Roosevelt y sus asesores saben que los alemanes ahora pueden explotar los recursos económicos de materias primas conquistados en el Mediterráneo y el Mar Negro, de modo que quizá dentro de un año o dos podrían ser ya invencibles. Si hay que lanzarse sobre ellos, esto ha de hacerse, en la medida de lo posible, cuanto antes.
De todos los objetivos estratégicos tenidos en cuenta por los grandes jefes militares angloamericanos (Marshall, Brooke, Eisenhower...), el único viable, y aun así arriesgado, es la conquista de las islas Canarias, que los británicos intentaron ya en julio, pero que fue frustrada entonces por el rápido despliegue de la Luftwaffe en las islas.
Este mismo factor decisivo, la presencia de la Luftwaffe, haría que un desembarco en la costa europea atlántica acabara en seguro desastre, porque a las dificultades iniciales de los ataques aéreos se sumaría la llegada por tierra de las fuerzas Panzer, y los angloamericanos aún no están preparados para enfrentarse a ese tipo de fuerzas enemigas. Por supuesto, el intento, acabase como acabase, sí alcanzaría el objetivo de detraer recursos alemanes del frente ruso, pero Roosevelt no puede exponerse a un fracaso, a una repetición de las desastrosas retiradas aliadas frente a los alemanes en Noruega, Dunkerque, Grecia, Creta y Dieppe (en agosto de 1942): la opinión pública norteamericana no tendría la misma tolerancia que la británica para reveses de ese tipo.
Roosevelt lo que necesita es un objetivo con ciertas probabilidades de éxito, allí donde la Luftwaffe sea más débil y donde no puedan aparecer los Panzer. Por eso, la única opción viable, de momento, dados los recursos que se podrán reunir para el otoño de 1942, sería la conquista de las islas Canarias... una vez establecidas poderosas bases aéreas aliadas en el próximo archipiélago de Madeira (conquistado por los británicos al neutral Portugal en julio).
Para incrementar tales probabilidades, Roosevelt y Churchill han acordado mantener la neutralidad francesa mientras sea posible, a pesar del Tratado de Francia con el III Reich y del estado de guerra de los franceses contra la Unión Soviética. Las negociaciones secretas entre los petainistas y los americanos han supuesto, al menos, mantener a la Luftwaffe y la Kriegsmarine fuera de los puertos atlánticos de la Francia colonial (principalmente Casablanca y Dakar), y esto ya es una ventaja. Por supuesto, los alemanes y españoles sí están usando los ferrocarriles, carreteras y aeródromos del Marruecos francés para el transporte a fin de armar sus posiciones más al sur (Cabo Juby, Ifni y la base germanoespañola de Cabo Blanco, que está particularmente bien situada estratégicamente), pero eso siempre es mejor que tener a la Luftwaffe en Dakar, desde donde los alemanes podrían llegar hasta Brasil en vuelos de ida y vuelta. A cambio de este pacto, Estados Unidos se ha comprometido a enviar algunos suministros a Francia por Casablanca, sobre todo de ayuda humanitaria (para los alemanes, este acuerdo es también positivo, ya que les permitirá extraer proporcionalmente más recursos alimentarios de Francia en un momento de agudo racionamiento en toda Europa). Mientras tanto, como nadie sabe cuánto durará el mantenimiento de la neutralidad francesa, la Luftwaffe y la Kriegsmarine están tratando de mejorar las instalaciones aeronavales en las colonias españolas del Sahara Occidental. El aeródromo español en Cabo Blanco (La Güera) permite a los cazas alemanes incluso alcanzar Dakar y Cabo Verde, si bien no es tan fácil mejorar de forma notable instalaciones tan remotas y las prioridades de la Luftwaffe en otros frentes hacen que las unidades establecidas tan al sur sean, de momento, poco más que testimoniales.
De esta forma, para los aliados conquistar las Canarias no solo es un buen objetivo político, y no solo posibilitará un avance a través de Marruecos hasta Gibraltar, sino que eliminará una amenaza al tráfico marítimo por el Atlántico, ya que los submarinos alemanes e italianos están haciendo estragos. Con el cierre del Mediterráneo, casi toda la fuerza naval italiana se concentra ahora en el Atlántico, y aunque los submarinos italianos no son tan efectivos como los alemanes, tienen unos cincuenta operativos y están logrando hundimientos. La flota de superficie italiana, de momento, va estableciéndose en Lisboa, Cádiz y Tánger, aunque la escasez de combustible limita su peligrosidad. En todo caso, tal despliegue fuerza a los aliados a gastar más recursos en su control.
A finales de julio de 1942, a tiempo para el viaje de Churchill a Moscú, y tras el fracaso del primer intento británico, el alto mando aliado acepta, pues, poner en marcha la operación para la captura de las islas españolas en el Atlántico mediante una invasión a gran escala apoyada por una poderosa fuerza aérea que se establecerá en Madeira.
El plan, lento, pero seguro, sería tomar primero las Canarias y, desde las Canarias, Marruecos, y avanzar después hasta la reapertura del estrecho de Gibraltar en diversas etapas que permitirían un despliegue gradual de los recursos norteamericanos, relativamente próximos al otro lado del Atlántico. Es un plan conservador, pero el único posible y adecuado a la que es, de momento, la principal ventaja de los angloamericanos: su poder aeronaval. Este plan de avance a través de Marruecos ya se contemplaba cuando los británicos planearon y ejecutaron la captura en julio de las islas de Madeira y también la pequeña isla, pero aún más próxima a Canarias, de Grand Salvagem.
Durante agosto, septiembre y octubre de 1942, el general Eisenhower coordina el esfuerzo organizativo para concentrar en los archipiélagos atlánticos, sobre todo en Madeira, la fuerza que hará posible la conquista de las islas. Se trata de un ingente trabajo de ingeniería, intendencia y logística que para finales de octubre habrá superpoblado el pequeño archipiélago portugués. Incluso se llega a crear una base avanzada de cazas en el islote de Grande Salvagem, de apenas dos kilómetros cuadrados.
A nivel político, los aliados establecen un consejo nacional portugués que no es todavía un gobierno portugués en el exilio pues, como los alemanes han respetado en teoría la soberanía portuguesa (solo han realizado una ocupación militar preventiva, por el estilo de la de Dinamarca, en abril de 1940), los angloamericanos no quieren arriesgarse a socavar la autoridad política que el presidente Salazar pueda conservar en Lisboa. Para los aliados, el caso portugués es muy diferente al español, ya que la República española derrotada en la guerra civil de 1939 ha sido reconocida ahora como el gobierno español legítimo y, como tal, se ha sumado a los aliados. De momento, para la organización portuguesa se ha logrado la adhesión y el liderazgo de un apacible erudito exiliado en Brasil, el doctor Jaime Cortesao. En cualquier momento puede ser reconocido como el Presidente de una república portuguesa aliada de las democracias y de la URSS.
Jaime Cortesao, intelectual y político democrático portugués
A nivel bélico, a mediados de octubre los aeródromos de Madeira permiten asolar las defensas del archipiélago español al tiempo que ejecutar más ataques de distracción contra otros objetivos del Eje , siempre evitando el Marruecos francés. También en Madeira se concentran decenas de miles de hombres para las operaciones de asalto. Otro factor importante es que la flota aliada patrulla las aguas y bloquea las Canarias, aunque bajo la amenaza de los aviones y submarinos enemigos... y asumiendo el riesgo de que la flota alemana en la zona de Gibraltar realice una salida (se trata de los acorazados "Scharnhorst" y "Gneisenau", más otros buques menores); la flota italiana causa menos inquietud, aunque a mediados de octubre llegarán al puerto español de Málaga los acorazados "Vittorio" y "Littorio".
Para finales de septiembre de 1942, Franco y Kesselring, el representante de Hitler en Madrid para el esfuerzo bélico, ya suponen que el objetivo aliado es Canarias. Dudan que sea Gibraltar, Portugal o Marruecos, así que los alemanes envían, en un convoy fuertemente escoltado por aire y mar, un regimiento de paracaidistas para contribuir a la defensa de Gran Canaria, que será sin duda la isla más codiciada por el enemigo (por su aeródromo junto al mar y su buen puerto). También refuerzan las posiciones más al sur, sobre todo los aeródromos y puertos de Cabo Blanco (La Güera) y Villa Cisneros, donde continúan los trabajos. Para mejorar la defensa de toda esta red de aeródromos y puertos en parajes muy desérticos, se ha designado a uno de los mejores generales de Franco, Barrón, que tendrá el mando sobre un combinado de contingentes de tropas coloniales españolas, reclutas peninsulares, y algunos destacamentos alemanes.
El 24 de octubre llegan las noticias del ataque aliado contra Egipto, pero Kesselring logra convencer a Berlin de que no se descuide el refuerzo aéreo de las Canarias: en Egipto, Rommel podrá defenderse solo y no necesita más aviones. Al mismo tiempo, las noticias del frente ruso tampoco son tan buenas como podía esperarse: ni Stalingrado, ni Leningrado ni el Cáucaso han caído a pesar del dominio nazi del Mar Negro, y no se puede bajar la guardia tampoco en la batalla aérea sobre el mismo suelo alemán. Parece claro que la guerra no terminará a fin de año.
Los alemanes mantienen en Francia un grupo de divisiones de élite listas para ser desplazadas adonde sean requeridas haciendo uso de la vía logística que supone el Mediterráneo. Entre estas fuerzas están las divisiones Panzer 6, 7 y 10 del Heer, las divisiones Waffen-SS Leibstandarte, Das Reich y Totenkopf, dos batallones especiales de tanques Tigre y la división motorizada de la Luftwaffe Hermann Goering. Muchas de estas unidades descansan y se reequipan del esfuerzo de la campaña invernal en Rusia. Sospechándose ya un posible contraataque soviético en invierno, a finales de octubre la 6 Panzer es destinada al frente ruso, a la zona de Stalingrado. Es la primera en probar el nuevo modo de desplazamiento hacia el teatro de operaciones de la zona del Mar Negro: por ferrocarril hasta los grandes puertos franceses del Mediterráneo de Marsella y Tolón, donde es embarcada rápidamente en buques de transporte franceses e italianos, a lo que siguen nueve días de singladura hasta el puerto ruso de Novorossisk en el Mar Negro desde donde una línea ferroviaria se extiende hasta el mismo Stalingrado o sus proximidades (entre quinientos y seiscientos kilómetros de trayecto).
El día 5 de noviembre de 1942 se dan por terminadas las operaciones aliadas ofensivas en Egipto: el Ejército del Sudán, con el apoyo de la flota británica en el Mar Rojo, ha capturado Hurghada, el campo petrolífero, y la entrada al golfo de Suez, y el Octavo Ejército de Montgomery se ha retirado sin sufrir grandes daños al otro lado del canal. El resultado no es malo, aunque sin duda en Moscú no habrán quedado tan complacidos, pues la ofensiva angloamericana no parece que haya logrado detraer recursos alemanes del frente ruso.
Ese día comienzan los bombardeos concentrados sobre objetivos estratégicos específicos de las islas Canarias, y Eisenhower llega a Funchal, la capital de Madeira, donde se reúne, aparte de con el doctor Cortesao, con un nuevo personaje en la guerra: Indalecio Prieto, al que Roosevelt y Churchill han reconocido como presidente de la república española antifranquista. Los dirigentes españoles derrotados en la guerra civil en 1939 han estado disputando todo el tiempo entre ellos sobre quién sería el legítimo representante del régimen vencido por el alzamiento de Franco y los militares. Finalmente, el elegido por los aliados ha sido Prieto, por un motivo fundamental: él tiene el control sobre el gran contingente de ex soldados antifranquistas refugiados en Latinoamérica tras la guerra civil española, sobre todo en México. En total, se considera que hay unos 30.000 exiliados antifranquistas en el continente americano, y los aliados calculan que, con el apoyo de Prieto, la mitad de ellos podrán vestir el uniforme para enfrentarse al Eje en las Islas Canarias.
Indalecio Prieto, máximo dirigente de los exiliados españoles antifranquistas en México
Gracias a la nueva alianza con el exilio antifranquista español, los norteamericanos forman una división de infantería completa de españoles que incluye también a algunos voluntarios hispanoamericanos antifascistas, mientras que otra división se ha formado con portugueses, principalmente con portugueses de las colonias, de las islas, y voluntarios brasileños (los brasileños han declarado la guerra al Eje). Los portugueses se encargan, de momento, de la defensa de sus propios archipiélagos.
Pero los hombres de Prieto y los portugueses no son un contingente importante para la proyectada invasión. En total, participarán en el desembarco principal en Gran Canaria la 78 división británica, la 1 división de infantería norteamericana y la 1 división blindada norteamericana (incompleta). La 34 división americana se encargará de tomar las islas occidentales de Lanzarote y Fuerteventura, donde hay también dos aeródromos y que están muy poco habitadas y no muy defendidas; en caso de que fracase el asalto a Gran Canaria, los aliados contarán, al menos, con estas dos bases. La 9 división de infantería americana se mantendrá en Madeira como reserva.
En el lado del Eje, Franco y Kesselring han organizado la defensa de las islas Canarias de acuerdo con antiguos planes ya esbozados en 1940. En las islas, el mando recae en el capitán general -gobernador- Serrador, un hombre de la mayor confianza de Franco y al que se considera próximo a Falange. En total, Serrador cuenta con unos cincuenta mil hombres para defender Canarias, cuarenta mil de ellos en las dos islas principales (Gran Canaria y Tenerife). El mando alemán, subordinado al español, es del general Von Broich.
En Gran Canaria, que se supone que será el objetivo principal de los aliados, está la unidad que más temen estos: el 5 regimiento paracaidista alemán, con tres mil soldados; y hay otros dos mil alemanes que integran otras unidades. A estos cinco mil alemanes se suman diez mil soldados españoles del ejército regular (cuyo adiestramiento supervisan los alemanes) y otros cinco mil de milicias. En Tenerife hay unos cinco mil soldados coloniales de Marruecos, considerados de entre la mejor tropa española, otros diez mil soldados del ejército regular y otros cinco mil de milicias. Los diez mil soldados restantes se reparten en las otras cinco islas principales. Lanzarote y Fuerteventura, con sendos aeródromos, suman unos tres mil soldados en cada una.
El plan de Kesselring, aceptado por Franco, consiste en resistir en las montañas del interior, donde menos puedan ser afectados por la artillería naval enemiga. Los aliados se verán entonces enzarzados en una dura lucha en los cerros y barrancos volcánicos y, mientras tanto, la Luftwaffe y los submarinos irán liquidando su apoyo naval. Al final, los aliados tendrán que reembarcar y marcharse.
Eisenhower, por su parte, sabe que todo depende de la capacidad de concentrar el fuego aeronaval y en bloquear las islas para que no reciban suministros ni refuerzos. Y no sabe si va a poder llevarlo a cabo: depende de cuál sea la fuerza aeronaval del Eje en la zona y también del estado del mar. No pierde de vista a la flota nazi en el Estrecho, con tres buques capitales y bastantes destructores. Se supone que los franceses no intervendrán, y se duda mucho de que los italianos puedan aventurar su flota mediterránea en el Atlántico.
En total, la flota que vuelve a comandar el almirante británico Cunningham (aunque más de la mitad de las unidades son americanas, lo cual genera graves problemas de coordinación), transporta unos doscientos cazas y bombarderos a bordo de una docena de portaaviones (la mayoría de escolta). El Mando británico de la RAF en Madeira suma unos cuatrocientos cazas y bombarderos. Y la 12 Fuerza Aérea norteamericana sumaría un millar más de cazas y bombarderos. Se trata, por tanto, de la mayor concentración de poder aéreo hasta el momento para una operación de desembarco (mil quinientos cazas, torpederos y bombarderos). El problema es cómo desplegarlos en la zona de Canarias de forma eficiente contra una fuerza aérea del Eje (alemana, italiana y española) bien establecida en aeródromos de tierra y que suma unos ochocientos aparatos operativos.
Durante todo el verano y, sobre todo, durante el mes de octubre, los aliados han trabajado muy duro para convertir Madeira en un inmenso portaaviones. Y se espera que la rápida ocupación de los pequeños aeródromos de Lanzarote y Fuerteventura permita establecer pronto bases aéreas en las mismas islas Canarias. Esto requiere una gran coordinación y eficiencia.
Una ventaja es que se podrá contar con aviones Spitfire, incluso a bordo de los portaaviones e incluso tripulados por norteamericanos. Una desventaja es que el estado del Atlántico en noviembre es imprevisible y podrían producirse graves tormentas.
Para enfrentarse a esta tremenda fuerza aérea, Kesselring no dispone de muchos recursos añadidos. La ofensiva contra Egipto, los ataques de los grandes bombarderos sobre Alemania y, sobre todo, la campaña del frente ruso, sigue dejando la defensa de toda la inmensa costa atlántica desde Cabo Blanco hasta los Pirineos con poco más de un millar de cazas y bombarderos operativos entre alemanes (el 2 Cuerpo Aéreo), italianos y españoles. Los españoles, de hecho, siguen contando solo con apenas un centenar de aviones de cierto valor, y antiguos, aunque la Luftwaffe ya ha incorporado bastantes pilotos españoles en el 2 Cuerpo Aéreo. La defensa de las costas españolas quedará a cargo de muy pocos aviones una vez se inicien los combates. Kesselring confía en que los aliados también concentrarán toda su fuerza en las Canarias.
En el momento del desembarco aliado, la Luftwaffe tiene unos trescientos cazas y bombarderos desplegados en los aeródromos en torno a las islas Canarias. Parte de ellos están en los aeródromos al sur de Marruecos: Ifni, Villa Cisneros y Cabo Juby, y una cuarta parte de los pilotos son españoles. A estos trescientos aviones alemanes se suman otros trescientos, en su mayoría italianos y unos pocos aviones españoles. Kesselring podrá reforzarlos con otros doscientos aparatos más al desguarnecer en buena parte la costa española. La aportación de la aviación francesa en Marruecos sería agradecida aunque los aviones franceses no son mejores que los italianos, pero los franceses siguen manteniéndose neutrales y solo cooperan con los alemanes, de acuerdo con los términos del tratado, en permitir utilizar a los del Eje sus ferrocarriles, carreteras y aeródromos para transportar sus propios recursos. Está claro que los franceses no desean en absoluto que los aliados capturen esas islas desde las cuales podrían desencadenar la invasión de Marruecos.
Por fin, el 8 de noviembre de 1942, con buenas condiciones del mar, y tras tres días de fuertes bombardeos aéreos, comienza la Operación Torch propiamente dicha con la flota estadounidense que abre fuego sobre el objetivo principal en la costa este de la isla Gran Canaria, donde se halla el principal aeródromo, que los alemanes evacúan inmediatamente y sin grandes pérdidas. Mientras tanto, la Royal Navy se despliega hacia el este, bloqueando las islas y previniendo una posible salida de las flotas alemana e italiana desde el extremo occidental del clausurado Mediterráneo.
El gran poder de la artillería naval apenas puede ser contestado por el ataque de los aviones del Eje. Pronto comienzan a desembarcar más de treinta mil soldados aliados en una isla defendida, a lo más, por veinte mil soldados españoles y alemanes.
Las tropas aliadas que desembarcan son, principalmente, las de la 78 división británica, con diez batallones de infantería, más la 1 división de infantería norteamericana y la mayor parte de la 1 división blindada norteamericana con tanques ligeros que no encuentran oposición aparte de algunos cañones antitanque alemanes. Entre estas tropas aliadas no faltan españoles antifranquistas, en ocasiones formando unidades completas tipo compañía, bajo el mando conjunto del general español Romero Giménez.
En tanto que combatientes más veteranos, son los británicos los que inician el avance por tierra desde las playas del desembarco hacia la ciudad de Las Palmas, donde está el principal puerto de la isla. La ciudad es también furiosamente bombardeada desde el mar por un grupo de cruceros y acorazados norteamericanos y se producen numerosos desembarcos de distracción en varias bahías de la abrupta costa volcánica.
Al mismo tiempo, una flota norteamericana transporta a la 34 división de infantería norteamericana hasta las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Al final del día, el general Ryder se ha apoderado de ambas islas, con sus aeródromos y sus pequeños puertos, ha hecho unos dos mil prisioneros y obligado al resto de soldados españoles a huir hacia el interior. Los ingenieros americanos se ponen enseguida a trabajar para hacer operativos los aeródromos que los españoles han habilitado hace poco.
El éxito de la 34 división será decisivo. Mientras tanto, al final del día 8 los aliados apenas han podido salir de las playas de Gran Canaria donde han desembarcado, pues la resistencia de los paracaidistas alemanes es fortísima y el aeródromo capturado no puede ser utilizado hasta que se reduzca el fuego enemigo desde los riscos próximos.
El día 10, Eisenhower ordena que las fuerzas de la 9 división americana y algunos contingentes de la 34 se sumen al duro combate en Gran Canaria. En el aire, poco a poco los Spitfire y los P-38 logran imponerse a la Luftwaffe y a la Regia Aeronautica a costa de grandes pérdidas. En el mar, el tiempo no ha empeorado mucho, los ataques submarinos y aéreos no han producido tampoco pérdidas catastróficas, y la artillería naval aliada sigue asolando los objetivos en las costas de forma incontestable.
También en tierra la superioridad numérica y, sobre todo, la superioridad aliada en tanques y artillería, acabará por doblegar la resistencia. Los aeródromos de Lanzarote y Fuerteventura permiten apoyar desde la proximidad el avance aliado.
El día 18 de noviembre, tras una semana de dura batalla, los aliados tienen operativo el aeródromo de Gran Canaria, han capturado la ciudad de Las Palmas y su puerto, y han creado un perímetro defensivo en la parte de la isla que ocupan. Las tropas del Eje, a pesar de lo favorecedor del abrupto terreno para la defensa, pronto no contarán con suficiente munición para seguir luchando contra los enormes medios de los aliados. Ese mismo día se produce un gran ataque aéreo británico contra Berlín: Kesselring no puede recibir más aviones.
En Madrid, Franco está indignado: Kesselring había prometido que la Luftwaffe y la Kriegsmarine impedirían el bloqueo de las Canarias y ahuyentarían a la flota enemiga. Franco exige ahora que la flota alemana en el Estrecho zarpe hacia las Canarias, y que se fuerce a los italianos -e incluso a los franceses- a luchar. Nada de eso puede hacerse, pero el día 19, Hitler accede a que se envíen dos divisiones alemanas a reforzar la defensa al sur de Marruecos: se trata de la Hermann Goering, desde Francia, y la 15 división de infantería, desde Lisboa. Esto más bien demuestra que Hitler da por perdidas las Canarias, pero que quiere asegurarse de que el estrecho de Gibraltar no va a ser reabierto. Muy pronto, al producirse la gran contraofensiva rusa en Stalingrado, el frente del Este absorberá todo el interés del Führer.
Franco entonces exigirá compensaciones políticas por la pérdida de las islas Canarias. Kesselring recomendará a Hitler que se concedan: no conviene que cunda el desánimo entre los españoles y las concesiones pueden hacerse de forma ventajosa para todas las potencias del Eje dentro de un gran acuerdo político.
Eisenhower desembarca en Gran Canaria el día 20 de noviembre de 1942, cuando el riesgo es ya escaso, doce días después de la invasión. Con él desembarca Prieto, presidente de la República española, cuya bandera ya ondea en la arrasada ciudad de Las Palmas.
Los combates continuarán hasta final de mes, exigiendo que hasta cien mil soldados aliados se desplieguen en las islas, lo que incluye otra división británica (la 6 blindada). Cerro a cerro, son aniquilados los últimos reductos y los generales Serrador y Von Broich son capturados el 28 de noviembre (ambos heridos). Los aliados han hecho tres mil prisioneros alemanes (los prisioneros españoles son más de quince mil).
Para Kesselring, lo importante ahora es hacer la victoria aliada lo más costosa posible, y en eso logra tener éxito. Desde Madrid se envían telegramas para que en Tenerife y las otras tres islas principales se resista igual que en Gran Canaria. Con todo, el desembarco en Tenerife, que tiene lugar el día 20 de noviembre, logrará la conquista de la isla en dos semanas. Aunque los aliados también experimentarán pérdidas en Tenerife, no les será tan costoso como Gran Canaria.
Prácticamente asegurado el archipiélago, el 28 de noviembre los británicos atacan Dakar y los aeródromos españoles de El Aiuun, Cabo Blanco y Villa Cisneros. Estos ataques corren a cargo de la 46 división británica y elementos de la 6 Blindada británica más diversas pequeñas unidades de élite, y conllevan, un poco tarde, la declaración de guerra de Francia a Gran Bretaña y Estados Unidos, algo que en París se temía que iba a acabar pasando.
Para primeros de diciembre, Eisenhower, por fin dueño de las islas Canarias, y también de todas las bases aeronavales del Eje hasta Cabo Juby (que sigue en poder del Eje), puede viajar a Londres a rendir cuentas de la situación.
Su informe presencial ante Churchill, Brooke y resto de las autoridades no es, sin embargo, optimista: la conquista de las Canarias, Dakar y las posiciones españolas de Cabo Blanco y Villa Cisneros ha desgastado su fuerza, que ha perdido quinientos aviones, una docena de barcos de guerra y cuarenta transportes, han muerto cinco mil soldados y tres mil marinos y aviadores, otros veinte mil han quedado gravemente heridos, y todo ello ha desmoralizado a los que han quedado ilesos. A cambio, sí, han hecho tres mil prisioneros alemanes y matado quizá a otros dos mil, entre soldados, aviadores y marinos. Las imágenes en los noticieros de los fieros paracaidistas nazis hechos prisioneros, sin embargo, no logrará tener el efecto buscado en la opinión pública: no tienen el aspecto de hombres derrotados, aunque se les ve exhaustos y muchos de ellos heridos. En cualquier caso, hasta este momento no se habían hecho contingentes de prisioneros alemanes tan numerosos, excepto quizá durante la ofensiva Crusader en el norte de África, en noviembre de 1941. También entonces los alemanes quedaron aislados por falta de suministros debido a la superioridad aeronaval aliada; en todo caso, aquellos no eran soldados de élite.
En cuanto a los españoles, estos han demostrado ser buenos soldados. España tenía poco que ofrecer a Alemania aparte de su situación geográfica y la supuesta bravura de sus hombres. Franco está informado de cómo valora Hitler el ímpetu de su tropa y desea destacarse en ello sobre italianos y franceses. La dura lucha en Gran Canaria habrá cubierto ese expediente.
Políticamente, sin embargo, para los españoles es una catástrofe: aparte de perder las islas Canarias (que es territorio nacional, y no una colonia) y dos valiosas posiciones en el Sahara Occidental, se han perdido cincuenta mil hombres, de los que cinco mil han muerto y todos los demás han sido hechos prisioneros, aparte de más de tres mil muertos civiles en los terribles bombardeos sobre las poblaciones de las islas (sobre todo Las Palmas, que se ha visto arrasada). Para los de Madrid, lo peor de todo es, quizá, que ondee de nuevo la bandera tricolor de la República en suelo español. Franco y sus generales esperan obtener ahora una buena compensación política de los alemanes a cambio de esto.
El 16 de diciembre, tras los acuerdos con Hitler tomados en Barcelona, los españoles anuncian la anexión de Portugal, y al día siguiente, como respuesta, los aliados reconocen definitivamente a Jaime Cortesao como jefe de gobierno de Portugal, con un programa político de tipo democrático.
Ooo
En este episodio, una vez más, se adopta la perspectiva conservadora de que los aliados tomen siempre la decisión acertada y la lleven a cabo con eficiencia lo cual no impedirá que los alemanes ganen, siempre y cuando ellos no tengan ni mala ni buena suerte.
Para el otoño de 1942 era inevitable que los angloamericanos hicieran algo contra los alemanes, aparte de bombardear Alemania desde el aire y enviar suministros a los rusos. Sin embargo, para esa época no eran muchos los recursos militares del ejército de tierra del que podían disponer. Los británicos tenían sus mejores unidades enzarzadas en el Norte de África, los norteamericanos apenas estaban desarrollando su ejército y, para colmo, había un grave problema de transporte para llevar tantísimos hombres y material por largas rutas navales.
Por supuesto, la exigencia de Stalin presentada a Churchill durante su visita a Moscú en agosto, de que hicieran cualquier cosa que pudiera aliviar la tremenda presión que sufrían los rusos, era absolutamente sensata. Aunque fracasasen, lo principal era que se lograra detraer el mayor número posible de unidades alemanas fuera del frente ruso. En ese sentido, el desastre de Dieppe, en agosto de 1942, había sido útil, pues demostraba que existía el peligro de un desembarco angloamericano en las costas de Francia y para eso había que tener, al menos, veinte divisiones alemanas guarneciéndolas. Divisiones que no estarían disponibles para luchar en Rusia.
Pero el problema era que los angloamericanos (sobre todo los norteamericanos) no podían arriesgarse a más desastres: la opinión pública de unos países democráticos cuya supervivencia no estaba aparentemente en juego (el poder aeronaval los preservaba de una invasión nazi) no podía tolerar muchas pérdidas humanas. Sabemos, además, que en el verano de 1942, en la realidad, había mucha gente en Estados Unidos que no creía posible vencer a Alemania. La opinión pública norteamericana tampoco tenía tanto interés en vencer a Alemania como el que tenían de vencer a Japón. Esos son los hechos históricos.
Por eso, la operación Torch, el primer ataque norteamericano contra los alemanes (en la zona europea o mediterránea) tenía que hacerse con garantías de éxito suficientes. Tenía que ser un objetivo fácil, viable. Los británicos habían tenido desastres y reembarques en Noruega, Francia, Grecia y Creta: los norteamericanos no podían permitirse una situación semejante. Y para los británicos, evidentemente, el límite a tanto desastre debía encontrarse en alguna parte también.
Así, después de barajar durante toda la primavera y el verano de 1942 un objetivo viable, finalmente Roosevelt y Churchill acordaron la operación que luego sería bautizada Torch: el desembarco en Marruecos y Argelia. Allí no había alemanes (solo franceses, que se esperaba que no lucharan), tampoco estaba al alcance de la Luftwaffe y se esperaba que los alemanes no podrían presentarse a tiempo debido al rápido despliegue del poder aeronaval angloamericano que cortaría las comunicaciones marítimas. Además, se calculaba que coincidiría con una victoria del octavo ejército británico en Egipto también gracias al poder aeronaval que obstaculizaba la llegada a África de los suministros a Rommel.
El mismo Eisenhower admitía la existencia de riesgos en Torch. El peor de ellos, probablemente, era que los alemanes intervinieran a través de España (o que los alemanes forzaran a los españoles a intervenir), pero incluso en ese caso los aliados hubieran podido mantenerse en los puertos marroquíes del Atlántico. Y Rommel fue derrotado en El Alamein, gracias en buena parte a que el poder aeronaval británico interceptó una parte sustancial de sus suministros (y con la valiosa ayuda de "Ultra", el sistema británico de intercepción de los mensajes por radio del enemigo).
Todo fue bien, aunque no tanto como se había planeado, ya que los alemanes tuvieron tiempo de instalarse en Túnez alargando la lucha en el norte de África siete meses.
En esta historia alternativa, la situación es mucho más grave para los aliados. El Mediterráneo está cerrado, de modo que no hay forma de cortar los suministros del Eje que se envíen a través del mar. España está en el Eje, y eso significa no solo que Gibraltar está cerrado (naturalmente), sino que la Luftwaffe está desplegada en aeródromos de África Occidental que van desde Tanger y Tetuán hasta Cabo Blanco. Los franceses, en esta historia, aún no están en guerra con Estados Unidos y la Commoenwealth, pero no pueden dejar de cooperar permitiendo a alemanes y españoles el uso de su espacio aéreo, su ferrocarril, sus carreteras y sus aguas costeras para el transporte.
Así que, aunque los franceses sigan siendo todavía un poco neutrales (han declarado, sí, la guerra a los soviéticos, dentro de un posicionamiento político anticomunista), desembarcar en Marruecos no puede hacerse sin que a los aliados les caigan encima inmediatamente, no solo la Luftwaffe, sino también las tropas alemanes y españolas, además de las francesas.
El único objetivo viable para Torch, por tanto, es las Canarias: las Canarias pueden ser tomadas si se reúne una poderosa fuerza aeronaval apoyada desde los aeródromos construidos en las islas de Madeira (conquistadas en esta historia en julio de 1942, por la misma expedición que fracasó en el intento de tomar las Canarias en un primer golpe de mano).
Los datos que tenemos indican que los aliados utilizaron alrededor de mil quinientos cazas y bombarderos en Torch. Recordemos que por esas fechas, alemanes e italianos mantenían unos ochocientos cazas y bombarderos (en Sicilia y Cerdeña) para enfrentarse a la RAF en Malta.
No podemos cambiar estas cifras, y cabe preguntarse si esta superioridad aérea aliada de dos a uno habría sido suficiente para tomar las islas Canarias. En la historia, añadimos, al menos cien aviones españoles que, aunque anticuados, todavía eran capaces de enfrentarse a algunos aviones aliados (recordemos que no todos los cazas aliados de Torch eran magníficos Spitfire o P-38, también había otros menos valiosos).
Al mismo tiempo, tendríamos una fuerte concentración de submarinos alemanes e italianos en toda la zona entre Gibraltar, Madeira y Canarias, más la amenaza de las flotas de superficie alemana y también italiana. Esto exigiría tal vez que la flota británica se desplegase a la defensiva mientras la flota norteamericana apoyaría el desembarco. Con todo, los aliados cuentan con una ventaja en esta historia con respecto a la realidad: los objetivos de desembarco son más pequeños; en lugar de la costa de Marruecos y Argelia, se bastarían con un ataque concentrado contra Gran Canaria y las islas casi deshabitadas de Fuerteventura y Lanzarote (que tenían aeródromos).
Así pues, este Torch alternativo usa menos soldados (las divisiones norteamericanas 3 de infantería y 2 blindada no intervienen) pero se enfrenta a una fuerte oposición aeronaval. Otra desventaja es que el enemigo se halla en extrema alerta, no hay factor sorpresa.
Contamos con suficientes datos acerca de los planes que se hicieron sobre las islas Canarias, sobre todo en 1940, cuando se temía la beligerancia española. Sabemos que tanto los aliados como los alemanes acertaban en cuanto al objetivo principal: la isla de Gran Canaria, debido a su aeródromo en la misma costa y su buen puerto. En cuanto a la tropa que defendería esta isla, un cálculo realista es el de veinte mil hombres, sumando cuatro o cinco mil alemanes y cinco mil de milicias. La fuerza aliada dobla el número de combatientes, cuenta con los tanques ligeros de la 1 división blindada norteamericana y, sobre todo, con la formidable barrera de la artillería naval.
Los alemanes tienen tiempo de enviar fuerzas de élite una vez los bombardeos aéreos convenzan al general Kesselring (que sería el auténtico estratega de toda la operación de defensa) de que se prepara un inminente ataque, y estas fuerzas de élite equivalen en esta historia a la llamada división Von Broich que en la realidad se envió a Tunez en noviembre de 1942. Esta división contaba con el 5 regimiento de paracaidistas, que tuvo una muy brillante actuación en Tunez, y otro par de batallones de infantería alemana, complementándose el resto de la división con tropas italianas (en este caso habrían sido españolas).
Con todo esto, y considerando cómo se calcula que los paracaidistas alemanes lograron en Túnez detener a fuerzas cinco o diez veces más numerosas, cabe considerar la posibilidad de un fracaso aliado. Pero hemos de ser conservadores y dar por sentado que los aliados demostrarán estar a la altura de su superioridad material (aérea, numérica, en blindados y apoyo de artillería naval), y se apoderan de las Canarias.
Sabemos que las fuerzas norteamericanas en Torch cometieron muchos errores y demostraron inexperiencia, pero que al enfrentarse al ejército francés, mal equipado, poco motivado y sin esperanzas de recibir refuerzos, su gran superioridad numérica y de material les dio la victoria... aunque incluso así el general Eisenhower tuvo que pactar con el almirante Darlan, un petainista y probable autor de crímenes contra la humanidad.
En esta historia, los aliados ganan también, aunque sufriendo más bajas y constatando sus limitaciones. De esta forma no atribuimos a los alemanes la buena suerte necesaria para rechazar un ataque aliado de tal magnitud, algo que, por lo demás, parece perfectamente posible.
Entre los factores que hubieran hecho explicable el triunfo aliado estaría la superioridad de la artillería naval aliada contra los objetivos en la costa, el desacierto de la aviación y los submarinos del Eje para detener a la flota aliada, el que los del Eje no cuenten con armamento antitanque eficaz para neutralizar a los tanques aliados desembarcados y el que los soldados aliados, numerosos aunque inexpertos, no se derrumben frente a la experta resistencia de los paracaidistas alemanes y sus émulos españoles.
Hasta este episodio, todo perfecto y realista en la ucronía que capítulo a capítulo, de forma maestra, vas exponiendo.
ResponderEliminarEn este hay dos temas que me chirrían:
Primero, la elección de Indalecio Prieto. Hubiera sido quizá más exacto nusar a Negrín, el siervo de Stalin, además para contentar en estas fechas a una URSS al borde del colapso, y coherente con el comportamiento de Rooselvelt de creer en las bondades de tío Iosef, muy majete a ojos del miope presidente de USA y a los que el mundo debe la pervivencia del terror comunista durante otros casi 40 años
El segundo tema es la anexión de Portugal
Tal como vas planteando la ucronía, y además coherente con la realidad en aquellos años 40-42, Alemania no intervenía en los límites territoriales de sus diversos aliados, limitándose a preservar el status quo (recordemos que casi hay una guerra entre los mismos aliados balcánicos de Alemania)
Es muy dudoso en estas circustancias la aprobación de una anexión de Portugal a España, máxime cuando el Régimen de Salazar no estaba muy alejado del fascismo italiano o del que luego sería el corporativismo del régimen de Franco
¿No sería más coherente dejar la situación como estaba?. Máxime cuando, observando su comportamiento general, Hitler era tan partidario del "divide et impera" que hasta mantenía una constante lucha darwinista entre sus colaboradores/allegados/subordinados (que tanto daño hizo al esfuerzo de guerra, por cierto)
Saludos
Alf
Otra cosa: aprobar la anexión de Portugal supone inmediatamente una baza política para los aliados que pueden reconocer a cualquiera como el gobierno en el exilio de Portugal
ResponderEliminarGracias, Alf por tu contribución. Tus argumentaciones no solo son sensatas sino que apelan al conocimiento de la política internacional de aquel momento en base a los precedentes que conocemos, y creo que para eso sirven estos juegos de "historias alternativas". Con todo, y con cierta precaución, sostengo tanto a Prieto como presidente reconocido por USA, como la anexión de Portugal. En ambos casos creo que estamos de acuerdo en que la decisión de las grandes potencias debía predominar sobre cualquier otro criterio.
ResponderEliminarNegrín, sin duda, era el candidato de la URSS. Churchill lo mantenía en Londres un poco como rehén: eso implica que lo hubiera reconocido como presidente en caso de que Franco pusiera Gibraltar en peligro (que era la auténtica preocupación de los aliados). Ahora bien, en junio de 1942 Estados Unidos era el motor económico de los aliados y el criterio para reconocer a Prieto y no a Negrín es pragmático: Prieto podría reclutar más hombres para luchar, tenía el control efectivo de los exiliados y era amigo de México. FDR podría decirle a Churchill en una de sus conversaciones telefónicas: "Entiendo que tío Joe quiere a Negrín, pero mis generales quieren más soldados y Prieto puede conseguirlos".
En cuanto a Portugal, estamos de acuerdo en que Hitler tendría que dar su aprobación. La petición de anexión vendría de los falangistas españoles que tenían ciertos reclamos al respecto y también de la ambición de Franco, que quería equipararse a Felipe II. ¿Cuáles serían las ventajas e inconvenientes para Alemania a la hora de considerar esta rapacidad franco-falangista?
PRIMERO: Portugal es, históricamente, un aliado de Gran Bretaña. Por razones geoestratégicas siempre será enemigo del poder continental europeo (sea Napoleón o sea Hitler)
SEGUNDO: La explotación económica de Portugal sería más efectiva con la anexión (porque se haría bajo las condiciones que dictara Alemania a España)
TERCERO: Alemania ha de tratar a España un poco como a Italia: hacerle concesiones en la medida en que España coopere. La anexión de Portugal es una concesión viable, en mi opinión.
Recordemos que Hitler hacía ese tipo de concesiones, Hungría se llevó Transilvania, Rumanía se llevó Odessa, Bulgaria e Italia también se llevaron sus trocitos. Desde luego, es discutible si el Anschluss de Portugal cumplía estas características.
Añado este párrafo que acabo de encontrar en el muy interesante libro "Churchill and Spain", de Richard Wigg, pag 43
ResponderEliminar‘The only unifying factor among the various Socialists, Republicans, Basques and Catalans’, the FO man acidly observed, was ‘the
detestation’ of Dr Juan Negrín, last Prime Minister of the Second Republic, who spent the war years in closely watched exile in London."
Se trata de una consideración conservada hoy del Foreing Office británico, en la que se asegura que Juan Negrín era generalmente odiado por los activistas antifranquistas socialistas, republicanos, catalanes y vascos. No se menciona a los comunistas, que probablemente fueran su único apoyo. Está claro, por tanto, que no era el hombre ideal.
En este libro se menciona también el proyecto, hacia el año 1942, promovido por los británicos, en especial el embajador en España, Sir Samuel Hoare, para promover una "Free Spain", equiparable a la "Free France" de De Gaulle. Esta "Free Spain" incorporaria a monárquicos no fascistas (como el general Aranda y el ex ministro de Franco Sáinz Rodríguez) y a republicanos. Sin embargo, veían pocas posibilidades de que un movimiento de este tipo pudiera expulsar a Franco. Consideraban la alternativa de que se establecieran en las Canarias con apoyo aliado.