determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 30 de septiembre de 2014

39. Mc Arthur, candidato

    En marzo de 1944 el general Mc Arthur está informado de los planes del Presidente Roosevelt de llegar a un acuerdo con los nazis a fin de terminar la guerra. El general, por su parte, también tiene claro que a los alemanes no se les puede ganar en la lucha terrestre. Primero se pierde Jerusalén, después se pierde Bagdad y después Teherán. Bastante suerte hay con que se haya podido resistir en torno al Golfo Pérsico, pero los alemanes, en la medida en que la logística se lo permita, van a adentrarse de todas maneras en el mayor continente del mundo, hacia la India y Asia Central dejando a los americanos, en el mejor de los casos, arrinconados en su posición en torno al Golfo (Mc Arthur es de los que opinan que harían mejor en evacuar el reducto y combatir en un frente más prometedor). Es una vergüenza, y él no puede estar allí para cambiarlo. Y sin duda este avance alemán hacia Oriente puede suponer problemas a la hora de derrotar a Japón.

  Mejor que nadie sabe el general que la derrota de Japón va a ser imprescindible para sostener la moral nacional norteamericana.

  A nivel estratégico, le han informado del plan de la “conexión ártica” propuesto por Stalin y lo ha desaprobado por completo: no se puede lanzar las divisiones de infantería americana tan cerca de Japón, tan pronto. Es un disparate, y más aún si se confía en la cooperación directa de los soviéticos.



   Para Mc Arthur, la estrategia correcta es avanzar bajo la protección del poder aeronaval, de isla en isla, desde el centro hasta el oeste del Pacífico, destruir el poder aeronaval japonés durante el avance, ocupar Filipinas y Formosa, enlazar con los chinos por la costa, y solo después arrasar las defensas costeras del enemigo (gracias a una abrumadora superioridad aérea) en el mismo archipiélago japonés. Entonces se podría desembarcar y destruir Japón totalmente, igual que se destruye un nido de alimañas.

  Por etapas, Mc Arthur, de acuerdo con el almirante Nimitz (y con el máximo responsable de la Marina norteamericana, el almirante King), prevé la conquista de las islas Marianas en junio de 1944. Para esas fechas ya se habrá liquidado la principal resistencia japonesa al sur de Filipinas, en la Melanesia (Nueva Guinea, Nueva Bretaña, Nueva Irlanda, las Solomon...) y en el Pacífico Central (islas Gilbert y Marshall). Desde las Marianas, en el centro-oeste del Pacífico, se desencadenará el bombardeo directo sobre las islas del Japón, con mayor efectividad aún que los bombardeos británicos sobre las ciudades de Alemania. También desde las Marianas se preparará el desembarco en Filipinas y Formosa, no más tarde de octubre de 1944. Con esas victorias, el nuevo Presidente elegido en las elecciones del mes siguiente podrá afrontar la continuación del curso de la guerra con un amplio apoyo popular.


                Escenario geográfico de los planes norteamericanos de avance por el Pacífico.


  Y el nuevo Presidente será él, el general Douglas Mc Arthur.

  Si Roosevelt admite que Alemania no puede ser vencida, hará bien en buscar un acuerdo para la paz… pero estará también admitiendo su propio fracaso. Por el contrario, él, Mc Arthur, estará llevando al ejército norteamericano a la victoria. El pueblo le elegirá a él, al victorioso (ante los japoneses), y no a Roosevelt, el fracasado (ante los alemanes).

  Esta decisión ya está tomada (pero aún no hecha pública) cuando en abril de 1944 contacta con el general Mc Arthur el Vicepresidente Henry Wallace (los japoneses todavía no han declarado la guerra a Rusia). En la muy discreta entrevista que tiene lugar en San Diego, el Vicepresidente sondea si el general en jefe del Pacífico considera o no posible la victoria total sobre Japón. Mc Arthur no tiene ninguna duda, pero le explica al Vicepresidente por qué no quiere saber nada de la "conexión ártica" con los soviéticos que aún promueve Wallace: la línea de avance se hará por el Pacífico Central, de isla en isla, y no se enlazará con los soviéticos, sino con los chinos, desde Formosa.


  La isla de Formosa (hoy Taiwan). De la capital, Taipei, al puerto chino de Fuzhou hay 250 kilómetros  



  ¿Y Alemania?, le interroga el Vicepresidente, ¿cree que Hitler abandonará a los japoneses?, ¿es consciente el general Mc Arthur de que en el verano de 1944 los alemanes conquistarán Moscú y someterán a los rusos a vasallaje?: a partir de ese momento los alemanes podrán utilizar los ferrocarriles de Siberia para apoyar a Japón. Con suministros, con aviación y tal vez hasta con tropas. Los británicos están detectando aviones alemanes que, procedentes de sus bases en el "no beligerante" Afganistán, sobrevuelan el norte de la India, sin duda tanteando una ruta aérea directa de contacto con los japoneses a través del Tibet y China. Por otra parte, la noticia, llegada al mundo entero por los noticieros nazis a finales de enero, de la llegada del comandante japonés Fuchida a Berlin (¿por avión, por submarino?) hace pensar que la cooperación efectiva entre alemanes y japoneses es algo bastante serio y no solo anecdótico.

    Mc Arthur considera que si Alemania ayuda a Japón, entonces la guerra contra Alemania tendrá que seguir y que los alemanes perderán porque luchando tan lejos de Europa no podrán enfrentarse victoriosamente al poder norteamericano. Mc Arthur recuerda también al Vicepresidente que, en lugar de la imposible "conexión ártica" (que tendría que emprenderse, lo más tarde, en junio, de acuerdo con la difícil climatología), es mucho más viable la "conexión china", ya que desde Formosa, los norteamericanos podrán establecer un contacto directo con las tropas aliadas que comanda Chiang Kai Shek. Esto permitirá una cooperación eficiente entre chinos y norteamericanos capaz de enfrentarse a cualquier amenaza. El inmenso ejército chino contará con el apoyo y los suministros de Estados Unidos para luchar victoriosamente contra japoneses y -eventualmente- alemanes. Sin embargo, los japoneses cuentan con algunos enclaves en la costa china próxima a Formosa, de modo que establecerse en ella exigiría una operación militar importante.

  Wallace interpreta esto como que el general Mc Arthur se opone a la paz con los nazis, pero, en realidad, el general del ejército de tierra en el Pacífico ha sido lo suficientemente astuto para no hacerle ver también que, en su opinión, para organizar un ejército norteamericano en China a gran escala habría que evacuar todos los demás frentes, incluido el enorme, costoso e inoperante reducto del Golfo Pérsico.

   Inmediatamente después, los almirantes Nimitz y King expresan confidencialmente opiniones parecidas al Vicepresidente, pero con el importante matiz de que ellos sí aceptan la paz con los nazis: la negociación con Alemania tendría que estar supeditada a la derrota total de Japón, lo que quiere decir rendición incondicional y ocupación del territorio japonés.  Los dos altos jefes de la Marina suponen que Hitler pactará con Estados Unidos la derrota de Japón a cambio de la derrota de Rusia. Este cálculo a Wallace le parece ingenuo: los alemanes nunca abandonarán a los japoneses, los necesitan para mantener tanto el cordón sanitario en torno a la Rusia derrotada como para mantener una permanente amenaza contra los Estados Unidos en la tensa posguerra que se espera. En cualquier caso, ni Nimitz ni King apoyan tampoco la "conexión ártica". Sí les parece buena la idea de atacar Formosa. De hecho, a Nimitz y a King les parece inútil la ofensiva contra Filipinas (iniciativa que sí defiende Mac Arthur). Pero todos están de acuerdo en que primero hay que ocupar las islas Marianas.

   En mayo, el Vicepresidente se enfrentará al Presidente argumentándole que los altos jefes de la guerra del Pacífico no aceptarán la paz con Alemania. Henry Wallace supone que cuando los jefes del Pacífico se den cuenta de que Hitler no va a abandonar a los japoneses, entonces defenderán que continúe la guerra también contra Alemania; no lo harán por las convicciones políticas ni morales propias del antinazismo, sino por la obcecación en que Japón no debe escapar a la derrota total. El que el 17 de abril los japoneses ataquen Rusia hace ver a todo el mundo que existe un acuerdo efectivo entre japoneses y alemanes.

  El 16 de mayo se hace pública, por los soviéticos, la existencia de un proyecto de "arma secreta" que en cuestión de meses dará inevitablemente la victoria a los aliados. No se especifica quién ni dónde la está construyendo (solo se menciona a "los aliados"...) En los días siguientes este tema irá repercutiendo una y otra vez en el debate público en Estados Unidos, ya marcadamente preelectoral... Los responsables del ultrasecreto "Proyecto Manhattan" se llevan las manos a la cabeza: al divulgarse la existencia del plan para construir este arma definitiva se corre el riesgo de que los nazis se adelanten en el desarrollo de la misma tecnología.

   A finales de mayo, es Roosevelt el que se reúne con Mc Arthur en Hawai. El Presidente ha viajado hasta el centro del Pacífico para mostrar al pueblo norteamericano que el enemigo de Estados Unidos es sobre todo Japón, y que él apoya la guerra contra Japón hasta las últimas consecuencias. En privado exige a los jefes del Pacífico que se posicionen. Y le importa sobre todo la actitud del general en jefe del Ejército de Tierra en el sector.

  Mc Arthur ya ha decidido presentarse como candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano, algo que se rumorea desde hace meses, con el apoyo, entre otros, del senador aislacionista Arthur Vanderberg (al que ya planea situar como candidato a la vicepresidencia). Le deja ver al Presidente que no hay mayor garantía de su acometividad que sus propias aspiraciones políticas. Le dice a Roosevelt que a Japón se le ganará, tanto si Alemania lo quiere como si no.
                                   
                                                                                                      
                                                                                                        El general Douglas Mc Arthur y el senador Arthur H. Vanderberg

  ¿Aprueba Mc Arthur la negociación con Alemania? Sí, responde el general, porque ya es tarde para ganar a Alemania, y los recursos que se están empleando en la lucha contra Alemania permitirán ganar la guerra contra Japón cuanto antes. Esto no es lo que le dijo semanas antes al Vicepresidente Wallace.

  Y Mc Arthur añade: teniendo en cuenta esta posibilidad (una paz con Alemania que permita incrementar el esfuerzo contra Japón), y si el plan original es invadir Filipinas en octubre, ¿por qué no invadir también Formosa? Para eso bastaría con detraer solo algunos recursos de los muchos que se están desperdiciando en el inútil (y enorme) reducto aliado en el Golfo Pérsico que comanda Eisenhower. El general del frente del Pacífico está por completo persuadido de que deben abandonarse todos los frentes periféricos. Al fin y al cabo, el frente del Golfo Pérsico se creó sobre todo para salvaguardar las comunicaciones aliadas con los soviéticos, pero con la toma de Teherán en febrero los alemanes han cortado estas comunicaciones y arrinconado a las fuerzas angloamericanas en el Golfo, mientras que a los nazis y sus aliados les queda libre el camino hacia la India y Asia Central (con la guerra civil india en marcha y la llegada del verano, los transportes aéreos nazis hasta Japón haciendo escala en el Tibet dejan de ser anecdóticos). Las más de cuarenta divisiones aliadas en la zona del Golfo solo sirven para entretener a unas veinte divisiones alemanas (lo demás son árabes, persas y turcos).

  Entonces el Presidente plantea al general la misma cuestión que un mes antes le ha planteado el Vicepresidente Henry Wallace: ¿y si Alemania vence a Rusia, y Rusia, sometida, cede a los alemanes sus vías de comunicaciones que llegan hasta Siberia Oriental? Entonces la Luftwaffe, como mínimo, podría salvaguardar Japón.

  Ésta es la clave, y  Mc Arthur comprende que Wallace se aferre a este argumento para exigir que continúe la guerra contra los nazis. ¡Incluso apelando a las armas secretas! A esto, la respuesta de Mc Arthur al Presidente es la misma que le dio al Vicepresidente: ha de invadirse Formosa y desde allí enlazar con los chinos en el continente... pero para que esto pueda hacerse a tiempo hay que comenzar a abandonar ya el Golfo Pérsico. Pactando o no con los nazis.

  Los chinos, por su parte -opina el general-, pueden movilizar millones de soldados (la población total del país es de cuatrocientos millones) y los chinos odian a los japoneses. Un gran ejército chino-norteamericano avanzará por la costa hacia el norte, ocupando la totalidad de la costa oriental del Pacífico, hasta Siberia. Así, los nazis no tendrán su conexión con los japoneses y Japón quedará completamente rodeado. Sería como la "conexión ártica" pero comenzando por el sur y no por el norte, y apoyando a los chinos y no a los rusos. Además, según explica Mc Arthur, el peligro de que los alemanes conviertan a Rusia en una nación vasalla no solo supone salvar a Japón del destino que merece, sino también supone una amenaza directa para Norteamérica: los alemanes pueden situarse en el mismo estrecho de Bering...

  La isla de Formosa está más próxima a la costa china que Filipinas (aunque también está más cerca de Japón que Filipinas), de ahí la importancia de su conquista... pero eso solo podría hacerse detrayendo los recursos que ahora se desperdician en los frentes periféricos del Golfo Pérsico y África (en ningún momento, sin embargo, se le ocurre decir a Mc Arthur que se evite Filipinas por tomar Formosa, como piden Nimitz y King: Mc Arthur quiere ambos objetivos para el mes de octubre).

  Mc Arthur supone que los alemanes no intentarán combatir a los americanos en un lugar tan alejado como China. Muy probablemente, Hitler aceptará la rendición incondicional de Japón y serán los americanos quienes ocupen Siberia Oriental (una especie de prolongación de Alaska... una seguridad para Alaska y el continente americano en su conjunto). De hecho, lo que plantea Mc Arthur es que en las negociaciones de paz con los alemanes (que todavía no han comenzado en serio), estos acepten la ocupación de Siberia Oriental por los chinos y estadounidenses sin necesidad de que americanos y alemanes lleguen a enfrentarse en tan lejanas tierras. (En el peor de los casos, siempre se podría consentir que los alemanes mismos ocupasen Siberia Oriental, aunque esto no sería lo más deseable, ya que, igualmente, el territorio que serviría como parte del "cordón sanitario" a Rusia serviría también como amenaza a Alaska...)

  Mc Arthur ya ha hecho un cálculo que le expone al Presidente: en junio se tomarán las islas Marianas, y en octubre, si se usan los recursos que ahora se están desperdiciando en los frentes periféricos, se desembarcará en Filipinas y también en Formosa. Esto bloqueará a Japón y alentará a los chinos a seguir luchando (a pesar de que la guerra civil india los ha dejado en el momento presente sin suministros aliados). Asimismo, el enlace China-Estados Unidos hará comprender a Hitler que en Extremo Oriente no está en condiciones de dictar sus leyes. A primeros de 1945 se desembarcará en China (algunos desembarcos de menor entidad podrían tener lugar incluso antes) y comenzará el rearme del ejército nacional del presidente Chiang-Kai-Shek: el millón de soldados japoneses de infantería en China y Siberia quedará copado por un ejército aliado de dos millones de soldados chinos y un millón de norteamericanos. El inmenso poder industrial norteamericano asegurará la supremacía. Estados Unidos acabará la guerra como potencia vencedora (junto con Alemania, pero esto Mc Arthur no lo menciona).

   En cuanto a la actitud de Hitler, es cierto que los japoneses han comenzado a cumplir su parte con el Eje al declarar la guerra a los rusos, pero la amenaza de que los americanos desembarquen en China disuadirá a los alemanes de intentar salvar a sus lejanos aliados de Extremo Oriente. A Hitler le tiene sin cuidado lo que suceda en el Pacífico y sin duda abandonará a los japoneses. ¿No es un hecho que el Führer no es famoso precisamente por cumplir sus tratos? Esto... en el supuesto de que haya ofrecido a Japón salvaguardarlos de la destrucción total a cambio de que hayan iniciado la guerra contra Rusia, algo que ninguna fuente de información asegura. También hay que tener en cuenta el factor racial: la ideología nazi no puede considerar un hermanamiento entre alemanes y asiáticos (japoneses).

  Este plan de Mc Arthur, a Roosevelt le parece también un imposible. Incluso aceptando el calendario optimista del general, las cuentas no salen: en junio las Marianas, bien, pero hasta octubre no se estaría en Filipinas. Para esas fechas los alemanes estarán ya en Siberia Oriental... o en Mongolia, si avanzan por Asia Central, cosa que parece que se están preparando para hacer (en abril ya han comenzado los combates del Grupo de Ejércitos del mariscal List en la frontera soviética de Asia Central con la Persia ocupada por los nazis). El Presidente no cree que los alemanes se retiren del Extremo Oriente por miedo al general Mc Arthur. Y tampoco cree que abandonen a los japoneses. No abandonaron a los italianos en 1941, a pesar de que entonces su prioridad era ganar la guerra en Rusia durante la primera ofensiva de verano. Por ayudar a los italianos Hitler retrasó la invasión de Rusia y prescindió en ésta de un cuerpo blindado alemán, de muchos aviones y de un general tan bueno como Rommel.

  Además, Roosevelt teme que Chiang-Kai-Shek esté ya a punto de rendirse a los japoneses. La guerra civil en la India amenaza con cortarle la ruta de los suministros, y todos los pueblos musulmanes de Asia Central van a abrirle el paso al ejército nazi-turco que se está preparando en Teherán. Cuando llegue el pleno verano, los enormes ejércitos alemanes del frente ruso atacarán hacia Moscú y entonces los rusos carecerán de medios para defender Asia Central al mismo tiempo. Incluso aunque Chiang y los rusos aguanten hasta el desembarco en Filipinas en octubre (y Formosa, entonces o un poco después), todavía los americanos estarán muy lejos de China y los alemanes ya habrán llegado por un camino u otro a Extremo Oriente para reforzar a los japoneses.

  Y, por encima de todo, el pueblo norteamericano está harto de guerra. ¿Enviar a Eisenhower y a las cincuenta o sesenta divisiones de los frentes periféricos a China, abandonando todo lo demás? Semejante operación aparte de enorme y casi impracticable desde el punto de vista logístico, desmoralizaría al país. ¿Es eso lo que Mc Arthur va a ofrecer en su campaña presidencial?, ¿luchar en China durante años contra los alemanes y japoneses, aliados? ¡Terrible perspectiva!, ¡enfrentarse a la ferocidad japonesa combinada con la eficiencia táctica alemana!

  En cualquier caso, Roosevelt se siente aliviado de que su futuro oponente político en las elecciones de noviembre esté de acuerdo, de momento, con las negociaciones de paz con los alemanes. Era el último obstáculo.

   Desde el punto de vista de Mc Arthur la guerra sigue ganándose. A finales de mayo se desembarca en Biak, en Nueva Guinea, cerrando todavía más el cerco al sur de Filipinas.

  De regreso a Washington, el Presidente sondea también a los responsables de la Marina. Constata que el jefe de la Marina, almirante King, en pleno acuerdo con el comandante del Pacífico, almirante Nimitz, desaprueba el proyecto de Mc Arthur de desembarcar prioritariamente en Filipinas. Están de acuerdo con la estrategia china, pero eso da preferencia a Formosa como objetivo. Además, el que los japoneses le hayan dado la independencia a los musulmanes del sur de Filipinas crea un nuevo y problemático enemigo local. Mc Arthur, por su parte, ha argumentado que la resistencia pro-aliada de los filipinos cristianos es mucho más importante y que estos están esperando ansiosos el retorno de los americanos. El secretario de Marina, Forrestal, también apoya el desembarco en Formosa. Todo esto supone otro problema para el Presidente, ¿debe destituir a Mc Arthur? Si lo hace, éste se volcará en las elecciones presidenciales y todo indica que sigue siendo el más popular de los generales norteamericanos.

   En el otro frente político, tras enfrentarse en privado a su Vicepresidente por el discurso de Wallace del 20 de mayo contrario a toda negociación con Alemania, Roosevelt ya ha diseñado su nuevo gabinete, con lo que ya tiene sus planes hechos para la crisis política formidable que aguarda antes de las convenciones de los partidos previa a las elecciones. La opinión pública está más a favor que nunca de la “Paz con Honor”, aunque la tensión ciudadana crece a raíz de la polémica surgida, y ése es el mayor peligro. A toda costa, Roosevelt ha dado instrucciones a los medios de comunicación de poner el mayor énfasis en las victorias sobre Japón y que hablen de la guerra contra Alemania lo menos posible, pero no todos los periódicos siguen su consejo. El "New York Times", por ejemplo, ha tomado ya el bando antinazi. Por otra parte, a primeros de junio no se puede ocultar la noticia de que los alemanes han logrado hacer aterrizar aviones de transporte en Tokio tras un espectacular vuelo a través del Tibet: muy pronto el frente alemán y el japonés van a quedar efectivamente unidos.

  El Presidente no sabe todavía cuándo desencadenar la crisis política en su ejecutivo. Espera también noticias de las islas Canarias y la arriesgada invasión que planean allí los nazis y los españoles. Vendría tan bien una victoria en este momento…

  Mc Arthur anuncia desde Hawai su candidatura a la presidencia el día 24 de junio. A pesar de que los rumores se habían extendido desde el mes de abril y que el general no lo había desmentido, la noticia es un bombazo y, para asombro del Presidente, tiene un inmediato efecto vigorizador en la opinión pública. Son muchos los que piensan que con Mc Arthur no pueden perder. El general es partidario de pactar con Hitler (aunque evita mencionar el asunto), pero también de la victoria total sobre Japón, si es preciso, con la ayuda de una alianza efectiva con China, y acusa a Roosevelt de que quiere no solo una paz negociada con los alemanes, sino que también se ha resignado a una paz negociada con Japón. Roosevelt niega esto último, aunque sabe que probablemente no podrá impedir la conexión efectiva entre alemanes y japoneses.

   La noticia de la candidatura de Mc Arthur viene bien para la moral (sobre todo para la de los chinos) porque dos días antes (22 de junio) Imphal, en la frontera este de la India, se ha rendido a los japoneses, lo que supone el fin del 14 ejército británico, cuyos restos (con muy pocos soldados europeos: solo las muy mermadas divisiones británicas 2 y 36 de infantería) comienzan a replegarse hacia el interior de la India que se halla en plena guerra civil, abandonando el frente de Birmania. En teoría, los japoneses ahora pueden invadir todo el subcontinente (no lo harán, limitándose a dejar que la guerra civil india se extienda, y favoreciendo a los musulmanes de Bengala contra los combatientes de la Unión India de Nehru y su Partido del Congreso, proaliado y prochino).

  A nivel estratégico, las dilaciones del mando aliado han podrido la situación: ya es tarde para evacuar el Golfo Pérsico. Al hacerlo se corre el riesgo de que Rommel se les eche encima durante la retirada y, además, exige el abandono de Adén, lo que conllevaría que la flota del Eje pudiera pasar del Mar Rojo al Índico. También es tarde para deponer a Mc Arthur. En realidad, ya no hay tiempo para casi nada, y Roosevelt no tiene más remedio que apoyar a Mc Arthur en su proyecto de desembarco en Filipinas. Formosa sería más conveniente para la "conexión china", pero lo realista es pensar que la guerra tiene que terminar en noviembre, con las elecciones... Así que Roosevelt ya sabe que la rendición incondicional de Japón tampoco va a ser posible.

      El 28 de junio, los alemanes comunican a los americanos y británicos que ofrecen cesar el lanzamiento de bombas volantes sobre Inglaterra si los británicos a su vez cesan sus ataques de bombardeo aéreo sobre objetivos civiles en Alemania y Francia (que continúan, aunque a menor escala debido a la mejora de la defensa aérea del Eje en Europa). Roosevelt está dispuesto a aceptar. Las bombas volantes hacen un efecto terrible en la opinión pública norteamericana puesto que llevan a que muchos piensen que los alemanes están más avanzados tecnológicamente. El anuncio del "arma secreta aliada", aunque disgustó tremendamente a Roosevelt, dio al menos algún rédito en este sentido (armas milagrosas), pero ahora la caída de las bombas automáticas sobre Londres (no una mera especulación, sino una realidad) crea el efecto contrario...

  Mientras tanto, Mc Arthur y el almirante Nimitz no descuidan el frente bélico. El 15 de junio han desembarcado ya en Saipán, en las Marianas, mientras la flota norteamericana espera el enfrentamiento decisivo contra la flota japonesa. Pero la flota japonesa, sorprendentemente, evita el Pacífico Central. A final de mes se la detectará en dirección al Índico, donde no actuaba desde hacía dos años: evidentemente, se concentran en aniquilar la India como enemigo. También cumplen otra función: Hitler quiere que se fuerce a la flota británica a desplazarse al Índico para facilitar la reconquista de las islas Canarias, cuya invasión está ya planificada para julio. La defensa del Océano Índico corresponde a los británicos, no a los americanos, de modo que se hace en efecto inevitable que una parte sustancial de la Royal Navy sea desplazada a ese escenario, debilitando la defensa de las Canarias. La flota británica ya salió a mediados de mayo, pues la información de Inteligencia y la grave situación en la India hacían temer una segunda incursión japonesa en el Índico (tras la de abril de 1942).

  A raíz de la cuestión de las bombas volantes, en el gabinete de Churchill estalla una crisis por el estilo de la que se vivió cuando Dunkerque, cuatro años atrás: los más intransigentes (los laboristas) no quieren ni oír hablar de un pacto con el enemigo para el cese de bombardeos sobre las ciudades alemanas; al fin y al cabo las bombas volantes no hacen daños realmente graves en Inglaterra, y el pueblo se acostumbrará a ellas y las soportará como soportó los bombardeos en 1940 y 1941. Si Hitler, por su parte, quiere que cesen los bombardeos sobre las ciudades alemanas (y eso que ahora no alcanzan el nivel de los ataques anteriores) es porque estos le hacen daño, y por eso debe insistirse en esta estrategia ofensiva.

  Desde América, Wallace y los antinazis alientan a Churchill para que resista la presión: ellos están a punto de desencadenar la crisis en el gabinete de Roosevelt. Es ahora cuando hay que actuar claramente, aceptando que, dentro de regímenes democráticos, la dirección de la guerra puede ser discutida.

  El 5 de julio, la flota japonesa, con su base principal ahora en Singapur, ataca bases aéreas británicas en Bengala y comienza a hundir todo buque mercante que aparece en la zona para forzar la retirada de los británicos del subcontinente y la derrota de los indios unionistas del Partido del Congreso. Churchill ha tenido que enviar tres portaaviones de escuadra más hacia el Índico (el “Illustrious”, el “Victorious” y el “Indomitable”) para enfrentarse a la flota enemiga (el almirante Nimitz no enviará nada de la flora norteamericana al Índico desde el Pacífico). Justo en ese momento el desembarco nazi en las Canarias es inminente.

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  La candidatura de un general en jefe a la presidencia de los Estados Unidos en plena guerra ya tuvo lugar en 1864, cuando el general Mc Clellan, anterior general en jefe del ejército de la Unión durante la guerra civil, se postuló como rival a Lincoln en las elecciones de aquel año, defendiendo un final negociado de la guerra. Para muchos, Mc Clellan fue un general incompetente pero muchos otros compartían la opinión de que la guerra era una sangría interminable que había de cesar. En cualquier caso, en las semanas previas a las elecciones el Ejército de la Unión consiguió tales éxitos que los electores finalmente prefirieron respaldar a Lincoln para un segundo mandato. Es cierto que Mc Clellan ya había sido destituido cuando concurrió a las elecciones y, por tanto, no tenía el mando de las tropas combatientes, pero en la realidad la candidatura de Mc Arthur (que fue muy seriamente ponderada) no se vio obstaculizada legalmente por el hecho de que el general del Pacífico siguiera en activo.

  En la realidad, Mc Arthur no obtuvo en las primarias del Partido Republicano los suficientes respaldos para la convención de finales de junio de 1944, de modo que el oponente a Roosevelt acabó siendo Thomas Dewey. Es interesante subrayar que la prensa norteamericana ya informó en abril de 1944 de que el general Mc Arthur se oponía a la dirección estratégica de la guerra que llevaba la administración Roosevelt, un buen ejemplo de libertad de expresión incluso en un asunto cuyas determinaciones exactas exigían altísimo secretismo. Sin embargo, no podemos dejar de tener en cuenta que la guerra entonces estaba ya siendo claramente ganada por los aliados, de modo que elegir a uno u otro candidato no era algo tan importante.

  A Mc Arthur se le criticó su insistencia en que el siguiente paso en la conquista del Pacífico después de las islas Marianas fuese Filipinas, cuando el objetivo estratégico más claro sería Formosa (Taiwan). En esta historia son ambos los objetivos a alcanzar, pero eso hubiera exigido también abandonar todos los otros costosos frentes periféricos que estarían consumiendo una ingente cantidad de tropas, suministros y medios de transporte.  Mc Arthur defendería apostarlo todo a la victoria en el Pacífico y abandonar a Hitler Europa, África y más de la mitad de Asia. Por lo demás, el encuentro en Hawai entre Roosevelt y Mc Arthur tuvo lugar en julio de 1944, y no en mayo, como figura en esta historia alternativa.

  Para los políticos norteamericanos conseguir victorias rotundas donde sea es muy importante por cuestión de prestigio, viéndose siempre muy coaccionados por las expectativas electorales. Pensemos en la invasión de Irak en 2003, promovida por los norteamericanos después del ataque terrorista del 11-S a pesar de que Irak no tenía nada que ver con los autores del ataque sobre suelo norteamericano. De forma parecida, la mejor manera de que los norteamericanos olvidaran, en esta historia, la claudicación ante Hitler sería conseguir una victoria aplastante contra Japón. Todos los sondeos de opinión de la época demuestran que los norteamericanos estaban mucho más motivados para luchar contra los japoneses que contra los alemanes.

  También los sondeos de opinión de la época muestran que se consideraba a Mc Arthur el mejor general norteamericano del momento, algo con lo que pocos historiadores actuales estarían de acuerdo. Por eso su candidatura para la presidencia habría sido muy probable en las circunstancias de esta historia alternativa.

  En cuanto a la estrategia china, ésta podía apoyarse en que, teóricamente, el ejército nacional chino de Chiang kai Shek contaba con más de dos millones de soldados que llevaban resistiendo a los japoneses desde 1937, sin contar a casi un millón de combatientes comunistas chinos en una zona más alejada del gran país (Yan´an, al noroeste). Una conexión directa con los chinos en el continente asiático, una vez vencidos los japoneses en Filipinas y Formosa, no sería impensable, aunque hubiera de conllevar una organización logística de enorme envergadura.  Con la India fuera del control aliado sería todavía más débil al no poder contar con los suministros que los norteamericanos les hacían llegar desde allí por avión. La conexión directa con los norteamericanos por la costa sur de China cambiaría esta situación. El plan de Mac Arthur en esta historia hubiera sido considerado viable.

martes, 23 de septiembre de 2014

38. La guerra se adentra en África



  La segunda guerra mundial llegó a África en junio de 1940, al declarar Italia la guerra a Francia y Gran Bretaña. Los italianos, sin embargo, no aprovecharon la coyuntura para descargar un primer golpe efectivo contra las posesiones británicas en el Mediterráneo (Francia pidió la paz pocos días después), a pesar de que tuvieron meses para prepararlo mientras aún permanecían neutrales. En junio de 1940, al incorporarse a la guerra, los italianos desperdiciaron la ocasión de tomar Malta en un rápido golpe de mano y para diciembre de 1940 apenas habían avanzado unos cientos de kilómetros dentro del desierto egipcio desde sus bases en la colonia de Libia. Entonces los británicos desencadenaron un hábil contraataque que reconquistó en poco tiempo el territorio perdido y les permitió entrar en Libia. Todo un ejército italiano (el Décimo) fue destruido, haciéndose decenas de miles de prisioneros y ocupando los británicos toda la región oriental de Libia (Cirenaica). Después de algunas dudas, Hitler decidió enviar ayuda limitada a los italianos, pero solo con el fin de evitar su total expulsión del norte de África.

  El brillante avance de Rommel permitió recuperar casi toda Libia (excepto la fortaleza portuaria de Tobruk, que resistía gracias al apoyo de la Marina británica) pero mientras tanto los británicos aniquilaban otro ejército italiano en África Oriental, haciéndoles perder la colonia de Etiopía, de modo que hacia mayo de 1941 el emperador etíope Haile Selassie recuperaba su trono. Se perdían también la Eritrea y Somalia italianas.

  La situación permanece en un relativo impasse en el norte de África hasta que en junio de 1942, Rommel, que por fin ha recibido los medios suficientes para ello, lleva a cabo su espectacular conquista de Egipto, avanzando mil kilómetros desde el desierto libio hasta el canal de Suez. Inmediatamente después se produce la entrada de España en la guerra, cerrándose el Mediterráneo y arrastrándose a Francia a pactar con Alemania, de modo que todo el norte de África, desde Marruecos a Egipto, queda bajo control de las naciones del Eje.



    Tras la conquista de Egipto, los italianos comienzan a remontar el Nilo con el fin de reconquistar África Oriental, donde Hitler ha prometido a los italianos que incluso podrán acrecentar su Imperio africano. En las conferencias de Florencia primero (julio 1942) y Barcelona después (diciembre 1942), Hitler se compromete a recompensar a sus aliados meridionales (España, Francia e Italia) con territorios africanos arrebatados principalmente a los británicos.


  El plan nazi de reparto de África según esta historia alternativa. En rojo, posesiones francesas, en azul, las posesiones españolas, en amarillo, las posesiones italianas, en gris las posesiones alemanas. En verde, los nuevos estados árabes independientes del norte de África. Las posesiones belgas (Valonia) y la República Sudafricana figuran en violeta y naranja, respectivamente.


  Estas recompensas también resultan ser compensaciones para que España, Italia y Francia acepten la independencia de las naciones árabes del norte de África, en el contexto de la muy pragmática política nazi promusulmana. Así, Marruecos se convierte en estado independiente, cesando el protectorado español y francés, y lo mismo sucede con Túnez. Italia se compromete a que Libia y el norte del Sudán se confederen con la monarquía egipcia. Argelia, departamento francés, no se menciona abiertamente en los tratados, pero Hitler ya ha prometido a los nacionalistas musulmanes argelinos que hará que se vayan los franceses al final de la guerra (los franceses recibirán la rica Rhodesia del Sur como territorio para reinstalar a su millón de ciudadanos de origen europeo de Argelia... caso de que no sea viable la partición del territorio entre estos y los de origen norteafricano o bien que tampoco sea viable que puedan permanecer en una república musulmana).



  Durante 1943 los enfrentamientos entre los aliados y las fuerzas del Eje se desarrollarán en el sur de Marruecos y el Alto Nilo, con poca trascendencia estratégica. Los alemanes movilizan apenas una decena de divisiones en apoyo de las otras fuerzas del Eje (españoles, italianos, egipcios y marroquíes). La falta de apoyo aéreo limita mucho la capacidad ofensiva del Eje en este sector.

  Es después de la victoria (incompleta) de Rommel en el Golfo Pérsico, con la toma de Bagdad y la destrucción del 9 ejército británico a primeros de diciembre de 1943, cuando el mando aliado considera peligroso el frente africano. Sin embargo, las ofensivas de los del Eje han supuesto ya la derivación de recursos aliados valiosos hacia unos frentes muy periféricos y de poca importancia estratégica. Estos recursos no han sido solo tropas, sino también armas, vehículos, alimentos y el costoso transporte naval (más los recursos de ingeniería para adaptar los puertos, carreteras y ferrocarriles de la subdesarrollada África a un tráfico muy intenso).  Las cosas van todavía a peor para los aliados cuando, a finales de 1943, todo indica que los alemanes están aprovechando sus propios y nuevos recursos económicos conquistados un año antes para relanzar su industria, y por ello cuentan ahora con más camiones, más combustible y más armas para dotar a las unidades no-alemanas. Ahora serán ellos, los del Eje, los que podrán incrementar su esfuerzo en los frentes africanos periféricos y detraer así recursos aliados que son estratégicamente más valiosos en otra parte...

  Para el mando aliado en este momento de la guerra -finales de 1943 y comienzos de 1944- la mayor amenaza en África es el ejército colonial francés. Partiendo de las fuerzas coloniales con las que contaban los franceses en el momento del cierre del Mediterráneo (unos doscientos mil hombres, muchos de los cuales, marroquíes, pasan ahora al ejército del Marruecos independiente), desde entonces los ambiciosos militares franceses han comenzado una cuidadosa reorganización. Puesto que Marruecos es ahora un reino independiente y Senegal está en poder de los aliados, los franceses han decidido buscar nuevos recursos humanos de soldados voluntarios para formar un ejército colonial africano poderoso, ágil y agresivo.

  No faltan oficiales franceses (treinta mil en 1940 del total de sus fuerzas del ejército de tierra), pero el régimen de Petain ha prometido al pueblo francés que ningún recluta será obligado a luchar fuera de sus fronteras, promesa renovada por el nuevo rey Enrique VI, de modo que, debido a la falta de voluntarios, los generales de París han emprendido el reclutamiento de mercenarios extranjeros al viejo estilo de la Legión.

  A finales de 1942, en los cuarteles de Argelia ya se está formando a doscientos mil nuevos soldados que van a integrar este ejército colonial remozado de diez divisiones móviles. Cinco mil oficiales y otros diez mil suboficiales franceses tienen a sus órdenes a un total de treinta mil soldados franceses voluntarios y cuarenta mil reclutas argelinos musulmanes, pero fuera de esta tropa adaptada a los usos coloniales franceses ya conocida, se han incorporado cien mil hombres del más variado origen. De ellos, el contingente más nutrido es el de ex prisioneros de guerra soviéticos. En el otoño de 1942 hasta cuarenta mil ex soldados del Ejército Rojo han sido reclutados por agentes franceses en los campos de prisioneros del Este. Los rusos propiamente son apenas diez mil (una cuarta parte), los ucranianos y bielorrusos son más de la mitad (veinte mil), y los demás tienen orígenes diversos, como georgianos, musulmanes, armenios o bálticos. La mayoría han sido capturados durante el verano de 1942. Los franceses hubieran querido también reclutar checos y polacos, pero Hitler no lo ha consentido.

  De los Balcanes proceden otros treinta mil hombres: diez mil serbios, diez mil griegos y otros procedentes de diversas naciones. Todos los demás tienen origen occidental: holandeses, suizos, españoles, portugueses… Hay muchas razones para ingresar en la Legión en una época tan turbulenta, pero los mandos franceses imponen criterios estrictos: quieren jóvenes robustos con experiencia militar, y en lo demás no les importa mucho si, por ejemplo, se trata de desertores del ejército español o italiano. Tampoco les preocupa la raza (excepto que no sean judíos).

  Durante la primera mitad de 1943 este ejército se va formando en los campos de entrenamiento de Argelia mientras llegan los camiones y armas fabricados en Francia, y mientras la construcción del ferrocarril transahariano sigue avanzando hacia el corazón del desierto, a un promedio de dos kilómetros al día.

El proyecto francés de ferrocarril transahariano, que conectaría el Mediterráneo con las posesiones francesas en África Occidental.

  En Washington, los generales americanos comprenden que esta amenaza se hará realidad a mediados de 1944. Para entonces, las diez divisiones francesas de mercenarios estarán perfectamente entrenadas, armadas y provistas de vehículos. El ferrocarril se encontrará ya a unos quinientos kilómetros del río Níger, y probablemente la aviación francesa será capaz de apoyarlos en su avance. El envalentonamiento de los franceses coincide con la restauración de la monarquía: el 23 de abril de 1944 se proclama como rey a Enrique VI, antiguo Conde de París. El mariscal Petain recibe un cargo equivalente al de valido vitalicio y Gran Mariscal de Francia (sus retratos seguirán apareciendo junto a los del nuevo rey). Pierre Laval sigue siendo primer ministro y el almirante Darlan el jefe efectivo de unas fuerzas armadas que no dejan de crecer. Y la gran oportunidad de demostrar el poder francés será su ejército colonial que va a reconquistar media África para el Reino de Francia.

  Esta fuerza tiene que ser contestada por otra similar. Además, para esas mismas fechas el ejército del Eje de África Central (que a finales de 1943 ha conquistado el Sudán), puede que confluya con los franceses. Incluso podría avanzar el Ejército de Marruecos por Occidente, siempre hacia el Sur.



  La necesidad de crear un nuevo ejército norteamericano en África Occidental es una de las razones por las que Roosevelt comprende que todo el espectacular y esforzado despliegue de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos va a resultar insuficiente. Desde el desembarco aliado en Marruecos de julio de 1943 ya existe el 7 ejército americano en ese escenario, y un par de meses más tarde hubo que desplegar al 1 ejército americano en la zona de Port Sudan, en el Mar Rojo. Ahora, en diciembre, hay que poner en marcha un 9 ejército americano en el centro de África que tiene que hacer frente a la nueva amenaza.

  Es el general Devers el que llega a Nigeria ese mes. Las órdenes son organizar un ejército americano que luchará al lado de tropas nativas de África Occidental. Los británicos, por su parte, ya han sacado tres divisiones africanas de sus posesiones coloniales al sur del Sahara, y estas tres divisiones luchan con el Ejército del Sudán del general Godwin-Austen. Ahora los americanos quieren formar, por lo menos, otras diez divisiones africanas de infantería más. Los británicos lo consideran imposible, a pesar de que la población nativa en la zona se calcula en unos cuarenta millones.

  El reclutamiento, en efecto, no tiene demasiado éxito, pero la formación y el equipamiento en tan pocos meses es aún más difícil.

  En África Oriental, el ejército aliado de Etiopía tiene, sobre el papel, veinte divisiones, pero solo cinco o seis han sido capaces de entablar combate con los italianos, alemanes o egipcios. Las demás tienen que mantener el orden, donde hay luchas tribales alentadas por guerrillas italianas, y también defender la costa del Mar Rojo (hasta que ésta es finalmente perdida en marzo de 1944).



  Para Marshall es una vergüenza que los nazis estén reclutando tantos mercenarios útiles entre los árabes, y los norteamericanos no consigan resultados parecidos con otros pueblos africanos. Los marroquíes, encuadrados en las antiguas formaciones coloniales españolas y francesas, son los más peligrosos de entre los reclutados por los nazis, pero el ejército egipcio, cuya preparación ha supervisado Rommel, también es cada vez más efectivo.

  Sea como sea, la única opción para los Estados Unidos es armar a los pueblos negros del sur del Sáhara. Primero, los etíopes, después, todos los demás. Eso significa, por supuesto, el fin del colonialismo a corto o medio plazo, pero dada la gravedad de las circunstancias de diciembre de 1943, ni siquiera Churchill discute que es la mejor posibilidad para que África se defienda por sí misma de la avidez territorial de las naciones del sur de Europa.

   Para colmo, a mediados de 1943 se han producido disturbios raciales en Estados Unidos, en buena parte debido a que gran número de hombres negros procedentes de los antiguos estados esclavistas se han incorporado al enorme esfuerzo económico de la guerra y ganado con ello una visión más optimista de su propia valía, pero de todas formas han sido mal recibidos en las fábricas y ciudades industriales por buena parte de la población blanca. En el momento presente, los sectores más liberales de los círculos de poder en Washington han apoyado la integración. Se ha formado incluso un “Gabinete negro” de personalidades afroamericanas en la administración pública. Henry Wallace, el Vicepresidente, ha hecho resonantes pronunciamientos por la igualdad de derechos.

  Como resultado de todo esto, se han creado también dos divisiones de infantería norteamericanas formadas por negros (las 92 y 93 divisiones). En un principio se había pensado mandar una de ellas al Pacífico. Ahora se envía una a África Oriental (dentro del I ejército)… y la otra se envía a Nigeria dentro del 9 ejército. Se espera que los africanos se animarán a integrar las fuerzas aliadas si ven a los negros norteamericanos orgullosamente armados y equipados. Con todo, los soldados negros tienen mandos blancos.

  Pero en la primavera de 1944, Roosevelt, que ya está resignado a hacer la paz, encuentra, consternado, que la actitud pro-derechos civiles despierta resistencias en algunos sectores de su propio partido. En las presentes circunstancias, Roosevelt no puede permitirse perder apoyos. Y, de todas formas, a los negros, judíos y liberales ya sabe que los va a perder una vez haga público que va a negociar con Hitler…

  Strom Thurmond, un parlamentario de Carolina del Sur que sirvió y fue herido como oficial de la 82 división aerotransportada en la batalla de Bagdad, una vez retornado a su país ha comenzado a formar un grupo político de presión en los antiguos estados esclavistas, y entre sus asociados está también el vicegobernador de Missisipi, Wright. En mayo de 1944 un periódico los llama los “Dixiecrats”... y uno de los objetos de sus críticas es el naciente 9 ejército americano y el proyecto de crear naciones negras independientes en las antiguas colonias francesas e inglesas.

   Roosevelt tratará de posponer la convención del partido demócrata todo lo que pueda para evitar enfrentamientos y para que el pueblo se vaya acostumbrando a la idea de las negociaciones de paz, pero sabe que muchos de los apoyos políticos del New Deal lo van a abandonar. Los necesitó cuando tuvo que enfrentar el peligro de la subversión izquierdista en la Depresión, y ahora son los que insisten en que no se abandone a los rusos y que no se abandonen las conquistas sociales ganadas por necesidad del esfuerzo de guerra, lo que incluye el caso de los negros y los judíos.

  Si Roosevelt quiere ganar las elecciones llevando al país a la paz, tiene que separarse de ellos y buscar el apoyo del hombre conformista y resignado, no del idealista. No puede prescindir de los conservadores de su partido.

  Es en estas circunstancias cuando llegan las noticias de los preparativos alemanes para asaltar las islas Canarias, y Roosevelt ve en esta aparente imprudencia de Hitler una gran oportunidad.

  A primeros de abril de 1944 los alemanes han puesto de nuevo en marcha el frente de Marruecos, paralizado desde agosto del año anterior. Entonces la línea defensiva del Eje en los Atlas había impedido el esperado avance aliado hacia el estrecho de Gibraltar. Después, algunas de las mejores fuerzas aliadas fueron enviadas al Golfo Pérsico haciendo imposible cualquier avance en lo sucesivo. El frente se mantuvo estático.

  Pero el avance de abril lo hacen los alemanes con el 6 Panzerarmee reforzado, sumando dos divisiones Panzer y dos de infantería móvil. Los españoles y marroquíes completan la superioridad numérica, y en esta ocasión hay un sustancial reforzamiento del apoyo aéreo del Eje, suficiente para que la contraofensiva les permita recuperar las posiciones perdidas ocho meses antes. El llamado “Ejército de Marruecos” del Eje se encuentra de nuevo frente a las islas Canarias, y en poder de los aeródromos de Ifni y Cabo Juby. Esto hace pensar en un intento de reconquista del archipiélago.

  A primeros de mayo la sospecha se refuerza al producirse la irrupción en el atlántico de la flota alemana del Norte. Con el puerto de Murmansk en poder de los alemanes desde finales de 1943, los buques de la Kriegsmarine ya no tienen gran cosa que hacer en ese sector. Un total de quince navíos de guerra de superficie alemanes logran burlar la vigilancia de la Royal Navy, igual que hizo el “Bismarck” en 1941. Entre ellos va el nuevo portaaviones alemán, el “Graf Zeppelin”, junto con el “Tirpitz”, el acorazado gemelo del perdido “Bismarck” (como parte de la escolta de los dos grandes buques capitales, se incluyen cinco de los destructores ex-soviéticos que el general Govorov cedió a sus vencedores a cambio de que los nazis no condenaran a morir por hambre a todos los habitantes y soldados de Leningrado). La flota nazi se establece en Lisboa, mientras la flota francesa se concentra en Orán y Argel, y la italiana en los puertos españoles de la zona del Estrecho.

   La Royal Navy es ahora mucho más fuerte que cuando logró eliminar al “Bismarck”, pero no tanto como para que pueda por sí sola asegurar la seguridad de las islas del Atlántico (Canarias, Azores y Madeira). El poder aéreo del Eje se está incrementando gradualmente y la aviación del Eje puede desplazarse más fácilmente de un lugar a otro de lo que lo pueden hacer los aliados. Es más fácil ir de aeródromo en aeródromo desde Francia a Marruecos que de Inglaterra a Persia. Además, la flota japonesa amenaza el Índico con el objeto de forzar a la nueva India independiente a que acepte las imposiciones japonesas y musulmanas. Desde mayo, la India está prácticamente en guerra civil mientras el ejército japonés ataca desde Birmania, de modo que el día 15 de mayo una gran flota británica se encamina al Océano Índico para impedir que una intervención naval japonesa aísle la India de la metrópoli en plena ofensiva japonesa (comenzada el 22 de marzo).

  En cualquier caso, durante los meses de mayo y junio de 1944 los angloamericanos han de reforzar la defensa de las islas Canarias. Puede ser una gran oportunidad. Si los alemanes se arriesgan a un asalto aeronaval cuando todavía sus fuerzas no son capaces de enfrentar la típica ventaja aliada en este escenario, entonces podrían llevarse una derrota que facilitara una salida honrosa de la guerra para los Estados Unidos y Gran Bretaña.

  Además, si se va a hacer un asalto a las Canarias con el apoyo de la Luftwaffe desde el sur de Marruecos, entonces los nazis no podrán concentrar suficiente poder aéreo para la ofensiva final contra Moscú. Con su defensa, los angloamericanos estarían entonces proporcionando una ayuda valiosa a los rusos.

  En el bando del Eje, Hitler se ha entrevistado con Franco en Madrid a mediados de abril, tras el éxito de la ofensiva al sur de Marruecos. Franco lleva más de un año quejándose de que no se hace nada para recuperar las islas perdidas en noviembre de 1942. Los españoles presumen de ser los mejores aliados de Hitler: han sometido toda su economía e incluso su ordenamiento legal a las exigencias alemanas, han enviado dos bravas divisiones de infantería a Rusia, han perdido las islas Canarias, han formado un ejército de cincuenta divisiones… Ahora Franco se ha pasado todo el invierno 1943-1944 y la primavera siguiente preparando tres divisiones anfibias y una brigada paracaidista para la reconquista de las Canarias, más otras cuatro divisiones -una de ellas blindada- para combatir en Rusia (de modo que para el verano de 1944 España pueda disponer allí de su propio ejército, al igual que italianos, finlandeses, rumanos, turcos, búlgaros y húngaros). En todos estos preparativos se ha seguido al pie de la letra las instrucciones de los consejeros alemanes, algo que, desde luego, los italianos no hacen.

  Hitler, a solas con el mariscal Kesselring, que sigue siendo el estratega general no solo de la guerra en Marruecos, sino en toda África, considera que, al fin y al cabo, ganando Moscú la guerra estará ganada en todos los frentes, pero, por otra parte, no hay que olvidar que ése fue el error de 1941, que hizo descuidar la importancia de los frentes periféricos. Además, no tiene por qué haber prisa en terminar la guerra y el Führer considera seguro que la Marina y la Aviación del Eje pueden ejecutar la grandiosa operación de reconquistar las Canarias.

  Pese a las dudas de Kesselring, Hitler le asegura a Franco que la reconquista de las Canarias se lanzará en el mes de julio y que Alemania pondrá toda su fuerza en este intento. Eso significa que la conquista de Moscú se pospondrá. No hay prisa, ciertamente. La guerra acabará a tiempo para las elecciones norteamericanas de noviembre, de todos modos y el cese de los suministros americanos empeora la capacidad de resistencia soviética cada día que pasa. Y conviene que los británicos vean que las tropas alemanas pueden emprender ofensivas aeronavales. Cuando caigan las Canarias, todo el mundo comprenderá que el siguiente asalto a través del mar puede ser la conquista de Inglaterra.

  En los demás frentes africanos, durante mayo y junio de 1944 la situación se mantiene estable.

  El 5 Panzerarmee se retiró del Mar Rojo tras el cierre de este mar al conquistarse su extremo sur (Djibouti) y ahora tiene que resituarse de nuevo en la zona de Sudán, donde se ha formado un Panzerkorps más, con una nueva división Panzer, de modo que cuando el 5 Panzerarmee regrese a África Central lo incorporará y se verá así muy reforzado.

  Mientras tanto, los italianos asedian Etiopía pero (y esto no es una sorpresa para nadie) no logran hacer ningún avance espectacular. Para prevenir el siempre posible desastre, Kesselring ha hecho que se constituya en mayo un nuevo Panzerkorps alemán, el del Mar Rojo, con una división Panzer también nueva y dos divisiones Panzergranadier, cuya principal misión es custodiar el cierre de este mar… y respaldar a los italianos si vuelven a fracasar gravemente en su intento de capturar Addis Abeba, la capital de Etiopía, defendida por el 1 ejército americano y las tropas del Emperador Haile Selassie.

   En cuanto a los franceses, estos siguen con la construcción de su ferrocarril transahariano y con el cuidadoso entrenamiento y equipamiento de su nuevo ejército colonial. Y muy pocos piensan que vayan a fallar cuando se lancen a demostrar que aún pueden ser una potencia militar.

  Durante junio y julio se hará evidente la recuperación del conjunto de la Fuerza Aérea del Eje. De nuevo, como en el verano de 1942, el Eje será capaz de emprender ofensivas simultáneas con suficiente apoyo aéreo en diferentes frentes. Incluso a partir de junio irá llegando, por la asombrosa ruta aérea Teherán-Kabul-Lhasa-Beijing-Tokio, más personal aeronaval japonés especializado para asesorar a los pilotos de portaaviones alemanes e italianos con vistas a las operaciones oceánicas que esperan, aparte de los que llegaron ya en enero en muy arriesgados vuelos por la ruta polar, desde Murmansk a Manchuria (entre ellos, Mutsio Fushida, el vencedor de Pearl Harbour). La ruta del Tibet, aunque tiene el inconveniente de la gran altura de las montañas, es más segura (hay pocos cazas aliados) y permite trayectos más cortos, lo que reduce la carga de combustible y el aumento de la capacidad de transporte. El contacto entre alemanes y japoneses mejorará más aún cuando se abra la ruta de Asia Central -la ruta de la seda- que se espera para finales del verano. A cambio de los aviadores navales japoneses, los alemanes envían a Japón pilotos de caza y técnicos de radar. El aumento del intercambio efectivo de ayuda estratégica entre alemanes y japoneses supone también una fuerte presión para la opinión pública norteamericana.

  Hitler es perfectamente consciente, por lo demás, del impacto psicológico de sus bombas volantes sobre Londres.

  En un momento dado, le ha sorprendido la alusión (el 16 de mayo) a una “superarma” aliada por parte de la propaganda soviética de la que enseguida se harán eco los políticos antinazis norteamericanos. Interrogado Albert Speer sobre el asunto, éste sospecha que, de no ser un mero bluff, podría tratarse de una bomba atómica. Pero tranquiliza a Hitler asegurándole que ellos también disponen de un equipo de científicos que investiga el asunto, y que estos son más brillantes que los judíos alemanes exiliados con los que cuentan los americanos.

  Justo entonces llega una sorprendente noticia de parte del permanente y muy secreto puesto de negociación en Estocolmo: Stalin ofrece información muy concreta acerca de la investigación de la nueva superarma aliada. La fabrican los ingleses y americanos en Estados Unidos, pretendiendo ocultárselo a los rusos, pero estos tienen sus propios recursos de inteligencia. ¿Qué ofrece Hitler a cambio de esta información?

  La oferta es tentadora y, de momento, Hitler hace ver que no va a atacar Moscú en junio. Durante ese mes quiere recibir una señal de pago, alguna prueba de lo valiosa que es esa información. Hitler sabe que uno de los puntos más flojos de la Alemania Nazi es el espionaje. ¿No podría ser interesante conseguir hacerse con la red de espionaje soviética? Para eso, claro está, a cambio de ello la Unión Soviética -con otro nombre- debería seguir existiendo… bajo ciertas limitaciones.

   De todas formas, pacte lo que pacte con Stalin, Hitler jamás renunciará a la destrucción de Moscú, ni a la línea Arkangelsk-Astrakán ni al cordón sanitario de territorios aliados de Alemania que rodee lo que quede de Rusia.

Ooo

  Una vez cerrado el Mediterráneo, todas las tierras ribereñas de este mar constituirían la base del “bloque defensivo europeo” que ya contemplaba el informe del alto mando alemán del 14 de diciembre de 1941, redactado poco después de la entrada de Estados Unidos en la guerra. A partir de ese momento, los angloamericanos solo podrían intervenir en “frentes periféricos” y no podrían utilizar su superioridad aeronaval para aislar fuerzas armadas del Eje hasta que tal bloque defensivo (el Mediterráneo cerrado, como un mar interior) fuese quebrado.

  Teniendo en cuenta lo que sucedió en la realidad, resulta difícil de creer que los angloamericanos, con los recursos de los que disponían, hubieran podido hacer algún avance. Hasta el verano de 1944 (desembarco en Normandía) no pudieron nunca reunir más de treinta divisiones en contacto con el enemigo. El frente italiano, que ya era continental y que, a diferencia de Egipto, Túnez o Sicilia no podía aislarse gracias al poder aeronaval, se estancó a pesar de que los alemanes tenían que enfrentarse al mismo tiempo al poder del Ejército Rojo en plena contraofensiva, a pesar de que los italianos ya habían desertado, a pesar de las terribles pérdidas sufridas por los alemanes en los desastres de Stalingrado y Túnez, y a pesar de que tenían que guarnecer miles de kilómetros de costas desde los Balcanes a Noruega.

  Si aun así, en la realidad, los alemanes pudieron contener a los angloamericanos hasta junio de 1944 entre Nápoles y Roma durante nueve meses, en la situación de esta historia es seguro que estarían venciendo en todos los frentes periféricos, solo limitados por las dificultades logísticas y por el grave problema de la superioridad aérea enemiga.

  El cálculo que se ha hecho en esta historia alternativa es que en junio de 1944 los alemanes tienen un “ejército periférico” en África occidental (Marruecos) con dos divisiones Panzer y cuatro de infantería móvil (Panzergranadier), otro ejército periférico en África Central (con cuatro Panzer y cuatro Panzergranadier) más un cuerpo Panzer en África Oriental (una Panzer y dos Panzergranadier). A nivel de contingente humano, no se trata de ningún gran esfuerzo, sobre todo teniendo en cuenta que en defensa costera apenas habría veinte divisiones alemanas defendiendo la costa del norte de Europa (tres veces menos que las que tenían en la realidad en el momento del desembarco de Normandía), y sobre todo teniendo en cuenta que no se habrán perdido treinta divisiones alemanas en los desastres de Stalingrado y Túnez. Los frentes periféricos africanos sí restarían un tanto de potencia blindada, pues esas siete divisiones Panzer habrían venido muy bien en el frente ruso, donde podemos calcular que habría unas treinta para la gran ofensiva de verano de 1944 (algo más de veinte del Heer, o ejército regular, una quizá de la Luftwaffe y las demás de las Waffen-SS). También habría unas diez divisiones Panzer en el Golfo Pérsico y en la invasión de Asia Central (aunque la invasión del Asia Central se haría también enfrentándose con los soviéticos).  La cuenta total daría alrededor de cincuenta divisiones Panzer para el verano de 1944, algo incluso conservador si consideramos cuántas movilizaron en la realidad, cuántas fueron destruidas (que en esta historia no lo habrían sido) y cuántas reconstruidas (que en esta historia equivaldrían a divisiones Panzer adicionales). Veamos esto con detalle:

  En total, en la realidad,  los alemanes numeraron veintisiete divisiones Panzer del Heer. De ellas, siete fueron destruidas en los desastres de Stalingrado y Túnez (1943). Cinco fueron reconstruidas después. También fue reconstruida la división “Hermann Goering” de la Luftwaffe, equipada como División Panzer. En Normandía, además, lucharon por lo menos otras dos divisiones Panzer del Heer: la “Panzer Lehr” y la 116 Panzer. La división “Panzergranadier” "Gross Deutschland" era de un poder equivalente al de una división Panzer, y también era ése el caso de la división “Feldherrnhalle”, y ésta fue creada también como reconstituida de una Panzergranadier perdida en Stalingrado.  Esto suma, en el Heer, las veintisiete divisiones, las tres con otros nombres (no contamos a la “Gross Deutschland”, pues ésta no fue reconstituida) y las cinco reconstituidas. De ahí que en esta historia aparezcan nuevas divisiones numeradas: 28, 29, 30 y 31 creadas nuevas en 1943 (todas, menos una, enviadas a los frentes periféricos de África) que corresponderían a las cuatro divisiones Panzer que fueron reconstituidas en ese año, en la realidad; y las 32, 33, 34, 35, 36 y 37 creadas y enviadas al combate hasta finales del verano de 1944, de las cuales también todas menos una irán a África. Se trata de un cálculo conservador, teniendo en cuenta el incremento de los recursos de la industria militar alemana. Pero ésa no es la historia completa del incremento de la fuerza blindada del Eje en este curso alternativo: los franceses contarán ya con buenos tanques y buenos oficiales en este tipo de guerra en el verano de 1944 y también los italianos habrán aprendido mucho. Por no hablar de las divisiones Waffen-SS…

  En cambio, los recursos angloamericanos no es posible ver cómo podrían haber sido incrementados… A finales de 1943, en la realidad, los angloamericanos apenas disponían de treinta divisiones para enfrentarse a los nazis (en su mayoría británicas). Por supuesto, habrían podido enviar al combate por lo menos otras treinta que ya estaban equipadas, y muchas de ellas instaladas en Gran Bretaña, que es lo que hacen en esta historia alternativa debido a la urgencia de la situación… pero este envío temprano hubiera sido causa de que su desempeño fuese todavía peor de lo que lo fue en la realidad, y entonces ya se pudo notar su grado inexperiencia en el campo de batalla.

  En la realidad, en Italia combatieron con los aliados también las divisiones coloniales francesas (y lo hicieron bien). No había apenas ejército italiano luchando del lado de los nazis. Y todavía los aliados se salvaron en batallas como Salerno (septiembre 1943) y Anzio (enero 1944) gracias a la superioridad aérea y a la artillería naval que les permitió resistir en las cabezas de playa.  Queda fuera de toda duda la inferioridad táctica aliada hasta el verano de 1944, e incluso entonces, el desembarco de Normandía habría sido un fracaso si los alemanes hubieran dispuesto de las treinta divisiones que perdieron en los desastres de Stalingrado y Túnez.

  Por supuesto, la política de una guerra de estas características se basa en una dinámica acumulativa: las derrotas de 1943 llevaron al abandono de los italianos, el cambio de bando de los franceses y la expansión de los partisanos en Rusia y los Balcanes. 

  Una dinámica acumulativa en sentido contrario (victorias nazis y no derrotas) habría llevado a que, tal como se relata en esta historia, en el verano de 1944 lucharan en África del lado del Eje diez divisiones españolas, quince italianas, diez francesas y otras diez marroquíes. Del lado aliado, apenas se hubiera podido contar con tres o cuatro divisiones españolas, portuguesas y francesas, otras tres o cuatro de fusileros africanos y lo que hubiera podido rendir el ejército etíope. Poco para enfrentarse a un vengativo ejército italiano, un temible ejército francés y medio millón de experimentados fusileros marroquíes y españoles.

martes, 16 de septiembre de 2014

37. Bombas volantes




  El 13 de junio de 1944 caen por primera vez las bombas V-1 sobre Londres. Se trata de artefactos a reacción teledirigidos, cada uno de los cuales transporta unos ochocientos kilos de explosivo. La primera bomba mata a ocho personas. En las semanas y meses que siguen impactarán un promedio de cinco o seis diarias, produciendo entre quince y veinte muertes también diarias. Comparadas con los bombardeos aéreos aliados que siguen teniendo lugar sobre las ciudades alemanas, las armas de represalia V-1 no causan muchas víctimas. Pero el impacto psicológico es devastador: los alemanes no sufren pérdida de pilotos y, dado el gradual incremento de la industria militar nazi que está produciéndose como consecuencia de la conquista de territorios ricos en materias primas y los millones de esclavos y peones paupérrimos que son reclutados, pueden continuar e incrementar el castigo indefinidamente…

  Los británicos, que desde 1940 iban encajando reveses (Dunkerque, Noruega, Grecia, Creta, Singapur, Egipto…), habían recobrado el ánimo a medida que se había ido haciendo visible el extraordinario poder económico de sus aliados norteamericanos, y ni siquiera la retirada de Jerusalén, en julio de 1943, hundió la moral de los súbditos del Rey Emperador, pues se producía al mismo tiempo que se daban ciertos éxitos aliados, como el desembarco en Marruecos y la destrucción de Hamburgo por la RAF, pero el desastre del 9 ejército británico en Mosul, poco antes de la Navidad de 1943, siempre ante el invencible Rommel, sí afecta de lleno a la opinión pública en Inglaterra. Ahora sí que parece haberse alcanzado un punto sin retorno, y ni siquiera la oratoria de Churchill va a cambiar eso.

  Era cierto que, de las siete divisiones perdidas en Mosul, solo una era británica por completo (la 1 de infantería), pero se trataba de la pérdida de todo un ejército, exactamente lo que se había evitado en Dunkerque. Más de treinta mil británicos han caído prisioneros… y en el desastre también Canadá desaparece del escenario bélico. Ya antes desaparecieron los sudafricanos, y los australianos se retiraron de Próximo Oriente con el pretexto de concentrarse en la lucha contra los japoneses. Incluso el nacionalismo escocés, aunque minoritario y clandestino (su líder, Young, está encarcelado), comienza a extender la queja de por qué los escoceses son forzados a ir a luchar en defensa del Imperio inglés.

  Churchill visita Norteamérica con regularidad, pero cada vez vuelve con el ánimo más sombrío. En marzo de 1944 ya no tiene ninguna duda de que Roosevelt aboga por una paz negociada y que la actitud de Joseph Kennedy, al que odia, forma parte de un reparto de papeles coordinado con el mismo Presidente. El discurso de éste en abril, por tanto, no le pilla por sorpresa ya que las derrotas "periféricas" continúan: Teherán y el cierre del Mar Rojo. Y además se cierne el desastre sobre la India, ahora un estado independiente que se ve asediado por alemanes y japoneses, y al borde de la guerra civil abierta que estallará finalmente en mayo.

  Incluso en el frente aéreo las noticias son cada vez peores. El último gran bombardeo aéreo sobre Berlín tiene lugar en enero de 1944. Para entonces ya se han perdido más de cinco mil aviadores británicos en acciones sobre la ciudad y los resultados de este sacrificio no están a la altura. Durante los siguientes meses, solo la llegada de los cazas americanos “Mustang” (aviones de diseño americano con motor británico) impide una pérdida clara de la supremacía aérea aliada. Pero los datos estadísticos muestran una tendencia evidente: a medida que la aviación angloamericana tiene que repartirse por los lejanos frentes periféricos en África, Asia y el Pacífico, y a medida que van apareciendo más y más cazas franceses e italianos en ayuda de la Luftwaffe sobre el cielo del noroeste europeo, los logros de los bombardeos aéreos aliados se hacen menores. Todo indica que para el verano de 1944 la Luftwaffe va a poner en el aire una cantidad sustancial de nuevos cazas y pilotos. La inteligencia británica sabe lo de las nuevas fábricas de aviones y las escuelas de pilotaje puestas en marcha por los alemanes en el Mediterráneo español.

  De vez en cuando deserta algún avión francés a Gran Bretaña. El piloto francés, habitualmente, aterriza en algún campo del sur de Inglaterra pero una vez hecho prisionero suele negarse a hablar con los británicos para ofrecerse, en lugar de eso, a colaborar con los norteamericanos. De ordinario se trata de un joven que no ha combatido a los alemanes en 1940 y que comenzó a formarse como piloto a finales de 1942, cuando la Francia de Petain ya ha firmado su tratado de alianza militar con Hitler. Por motivos personales, por ideología, detesta a los nazis (o a los alemanes en general) y aprovecha la oportunidad para aterrizar con su caza Dewoitine en territorio enemigo y unirse a las fuerzas de De Gaulle. Informa de que ha recibido un entrenamiento de entre doce y quince meses, habitualmente en el Mediterráneo y a veces con asesoramiento de técnicos alemanes. También informa de que los nuevos cazas franceses e italianos son cada vez mejores, que la población francesa, en general, considera que Petain consiguió un buen trato con los odiados boches y que la restauración de la monarquía es vista como un cambio prometedor hacia la normalización de la vida política. Los franceses detestan a los ingleses casi tanto como a los alemanes, pero todos desean que la guerra acabe cuanto antes y hacer la paz con el viejo amigo norteamericano. De los bombardeos aéreos sobre objetivos civiles se acusa sobre todo a los británicos.

                                               El caza francés Dewoitine

  Los ingenieros británicos sí pueden examinar los cazas franceses, aunque no puedan interrogar a los pilotos que solo hablan con los americanos. Los nuevos cazas Dewoitine (modelos D-520 y el más avanzado 551), que están siendo producidos en masa a partir de primeros de 1944, no son todavía tan buenos como el Spitfire británico, pero bien pilotados pueden hacer mucho daño a las formaciones de bombarderos aliados. Incluso los cazas Macchi italianos de último modelo resultan eficaces (si bien la mayoría de la Regia Aeronautica se concentra en el frente de África oriental). La industria aeronáutica del Eje sigue mejorando, también en naciones de segunda fila como España o Hungría. Nadie puede hacerse ilusiones sobre que una gran ventaja tecnológica permita a los aliados establecer una ventaja estratégica insalvable.

  Además, los pilotos franceses que desertan han oído rumores. Se habla de aviones alemanes (¡y franceses!) a reacción, de nuevas armas alemanas. Todos coinciden en algo: hay que apresurarse a hacer la paz mientras todavía los aliados conserven algunas ventajas. ¿Qué pasará cuando se hundan los rusos y queden libres tres o cuatro flotas aéreas de la Luftwaffe para combatir en otros frentes?

  Ocasionalmente, también se da el caso de algún piloto británico desertor. Entre ellos algunos escoceses y galeses nacionalistas a raíz de que comience a tener éxito la propaganda clandestina separatista contra una guerra que aseguran que solo obedece a los intereses del imperialismo inglés. El fenómeno ha comenzado a hacerse más notable después del desastre de Mosul. Son aún muy pocos los desertores… pero en 1940 y 1941 no se había dado ningún caso.

  A partir del mes de abril de 1944, la prensa británica ya no oculta lo que piensan muchas altas autoridades: si se ha perdido la India, se ha perdido el Imperio. ¿Por qué seguir luchando? Entre quienes piensan así abundan los parlamentarios conservadores, los aristócratas. Incluso los fascistas británicos que durante cinco años se han mantenido muy discretos. Se rumorea que el antiguo rey Eduardo VIII pretende recuperar el trono.

                         Eduardo VIII, rey de Inglaterra en 1936, partidario de un entendimiento con la Alemania de Hitler

  Numerosos dirigentes hablan ya de sustituir a Churchill, si bien todos entienden que relevar al primer ministro sería como reconocer públicamente la rendición ante los alemanes. En cualquier caso, el recambio está ya elegido: es Anthony Eden, pero ¿el viejo cederá?

  Para mantenerse en el poder, Churchill, tal como hizo cuando Dunkerque, se apoya ahora en los laboristas. La solidaridad de estos con los rusos es fuerte. Consideran que la lucha no está perdida al igual que lo piensa el primer ministro conservador, lo que acaba poniendo en marcha una conspiración antinazi desde América hasta Moscú y hasta Nueva Delhi, pasando por Londres. Por encima de todo, los antinazis británicos consideran que rendirse tan pronto supondría un trauma nacional para Gran Bretaña. Al menos, debe producirse o bien una victoria que permita una paz honrosa en buenas condiciones, o bien un desastre que no deje lugar a dudas…

    La opción favorita de Churchill es seguir luchando. Prácticamente de forma indefinida. La antigua Inglaterra luchó durante décadas contra españoles o franceses manteniendo el dominio del mar. Si Estados Unidos y Gran Bretaña mantienen su alianza, con su poder aeronaval pueden sostener el estado de guerra a un coste aceptable. Más tarde o más temprano el III Reich caerá por su propia inconsistencia política. Y es previsible que los miembros del Eje luchen entre sí. Los mismos árabes, ¿cuánto tardarán en darse cuenta de que Hitler es peor que los colonialistas franceses y británicos?, ¿o a comenzar a luchar entre sí para rectificar más ventajosamente las fronteras de sus nuevos estados?

      Las negociaciones de los americanos en Dublin con los nazis son descubiertas pronto, incluida la participación en ellas de los jóvenes Kennedy (los hijos de Joseph). A finales de abril, cuando ha quedado claro para casi todos los jefes militares que la alternativa de la “conexión ártica” (Norteamérica-Siberia Oriental) ha dejado de ser considerada (justo cuando los japoneses están invadiendo Siberia), Churchill comprende que tiene que jugarse el todo por el todo. Es entonces cuando entra en contacto discretamente con el círculo del Vicepresidente norteamericano Henry Wallace, y aunque no llega a entrevistarse personalmente con él, sí establece un entendimiento a través de intermediarios. De forma paralela a como Roosevelt, Kennedy y De Valera han formado un entramado que llevaría a una paz negociada, Churchill, Wallace, los laboristas británicos y los rusos crean su propia red.

  Los elementos a poner en juego son los siguientes:

  -Aún no es tarde para emprender la conexión ártica. La red tiene que convencer a las autoridades militares norteamericanas de la guerra del Pacífico (King, Mc Arthur y Nimitz, principalmente) de que la victoria contra Japón puede escaparse si los rusos sucumben en el verano de 1944. En cambio, si se concentran cuanto antes todos los recursos en el norte de Japón y se logra la conexión directa del territorio de los Estados Unidos con el territorio soviético, los rusos seguirán luchando… incluso si Hitler se apodera de Moscú. También los chinos seguirán luchando (sobre todo si se conquista Formosa y desde allí se realiza el abastecimiento al ejército chino). Lo vital es utilizar el poder aeronaval para mantener el aprovisionamiento desde la superpotencia industrial norteamericana hasta británicos, rusos, chinos y los aliados de la India.

  -Hay armas secretas: Wallace y Churchill conocen el “proyecto Manhattan”. En la primavera o el verano de 1945 dispondrían de una bomba atómica, un arma de un poder destructivo tal que podrá aniquilar una ciudad de un solo golpe. Sorprendentemente, resulta que los rusos, gracias a su espionaje, también conocen el proyecto. Eso lo descubren Wallace y Churchill en el mes de mayo: hasta tal punto llega la desesperación de los soviéticos que han apelado a este conocimiento para forzar a los conspiradores occidentales a hacerlo público (los rusos van a soltar la noticia, y los angloamericanos se verán forzados a confirmarla). Si se resiste hasta que la superarma esté lista, Rusia podrá sobrevivir y Japón será completamente derrotado. De modo que la radio y prensa soviéticas mencionan la existencia de tales armas aliadas (sin especificar qué nación en concreto está dedicada a su construcción) el 16 de mayo de 1944. Con eso permitirán que Wallace lo haga público remitiéndose a fuentes soviéticas sin ser acusado de traición.

  -Holocausto judío. Las noticias que llegan de Polonia son horribles más allá de cualquier estimación previa. Desde el verano de 1942 había intensos rumores. Ahora hay una absoluta seguridad de que los alemanes, desde entonces, han establecido auténticos mataderos industriales de seres humanos. A primeros de 1944 los búlgaros se han visto forzados a meter en trenes a sus nacionales de origen judío y gitano. Al gobierno búlgaro se le ha dicho que en Polonia se les pondrá a trabajar, pero las autoridades búlgaras saben que el campo de trabajo de Auschwitz tiene una sección donde se asesina a la gente por centenares y miles dentro de cámaras de gas. En mayo ha comenzado la misma maniobra política para forzar a los húngaros a entregar medio millón de judíos más a sus verdugos. En realidad, el III Reich ya no necesita mano de obra judía, puesto que dispone de recursos inagotables de trabajadores tanto en el Este como en la zona del Mediterráneo. Los aliados deben hacer pública esta monstruosa realidad sin temor a que alguien piense que la guerra se hace por solidaridad con los judíos. Al fin y al cabo, en los campos nazis no solo se asesina a judíos.

  -Es viable prolongar la lucha indefinidamente gracias al poder aeronaval, aunque se trate de una lucha de baja intensidad, sin grandes batallas terrestres. Pueden retirarse todas las tropas de África y Asia, pero debe mantenerse el control aeronaval. Es cierto que el “tricontinente” que forman Europa, Asia y África contiene todos los recursos económicos que Hitler necesita, pero el constante asedio y los bombardeos aéreos desgastarán su poder. Y tarde o temprano surgirá el conflicto entre los aliados del Eje. Con árabes, turcos, franceses o italianos...

  -Los alemanes comienzan a estar escasos de hombres. En el otoño de 1943 han movilizado a muchos varones antes exentos -sobre todo obreros industriales- porque han agotado las reservas que tenían. Los antinazis estiman -un tanto optimistas- que el número de hombres exentos de incorporarse a las fuerzas armadas ha descendido de 40% a 35% (los rusos están con un 26% desde el verano de 1941) y eso les permitirá contar con reservas solo durante 1944. Si la guerra continúa, los alemanes tendrán que seguir movilizando más hombres, con lo cual se debilitará su tejido industrial. Además, el depender de las tropas auxiliares no alemanas rebajará la autoridad de Alemania sobre sus aliados. En cambio, Estados Unidos aumenta constantemente el número de sus divisiones en condiciones de combatir y todavía cuenta con más de cincuenta divisiones a la espera de incorporarse a distintos frentes, algo que les llevará hasta finales de 1945. Si los rusos aguantan hasta entonces, hay posibilidades de victoria. O, cuando menos, de que sean los alemanes quienes soliciten la paz, con condiciones aceptables para los aliados.

  Churchill no quiere precipitarse. Henry Wallace, que sigue siendo un político muy popular en su país, debe organizar primero su partido antinazi antes de dejar el cargo de Vicepresidente. De hecho, debe permanecer en éste todo el tiempo que le sea posible. Durante el mes de mayo deberá reunir a los partidarios norteamericanos de mantener la alianza estrecha con los soviéticos y contra los nazis: periodistas, líderes sindicales, políticos regionales y municipales, celebridades. La campaña debe desencadenarse de forma organizada, y solo entonces Wallace se pronunciará abiertamente. La movilización será simultánea tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos. Se buscarán fórmulas y eslóganes, se promoverá la discusión pública, siempre cuidando en lo posible de que no se rompa la unidad nacional. Para los norteamericanos existe el precedente del debate durante las elecciones presidenciales de la guerra civil en 1864, acerca de si la guerra debía continuar hasta la rendición incondicional de los confederados esclavistas del Sur o llegarse a un acuerdo negociado con ellos.

  Poster de las elecciones presidenciales norteamericanas de 1864; los oponentes al candidato demócrata, general George M´Clellan, le reprochaban sus planes para un armisticio con los confederados.

  Churchill, sin embargo, no quiere ni hablar de convocar elecciones en plena guerra. Las últimas elecciones parlamentarias británicas fueron en 1935. Aunque hay quien exige abiertamente que se convoquen otras elecciones de una vez antes de la Navidad de 1944, él va a resistir las presiones hasta las elecciones norteamericanas. El riesgo de que surjan candidaturas partidarias de un fin negociado de la guerra es muy alto.

  El 20 de mayo de 1944, Henry Wallace pronuncia el discurso esperado. Lo hace en Nueva York, ante representantes sindicales y de organizaciones ciudadanas patrióticas que representan las diversas etnias de la ciudad. Aparte de algunos asistentes de origen italiano e irlandés, Wallace sabe que la inmensa mayoría son furibundos antinazis, y el más importante de todos es La Guardia, el alcalde, que permanece al lado del Vicepresidente mientras este habla, dándole su respaldo.  Muy calculadamente, el discurso empieza con dos frases que buscan hacerse célebres:
Fiorello La Guardia, alcalde de Nueva York en 1944, popular político antinazi con ascendencia judía

  “Estamos en guerra. Pero no contra meros enemigos, sino contra criminales enloquecidos.”

  En el discurso va todo: las armas de destrucción masiva que convertirán a los aliados en invencibles, la ofensiva contra Japón que enlazará con los rusos, el abrumador poder aeronaval angloamericano… y las fábricas de la muerte en Polonia.

  Tras media hora de tensa denuncia de la sistemática criminalidad nazi, el vicepresidente remata de nuevo con la frase: “son criminales, son asesinos, con ellos no hay paz ni acuerdo posible”. Y apenas ha mencionado a Japón en su discurso. Japón sería solo un caso exótico de agresión. El peligro son los alemanes, porque los alemanes son europeos, como europea es, en el fondo, la ciudadanía mestiza de Nueva York.

    Roosevelt queda gravemente irritado por la iniciativa de Wallace. Al día siguiente, el 21 de mayo, hay una reunión de urgencia del gabinete en Washington a la que se incorpora Wallace que ha venido en tren rápido desde Nueva York. El Presidente sugiere que quizá sería posible llegar a algún acuerdo e insinúa que Wallace ha violado un secreto de estado al mencionar un arma de destrucción masiva invencible. Un arma que, por cierto, aún no ha sido construida. Wallace recuerda entonces que los soviéticos ya lo han hecho público, y aprovecha para mencionar que los rusos se han informado porque cuentan con fuentes propias de inteligencia y que el origen de ésta no puede encontrarse sino en que muchos antifascistas (podría tratarse de los mismos científicos judíos exiliados) ya no confían tanto en los norteamericanos como en los soviéticos, puesto que estos siguen luchando y aceptando sacrificios sin límite.

  En la reunión, la mayoría de los asistentes no sabe nada de este arma, pero Roosevelt confirma que se trata de un proyecto ultrasecreto. Un proyecto cuyo éxito en buena parte depende de que el enemigo no se aperciba de los trabajos que se están realizando, debido a que hacerlo así podría conllevar que se les adelanten. Porque los científicos exiliados que trabajan en América advierten de que en Alemania se dispone de los conocimientos necesarios para desarrollar la misma tecnología. Se supone que no están tan avanzados como los aliados, pero ¿quién puede asegurarlo? Dado el constante incremento del poder económico nazi, todo es posible.

  Sin embargo, para Wallace vale la pena correr el riesgo. Solo este arma puede asegurar la victoria. De hecho, haciéndolo público se le dará mayor impulso a su construcción. Para Roosevelt, el riesgo es que ese impulso se le dé a la industria militar del enemigo. Si se sienten amenazados serán capaces de desarrollar algún terrible proyecto de respuesta. Una escalada que podría destruir la humanidad entera.

   Además, airear la posibilidad de la nueva arma entraña otro peligro: los soviéticos quieren desviar la atención de los alemanes de Moscú. Cuando la bomba esté construida ¿desde dónde se lanzará si el objetivo es Alemania?; no podrá ser desde Rusia, dado su aislamiento, solo puede ser desde Inglaterra, de modo que la prioridad ofensiva alemana para el verano de 1944 debería ser el territorio británico y no Moscú...

  Wallace insiste en que la civilización no puede sobrevivir tampoco a un triunfo de Hitler. Que todo está en juego. Roosevelt responde que lo que más le importa es el pueblo de los Estados Unidos, y no tanto “la civilización”. Es el punto de vista opuesto al de Churchill, que ya en 1940 declaró a los miembros de su gabinete que prefería la destrucción del Reino Unido en una lucha por la civilización a garantizar la supervivencia del Imperio Británico llegando a un arreglo con Hitler.

  Roosevelt es pragmático y realista, y no un visionario atiborrado de literatura como Churchill. Argumenta que los sondeos de opinión informan de que el pueblo norteamericano (y probablemente también el británico) quiere la paz. Una paz justa que implique, al menos, la derrota total de Japón. Entonces Wallace contraargumenta con que la misma derrota total de Japón se ha hecho ya imposible. Los japoneses están cooperando activamente con los alemanes: han atacado Rusia, han pasado a apoyar a los musulmanes en la India y hasta en Filipinas… Hitler necesita a los japoneses para completar un cordón sanitario en torno a Rusia y para mantener la amenaza a Norteamérica. Pero aún se puede hacer la conexión ártica e impedirlo. El general Mc Arthur y los almirantes Nimitz y King apoyan esta posición.

  El secretario de guerra, Stimson, está a punto de intervenir (los grandes jefes militares del Pacífico aún no se han posicionado sobre el asunto) pero Roosevelt le hace callar con un gesto. La reunión se disuelve sin llegar a un acuerdo.

   Al menos, Roosevelt ya tiene claro quienes le apoyan y quienes no dentro del Gabinete. Del lado de Wallace están el secretario del Interior, Harold Ickes, el judío Morgenthau, secretario del Tesoro, por supuesto, y también el fiscal general Biddle y la secretaria de Trabajo, Perkins.

  Tendrá que deshacerse de ellos y reemplazarlos. No será fácil, pues se trata del núcleo liberal de su gobierno, los que impulsaron las políticas sociales del New Deal. Tendrá que buscar nuevos apoyos, tanto en las dos cámaras como en el resto de sectores de opinión. Tendrá que cambiar su política interior. Tendrá que aliarse con los militares y con muchos republicanos… Tendrá tanto que hacer que se pregunta si su salud se lo permitirá…

  La caída de las bombas volantes sobre Londres será para el partido antinazi un mazazo adicional: precisamente en el momento en el que el pueblo norteamericano y británico comenzaba a valorar la posibilidad de que la guerra pudiera ganarse con menor esfuerzo gracias a la invención de armas revolucionarias, resulta que es el otro bando el que comienza a bombardear Londres con unas bombas que para impactar sobre territorio enemigo no exigen el sacrificio de piloto alguno…

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   El gran novelista Philip Roth ya especuló en su novela "La conjura contra América" con que hubiera podido producirse una división social en los Estados Unidos en torno a la cuestión de intervenir o no en la guerra contra Hitler (en esta historia la intervención ya se ha producido, pero ahora se debatiría el llegar o no a una paz negociada). El escenario alternativo de la novela de Roth parte de que el célebre Charles Lindbergh, piloto civil y héroe nacional, es elegido Presidente como candidato por el Partido Republicano en noviembre de 1940 con un programa radicalmente aislacionista, partidario de firmar un tratado de paz mundial con Hitler para evitar la guerra.

  En la novela se dan algunas incoherencias. La mayor de todas es suponer que Lindbergh, proclamado Presidente el 20 de enero de 1941, firma casi inmediatamente un Tratado de Paz y Amistad con los nazis… y que los británicos siguen luchando solos a pesar de eso. Tampoco es muy creíble que en el verano de 1940, cuando Lindbergh es elegido candidato a la presidencia en la Convención del Partido Republicano (que es cierto que fue muy disputada), el pueblo norteamericano se halle aterrorizado por el avance nazi. La mayor parte de los testimonios (incluidas las encuestas de opinión que ya se hacían) parece indicar que, si bien casi nadie quería ir a la guerra, en general se apoyaba a Gran Bretaña y se detestaba a todos los regímenes totalitarios europeos (a Hitler, a Mussolini y a Stalin por igual). En consecuencia, el posicionamiento de Roosevelt de ayudar a los británicos -sin entrar en la guerra- fue bien recibido.

  En la novela de Roth aparecen numerosos personajes que se destacaron por sus pronunciamientos a favor o en contra del tradicional aislacionismo norteamericano. Sorprende que no se mencione en toda la novela a Joseph Kennedy, que, en la realidad, cuando aún era embajador de Estados Unidos en Londres, abogó por un tratado de paz mundial entre Estados Unidos y el III Reich muy parecido al que en “La conjura contra América” acaba firmando el Presidente Lindbergh.

  Robert Harris, el autor de la también novela ucrónica "Patria", desde luego no se olvida de Joe Kennedy al que convierte inevitablemente en Presidente de los Estados Unidos una vez que queda claro que la guerra no puede ganarse. Es dudoso que otra personalidad política popular, aparte de Kennedy, hubiera podido alardear, en semejante circunstancia, de que él ya había advertido de que apoyar a los británicos en su declaración de guerra a Alemania sería un desastre y que entonces nadie le hizo caso. Joseph Kennedy tenía también la ventaja de que era el líder de los norteamericanos de origen irlandés, en su gran mayoría muy antibritánicos. Su única desventaja era que nunca había sido elegido para ningún cargo público por voto popular, puesto que los que había detentado le fueron confiados por designación del Ejecutivo. Sin embargo, nada de eso impidió que en 1938 se barajara su nombre como candidato a la vicepresidencia de Roosevelt con vistas a las elecciones presidenciales de 1940. En cualquier caso, ya para el verano de 1940 (momento de la designación de candidatos en la Convención del Partido Demócrata) su carrera política había quedado aniquilada por su fracaso en Londres, donde los británicos lo detestaban por su aislacionismo. En la historia que se presenta aquí, la constatación para muchos de que habría tenido razón en instar a un Tratado de Paz con Hitler supone su retorno de las cenizas.

  En cuanto a la bomba atómica, para el verano de 1944 se había avanzado mucho en el proyecto de la bomba de uranio. Pero de ahí a poder contar con esta superarma quedaba todavía mucho trabajo experimental y de ingeniería. En agosto de 1944 se informó a Roosevelt de que existía la probabilidad de que el arma estuviera lista para la primavera de 1945, un poco antes de como en verdad fue. Los soviéticos estaban bastante bien informados del curso de las investigaciones gracias a sus espías dentro del “proyecto Manhattan”. En cambio, muy pocos políticos norteamericanos sabían de este plan secreto. Y uno de ellos era el Vicepresidente Henry Wallace.

   Los historiadores suelen considerar que las "armas milagrosas" nazis (bombas volantes incluidas) no valieron el coste económico de la inversión industrial que supusieron. Pero en esta historia, hacia 1944 Alemania dispone de recursos económicos muy superiores a los que tuvo en la realidad por esas fechas: materias primas ya abundantes, mano de obra ilimitada, la cooperación forzada o voluntaria de toda la industria europea y un abastecimiento de alimentos cuando menos suficiente. La conmoción del desastre de Hamburgo, en agosto de 1943, habría impulsado igualmente el esfuerzo en nuevas armas aéreas, como los cazas a reacción, los cohetes de represalia y probablemente los cohetes antiaéreos. Si consideramos todo lo que fueron capaces de hacer a nivel de esfuerzo industrial en la situación tan difícil del 1944 real, podemos imaginar lo que hubieran sido capaces de hacer en una situación alternativa mucho más favorable.