El 12 de marzo de 1944, tres semanas después de que el mariscal List conquiste Teherán, se inicia la operación de cierre del Mar Rojo por parte también de las fuerzas del Eje. Es llevada a cabo por el grupo de Ejércitos del Mar Rojo bajo el mando del general italiano Messe, que incluye al Ejército italiano del Mar Rojo (ocho divisiones italianas al mando del general De Stefanis) y el 5 Panzerarmee, al mando del general von Kleist.
En esta ocasión, los italianos han aceptado el cambio de frente del 5 Panzerarmee, que en la campaña de octubre de 1943 había luchado en el interior, conquistando Khartoum (ahora esta fuerza blindada ha sido sustituida en el Sudán por un nuevo Panzerkorps “Mittel-Afrika”, con una división Panzer y dos motorizadas, al mando del general Nehring).
El volumen de la fuerza terrestre germanoitaliana que cierra el Mar Rojo al conquistar Djibouti equivale a ocho divisiones italianas y seis alemanas. Poseen, por tanto, superioridad numérica frente al grupo de ejércitos aliado, que está integrado por el I ejército norteamericano (general Hodges, cuatro divisiones americanas y una británica) y el ejército etíope del Mar Rojo (seis divisiones de infantería). Además, como sucedió en la conquista de Port Sudán, los del Eje cuentan con el factor del Cuerpo Anfibio de nuevo, con tres divisiones (las dos italianas y la alemana de siempre).
Para colmo, la ofensiva del Mar Rojo está coordinada con la del Ejército de África Central (Sudán), que se estrena en esta campaña avanzando desde Khartoum, y que está formado por cuatro cuerpos, cada uno de una nacionalidad diferente. El mando del ejército lo tiene el general alemán von Thoma. A las órdenes de von Thoma está el ya mencionado Mittel-Afrika Panzerkorps (general Nehring) formado en torno a la nueva 32 división Panzer, más otras dos divisiones móviles alemanas, así como un cuerpo italiano, al mando del general Navarrini, con cuatro divisiones (desgajadas del gran ejército italiano que conquistó Port Sudan), un cuerpo español de tres divisiones de veteranos de Marruecos, al mando del general Barrón, y, lo más novedoso, un cuerpo francés de tres divisiones de la Legión Extranjera al mando del general Koeltz.
Esta fuerza de infantería móvil, de catorce divisiones, tiene que enfrentarse al ejército del Sudán británico, con diez divisiones, de las cuales tres son etíopes, otras tres africanas (Imperio británico), dos británicas, una india y una norteamericana.
El objetivo del Eje es, avanzando desde Khartoum, capturar Kassala, un cruce ferroviario próximo a Etiopía, contribuyendo a la evacuación por los aliados de Eritrea (norte de Etiopía).
La campaña acaba el 24 de marzo, con la conquista de Djibouti y el cierre del Mar Rojo doce días después de iniciado el avance del Eje a lo largo de la costa. Los británicos conservarán su gran base de Adén, al otro lado del estrecho, para asegurar que el dominio de este mar cerrado no permita al enemigo introducir buques de guerra en el océano Índico. Pero Djibouti tiene también cierto efecto estratégico con siniestras repercusiones: es un puerto que permitirá un contacto mucho más fácil entre los socios europeos del Eje y Japón. Para las Marinas italiana y alemana esto es de cierta importancia, puesto que necesitan asesoramiento por parte de los técnicos aeronavales japoneses para sus nuevos portaaviones. Hasta entonces, algunos heroicos submarinistas japoneses habían conseguido unas pocas singladuras exitosas desde Singapur o Penang con submarinos de carga, pero estas misiones hasta la costa atlántica europea eran tremendamente arriesgadas; y no menos arriesgados son los vuelos desde el Ártico hasta Mongolia que de vez en cuando pueden transportar personal estratégico de Alemania a Japón. Con Djibouti (y poco después, con Berbera) los japoneses tienen ahora un objetivo mucho más fácil, e incluso pueden utilizar buques de superficie si estos son lo suficientemente hábiles y van bien escoltados (los británicos están en Adén y Socotora, lo cual también supone un grave peligro).
El intercambio estratégico mejorado entre Japón y los nazis es, en cualquier caso, un éxito más del Eje; a la conquista de Djibouti y Berbera se suma la de la gran capital del oriente persa, Mashad, un mes después de tomar Teherán (Teherán el 20 de febrero, Mashad el 19 de marzo, tras atravesarse el desierto salado oriental persa utilizándose en parte las estructuras mejoradas en los años anteriores por las rutas de abastecimiento de la URSS por parte de los americanos a través de Persia). Con el aeródromo de Mashad, a mitad de camino entre Teherán y Kabul, los alemanes disponen ahora de una ruta posible para conectar Berlín con Tokio por vía aérea: de Berlín a Teherán, de Teherán a Kabul, de Kabul a Lhasa, de Lhasa a Pekín, de Pekín a Tokio... Dada la situación de extrema incertidumbre en la India, los gobernantes del remoto Tibet pueden confiar -al igual que ya han hecho los afganos- en cambiar de alianzas de forma que logren una independencia definitiva de los poderosos vecinos próximos, la India británica y China. Sin embargo, ningún avión de ninguna nacionalidad ha sido hasta el momento capaz de aterrizar en Lhasa... Los alemanes van a intentarlo con aviones de largo alcance (el Ju 290, en particular) y capaces de operar efectivamente hasta a 6.000 metros de altura. Aunque no es la única opción. El Ju 290 puede volar 6000 kilómetros, lo que, en teoría, permitiría un vuelo a través del Círculo Ártico. Haciendo un gran esfuerzo y corriendo un grave riesgo, los aviadores alemanes han logrado ya enviar dos Ju 290 desde Murmansk (conquistado en octubre de 1943) hasta Manchuria, para traer a Europa en enero de 1944 al renombrado comandante japonés Mitsuo Fuchida y algunos otros técnicos japoneses que asesorarán a la naciente fuerza aeronaval del Eje, pero han tenido que hacerlo sobrevolando Siberia, donde pudieron ser interceptados por los soviéticos. La ruta de Afganistán y Tibet supone, por tanto, una mayor seguridad. Tampoco se puede descartar volar directamente desde Kabul a Singapur (algo más de 5.000 kilómetros) o de Kabul a Beijing (poco más de 4.000 kilómetros), pero estos vuelos tan prolongados reducen en mucho la capacidad de transporte. Existe una fuerte demanda, sobre todo, de que Japón envíe aviadores expertos en portaaviones, ya que Alemania e Italia quieren utilizar sus primeros "portaaviones de flota" en el verano de 1944. Otra opción posible es utilizar el hidroavión de carga gigante Bv222, con un alcance parecido al del Ju 290, y el poderoso Ju-390 cuando pase de la fase experimental. En cualquier caso, el primer vuelo -ida y vuelta- desde Europa a Japón en plena guerra ya lo hicieron los italianos en el verano de 1942, desde el este de Ucrania (Zaporozhe) hasta la Mongolia ocupada por los japoneses (aeródromo de Baotou). Los italianos utilizaron un avión Savoia-Marchetti 75.
La derrota del Mar Rojo no supone una sorpresa para nadie. Nuevamente los aliados contarán con superioridad aérea, pero no hasta el punto de hacer imposible el transporte de suministros de las fuerzas del Eje en avance a lo largo de la costa. Lo que permite la superioridad aérea es retrasar lo inevitable, causar bajas al enemigo y reducir las propias en retirada, todo lo cual no es poca cosa. También la Royal Navy se ha empleado a fondo para impedir el transporte por la costa de los suministros del Eje, logrando bastantes hundimientos de buques enemigos, de guerra y de transporte. Todo eso estaba previsto por las fuerzas germanoitalianas que en cualquier caso han contado con una abrumadora superioridad terrestre. Las fuerzas aliadas eran escasas, inexpertas, desorganizadas, mal dirigidas e incluso pobremente suministradas, pues la prioridad absoluta de los aliados en este momento es mantener su fuerza en el Golfo Pérsico.
Por otra parte, a finales de 1943 los norteamericanos han puesto en marcha una campaña de africanización de la guerra, que en cierto modo contesta a la campaña de islamización de los nazis. Coincidente con la renuncia definitiva a movilizar más de ciento veinte divisiones norteamericanas, los aliados han comenzado a armar y organizar tropas de África negra para defender el continente de los terribles nazis que, complacientes con los árabes, estigmatizan sin embargo a los negros como no humanos, sean o no musulmanes (los ulemas y muftis pronazis ya han declarado que la raza negra, inferior, no está capacitada para comprender el Islam y en su argumentación teológica se remiten a las opiniones del gran Avicena que ya justificaba la esclavitud de los negros). Roosevelt por eso ha decidido que la 93 división de afroamericanos, en lugar de ser enviada al Pacífico, se envíe a Nigeria (en consecuencia, la 8 de infantería es enviada al Pacífico para reemplazarla, en contra del plan inicial). La 92 afroamericana ya está dentro del I ejército de Hodges, y no lucha contra los nazis y sus aliados italianos peor de lo que lo hacen las divisiones de blancos.
El Plan aliado es crear un ejército africano-norteamericano que incorporará también (con divisiones independientes o dentro de un grupo de ejércitos) un ejército de África occidental británica, diferente de las tres divisiones africanas británicas que ya combaten dentro del ejército del Sudán. Dada la urgencia de las circunstancias, Roosevelt quiere promover el nacionalismo africano incipiente, a fin de que los africanos de África Occidental se motiven para la lucha. Se calcula que los africanos de esta región de lengua inglesa son unos cincuenta millones (Liberia, Sierra Leona, Dahomey, Camerún, Nigeria, Costa de Oro…). Marshall espera poder movilizar al menos diez divisiones de infantería para el verano de 1944, equipados y asesorados por los norteamericanos. Por ello, el reclutamiento comienza en febrero de 1944, mientras el general Patch organiza el 9 ejército americano para la defensa de África Occidental. La primera división que integrará este ejército será, lógicamente, la 93 división afroamericana.
Casi la mitad de toda la población de África Occidental vive en la gran colonia británica de Nigeria, de donde los británicos ya han extraído voluntarios para sus tres divisiones africanas, y el problema es que no parece fácil conseguir más voluntarios. Los africanos ya saben de los planes del Eje para África occidental, publicados en todo el mundo tras la conferencia de Barcelona, en diciembre de 1942. En el caso de Nigeria, su destino es pasar de ser colonia británica a colonia francesa. ¿Es eso motivo de alarma? Por lo que saben los nigerianos, los franceses no son peores que los británicos como amos coloniales. Solo en el caso de los territorios asignados a los alemanes e italianos puede aparecer alguna alarma. Pero según lo acordado en Barcelona, los alemanes solo quieren los territorios de Liberia y Togo, y los italianos el de Sierra Leona (ambos por motivos estratégicos más que de uso colonial). Sorprendentemente para algunos, Hitler renunció a Camerún, antigua colonia alemana perdida en 1914: no tenía importancia real y se consideraba más valioso recompensar con ella, aunque fuese virtualmente, a los españoles. Liberia sería una compensación a Alemania por esta cesión, y tiene mucha más importancia estratégica, debido a su proximidad relativa al continente sudamericano.
El territorio africano de Liberia y su importante posición geoestratégica.
En Liberia, un protectorado norteamericano, vive un millón de nativos. Los alemanes no han dicho nada acerca de cuál será su destino una vez ocupado el territorio. Si se les pregunta, los diplomáticos alemanes se refieren a los antecedentes coloniales alemanes anteriores a la guerra mundial anterior, que eran más bien buenos en comparación con los de belgas o franceses. Pero por entonces no gobernaban los nazis, y en Barcelona ni se mencionó a la población nativa, excepto en cuanto a “recursos de braceros coloniales”, de modo que no resulta difícil para los norteamericanos convencer a la mayor parte de los liberianos de que los nazis procederán a la deportación masiva de la población de Liberia o incluso a su exterminio, dado que el nazismo considera a los negros la más inferior de todas las razas inferiores (los judíos son considerados malignos, más que inferiores).
De ese modo, el reclutamiento aliado en Liberia irá por delante del de otras regiones, pero el equipamiento y adiestramiento serán una tarea ardua para los norteamericanos que tienen que crear recursos para sus propias fuerzas, para los británicos y para el ejército de Etiopía. La única ventaja, relativa, es que, con la pérdida de Teherán en febrero, ya no queda ninguna ruta para mandar material a los rusos, luego el material que se había previsto enviar a estos puede destinarse, en parte, a África (solo resta, para enviar algo a los rusos, la precaria ruta aérea del Ártico, desde Alaska).
El ejército nativo de West Africa comenzará a tomar forma en junio de 1944, con las tres primeras divisiones de infantería (dos liberianas, otra nigeriana), al mando de oficiales norteamericanos, con el general Simpson como comandante en jefe. En la práctica, es un cuerpo asignado al 9 ejército americano.
En Etiopía se han logrado ciertos resultados. Para primeros de 1944 el ejército etíope ha alcanzado las veinte divisiones de infantería armadas, pero solo seis combaten en el Mar Rojo y otras tres en Kassala. Todas las demás o bien están insuficientemente equipadas y entrenadas, o bien hacen tareas de defensa costera o se enfrentan a las guerrillas tribales apoyadas por Italia que desafían al emperador.
El problema para desarrollar estos ejércitos africanos (Etiopía o África Occidental) es que la urgencia de sostener el frente en el Golfo Pérsico priva a las tropas aliadas en África de los recursos necesarios, mientras al norte del Sahara aumenta el peligro de las fuerzas del Eje, al menos en cuatro direcciones posibles. Con el cierre del Mar Rojo, hay ya un enorme ejército del Eje dentro de Etiopía, y con la toma de Kassala, los italianos se han apoderado de facto de casi todo el Sudán del Sur para abril de 1944 (el ejército del Sudán aliado ha optado por desplazarse hacia el oeste). El ejército del Eje de Mittel-Afrika comienza a moverse lentamente hacia el lago Chad, lo cual les exige unas tareas logísticas previas: extender el ferrocarril y crear carreteras y aeródromos en la región de Darfur. Eso da tiempo para que los aliados comiencen a organizar la defensa del África central. La fuerza aliada se enfrenta a otra amenaza aparte del heterogéneo ejército de África Central, que es el ejército francés colonial. En febrero de 1944, el ferrocarril transahariano francés sigue avanzando dos kilómetros diarios en el corazón mismo del Sahara. Además, en la primavera de 1944 se materializa la amenaza del ejército de Marruecos del Eje, que pretende también alcanzar la zona del Sahara Occidental.
Aparte de la 93 división afroamericana, que llega en febrero, hasta junio de 1944 van llegando otras seis divisiones norteamericanas que irán siendo enviadas a la zona entre el lago Chad y Khartoum para apoyar al ejército del Sudán británico, todas dentro del 9 ejército norteamericano. Estas seis divisiones serán, en marzo, la 26 de infantería, en abril, la 44 de infantería y la 7 blindada, en mayo, la 84 de infantería, y en junio, las 66 y 70 de infantería.
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En esta historia, el despliegue de divisiones norteamericanas alcanzaría su punto culminante en el verano de 1944, tal como sucedió en la realidad y como consecuencia de la expansión del esfuerzo industrial norteamericano.
De las noventa divisiones norteamericanas que en la realidad se formaron durante la guerra (no mayores en número de hombres que las alemanas), la tropa fue reclutada y uniformada en casi su totalidad durante el año 1942, de modo que fue en la primavera de 1943 cuando el alto mando norteamericano tuvo que decidir si continuar o no el reclutamiento efectivo de las más de cien divisiones que quedaban por formar de entre las 213 calculadas al principio. En la realidad de la primavera de 1943 las cosas iban ya bien en la guerra (victorias de El Alamein y Stalingrado) y el problema de equipar tropas para luchar en frentes periféricos (norte de África y más adelante Italia) hizo desechar la formación de más de 90 divisiones, de modo que quedó suficiente personal para el trabajo en las fábricas. Esto, por supuesto, no lo sabían los alemanes que, gracias a un buen sistema de engaño por parte de los aliados, llegaron a creer que en el verano de 1944 el ejército norteamericano era casi el doble de grande de lo que en verdad era.
En las circunstancias de esta historia alternativa, en la primavera de 1943 los aliados, aunque no lo ven fácil (pues Stalingrado ha terminado mal para los rusos), tienen aún esperanzas de ganar (planean la operación “Husky”, en Marruecos, para intentar reabrir el Mediterráneo), de modo que deben continuar el reclutamiento de al menos otras treinta divisiones, asumiendo que eso obligará a importar centenares de miles de obreros de Latinoamérica y a incrementar todavía más el esfuerzo industrial para equipar a tantos hombres.
Sin embargo, hemos de tener en cuenta que las tropas que fueron reclutadas a finales de 1942 en la realidad no llegaron a estar preparadas para combatir hasta finales de 1944 y primeros de 1945, de modo que los integrantes de estas treinta divisiones norteamericanas adicionales (que no necesitamos nombrar), reclutados en la primera mitad de 1943, en modo alguno hubieran estado disponibles para combatir en 1944. Pero la continuación del reclutamiento tiene la utilidad de mantener la moral de los británicos y rusos (estos, a diferencia de los alemanes, sí están bien informados del despliegue real de las fuerzas americanas). Renunciar a su movilización hubiera supuesto enviar el mensaje de que la guerra no podía ganarse.
En cualquier caso, tras el fracaso de “Husky” (estancamiento en la línea defensiva del Eje del Atlas, por el estilo de lo que sucedió en la realidad en Italia), no queda más remedio para los jefes aliados en esta historia que interrumpir el reclutamiento de más hombres a partir de la segunda mitad de 1943.
En esta historia, ateniéndonos a la urgencia de la situación, no solo estamos considerando que continúa el reclutamiento de hombres en la primera mitad de 1943 (con independencia de los jóvenes que alcanzaban la edad reglamentaria, por supuesto), sino también que las tropas son equipadas, entrenadas y enviadas al frente mucho antes.
Así, por ejemplo, la división 26 de infantería norteamericana, que en la realidad combatió en el noroeste europeo a partir de septiembre de 1944 (cuando, por cierto, aún se pensaba que era posible acabar la guerra para Navidad), en esta historia llega a África Occidental (los puertos de Nigeria, lógicamente) en marzo de 1944 para formar parte del nuevo 9 ejército norteamericano. Podemos especular con que esta división estará bien dotada de vehículos para adentrarse en las inmensidades africanas (los alemanes estarían en el Sudán y los franceses todavía estarían lejos construyendo su ferrocarril transahariano), sobre todo porque los norteamericanos no verán forma de enviarles a los rusos tantos vehículos como les enviaron por estas fechas (lo que les dejaría vehículos sobrantes), pero los jóvenes soldados, aparte de los fastidios del clima (y las enfermedades), iban a estar mucho peor entrenados que en la realidad, problemas de moral aparte (porque para entonces sabrían que los aliados siguen encajando derrotas: en Teherán y en el Mar Rojo).
En cuanto a los africanos, en 1944 el nacionalismo africano hubiera debido ser exaltado como única forma de conseguir unas cuantas divisiones de fusileros. Esto habría supuesto un conflicto con el imperialismo británico y francés, pero dadas las circunstancias de urgencia, tanto Churchill como De Gaulle se hubieran resignado. El apoyo al nacionalismo africano también tendría repercusión en los mismos Estados Unidos, donde, en la realidad, el gradual apoyo de la administración Roosevelt-Wallace a la integración racial ya provocó recelos en muchos sectores políticos del sudeste de los Estados Unidos.
Las menciones a las rutas aéreas de Europa a Japón en plena guerra están basadas en datos reales. La meta solo la alcanzó el vuelo italiano en el verano de 1942. Con los nuevos avances hacia el Este, tales vuelos, incluso con nuevas rutas a través de Afganistán y Tibet, serían mucho más habituales y fructíferos, sobre todo contando con la beligerancia de Japón contra la URSS y la esperada ocupación de Siberia Oriental.
La URSS recibió el 75% del combustible y el 50% de la comida por la ruta de Teherán. Su cierre hubiera llevado a su total colapso quizá no en meses, sino en días.
ResponderEliminarDe hecho en 1945, cesada la ayuda americana por el fin del Acuerdo de Préstamo y Arriendo con el fin de la guerra, una terrible hambruna azotó la URSS, incapaz de alimentar a sus habitantes. ¡Y no había guerra y habían obtenido un inmenso botín!.
A mi entender, y a la luz de los hechos reales, la propuesta de Stalin no sería a FDR, sería a Hitler,para intentar mantenerse en el poder (ya las había realizado otras veces)
Saludos
Tal como reflejo en esta historia, parece cierto que en Suecia nazis y soviéticos mantenían abierta una vía de negociación. Pero Hitler solo admitía negociar "desde una posición de fuerza". Yo creo que para los nazis la derrota rusa había de ser inequívoca, irreversible, y tendría que ir más allá del tratado de Brest-Littovsk de 1918. Por eso Stalin solo podría aceptar cuando no le quedara más remedio. Mientras pudiera luchar por salvar Moscú y mantener vías de comunicación comercial con el resto del mundo, seguiría haciéndolo. Claro que haría propuestas a Hitler, pero todas serían rechazadas, solo le quedaría aceptar el diktat nazi cuando la superioridad del enemigo fuese total.
EliminarY respecto al "demócrata" ejército de EEUU: entre los generales USA solo el general Lee, 2º de Eisenhower en 1944 hasta su defenestración, era contrario a las Leyes de Segregación Racial, y fueron además parte de las razones de su destitución, además de sus propios errores
ResponderEliminarNo existía ninguna inquietud, lucha, discusión, o lo que fuera por tener un régimen igualitario, ni cuando se necesitaban reclutas con urgencia. Ahora, para carne de cañón, pues vale todo, como bien planteas en esta ficción africana
Una anécdota por cierto ilustrativa, de un testimonio real de un soldado sudafricano de color:
ResponderEliminar"Nos repartieron armas en El Alamein, que hasta entonces habíamos tenido prohibido llevarlas, porque la batalla estaba siendo muy complicada, pero con la prohibición expresa de disparar contra soldados de raza blanca.
Como los alemanes eran todos blancos, no podíamos disparar"
Muy buena anécdota. La desconocía, aunque sí sabía que en el ejército sudafricano solo los blancos llevaban armas. Los sudafricanos, lógicamente, habrían sido los primeros de la Commoenwealth en desertar.
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