determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 7 de octubre de 2014

40. Ofensiva aeronaval nazi



   A finales de junio de 1944 ha quedado desplegada en las islas Canarias la división norteamericana de infantería número 95. Es el refuerzo definitivo, y el comandante en jefe aliado del sector, el general norteamericano Mark Clark, decide dispersar esta división novata en las seis islas que se supone que corren menos peligro de invasión, es decir, en todas menos en Gran Canaria, que había sido el principal objetivo tanto en el intento fracasado de invasión británica en julio de 1942 como en la exitosa operación “Torch” de noviembre del mismo año. De las dos islas mayores y más pobladas, Gran Canaria es la que dispone del mayor puerto y cuyo aeródromo se encuentra al alcance de la artillería naval de los buques que podrían tomar parte en el asalto.

  Para defender Gran Canaria, Clark dispone de una fuerza de más de ochenta mil hombres. En total, se trata de las divisiones norteamericanas de infantería 29 y 94, la 3 división de infantería británica y un contingente de tropas españolas antifranquistas que casi iguala en número al contingente norteamericano. En las últimas semanas se han traído unidades de las otras islas, a medida que han ido llegando, para reemplazarlas por los diversos elementos que componen la 95 división. Pero la defensa de la isla no puede calcularse solo en soldados, también se ha reforzado la artillería, se despliegan más de doscientos tanques, se fortifican los puntos estratégicos y, por encima de todo, en la región se sitúa hasta cuatro mil aviones aliados para la defensa, algunos en Gran Canaria, pero otros en las demás islas, no solo en Canarias, sino también en Madeira, en las posiciones del grupo de ejércitos aliado al sur de Marruecos y en los portaaviones de la Royal Navy.

  Otras dos divisiones norteamericanas defienden las demás islas del Atlántico: una división defiende Madeira y la otra las Azores.

  En Washington hay dudas acerca de si Hitler realmente se va a atrever a atacar el archipiélago. ¿Por qué correr el riesgo de un desastre si la toma de Moscú puede resolverlo todo para el Eje de todas formas? Pero Roosevelt piensa que Hitler es un loco arrogante y que está ansioso por demostrar que también dispone de una fuerza aeronaval. Quiere amedrentar a las “potencias oceánicas” (especialmente a los británicos) y quizá también le influya la constante presión de los españoles que exigen la recuperación de las Canarias que, por lo demás, tampoco dejan de ser de un gran valor estratégico para la seguridad de África Occidental y el tránsito por el Atlántico.

  También se puede considerar que con la amenaza a las islas se ayuda a Japón, que ha vuelto a invadir el Océano Índico para forzar la rendición del gobierno unionista indio, que se ha adherido a los aliados. La Royal Navy ha tenido que dividir sus mejores unidades entre ambos sectores marítimos, de modo que los japoneses correrán menos riesgo en su incursión fuera del Pacífico. De momento, el 22 de junio se sabe -los japoneses mismos lo han anunciado- que la flota japonesa (que incluye los grandes portaaviones "Hiyo", "Taiho", "Shokaku" y "Zuikaku") ha llegado a Singapur. De la misma forma que la incursión en el Índico de abril de 1942 facilitó la derrota británica en Birmania, esta nueva expedición naval a gran escala pretende facilitar la victoria del Eje en la guerra civil india que se ha iniciado el 15 de mayo de 1944. Para impedirlo, los británicos han tenido que enviar una poderosa flota de refuerzo, que incluye algunos de sus mejores portaaviones (en concreto, el "Formidable", el "Illustrious" y el "Indefatigable"). De todas formas, los almirantes británicos no consideran que esto suponga una merma irreparable para la defensa de las Canarias, puesto que cuentan con sobradas bases aéreas en los archipiélagos de Canarias y Madeira para enfrentarse a un asalto aeronaval enemigo (y otros tres grandes portaaviones: el "Victorious", el "Furious" y el "Indomitable").

  El general Clark calcula (de acuerdo con sus fuentes de inteligencia, que siguen siendo buenas) que la invasión tendrá lugar a primeros de julio. Así lo indica, sobre todo, la concentración de la Luftwaffe en los aeródromos africanos próximos, los que el Eje ha reconquistado en su ofensiva de abril.

  El 5 de julio se detecta a la flota francesa saliendo por el estrecho de Gibraltar. Tras ellos salen los italianos y los alemanes, mientras los buques de transporte esperan en los puertos marroquíes del Atlántico, sobre todo en el de Casablanca. La invasión está en marcha.

  Hace ya un par de semanas el almirante Raeder se ha trasladado a Casablanca -como invitado del rey Mohamed V de Marruecos- a fin de dirigir desde allí la inmensa flota del Eje. Es su gran oportunidad después de que, tras el desastre del “Bismarck”, tres años atrás, la Marina alemana de superficie se haya mantenido a la defensiva. Y ha sido difícil, tanto táctica como políticamente, coordinarse con las flotas francesa e italiana para una operación tan grande contra la temible Royal Navy, que ahora es, por supuesto, todavía más fuerte de lo que ya lo era en 1941. Los navíos americanos no preocupan tanto, ya que están casi todos volcados en su guerra naval del Pacífico contra los japoneses, los mismos japoneses que han llevado su flota al Índico y que los británicos lograrán derrotar decisivamente el día 11 de julio.

  Pero el comandante en jefe de la invasión no es Raeder sino el mariscal Kesselring y éste, independientemente de su condición de aviador, sabe que el éxito dependerá, aparte del desempeño de la flota y del arrojo de los infantes de Marina alemanes y españoles, de la capacidad de mantener un cierto dominio en el aire. Para eso han tenido que trasladar hacia África hasta cuatro mil aviones. Con ello han logrado una cierta igualdad numérica no solo despojando otros sectores, sino también haciendo uso, por fin, de la gran hornada de nuevos pilotos que había comenzado a formarse en agosto del año anterior, tras el desastre del bombardeo de Hamburgo. La producción de aviones del Eje en Europa ha alcanzado ya el máximo hasta la fecha previsto de siete mil aviones mensuales, cuatro mil de ellos alemanes. Sumados estos siete mil a la producción japonesa, es todavía poco más de la mitad del número de aviones fabricados al mes de los que dispone el enemigo, pero se espera que sea suficiente para una ofensiva audaz si se concentran y despliegan con una estrategia eficiente, y si se acepta un elevado número de bajas propias, según suele suceder en una operación ofensiva de alto riesgo. Se ha vuelto, más o menos, a la proporción del verano de 1942... aunque ahora las cifras absolutas son mayores para ambos bandos, casi tres veces mayores.

  El plan de Raeder es que, en un principio, la flota francesa fingirá un ataque a Madeira y luego se volverá a tiempo. Mientras tanto, el ataque real lo llevará a cabo la flota alemana, cubriendo a los navíos italianos que, ya expertos en operaciones anfibias, serán los que ejecuten el desembarco. Y el objetivo no es, como supone el general Clark, la isla de Gran Canaria, sino la mucho menos importante de Fuerteventura, por un motivo fundamental: se halla a apenas cien kilómetros de los aeródromos de la Luftwaffe en Cabo Juby (bastante menos que la distancia de Calais a Londres, para comparar con la situación en la batalla de Inglaterra de 1940). Fuerteventura, una vez conquistada, será habilitada como base de ataque a Gran Canaria (al doble de distancia de Cabo Juby que Fuerteventura). El elemento del apoyo aéreo es esencial y no conviene correr riesgos. Las siete islas serán conquistadas una a una: no hay prisa, pues de lo que se trata es de hacer una demostración de fuerza que convenza a los isleños británicos de que, bajo las nuevas condiciones, ellos tampoco son invulnerables a una invasión alemana.



  La proximidad de Fuerteventura a África la hace vulnerable a ataques aéreos masivos desde la costa continental.
 

  El almirante francés Laborde comanda la flor y nata de la Marina francesa, con cuatro acorazados modernos. Se ha intentado hacer creer que Hitler le ha ofrecido Madeira a los franceses, y la flota incluye falsos buques de transporte de tropas (y un falso portaaviones). Los aliados no han creído semejante cosa porque cuentan con buena información y, de todas formas, Laborde se acerca a Madeira menos de lo acordado y retrocede cuanto antes sin apenas sufrir ataque alguno. Con todo, algunos cientos de aviones aliados se han mantenido a la expectativa en la zona alejada de las Canarias, lo cual ha supuesto una ayuda a las fuerzas de la invasión real.

  A la tarde del día 6 de julio, la flota alemana ya está en el mar, procedente de los puertos de Marruecos y sur de España, y es atacada por la aviación aliada. Desde África contraatacan elementos de la Luftwaffe, y los aparatos de los portaaviones “Graf Zeppelin” (alemán) y “Aquila” y "Sparviero" (italianos) se ponen a prueba. Del otro lado, tres portaaviones británicos "de flota"  ("Furious", "Indomitable" y "Victorious"), más varios pequeños y lentos "de escolta", y el anticuado norteamericano "Ranger". Se producen graves daños, pero ningún buque capital es hundido. Llega la noche.

                                El portaaviones de la Alemania nazi, Graf Zeppelin

  Durante la noche, la flota italiana que escolta los más de cuatrocientas naves de transporte (pequeñas, medianas y grandes) para el desembarco avanza a toda velocidad hacia el objetivo. Los buques de guerra alemanes han logrado atraer sobre ellos la mayor parte del fuego enemigo salvaguardando en lo posible la fuerza de asalto anfibio. Hasta el anochecer, los aliados no descubren que el objetivo no es Gran Canaria, sino Fuerteventura, una de las dos grandes islas desérticas más próximas a África.

  A la mañana del 7 de julio de 1944, los acorazados italianos bombardean las posiciones costeras del norte de la isla de Fuerteventura y son a su vez cañoneados por las potentes piezas artilleras de costa angloamericanas. Bajo un intenso fuego, las doscientas primeras lanchas de desembarco, en su mayoría italianas (algunas, veteranas de los desembarcos del Mar Negro) se dirigen a sus objetivos en unas condiciones de peligrosidad que los marines norteamericanos del Pacífico jamás hubieran aceptado. Varias lanchas son destrozadas en alta mar por fuego artillero sin que ningún ocupante sobreviva. Franco ha prometido a Hitler que ningún infante español de la "división de Lepanto" -la primera de las tres divisiones de infantería de Marina españolas en entrar en combate- temerá la muerte, pues todos son fervorosos patriotas católicos. Los infantes de Marina nazis de la división “Seelöwe” tampoco van a ser menos.

  En total, la primera oleada la componen diez mil hombres y unos cincuenta tanques. Un millar de aviones y planeadores procedentes del sur de Marruecos lanzan también otros diez mil paracaidistas, en su mayoría alemanes, pero también españoles, a lo largo de dos días. La segunda oleada de infantes de Marina la componen otros diez mil hombres alemanes y españoles, y al mismo tiempo, salen de Casablanca y Agadir otros veinte mil infantes españoles para reforzar las cabezas de playa en los dos días siguientes. En el momento culminante, cincuenta mil soldados del Eje, supuestamente de élite, pues llevan medio año entrenándose para esta operación, se concentran en la isla con las mejores armas disponibles para destruir o expulsar al enemigo. Hitler no olvida el sacrificio de la tropa alemana para conquistar Creta en mayo de 1941. Las bajas fueron horrendas, pero ésa es la única forma de conseguir la victoria en circunstancias parecidas. Los oficiales ya han advertido a la tropa de que no habrá retirada posible.

  Al mediodía del primer día del desembarco, 7 de julio, las playas de arena volcánica del occidente de la isla muestran un espectáculo aterrador que recuerda Tarawa, unos meses antes. Pero los soldados del Eje permanecen en la playa con la protección de algunos tanques desembarcados, los acorazados italianos siguen apoyándoles con el fuego y los paracaidistas han sembrado el caos en el interior de la isla.

  En el aire, la Luftwaffe también logra prevalecer.

  Mark Clark no está en la isla, sino en Madeira, desde donde considera que puede dirigir mejor los movimientos aeronavales. Es el general británico Dempsey el que comanda el sector de las islas Canarias, ya que la principal fuerza para defender Gran Canaria se supone que es la 3 división británica de infantería, pero en Fuerteventura quien lidera la resistencia es el general norteamericano Ryder, al que se le ha dado el mando conjunto de las dos islas occidentales, guarnecidas por elementos sobre todo norteamericanos, de las divisiones 29 y 95, y algunas tropas españolas antifranquistas (los británicos están casi todos concentrados en Gran Canaria). A la noche del 7 de julio, Ryder asegura que las fuerzas enemigas que han logrado desembarcar están al borde de la rendición y que la mayoría de los paracaidistas han muerto. No es raro que el general americano se equivoque, dado el tremendo número de bajas sufrido por los atacantes. En Gran Canaria, Dempsey duda de si el ataque a Fuerteventura es una distracción y el resto de la fuerza de desembarco va a atacar la isla principal. Por si acaso, prepara el envío de refuerzos.

  Durante el periodo de preparación y entrenamiento, Franco no escatimó medios para forzar a sus hombres al sacrificio, dado que en esta batalla se juega el demostrar que solo los soldados españoles pueden compararse en valor a los alemanes (en Europa... porque del valor japonés nadie duda). Es lo único con que cuenta la España de Franco, que se proclama "imperial": sin la potencia industrial de Francia, ni unas fuerzas armadas del tamaño de las italianas, los españoles solo pueden presumir de la supuesta bravura de sus soldados.

  Tras comprobarse que Rommel no había logrado terminar la guerra victoriosamente con su ofensiva sobre Bagdad, Franco ha insistido en que se prepare la reconquista de las islas Canarias. Al fin y al cabo, a finales de 1943 la situación en España está muy estabilizada comparada con la que era un año antes: no quedan tropas extranjeras en España, bastan quince divisiones para mantener Marruecos y el Estrecho, la guerrilla antifranquista (española y portuguesa) está muy disminuida y la defensa costera no requiere más de veinte divisiones (aparte de la zona del Estrecho). Y puesto que la guerra va a continuar, Franco quiere que los soldados españoles tengan más oportunidades de demostrar su valía ante los patrones alemanes. A partir de Navidad, comienzan a prepararse varias divisiones de infantería especiales para, aparte de reconquistar las Canarias (lo que implica crear un cuerpo de infantería de Marina de tres divisiones), poder aportar también un pequeño ejército español a la campaña final en Rusia que se espera para el siguiente verano. En este ejército se incluirá una división blindada -la "Brunete"- un poco siguiendo el ejemplo de la "Mariscal Petain" francesa para instruir a los oficiales en las tácticas modernas-; y se sumarán tres nuevas divisiones de infantería a las dos ya veteranas -"Azul", originalmente de voluntarios que se sumaron a la lucha contra el comunismo siendo España aún una nación "no beligerante", y la "Navarra" de montaña-: las tres nuevas divisiones de infantería serán la "Viriato" -que incluirá voluntarios portugueses-, la "Francisco Franco" y la "Aragón".

   En conjunto, Franco ha logrado tomar el control de la situación siguiendo prudentemente las indicaciones del mariscal Kesselring. España ha dado pasos para consolidar la unidad peninsular con la anexión de Portugal, donde, con el desarrollo de los hechos de armas ahora favorables al Eje, se ha logrado la cooperación de ciertos sectores de la clase política portuguesa -especialmente el movimiento fascista "nacional-sindicalista" liderado por Francisco Rolao Preto-, se ha mejorado la agricultura, desarrollado la industria como subsidiaria de la alemana y modernizado las Fuerzas Armadas. Hitler atribuye el mérito de estos moderados logros al buen trabajo de Kesselring y otros agentes alemanes. Todo ello ha sumado hasta lograr que el Führer acepte correr el riesgo de invadir las Canarias, en el océano Atlántico. La decisión la ha tomado el Führer en enero de 1944, momento en el cual el mando español emprende la reorganización de tres divisiones para convertirlas en fuerza de infantería de Marina, más una brigada paracaidista, todo con el fin de llevar a cabo la invasión. A partir del mes de abril estas unidades comenzarán a entrenarse con los veteranos alemanes. Aquí Franco sabe que se juega el prestigio del esfuerzo bélico español.

  El general Muñoz-Grandes comanda la fuerza y a la mañana del día 8 de julio de 1944 logra salir de la playa gracias a la segunda oleada de infantes y paracaidistas alemanes y españoles, capturando la aldea de Puerto Cabras, la capital de la isla. Al anochecer del segundo día, la batalla se libra ya en el interior de la isla, donde el objetivo fundamental es capturar el aeródromo de Tefía. Los americanos están en general bien equipados y entrenados pero no tienen experiencia de combate. Por otra parte, no todo el personal militar de primer orden de los aliados está disponible para defender las Canarias, dada la importancia del frente del Golfo Pérsico. A partir del día 9, Dempsey y Clark ya han ordenado que tropas británicas de Gran Canaria refuercen a los americanos que en Fuerteventura comienzan a verse desbordados por la continua llegada de tropas enemigas a sus playas occidentales. Fuerteventura puede convertirse en un nuevo Guadalcanal, con los nazis desembarcando en las playas de oriente y los aliados en las de occidente.

  En total, la batalla dura una semana. Y durante ésta los del Eje logran hacer desembarcar en la isla la división anfibia alemana -"Seelöwe"-, la "división de Lepanto" española y las otras dos divisiones de infantería de Marina especialmente preparadas para la operación (divisiones "Álvaro de Bazán" y "Miguel de Cervantes"), más constantes envíos de paracaidistas y tropa aerotransportada, a los que se suman refuerzos procedentes del ejército español en Marruecos que comanda el general Yagüe. Combatirán, del lado del Eje, un total de cincuenta mil hombres, de los cuales cinco mil mueren y veinte mil quedan heridos, un porcentaje de bajas del cincuenta por ciento. En el mar, los británicos no pueden vencer a la flota alemana. Dejan fuera de servicio varios grandes buques (entre ellos el “Graf Zeppelin”, alcanzado por los aviones enemigos), pero solo hunden buques pequeños, bastantes submarinos y algunas lanchas de desembarco que se van a pique con centenares de soldados a bordo. En conjunto, las pérdidas del Eje en el mar superan a las aliadas, pero a pesar de ello logran cumplir sus objetivos de asentarse firmemente en la isla invadida.

  El almirante Tovey, comandante naval británico, concluye que la demostración de fuerza, habilidad y determinación alemanas ha sido suficiente: si pueden volver a hacer lo que han hecho en las Canarias, Inglaterra misma ya no está a salvo al otro lado del Canal.

  En plena batalla, y cuando el resultado es aún incierto, los británicos se llevan la sorpresa de conocer, en la noche del día 8 de julio, que en Londres han dimitido los ministros laboristas del Gobierno de coalición. El día 9 al mediodía -mientras parece confirmarse que la posición de las tropas del Eje se consolida en Fuerteventura- los ex ministros Attlee y Greenwood leen una declaración pública en la que, sin mencionar la auténtica causa inmediata de su drástica decisión -el acuerdo secreto con los nazis para que cesen de lanzarse sobre Londres las bombas volantes V1-, aseguran que han abandonado el gobierno porque, tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, están operando fuerzas contrarias a continuar la lucha contra el nazismo hasta la victoria. Seguirán apoyando al Gobierno, pero en los días por venir no podrían mostrar la debida actitud crítica si siguiesen formando parte de él. No admiten preguntas de la prensa. Saben que dentro de una semana cesarán los bombardeos sobre Londres. Y saben que también pronto dimitirá el Vicepresidente de los Estados Unidos. Es una situación muy difícil para los antinazis británicos, pues son conscientes de que la mayoría de la población está harta de la guerra. 

  El día 12 de julio de 1944 se conoce que la Royal Navy ha obtenido una gran victoria en el Océano Índico al derrotar a la flota japonesa que intentaba bloquear la India. Para Churchill, es el momento indicado para evacuar Fuerteventura, donde la batalla ya está produciendo más bajas en el bando aliado que en el del Eje, pasados los primeros días sangrientos (tal como sucedió en Creta, pero a mayor escala). Los aliados ordenan también la evacuación de Lanzarote, que sería muy difícil de defender una vez perdida Fuerteventura (entre otras cosas porque en los últimos días se ha enviado a Fuerteventura buena parte de los mejores efectivos disponibles en Lanzarote).

   El día 14 de julio de 1944, los soldados aliados americanos, británicos y españoles antifranquistas han abandonado ambas islas occidentales del archipiélago.

  En teoría, la guerra sigue en Canarias, pues los aliados controlan las otras cinco islas principales y pueden seguir atacando desde aeródromos más alejados, en Madeira o en África, pero, en la práctica, la batalla puede darse por acabada, pues las islas bajo dominio aliado se hallan ahora tan expuestas a nuevos ataques enemigos que su valor estratégico ha quedado muy disminuido y los aliados para mantenerlas tendrían que dedicarles unos recursos que serían más necesarios en otra parte (por ejemplo, para defender Gran Bretaña de otra invasión aeronaval). A un alto precio, los alemanes han demostrado que son capaces de atacar también a través del mar (siempre y cuando cuenten con aeródromos próximos en tierra). Los españoles, por su parte, han demostrado que son soldados valientes y suficientemente hábiles, de modo que los aliados han experimentado un número de bajas mayor que el enemigo, aunque no mucho mayor. En Fuerteventura han caído prisioneros unos dos mil norteamericanos en diversas bolsas de resistencia en el interior de la isla. En tanto que a estos prisioneros hay que contabilizarlos como "bajas irrecuperables", inclinan la balanza del resultado final de la lucha a favor de sus enemigos.

  Al mismo tiempo, los italianos han logrado ocupar la capital de Etiopía, Addis Abeba. Para ello les ha sido útil el que los aliados concentraran su aviación en las Canarias. Presionado por el ministro Ciano, Mussolini ha accedido a llegar a un acuerdo con el emperador etíope. Con el trato, Haile Selassie se convierte en vasallo del emperador italiano y su país en un Protectorado. Ciano ha convencido a Mussolini de que esto no supone un gran sacrificio. Limitará que Etiopía se convierta en una colonia de poblamiento, pero eso es indiferente porque ahora Italia dispone –o está a punto de disponer- de otros inmensos territorios africanos aún mejores que se pueden destinar a ese fin. El día 12 de julio el general italiano Messe entra en Addis Abeba sin lucha, mientras el Panzerkorps alemán empuja hasta el desierto de Somalia al muy desmoralizado y pequeño Primer ejército americano. La campaña de África Oriental está perdida para los aliados.



 Para Roosevelt, la guerra también está perdida. La proeza sangrienta de los alemanes en Canarias le muestra que se enfrenta a un enemigo con una moral imbatible y una seguridad tal que asume los más terribles sacrificios con entrega wagneriana. El fanatismo nazi es una fuerza tan temible como la habilidad táctica de los oficiales de la Wehrmacht... más la peligrosísima recuperación de la Aviación y Marina alemanas, que es consecuencia de la explotación de los recursos económicos capturados por el Eje en el mar Negro, en el verano de 1942 (petróleo, carbón, hierro, mano de obra, trigo, vías de transporte...).

  El día 14 de julio, Roosevelt se reúne con Marshall y Stimson para programar la crisis política final. Tras ella, anunciará oficialmente que se han iniciado negociaciones con el enemigo. Y que Japón será derrotado. Las noticias del Pacífico siguen siendo buenas: captura de Saipán y primer bombardeo aéreo de Tokio (a pequeña escala) desde los nuevos aeródromos en las islas Marianas.

    En el Índico, la flota japonesa también ha sido derrotada por los británicos (portaaviones "Formidable", "Illustrious" e "Indefatigable"), aunque no destruida del todo (sí se han perdido los grandes portaaviones japoneses "Hiyo", "Taiho" y "Shokaku"). De todas formas, esta victoria no evita -aunque sí retrasa, y esto tendrá su importancia- la derrota de la India aliada: los musulmanes están conquistando rápidamente todo el valle del Indo y la mayor parte de Bengala. En cuanto los indios unionistas se resignen a firmar la paz y quedarse con el territorio que sus enemigos tengan a bien concederles, es probable que también Chiang-kai-Shek, como Haile Selassie, rinda vasallaje a los conquistadores. Pero esto último los aliados han de evitarlo: ha de convencerse a Chiang de que, capturadas las Marianas, el siguiente objetivo es Formosa, desde donde los Estados Unidos podrán abastecer a las fuerzas chinas y reforzarlas con sus propias tropas (lo que implica la paz con los nazis y la retirada del Golfo Pérsico, retirada que permitirá obtener a los chinos las tropas y el material que necesitan).



  Y aún falta que se desate la ofensiva final nazi sobre Moscú…

  El día 16 de julio comienza a entrar en vigor el pacto secreto de no bombardear ciudades. Ya no caen bombas volantes sobre Londres. Al día siguiente el mundo entero lo sabe, aunque nadie hace declaraciones oficiales sobre tan extraño fenómeno. Los bombarderos aliados siguen atacando suelo alemán y francés… pero ya no las ciudades.

  Ese día, Roosevelt recibe a su Vicepresidente. Es el momento. Henry Wallace lleva también esperando este encuentro varias semanas. Ya ha organizado su nuevo partido político antinazi, el Partido Progresista. Solo queda escenificar la ruptura. Puesto que ambos son hombres fríos, son también capaces de percibir que, en el fondo, siguen siendo aliados, aunque se hace preciso el reparto de papeles.

  Al mediodía del 18 de julio de 1944, la Casa Blanca anuncia la dimisión conjunta del Vicepresidente de los Estados Unidos y otros cuatro miembros del Gabinete del Presidente: el secretario de Interior Harold Ickes, el secretario del Tesoro Henry Morgenthau, la secretaria de Trabajo Frances Perkins y el fiscal general Francis Biddel. Inmediatamente se anuncia que el puesto de Vicepresidente queda vacante, así como la secretaría de Trabajo. En la secretaría del Interior el nuevo titular es el senador Harry Truman, el nuevo fiscal general es Tom Clark (uno de los principales colaboradores de Biddel) y el nuevo secretario del Tesoro es… Joseph Kennedy.

  A la tarde, habla Roosevelt por la radio, y anuncia que se han entablado contactos con el enemigo para conseguir una “Paz con Honor” con Alemania mientras continúan las victorias para conseguir la derrota del enemigo japonés. No se dice que esa segura derrota del enemigo japonés implique la rendición incondicional.

Ooo

  En la realidad, en abril de 1940 (en Noruega), en mayo de 1941 (en Creta) y en noviembre de 1943 (en el Dodecaneso) los alemanes emprendieron muy arriesgadas operaciones aeronavales enfrentándose a la superioridad aliada, sobre todo a la de la Royal Navy. En estas tres operaciones los alemanes ganaron a pesar de los grandes sacrificios en vidas y material. En ninguna fueron derrotados, ni siquiera en la del Dodecaneso, que tuvo lugar en un momento en el que la guerra ya estaba perdida para Alemania. Por el contrario, los aliados se vieron derrotados en incursiones de asalto como Dieppe (agosto 1942) y Arnhem (octubre 1944), a pesar de que contaban con superioridad en medios (dominio del mar y del aire). ¿Por qué? La única explicación posible es (aparte de un poco de suerte) una combinación de superioridad táctica (a pesar de los errores de la planificación) y empuje (o fanatismo) por parte de las tropas alemanas. Los alemanes se exponían a sufrir pérdidas que los aliados nunca hubieran aceptado, y los soldados alemanes continuaban luchando por la victoria incluso a pesar de sufrir un terrible castigo. Todo ello parece consecuencia de la preparación psicológica espartana propia de un régimen totalitario.

 Por eso, en esta historia, la victoria nazi en Canarias habría sido casi segura. Un poco de recuperación del poder aeronaval del Eje a la altura de julio de 1944 con respecto a la situación de clara desigualdad de 1943, más una moral muy alta, les hubiera permitido lanzarse a la aventura de enfrentarse, con muchas posibilidades de éxito, al poder aeronaval británico en una isla no demasiado alejada de la costa.

  En la realidad, la producción de aviones aliados (contando los rusos) era de unos quince mil mensuales en el verano de 1944 (la mayoría, norteamericanos), mientras que alemanes y japoneses no llegaban a cinco mil. Y de peor calidad, de modo que en el verano de 1944 la desigualdad de aviones disponibles entre aliados y alemanes en Europa era mucho mayor que la desigualdad que podía deducirse del nivel de producción (sin duda debido al gran número de bajas que sufría la Luftwaffe, lo que exigía lanzar nuevos pilotos a la lucha sin suficiente entrenamiento). Podemos especular que en esta historia alternativa la producción angloamericana seguiría siendo la misma, aunque la rusa disminuye un poco, mientras que la del Eje se duplica. Con una producción mensual de casi el doble con respecto a la realidad, mayor capacitación de aparatos y pilotos, y otros elementos favorables al Eje (por ejemplo, más artillería antiaérea al haber más producción industrial en todos los órdenes) la proporción de fuerzas efectiva resulta parecida a la del verano de 1942, cuando los alemanes podían emprender victoriosamente ofensivas simultáneas, como la de Manstein en el este de Crimea, el contragolpe en Ucrania y la batalla de Gazala en Libia. Y no estaban faltos de ocasional superioridad aérea.

  En esta historia alternativa, la de las Canarias se convierte en la última batalla de los angloamericanos, y convence definitivamente a Roosevelt de que solo es posible una paz negociada. El primer paso para alcanzar ésta sería la crisis política que hiciera salir del gobierno a sus elementos más antinazis y después la promesa de paz para la Navidad de 1944. Para una opinión pública cada vez más angustiada, la oferta resultará irresistible.

  En cuanto a las unidades militares mencionadas en este episodio, la división 95 norteamericana entró en combate en el noroeste europeo en octubre de 1944, por lo que en julio (cuando se le envía a las islas en esta historia) habría de encontrarse en peor forma que en la realidad (por no hablar de la moral). Más expertas serían las divisiones 2 y 29 de infantería norteamericanas y la 3 de infantería británica (en la realidad, las tres entraron en combate en junio de 1944).

  Tanto los infantes de Marina como los paracaidistas alemanes debemos considerar que se hubieran comportado como tropas de élite, con una eficiencia y determinación equiparable a la demostrada en los episodios aeronavales mencionados al principio de este comentario. La proximidad de los aeródromos de Cabo Juby, a cien kilómetros de Fuerteventura, habría resultado decisiva.   

  De las unidades aeronavales mencionadas, a mediados de 1944 la mayor parte de los portaaviones británicos -no los de escolta, sino los rápidos y grandes capaces de participar en batallas navales a gran escala, "portaaviones de flota"- se encontraban en el Índico y el Pacífico, a fin de evitar que los japoneses obstaculizaran los suministros a la India, tal como sucedió en abril de 1942 (caída de Birmania). La situación sería diferente ahora, dada la amenaza de la renovada, aunque muy heterogénea, flota del Eje en el Atlántico Central.

3 comentarios:

  1. Yo creo que hay un error en el planteamiento de la invasión. Teniendo en cuenta la superioridad aeronaval de los aliados en esta época, el objetivo de los nazi-españoles no debería ser Gran Canaria. Todas las posibilidades de éxito dependerían de la cobertura aérea desde los aeródromos en África. Para facilitar esto, la Luftwaffe debería operar desde lo más cerca posible. Por eso el objetivo debería ser la isla más próxima a las bases aéreas nazis en Cabo Juby. Y ésa creo que era Fuerteventura, a cien kilómetros de la costa africana tan solo.

    Una vez tomada Fuerteventura se expandiría su aeródromo y desde allí se podría atacar a las islas mayores.

    Inspectora

    ResponderEliminar
  2. Bueno, parece una objeción razonable, aunque solo demuestra mi descuido al narrar al episodio. No cambia lo principal: que el Eje podía demostrar para esta época que podía emprender ofensivas aeronavales siempre y cuando no fuera demasiado lejos de sus aeródromos costeros (puede, por tanto, aplicarse a una hipotética invasión de Inglaterra).

    Reformaré la historia en ese sentido. Objetivo: Fuerteventura. También había allí un aeródromo que fue desarrollado por los españoles precisamente hacia 1940.

    ResponderEliminar
  3. Una aportación:
    Esa capacidad del ejército alemán para triunfar en minoría (casi siempre) en operaciones imposibles el mismo Halder, en sus interrogatorios de posguerra, cuando le preguntaban cómo se lanzaban a operaciones imposibles, respondía "había que hacerlo. Con voluntad se podría conseguir"
    Ej: el cerco de Moscú eran unos 300 kms. Se disponía de gasolina para menos de 100. Sabiéndolo, a pesar de allo, se lanza la operación "Tifón"
    Esa "voluntad" (muy presente en los discursos y escritos de Hitler) impregnaba el ejército y la sociedad alemana en su conjunto
    Imaginemos si en vez de estar perdiendo, iban ganando, como planteas en tu ucronía. Creo que la resolución de la guerra se habría dado antes
    Saludos

    ResponderEliminar