determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

lunes, 21 de septiembre de 2015

36. Paz con honor




  El 19 de abril de 1944 el presidente Roosevelt habla ante los mandos de la Guardia Nacional reunidos en Washington. El discurso es radiado a todo el país. El Presidente hace una ligera pausa antes de llegar a la lectura de los párrafos críticos que ha preparado cuidadosamente.

  “El mundo entero se asombra ante la extraordinaria capacidad demostrada por el pueblo, las fuerzas armadas y la industria norteamericanos. ¿Alguien podrá creer que un poder semejante puede ser derrotado por bandas de fusileros marroquíes, turcos o italianos?, ¿alguien puede olvidar el hecho de que nuestro poder aeronaval ya ha condenado a las islas japonesas a una derrota inevitable? Eso son los hechos que todos los norteamericanos conocen. Los Estados Unidos que han surgido de esta conflagración a la que nos arrastró la traición japonesa ya nunca van a perder su protagonismo en el mundo entero. Es nuestra sociedad la que ha creado este poder. Es nuestro pueblo el que se ha armado y ha mostrado al mundo que la razón, la justicia y la libertad no pueden ser derrotados por una mera suma de tropas mercenarias dirigidas por técnicos alemanes de la milicia."

  “El régimen de Adolf Hitler tendrá que aceptar nuestra fuerza invencible y tendrá que aceptar que el uso de la mera fuerza mecánica no puede prevalecer sobre aquella otra fuerza que surge del vigor imparable de una sociedad libre. Los Estados Unidos de América son la esperanza del mundo, y los Estados Unidos no van a retirarse al otro lado de los océanos. Somos mucho más que un gran pueblo y un gran estado: somos la libertad espiritual del hombre, un hombre valeroso y decidido que se siente guiado por la mano de Dios."

  “Nuestras tropas que luchan en el mundo entero no se rendirán nunca. Ligeros reveses no suponen más que oportunidades para robustecernos más aún. El III Reich ya nos conoce y sabe que no puede vencernos.”

  “Japón está condenado. Sus descarriados gobernantes deben reflexionar y deponer las armas para ahorrar sufrimientos a su pueblo. Los Estados Unidos no se van a conformar con menos que con la rendición incondicional del Japón. El agresor será castigado. Es lo que el pueblo americano exige. Es el clamor de una nación que exige justicia.”

  “Pero el pueblo también desea que llegue la paz. Podéis creer, americanos todos, que esta administración trabaja por una paz justa, una paz con honor. Una paz que deje bien claro al mundo que la libertad y la democracia de las naciones aliadas encabezadas por los Estados Unidos se defienden con la fuerza de las armas y se revelan indestructibles.”

  “Yo proclamo al mundo entero que nadie nos hará renunciar a establecer una paz justa. Una paz en la cual será el poder alcanzado por el pueblo libre en armas el que dicte sus condiciones. La vieja Europa y el nuevo mundo, los viejos valores caducos y los de la sociedad libre, se enfrentan a la hora de aceptar o desechar la paz. No podéis dudar de que esta administración desea, desde el honor y la fortaleza, una paz justa para el mundo entero.”

  “Ante los Estados Unidos se abre ahora una responsabilidad mundial, un destino único: la paz y la justicia universales.”

   El discurso deja al Presidente exhausto. En los días previos a su preparación ha tenido que enfrentarse con franqueza a sus enemigos dentro del círculo más próximo, incluida su propia esposa, Eleanor.  Pero el peor de todos sus enemigos es un hombre al que aprecia y al que eligió precisamente por los mismos motivos por los que ahora necesita desecharlo: el Vicepresidente Henry Wallace.

  Roosevelt ya ha preparado un nuevo gabinete, caso de que tenga que vérselas con una cascada de dimisiones. En grupo, y de uno en uno, ha revelado las amargas verdades de los estudios estratégicos, de las encuestas de opinión… y de las primeras noticias acerca de las condiciones que pone Alemania para firmar la paz. Ahora tiene que empezar a predisponer al pueblo americano a una solución negociada. Ya se han producido muchas pérdidas y la situación del Golfo Pérsico muestra a las claras quién lleva la iniciativa en las operaciones militares que han alcanzado una envergadura inesperada en escenarios remotísimos.

   El Presidente admite que Joseph Kennedy y sus aislacionistas reconvertidos han ido preparando el ambiente con lo que pretendían ser iniciativas particulares que no fueron boicoteadas ni motejadas de traición. Los sondeos de opinión que el Presidente ha leído a primeros de abril (tras la toma de Teherán y el cierre del Mar Rojo por los alemanes, y con la India a punto de estallar en guerra civil abierta) indican que más de la mitad de los norteamericanos ya son partidarios de alcanzar una paz negociada con los alemanes. Una progresión inevitable desde que se alcanzara un cuarenta por ciento de opinión expresada en el mismo sentido tras los triunfos alemanes del verano del 42. El éxito aliado de la conquista de las Canarias apenas si logró reducir la cifra a un treinta por ciento. La pérdida de Jerusalén y Damasco volvió a dejarla en el cuarenta. El desastre de Mosul, con la destrucción de la 3 división acorazada norteamericana a primeros de diciembre de 1943, lo subió a la mitad de la población ansiosa por lograr un Tratado de Paz con los nazis y desde entonces el porcentaje ya no ha dejado de subir. Lo que el Presidente más teme son los datos que hacen referencia a posiciones extremas entre las diversas minorías que integran la población norteamericana: judíos, polacos y negros quieren seguir la guerra hasta el final.

  De momento, tras el discurso ante la Guardia Nacional, no hay dimisiones, ni tampoco más discursos. Ni siquiera muchos comentarios en la prensa. Durante el resto del mes de abril y todo el mes de mayo, Roosevelt y sus hombres de confianza parece que se limitan a observar cómo evoluciona la opinión pública norteamericana, pero en realidad se muestran muy activos fomentando un cambio de actitud en los círculos de poder más influyentes. Las ambigüedades del discurso dan margen a un constante cambio de pareceres. Ayudan a precisar cuál ha de ser la dirección a tomar.

  Hay un goteo de artículos en la prensa e intervenciones y declaraciones de personajes públicos relevantes. Se impone cierta tensa discreción. Los servicios de opinión pública siguen trayendo a la Casa Blanca los sondeos más recientes donde las noticias que llegan de los escenarios bélicos continúan erosionando la confianza en la victoria. El Presidente tiene que despachar cada día con todo tipo de autoridades para tratar de mantener la unidad y la confianza, y todo esto lo fatiga tanto que comienza a pensar que quizá no pueda presentarse para un cuarto mandato.

   A nivel militar, las noticias que llegan no sorprenden demasiado: los japoneses avanzan contra los rusos en Siberia, el caos va cundiendo en la India (lo que exige que tropas norteamericanas reemplacen a las cinco divisiones de infantería india en Occidente), la supremacía aérea aliada sobre el cielo de Alemania se ve ya sensiblemente mermada y los alemanes y sus aliados españoles y marroquíes están avanzando en Marruecos, hasta la costa africana próxima a las islas Canarias. Eso y la llegada del acorazado alemán “Tirpitz” junto con el portaaviones “Graf Zeppelin” al Mediterráneo hacen temer un ataque contra las islas Canarias. ¿Hitler desea desafiar a sus enemigos en el único escenario -el aeronaval- donde todavía gozan de lo que parece una clara supremacía? Tal vez Hitler cometa un error que permita a los norteamericanos apuntarse una victoria. Eso sería ideal para lograr una buena disposición a negociar del enemigo. Además, mantener las islas Canarias, tan cerca del continente africano, es una gran ventaja estratégica para los aliados por la cual vale la pena luchar.

  De momento, lo que parece claro es que después del bombardeo de Berlín del 20 enero de 1944 la Luftwaffe está recuperando terreno. No habrá ya más bombardeos masivos de tal magnitud (del orden de las dos mil toneladas de bombas en el mismo día y lugar). 


El caza norteamericano P-51 Mustang. Para muchos, el mejor de toda la segunda guerra mundial


  La entrada en combate en febrero de 1944 de los nuevos cazas americanos "Mustang" no ha logrado un cambio de tendencia para afianzar la supremacía aérea aliada, mientras que lo que ha influido en una mayor igualdad en el duelo aéreo sobre Europa ha sido la irrupción de los nuevos cazas italianos y franceses, sobre todo los franceses. Ninguno parece tan bueno como el Mustang, pero todos hacen mella en la capacidad aliada para castigar sus objetivos de bombardeo. En 1943 se arrojaron más de 200.000 toneladas de bombas sobre Alemania y Francia, y se calcula que por cada avión perdido impactaron en suelo enemigo 80 toneladas, el doble que el año anterior, lo cual era claramente positivo desde el punto de vista de una guerra de desgaste, pero ahora está claro que en 1944 será difícil alcanzar esa cifra, de modo que Alemania no podrá ser derrotada mediante bombardeos masivos. Además, cada vez son más las fábricas de armas que se establecen en el Mediterráneo, en Italia o en España, lejos del alcance de los bombarderos.

  Tampoco se debilita la capacidad ofensiva de la Luftwaffe: los nazis aceptan ver bombardeadas sus ciudades antes que anular sus operaciones ofensivas por falta del apoyo aéreo que sería necesario para defender los hogares de sus soldados. Eso ya se vio en el verano de 1942, y durante 1943 se ha confirmado.

  La capacidad para bombardear masivamente las ciudades alemanas era el mayor éxito estratégico de los aliados hasta el momento, si bien no de los que lograban hacer mayor efecto en la opinión pública, por ser difíciles de expresar sobre un mapa publicado en un periódico. En cualquier caso, todas las predicciones indican que durante el verano de 1944 los del Eje van a ver mejorada su capacidad de respuesta aérea.

  Sin duda que los alemanes hubieran ganado la guerra ya en 1943 de no haber sido por la supremacía aérea aliada, pero la cuestión ahora es que si esa supremacía queda anulada en 1944, o siquiera atenuada hasta niveles parecidos a los de 1942, entonces la guerra sí que estará perdida. La India está a punto de caer, lo que puede llevar a la caída de China, lo que implica que Japón se puede concentrar en la guerra terrestre contra Rusia, pase lo que pase en el Océano Pacífico. Y cuando Rusia caiga, cosa que parece inevitable para la próxima ofensiva nazi de verano (la que tendrá por objetivo Moscú), entonces todo habrá acabado.

  Aunque se han movilizado ya ciento veinte divisiones norteamericanas, Roosevelt sabe que apenas la mitad podrá estar en el frente para el fin del verano. Y las veinte últimas divisiones formadas apenas si están armadas. En realidad, implican solo la pérdida de cientos de miles de valiosos obreros… Eso ha forzado a imponer más medidas de racionamiento en Estados Unidos. Aunque lejos aún de las penurias de Gran Bretaña, estas medidas fomentan el pesimismo entre la población.

  El general Marshall no deja de proporcionar a su Presidente los datos de las nuevas divisiones que van llegando al frente por las largas rutas marítimas:

  En abril, la 44 de infantería y la 7 acorazada se han incorporado al nuevo ejército (el 9) que se está formando en África Central, y la 87 de infantería se ha incorporado al 10 ejército británico en el Golfo Pérsico (como reemplazo de las divisiones indias ya casi disueltas). También los británicos han sumado otras dos divisiones a las que ya están en el Golfo Pérsico, la 38 y la 43 de infantería… asimismo como reemplazo de las divisiones indias.

  En mayo llegan la 66 y la 104 divisiones de infantería norteamericanas también para reforzar el 10 ejército británico en el Golfo (las divisiones indias ya están todas diluidas en el desastre que finalmente ha estallado en el subcontinente en forma de sangrienta guerra civil étnica y religiosa), otra división de infantería más, la 84, se incorpora al nuevo ejército de África

  Los generales americanos, por otra parte, consideran que deben reforzarse también las islas Canarias. El día 15 de abril los alemanes han reconquistado, en la costa africana, Cabo Juby y su importante aeródromo, lo que deja a las islas más orientales dentro del radio de acción de los cazas del Eje. En ese momento, hay en las islas dos divisiones de infantería norteamericanas, la 29 y la 94, más la 3 división británica y el equivalente a otra división de españoles antifranquistas. Roosevelt aprueba que se envíe otra división más, la 95, y que se protejan las defensas costeras, marítimas y aéreas con todo tipo de armas. Al mismo tiempo, una nueva división blindada, la 11, pasa a las tropas del general Clark en Marruecos (en realidad, ya en el desierto occidental, tras la última retirada).

   Todo ello sin menoscabo de que continúen las triunfantes operaciones en el Pacífico contra el enemigo japonés, al que hay que derrotar a toda costa. A finales de mayo o principios de junio deben invadirse las islas Marianas, lo suficientemente cerca de Japón como para poner en marcha desde allí una gran campaña de bombarderos pesados contra las islas enemigas, similar a la emprendida contra Alemania.

  El problema es que incrementar la defensa de las Canarias mientras se mantienen los ataques del Pacífico y se siguen enviando fuerzas para defender el bastión del Golfo Pérsico, todo a la vez, está suponiendo un esfuerzo enorme en lo que implica de transporte naval a lo largo del mundo entero. Los italianos avanzan hacia Addis Abeba, la capital de Etiopía. Y hay que formar el nuevo ejército norteamericano en África Central ante el inminente ataque francés a través del Sahara con el apoyo del grupo de ejércitos alemán que está en el Alto Nilo.

   Cada vez que Roosevelt tiene que explicar la gravedad de la situación ante un gobernador, un industrial, un sindicalista o un banquero, sus ayudantes recurren a aparatosos mapas y cifras de vértigo. Todos acaban sin habla cuando el Presidente, amargado, tiene que concluir: “y cuando tomen Moscú, continuar con esto será simplemente imposible. Si hemos de esforzarnos en obtener una paz justa y honrosa, hemos de hacerlo ahora, sin vacilaciones”.

  Y nadie puede aplazar las elecciones presidenciales de noviembre…

  Las noticias sobre las condiciones ofrecidas por los alemanes que han traído los hermanos Kennedy de Dublin son pésimas. Hitler no ofrece nada, ni una salida: Rusia convertida en una colonia, África repartida entre los aliados menores del Eje, ¡y Japón sobreviviría con un imperio en Extremo Oriente! Todo lo que ofrece Hitler a América es el dominio del Pacífico, el control sobre las naciones sudamericanas... y la promesa de no invadir Inglaterra si los ingleses piden la paz y renuncian a sus colonias en África y Asia. Y la publicidad dada por los alemanes a la llegada a Europa del aviador japonés que comandó el ataque a Pearl Harbour resulta una burla poco soportable. El comandante Fuchida, por otra parte, ha llegado sin duda para instruir a la flamante aviación naval nazi y fascista...

  A mediados de mayo, Roosevelt envía una segunda misión negociadora a Dublín. Y ahora el joven John Kennedy va con una representación oficial. Van a poner las cosas claras a los alemanes. Pedirán mucho, pero dejarán ver que solo derrotar a Japón es importante. Y la administración Roosevelt ahora no negará que se han iniciado contactos con el fin de lograr una paz honrosa. Aunque no se sabe exactamente la fecha en que se hará ese reconocimiento. Probablemente en junio.

  
  Ooo

  De todos los factores que llevaron a los alemanes a la derrota, quizá uno de los más sorprendentes fuera la decisión de Hitler de no incrementar radicalmente la producción de aviones de caza después del desastre del bombardeo de Hamburgo en julio de 1943. En lugar de eso, se incrementaron los recursos de la artillería antiaérea. Ya a finales de 1942 una docena de divisiones de infantería fueron formadas con personal de las fuerzas aéreas. El motivo para semejante decisión, que acabaría llevando al desastre de la fuerza aérea alemana en la primavera de 1944, era que, sencillamente, la industria alemana no podía atender todas las necesidades de material del frente. Hitler eligió incrementar la producción de tanques y artillería en lugar de la de cazas. El dato de "40 toneladas de bombas lanzadas por cada avión perdido en 1942" aparece en las memorias de Adolf Galland, citado como cálculo de la misma RAF, y se considera "relativamente favorable al Eje" (otra forma de contarlo: perdían un mínimo de 40 aviadores bien adiestrados para dar muerte a unos 30 alemanes varones en edad militar). En 1943 se habría doblado esa cantidad de explosivos sobre Alemania, con lo cual no había duda de que los aliados estarían ganando la batalla aérea, por lo menos referido a las misiones de bombardeo.

  En las circunstancias que se muestran en esta historia, Hitler no hubiera tenido que hacer la dramática (y equivocada) decisión de optar por bombarderos de represalia en lugar de más cazas para el combate aéreo. En el verano de 1943 de esta historia alternativa, la industria alemana se beneficia de la explotación de los campos petrolíferos capturados, de una cantidad casi infinita de mano de obra, del despegue de la industria francesa y del gradual acomodamiento de las industrias de los estados menores del Eje. Sin embargo, comenzado con retraso, el relanzamiento de la industria aeronáutica militar no se haría efectivo y evidente hasta un año más tarde y coincidiría, por supuesto, con la aparición de los “Mustangs” y el incremento general de los contingentes de la aviación aliada. Tal como se calcula en esta historia, el plan de Hitler es formar una respuesta masiva al desastre de Hamburgo (decisión puesta en marcha en agosto de 1943) que requiere casi un año para la formación de nuevos pilotos suficientemente entrenados y el correspondiente incremento de la producción de aviones de caza. En el ínterin (febrero a junio de 1944 especialmente) los aliados mantendrán su supremacía, pero coincidirá este periodo con el relanzamiento de la aviación de caza italiana y francesa, lo que iba a dar lugar a un escenario diferente del que tuvo lugar en la realidad: una supremacía aliada cierta, pero no aplastante, y que los estrategas angloamericanos hubieran evaluado, correctamente, como presagio de un cambio de tendencia para el verano de 1944. En esta historia, como se verá, Hitler utiliza sus nuevos contingentes de aviones de caza para una ofensiva aeronaval en las Canarias, siempre con vistas a forzar a los americanos a unas negociaciones de paz en la antesala de sus elecciones presidenciales de noviembre, dejando claro que la conquista de Inglaterra es posible en el futuro próximo.

  Lo que es difícil de evaluar es cómo afectaría a la capacidad industrial norteamericana el tener que movilizar más divisiones (mucho más temprano que cuando se hizo en realidad), el tener que enviarlas todas tan lejos y a tan apartados escenarios (Canarias, Marruecos, África Central y Oriental, Golfo Pérsico, Pacífico…), y la creciente desconfianza de los industriales y actores de la economía civil en general que empezarían a preguntarse qué sentido tiene continuar la guerra en semejantes condiciones.

  Se sabe que la tropa estadounidense era muy sensible a los factores morales, que criticaba fuertemente los errores cometidos por el mando y que, en general, se mostraba mucho más hostil al enemigo japonés que al alemán. En realidad, el escenario que aparece en esta historia para la primavera de 1944 es todavía bastante conservador, porque la sucesión de derrotas inevitables (aunque aún no aplastantes) habría de causar un daño crítico en la moral tanto de las autoridades como de la masa popular de los Estados Unidos.