano de 1944.

   El principal problema es la fabricación de los aviones de entrenamiento y conseguir los instructores. En el primer aspecto, los aviones de entrenamiento no son demasiado difíciles de fabricar si se les da la suficiente prioridad. Franco, el más dócil de los aliados de Hitler, puede encargar de ello a las factorías aeronáuticas españolas, a cambio de que entre los cuatro mil pilotos nuevos se incluyan, al menos, quinientos españoles. En el segundo aspecto, los instructores solo pueden salir de los veteranos del frente, pero acabada la campaña del Cáucaso puede hacerse un esfuerzo de desmovilización. Un programa escalonado de enseñanza supondría que durante los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre los alumnos serían instruidos por pilotos no del máximo nivel (podrían ser italianos e incluso españoles), y a partir de enero de 1944, cuando el frente ruso entre en un previsible periodo de impasse invernal y la ofensiva contra el Golfo Pérsico haya finalizado, llegarían los instructores veteranos de la Luftwaffe en número suficiente como para que en junio de 1944 los cuatro mil nuevos pilotos de caza estén formados y se hagan cargo de los nuevos aviones. Se trataría de disponer de al menos tres mil pilotos de caza operacionales en Europa para el verano de 1944 (las tres cuartas partes alemanes, pero también franceses, italianos, españoles y hasta turcos).  Los pilotos de caza “españoles” (se elegirá la región de Valencia para la nueva red de escuelas) se irán agregando gradualmente a los escuadrones de la Luftwaffe a partir de junio de 1944 y se supone que en agosto ya cambiarían por completo la situación en los cielos de Europa (y de Asia y África…).

  Por otra parte, los franceses, cuyas ciudades se ven sometidas a constantes ataques aéreos casi tanto como las alemanas, quieren desarrollar sus propias Aviación y Marina, junto con el ejército colonial de mercenarios, siempre en la línea de sacrificar el mínimo número posible de reclutas, que es la principal exigencia de la sociedad francesa. Albert Speer conoce los planes de expansión de la industria aeronáutica del país vecino y conoce el entusiasmo de los jóvenes franceses que se adiestran para pilotar sus aviones. Por otra parte, los nuevos modelos de cazas Dewoitine están más o menos a la altura de los cazas aliados y no faltan en Francia buenos ingenieros para hacer las mejoras pertinentes, sobre todo si existe colaboración técnica con la Luftwaffe. Speer, que mantiene una buena sintonía con el ministro francés de industria, Bichelonne, cree que los franceses no tendrán problema en alcanzar e incluso superar la cifra de fabricación de mil aviones mensuales en el verano de 1944, aunque eso sea más de los que producían en junio de 1940 (unos seiscientos). El incremento del poder aéreo francés no inquieta a Hitler: la menor desobediencia francesa a la estrategia conjunta del Eje se castigará de inmediato con restricciones en el suministro de petróleo; y si hace falta invadir Francia, puesto que los franceses solo cuentan con un ejército de treinta divisiones en defensa costera, españoles, italianos y alemanes no tendrán ningún problema. Petain, Darlan y Laval saben perfectamente lo que arriesgan si echan a perder su oportunidad de reconstruir el prestigio de Francia dentro de una Europa dominada por Alemania.

  De los italianos, cuyos diseños aeronáuticos han mejorado en cooperación con Alemania, se espera que también se acerquen a la cifra de mil aviones fabricados al mes. Lo cual sumado a lo que puedan producir España, Hungría o Rumanía, daría el total de seis mil o incluso siete mil aviones al mes para, al menos, junio de 1944.

  Sin embargo, las cifras de producción aliada en agosto de 1943, según se informan los alemanes, rondan ya los diez mil aviones al mes (en realidad, es mayor), aunque por lo menos dos o tres mil deben dedicarse a la lucha contra Japón.

  Un cálculo realista de Milch considera que para el verano de 1944, los aliados, si siguen luchando, pueden poner en el aire, al máximo de su capacidad, hasta más de doce mil aviones al mes contra Alemania (y otros tres mil, al menos, en la lucha contra Japón). Milch considera que si Alemania, Francia e Italia alcanzan los siete mil, de buena calidad y con buenos pilotos, ya sería suficiente para una estrategia defensiva eficaz. Es por eso que se piensa que lograrían, al menos, volver a la situación del verano de 1942. Entonces los británicos hicieron el gran bombardeo de Colonia, pero no fue tan destructivo como el de Hamburgo que tendría lugar un año más tarde.… De hecho, las pérdidas británicas en esas misiones de bombardeo hacen pensar que, aparte del efecto moral, no debieron de valer la pena desde el punto de vista estratégico.

  Los dirigentes alemanes esperan contar con dos posibles ventajas para 1944. Una, sería la del avión a reacción, el Me-262: se trata de un proyecto también costoso en combustible, pero que Speer y Milch consideran que pueden permitirse, contando sobre todo porque en 1944 habrá más yacimientos de petróleo en producción. La otra ventaja son las bombas volantes, que estarán listas también para el verano de 1944

  El caza a reacción alemán Me-262, listo ya a mediados de 1943, a la espera de la orden de su producción masiva para entrar en combate el año siguiente

  La cuestión de la fabricación de más aviones es contemplada por Hitler y Speer en el contexto de la expansión económica del Eje, con todo su esfuerzo centrado en el liderazgo alemán y la explotación de los recursos naturales conquistados en el verano de 1942.

  Aunque Hitler es lo suficientemente inteligente para no sobrevalorar el trabajo de Speer y es consciente de cierta desorganización del esfuerzo económico, sabe que los progresos son reales y que, puesto que el verano de 1944 será el momento crítico de la guerra dada la proximidad de las elecciones presidenciales norteamericanas (7 de noviembre de 1944, fecha inamovible), los planes realizados en agosto de 1943 pueden llevar al éxito con bastante seguridad. Y aunque sigue existiendo la posibilidad de ganar la guerra a finales de 1943 si Rommel arrasa con los angloamericanos en el Golfo Pérsico, cuenta ya con la experiencia pasada que aconseja prudencia y realizar planes a largo plazo. Los factores económicos son fundamentales. Al fin y al cabo, cuando decidió a primeros de 1942 que la ofensiva en Rusia se centraría en el Mar Negro, ya era porque consideraba la consecución de objetivos económicos a medio y largo plazo.

  El primer factor económico de todos, el más primario per se, es la alimentación.

  La situación alimentaria en el verano de 1943 es incluso un poco peor que la del verano de 1942, que ya era mala, pero todo indica que mejorará para el verano de 1944. El promedio de abastecimiento calórico de los alemanes en el verano de 1943 es de 1800 calorías, habiendo sido de 1900 el verano anterior (2400, el promedio de tiempos de paz… que permite incluso los excesos de la obesidad). Se trata de una cifra que marca el límite del racionamiento, pero aún es suficiente para mantener la producción industrial (rendimiento de los obreros) y para mantener la alimentación de los soldados (capacidad de combate). Hitler, como todos los alemanes, está obsesionado con el hundimiento de la moral alemana a finales de la guerra anterior, muy relacionada con el desastre alimentario. Sabe, sin embargo, que con 1800 calorías diarias se puede aguantar… siempre y cuando no dejen de llegar noticias victoriosas del frente para mantener alta la moral. Y de victorias el Eje no anda escaso.

  Aumentar la producción agrícola en Alemania depende de tres recursos esenciales: mano de obra, combustible y fertilizantes. El primer factor, decisivo para el desastre de la guerra anterior, quedará completamente cubierto para la cosecha de 1943: la salida de los prisioneros franceses al final de la cosecha de 1942 ha sido sobradamente compensada por la llegada de cientos de miles de obreros agrícolas de todo origen: eslavos, pero también norteafricanos, e incluso italianos, turcos y portugueses. El abastecimiento de combustible para la agricultura ha mejorado un poco, aunque las prioridades del frente no permiten grandes expectativas a este respecto. En cuanto a los fertilizantes, las necesidades de la industria de la producción de explosivos siguen bloqueando asimismo el abastecimiento de fertilizante artificial a los campos… pero se está recibiendo más fertilizante natural del norte de África. En suma, la cosecha de 1943 será suficiente, y la de 1944 será indudablemente mejor.

  Otra cuestión es la agricultura en los demás países de Europa.

  Francia está mejorando su agricultura con gran rapidez dadas las nuevas circunstancias políticas, pero se ven frenados por los mismos inconvenientes que los alemanes. Con todo, Hitler ha disminuido, bajo las nuevas circunstancias de alianza, el saqueo sistemático a Francia (lo sustituye con más saqueo al Este, donde la situación es también algo mejor por la estabilidad del frente). Al menos, las necesidades de personal del ejército francés apenas afectan al mercado laboral, al ser relativamente reducidas (solo treinta divisiones de reclutas, más dos divisiones de voluntarios en Rusia y los mercenarios del ejército colonial).

  Italia ha mejorado mucho también. De las veinte divisiones desmovilizadas en junio de 1942, al cerrarse el Mediterráneo y hacerse innecesaria la defensa costera, quince han sido disueltas y no reconstituidas (las otras han reemplazado a las fuerzas alemanas en Yugoslavia, donde la actividad partisana es cada vez menor), y, pese a las campañas de Rusia y África, Italia no va a necesitar más de cincuenta divisiones movilizadas. Eso permite disponer de más mano de obra para los trabajos agrícolas e industriales. En Italia, como en Francia, las buenas expectativas de explotación de recursos ganados en la guerra estimula la iniciativa económica.

  España, gracias a la nazificación de la agricultura (dura disciplina contra el mercado negro y el abandono de los campos) y a un poco de saqueo en Portugal, requiere ya menos importaciones de alimentos. Su gran nivel de desempleo y subempleo ha permitido mantener un ejército de novecientos mil hombres (cincuenta divisiones,… tantas como Italia, aunque Italia requiere más hombres en su Aviación y su gran Marina) y todavía enviar obreros especializados a Alemania sin que falte mano de obra agrícola. Al haberse anexionado Portugal, la población española supera ya los treinta millones de habitantes.

   De las demás naciones, algunas son muy productivas a nivel agrícola, como Dinamarca y Rumanía. Otras son deficitarias, como Egipto.

  En las tierras conquistadas al Este, la cosecha de 1943 se espera que sea relativamente buena: los campesinos eslavos disponen ya de ciertas expectativas de estabilidad y la acción partisana ha disminuido.

  El siguiente factor económico, después de la agricultura, es la capacidad de la industria pesada. Los bombardeos británicos sobre el Ruhr han supuesto un grave problema y han retrasado la expansión industrial, pero las fábricas se reconstruyen y Speer ha aceptado el traslado hacia el Mediterráneo del mayor número de industrias posible. La mejora de la situación militar también ha permitido sacar algunos obreros especializados del frente. En los pueblos míseros del Mediterráneo no falta mano de obra no especializada, y de los prisioneros soviéticos se obtienen buenos trabajadores, siempre y cuando se les pueda alimentar.

   Las naciones del Mediterráneo contribuyen lo que pueden. En España, Francia e Italia se fabrican buques mercantes que permitirán transportar las materias primas por el Mediterráneo. Hitler también quiere que los medios aéreos, navales y terrestres para el transporte militar que estén disponibles para la primavera-verano de 1944 sean suficientes para las grandes campañas de conquista continental que están por venir. Por ello se expanden las fábricas de Torino o Barcelona, para que puedan producir cientos de camiones diarios, así como aviones y planeadores de transporte.

  Finalmente, queda el sector de las materias primas.

  Con la conquista de Grozni en el verano de 1943, se espera que para primavera-verano de 1944 el Eje disponga ya de suficiente petróleo para mover todos los vehículos (es decir, combustible para los medios de transporte que se espera fabricar para entonces). Se trata de conquistar toda África (el botín colonial que ansían españoles, italianos y franceses), liberar a los pueblos musulmanes de Asia Central y permitir una expansión mayor de la agricultura y la industria. Para cuando Grozni esté en plena explotación, comenzará a rendir la producción de crudo de Bakú, cuya capacidad es prácticamente infinita y que cuenta con un oleoducto que llega hasta el Mar Negro (por supuesto, habrá que reconstruirlo tras que los soviéticos lo destruyan al retirarse).

  En cuanto al carbón, la cuenca del Donbass ya producirá a finales de 1943 lo suficiente para cubrir el déficit europeo. Italia tendrá sus doce millones de toneladas anuales, España una o dos, y Francia otra decena. Sobrará para la industria de municiones recién puesta en marcha en el mismo Donbass y resto de necesidades locales (el Donbass, antes de la guerra, producía unos sesenta millones de toneladas de carbón al año…).

  Lo mismo se puede decir del resto de minerales estratégicos.

  Para cuando Hitler parte al Cáucaso para seguir la ofensiva "Zitadelle", se siente más o menos tranquilizado acerca de la capacidad de responder al gran poder industrial de sus enemigos angloamericanos. No se le escapa que siempre estará en inferioridad frente a ellos en lo económico y, por tanto, también lo estará en el factor militar aeronaval, pero eso lo compensará de sobra con la superioridad en el frente militar terrestre.

  Y esto plantea una nueva exigencia, ¿debe continuar la movilización de tropas? El año 1942 acabó con casi un millón de bajas "irrecuperables" en las fuerzas armadas alemanas: unos seiscientos mil muertos y desaparecidos en combate (la inmensa mayoría en el frente ruso) a los que se suma la mitad de esa cifra en heridos que han quedado inválidos. Pero los nuevos reclutas de 1943 (chicos que han cumplido 18 años y están en condiciones físicas para entrar en el Ejército) son solo seiscientos mil. Al acabar la batalla de Stalingrado, en febrero de 1943, las reservas (hombres en edad militar aún no movilizados pero movilizables) se limitaban a setecientos mil, lo que quiere decir que a fin de año ya casi no quedarían más si, como es seguro, las bajas en 1943 van a ser aproximadamente las mismas (¡o más!) que el año anterior. A regañadientes, pues sabe el efecto negativo que tendría en la economía y, sobre todo, en la moral pública, Hitler acepta que otro 5% de la población masculina pase a formar parte de las "reservas". A primeros de 1943, el 43% de los varones alemanes entre dieciséis y cincuenta años había quedado exento del servicio militar (aunque los alemanes no lo saben con exactitud, los soviéticos apenas han dejado exentos al 27% desde el inicio de la guerra). Ahora, en dos fases, se rebajará esa cifra al 38%. De esa forma, para finales de 1943 habrá quinientos mil soldados más y otros quinientos mil más en el verano de 1944. Los nuevos reclutas (antes exentos) de 1943 comienzan a recibir instrucción a finales del verano.

Ooo

  Los errores económicos cometidos por el Tercer Reich durante la guerra han sido objeto de importantes análisis por parte de los historiadores que han venido después.

  En general, todos coinciden en que el régimen nazi fue ineficaz a la hora de explotar los recursos económicos de los que disponía. ¿Esto quiere decir que perdieron la guerra por esa causa? Evidentemente no. Ineficaces o no, el Reich sí contaba con suficientes recursos para ganar la guerra mundial… sobre todo si consideramos bajo qué limitaciones hicieron uso sus enemigos angloamericanos de la enorme capacidad económica de la que disponían.

  Sacar la conclusión de que Hitler perdió su guerra porque un régimen totalitario es más ineficaz económicamente que las democracias es cometer un error tremendo. Por muy bien equipados que estuvieran los soldados angloamericanos, eso no los salvaba de la mayor eficiencia táctica del enemigo alemán. Y menos todavía del hecho evidente de que Hitler podía movilizar a su servicio no solo a los alemanes, sino también a otros regímenes totalitarios satélites. Incluso Italia tuvo su papel: ¿hubiera podido Rommel tener a raya durante dos años a la flor y nata del ejército británico solo con tres divisiones y sufriendo solo cinco mil muertos sin la contribución italiana?

  Ni política ni social ni económicamente, tal como se demuestra en este relato, hubiera sido inviable que más naciones luchasen del lado del Eje: era perfectamente factible que hubiese botín para todos en el marco de la vorágine depredadora de los totalitarismos fascistas de la época: España, los países árabes, el colonialismo francés...… Aunque nunca hubieran estado tan bien equipados como los angloamericanos, la suma de divisiones de infantería eficaces bajo la hábil dirección estratégica de los generales alemanes hubiera abrumado a los angloamericanos tanto como los alemanes se vieron frenados en su invasión de la URSS por el sacrificio de cientos de divisiones formadas por desesperados patriotas rusos. 

  Y sin embargo las cuentas de la batalla de desgaste demuestran que hasta Stalingrado los rusos perdían seis hombres por cada alemán, de modo que su esfuerzo no hubiera podido seguir siendo sostenible. Las cuentas con respecto a los angloamericanos demuestran también que nunca hubieran podido movilizar más de cincuenta divisiones en el frente a finales de 1943 (en realidad, solo pusieron veinte en la línea del frente por esa fecha) ni ochenta en el verano de 1944: no hubieran podido ganar, por mucha eficiencia económica que pudiesen desarrollar, enfrentándose a los alemanes auxiliados por una marabunta de fusileros marroquíes, italianos, españoles, egipcios, turcos y mercenarios a sueldo de Francia.

  Sólo en el poder aéreo la fortaleza económica hubiera mostrado mejores perspectivas para los aliados angloamericanos, sin que, al menos durante 1943, se percibiera en esta historia alternativa gran diferencia con respecto a lo sucedido en la realidad. En la realidad, ya a primeros de 1942 los británicos decidieron poner en marcha los tremendos bombardeos del terror contra Alemania. No tenían otra opción porque, aunque era factible fabricar miles de aviones con el esfuerzo industrial tanto como fabricar miles de tanques y barcos para transportarlos…, ¿quién lucharía contra Rommel?, ¿de dónde saldrían los hombres dispuestos a sacrificarse de la forma atroz en que lo hacían rusos y alemanes? En ningún caso el pueblo británico hubiera aceptado de nuevo una carnicería como la de 1914-1918 para sostener el Imperio Británico en exóticas tierras (o por defender la libertad en el mundo...). Por eso era mucho más viable formar pilotos, todos voluntarios. Morirían muchos a lo largo de toda la guerra, más de cincuenta mil,… pero eso siguió siendo poco comparado con la “"factura del carnicero" de las batallas de infantería de la guerra anterior. 

  Tanto más en esta historia alternativa hubieran debido volcarse los británicos en la guerra aérea, su única fuente de victorias. Arrasar Hamburgo no logró echar abajo la moral alemana, pero fue eficaz al destruir la actividad económica de la ciudad durante bastante tiempo y, sobre todo, forzó a los alemanes a detraer recursos del frente del Este para defender sus ciudades: cañones antiaéreos, cazas, munición, esfuerzo industrial...…

  En la realidad, la respuesta alemana a la destrucción de Hamburgo particularmente (y, en general, a la gran campaña de bombardeos masivos sobre los centros industriales del Ruhr a partir de febrero de 1943) no pudo ser eficaz porque faltaban recursos económicos suficientes y porque Hitler, frustrado por la falta de victorias en los frentes terrestres (desastres de Stalingrado y Túnez), prefirió poner en marcha bombardeos de represalia contra Inglaterra (estratégicamente desastrosos para la Luftwaffe) y no impulsar la defensa basada en cazas. En esta historia alternativa podemos ver que, con las conquistas del Mar Negro y las circunstancias derivadas del cierre del Mediterráneo, los alemanes estarían en mejores condiciones para afrontar el formidable reto. Entre otras cosas, Hitler no se ve tan acuciado por elegir entre opciones contrapuestas (tanques o aviones, cazas o bombarderos) porque sabe que cuenta con recursos para desarrollar todas las opciones, cuando menos a medio plazo. Y, sobre todo, tendrá victorias que ofrecer a su opinión pública.

  Por lo que se sabe, ningún bombardeo masivo de una ciudad europea mató más gente que el bombardeo de Hamburgo en julio de 1943 (ni siquiera el horrible bombardeo de Dresde que tuvo lugar en febrero de 1945). El hecho es que en el macabro éxito de la operación británica incidieron una serie de circunstancias fatales, aparte de la gran potencia desarrollada por las formaciones aéreas. El alto mando británico quiso repetir aquel éxito contra Berlín a finales del año 1943 y llegaron incluso a pensar que podían ganar la guerra con esta acción. Los sucesivos ataques contra Berlín fracasaron. Provocaron gran destrucción pero las pérdidas de los atacantes fueron tan altas que hubieron de desistir.

  No fue hasta las semanas previas al desembarco en Normandía que por fin la aviación aliada doblegó a la defensa del Reich.

  En el momento del desastre de Hamburgo, julio de 1943, los alemanes fabricaban un promedio de 2.500 aviones mensuales. En junio de 1944, cuando ya la supremacía aérea aliada era absoluta, aún fabricaban 3.000. Los aliados (Estados Unidos, Unión Soviética e Imperio Británico) fabricaban por entonces unos 18.000 mensuales. Incluso si 3.000 de ellos eran necesarios para la lucha contra Japón, se trataba de una supremacía de cinco a uno. Además, los aviones alemanes eran de inferior calidad y los pilotos alemanes no estaban lo suficientemente entrenados. También para 1944 los aliados utilizaron en masa los excelentes cazas Mustang (diseño americano y motor británico), mientras que los alemanes no pudieron poner en liza a tiempo los nuevos cazas a reacción.

  Tras el bombardeo de Hamburgo, ¿los alemanes podían haber hecho algo para evitar la catástrofe definitiva en los cielos? Considerando las circunstancias bélicas del momento, las constantes derrotas, el abandono de los antiguos aliados del Eje, la escasez de combustible y de otras materias primas, y la destrucción creada en la industria por los bombardeos mismos… no parece posible.

  Sin embargo, vemos que en esta historia alternativa es perfectamente realista que las circunstancias cambien. Con más combustible, más mano de obra, más materias primas, más moral, mejor alimentación para los obreros y la posibilidad de alejar algunas fábricas del radio de acción de los bombarderos enemigos, parece bastante conservador subir la cifra de “3.000 aviones alemanes producidos mensualmente” a “4.000”. Y, en cuanto a las industrias francesa e italiana, es razonable también hacer que alcancen aproximadamente la cifra de mil aviones (un poco más los franceses) si tenemos en cuenta su capacidad de producción en 1940 y que también se beneficiarían de las ventajas económicas de Alemania. En el verano de 1940 los franceses fabricaban más de 600 aviones de combate al mes, lo que equivalía a la producción alemana de entonces. La producción italiana era aproximadamente la mitad. Una estimación razonable daría para junio de 1944 4.000 aviones alemanes, 1.000 italianos, 1.500 franceses y 500 de otras naciones (sumando España, Hungría, Rumanía). Ha de tenerse en cuenta que los aviones se fabricaban ensamblando componentes, y todas las naciones del Eje (y estados neutrales como Suecia o Suiza) podían cooperar tanto en la fabricación de componentes como en la directa instalación de fábricas alemanas en emplazamientos alejados de los objetivos de los bombardeos aliados.

   También estas ventajas repercuten, como hemos visto, en dar más tiempo para entrenar mejor a los pilotos. De ese modo, la proporción de ventaja aérea aliada en 1944 de cinco a uno pasa, si acaso, a de tres a uno, es decir, una situación similar a la de 1942. Y a esto se ha de sumar la acción de los Messerschmidt 262 a reacción y las bombas volantes a partir de junio de 1944. Los aliados sabrán, además, que los rusos van a encontrarse al borde del colapso, y la eliminación del aliado soviético disminuirá la producción conjunta de aviones aliados en 3.000 aviones mensuales menos de golpe...