En el verano victorioso de la ofensiva Zitadelle en el Cáucaso (julio de 1943), no todo va tan bien para los nazis: después de la destrucción de Hamburgo por el bombardeo aéreo masivo de los británicos (¡cuarenta mil muertos!), la RAF continúa sus ataques contra las ciudades alemanas y hasta la aviación de bombardeo norteamericana actúa sobre diversos objetivos industriales de importancia, tanto en Alemania como en Francia, poniendo en peligro el relanzamiento de la industria de guerra del Eje.
Para Hitler, resulta especialmente irritante que en un momento en el que el formidable enemigo ruso está siendo vencido, los civiles alemanes vivan aterrorizados por los ataques aéreos aliados. Y tampoco podrá convencer a los aliados de que han perdido la guerra hasta que esta grave situación en el frente aéreo sea reparada.
Incluso las ofensivas terrestres tienen que esperar a que se pueda concentrar el poder aéreo suficiente. Primero hubo que concentrarlo en Egipto para que Rommel conquistase Próximo Oriente. Después hubo que esperar un par de semanas para que se concentrase en el Mar Negro a fin de poder llevar a cabo la ofensiva Zitadelle en el Cáucaso. Otras dos semanas hubo que esperar para que se concentrase suficiente poder aéreo para la liquidación de Leningrado. Y, mientras tanto, las ciudades alemanas ardían
Antes de salir hacia el Cáucaso, el 3 de agosto de 1943, en medio de la consternación generada por las noticias que llegan de Hamburgo, Hitler se reúne con Goering, Speer y Milch. Exige un plan de actuación que dé respuesta a la escandalosa inferioridad de la Luftwaffe.
Para el ministro responsable de la industria de armamentos, Albert Speer, está claro que Alemania tiene que atender urgentemente tanto a la ofensiva aérea como a las necesidades de la guerra terrestre, sin que se dé prioridad a lo uno sobre lo otro. Pese a sus derrotas, los rusos siguen produciendo más tanques y cañones que el Eje, y a esto hay que sumar el creciente poder armamentístico de las tropas angloamericanas. Concretamente, en torno al Golfo Pérsico, el general Eisenhower y sus hombres están creando un formidable cinturón defensivo con artillería y divisiones blindadas.
¿Posee Alemania suficientes recursos económicos para enfrentar tanto la guerra terrestre como la guerra aérea? De no haber sido por las conquistas alemanas del verano de 1942 (el cierre del Mediterráneo y la invasión del Mar Negro) sería probable que no, pero Albert Speer considera que sí existen ya en agosto de 1943 suficientes expectativas para poner en marcha un ambicioso plan de rearme aéreo
que solo podría comenzar a mostrarse eficaz en la primavera de 1944 o tal vez en el verano de 1944...
porque nadie se hace ilusiones acerca de la capacidad de los norteamericanos para continuar incrementando su producción ya de por sí ingente de aviones de combate y bombardeo. No solo hay que tener en cuenta la inferioridad en el poder aéreo, notoria en el verano de 1943, sino también la previsiblemente aplastante e irreversible superioridad aérea aliada que se dará en el verano de 1944 si no se hace algo para impedirlo a partir de este mismo momento.
Hermann Goering, Albert Speer y Erhard Milch, máximos responsables efectivos del esfuerzo de la industria militar aeronáutica alemana
En agosto de 1943, Alemania produce 2.500 aviones al mes. Albert Speer y el general de la Luftwaffe Milch (el auténtico cerebro de la Luftwaffe, mucho más capacitado que el mariscal Goering, el Número Dos del III Reich) calculan que pueden conseguir aumentar esa producción hasta los 4.000 entre marzo y junio de 1944. Dependiendo de diversos factores, Francia, Italia y las demás naciones del Eje podrán producir entre 2.000 y 3.000 más.
Incluso teniendo en cuenta que los aliados seguirán aumentando su capacidad industrial, una producción de 6.000 a 7.000 aviones al mes será suficiente para volver, cuando menos, a la situación del verano de 1942. Y cuando Rusia se desplome, liberando así más recursos aéreos del Eje, la Luftwaffe podrá pasar al contraataque y forzar a los angloamericanos a la paz.
Para ello tendrán que crear más fábricas (algunas de ellas en España e Italia, lejos de los bombardeos enemigos y abastecidas por la gran vía de comunicación que supone el Mediterráneo para el transporte de todos los componentes imprescindibles) y hacer uso de más materias primas (combustible, bauxita, acero) y de más trabajadores especializados. Se considera que para finales de 1943 el Eje dispondrá de mano de obra más que suficiente para la ejecución de todos sus proyectos económicos (Hitler podrá entonces deshacerse de todos los judíos que aún necesita como esclavos, un factor que Speer y Milch tienen que tener en cuenta en su planificación).
Lo más decisivo es la cuestión del combustible, pero se considera que el abastecimiento será suficiente, puesto que para finales de 1943 los yacimientos de Maykop y Hurghada, conquistados en el verano de 1942, estarán ya dando buenos rendimientos (100.000 toneladas mensuales aproximadamente entre los dos) y también la producción de combustible sintético alcanzará su máximo. Si, como parece, se va a conquistar todo el Cáucaso en el verano del 43 (incluidos los enormes yacimientos de Bakú), para 1944 habrá incluso abundancia de combustible.
Así pues, Speer ve viable que a partir de agosto de 1943 se ponga en marcha un grandioso plan de fortalecimiento de la Luftwaffe con vistas a 1944, el año de las elecciones presidenciales norteamericanas.
Un paso esencial será organizar, al mismo tiempo que el incremento de la producción, la formación de los pilotos que habrán de combatir. A partir de agosto de 1943 (Milch pondrá en marcha el reclutamiento de forma inmediata) hasta el periodo de marzo a junio de 1944, tienen que formarse suficientes pilotos, con un entrenamiento mínimo de trescientas horas de vuelo previas a la entrada en acción. Si fuesen menos horas, se desperdiciaría la formación de los hombres, se desperdiciarían aviones y se perdería moral por el incremento de fatalidades entre los nuevos pilotos insuficientemente adiestrados.
El periodo de entrenamiento habitual requiere trece meses. Hitler lo quiere reducir a once meses sin menoscabo de la calidad de los pilotos. Los jefes de la Luftwaffe consideran que el acortamiento se puede conseguir con una racionalización del método de adiestramiento, con el ahorro de algunas semanas de adiestramiento militar general para los jóvenes pilotos si se hace uso de jóvenes veteranos de la infantería de la Luftwaffe (que ya no requieren instrucción militar convencional previa), si se gasta más combustible para incrementar las horas de práctica y si se trasladan las escuelas de pilotaje al Mediterráneo (España) de modo que se pueda disponer de mejor tiempo para el vuelo durante el invierno. Se trata, obviamente, y Hitler lo acepta, de formar sobre todo pilotos de caza. Se considera que los de bombardeo son suficientes, sobre todo si se cuenta con que para 1944 estará en uso el sistema de armas automáticas de represalia (bombas volantes). El Führer presentó alguna resistencia inicial a este planteamiento, pues en principio consideraba más importante la ejecución de bombardeos de represalia inmediatos. Sin embargo, fue finalmente convencido de que, teniendo en cuenta las victorias de las armas alemanas en todos los frentes terrestres (excepto el poco importante retroceso en Marruecos), no iban a ser necesarios los sacrificios de los pilotos alemanes llevando a cabo misiones puntuales de represalia sobre suelo inglés. Los británicos han perdido Jerusalén y Damasco, la prensa y la radio los informaban de ello: saben que están perdiendo incluso sin necesidad de bombardeos alemanes. Ya pagarán más adelante por su ruin venganza contra las ciudades alemanas. La Luftwaffe, por su parte, lo está haciendo bien en el apoyo a las ofensivas terrestres, no necesita justificar su poder con bombardeos de represalia, así que Hitler acepta el criterio de los aviadores de incrementar la defensa de cazas.
Puesto que se pierden entre doscientos y trescientos pilotos de caza al mes, es preciso formar cuatrocientos mensuales para reponerlos. Sin embargo, según el nuevo plan, aparte de estos cuatrocientos nuevos pilotos que son formados cada mes por las escuelas en Alemania, habría que reclutar cuatro mil aprendices de piloto adicionales de inmediato, en agosto de 1943, y trasladarlos a España. Estos no entrarían en combate hasta el verano de 1944, lo cual exige construir más aviones de entrenamiento, conseguir instructores y contar con combustible suficiente para que acumulen las trescientas horas de vuelo mínimas antes de que se les confíen los nuevos aparatos. Hitler ordena la inmediata disolución de buena parte de las divisiones de tierra de la Luftwaffe. Eso liberará de golpe miles de hombres para la formación. También, dada la situación ventajosa en el Golfo Pérsico, donde Rommel va preparando su ofensiva, se puede desdeñar el riesgo de desembarcos aliados en las costas de Europa Occidental y del norte. En Noruega y Dinamarca, por ejemplo, aumenta el número de voluntarios locales para servir al Reich. Hay hombres suficientes, incluso si se mantienen tres millones de soldados en Rusia. La Luftwaffe, que cuenta en agosto de 1943 con un millón y ochocientos mil hombres puede pasar a más de dos millones para finales de año, con miles de jóvenes formándose para ajustar las cuentas a los Spitfire y a los Thunderbolt para el verano de 1944.
El principal problema es la fabricación de los aviones de entrenamiento y conseguir los instructores. En el primer aspecto, los aviones de entrenamiento no son demasiado difíciles de fabricar si se les da la suficiente prioridad. Franco, el más dócil de los aliados de Hitler, puede encargar de ello a las factorías aeronáuticas españolas, a cambio de que entre los cuatro mil pilotos nuevos se incluyan, al menos, quinientos españoles. En el segundo aspecto, los instructores solo pueden salir de los veteranos del frente, pero acabada la campaña del Cáucaso puede hacerse un esfuerzo de desmovilización. Un programa escalonado de enseñanza supondría que durante los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre los alumnos serían instruidos por pilotos no del máximo nivel (podrían ser italianos e incluso españoles), y a partir de enero de 1944, cuando el frente ruso entre en un previsible periodo de impasse invernal y la ofensiva contra el Golfo Pérsico haya finalizado, llegarían los instructores veteranos de la Luftwaffe en número suficiente como para que en junio de 1944 los cuatro mil nuevos pilotos de caza estén formados y se hagan cargo de los nuevos aviones. Se trataría de disponer de al menos tres mil pilotos de caza operacionales en Europa para el verano de 1944 (las tres cuartas partes alemanes, pero también franceses, italianos, españoles y hasta turcos). Los pilotos de caza españoles (se elegirá la región de Valencia para la nueva red de escuelas) se irán agregando gradualmente a los escuadrones de la Luftwaffe a partir de junio de 1944 y se supone que en agosto ya cambiarían por completo la situación en los cielos de Europa (y de Asia y África
).
Por otra parte, los franceses, cuyas ciudades se ven sometidas a constantes ataques aéreos casi tanto como las alemanas, quieren desarrollar sus propias Aviación y Marina, junto con el ejército colonial de mercenarios, siempre en la línea de sacrificar el mínimo número posible de reclutas, que es la principal exigencia de la sociedad francesa. Albert Speer conoce los planes de expansión de la industria aeronáutica del país vecino y conoce el entusiasmo de los jóvenes franceses que se adiestran para pilotar sus aviones. Por otra parte, los nuevos modelos de cazas Dewoitine están más o menos a la altura de los cazas aliados y no faltan en Francia buenos ingenieros para hacer las mejoras pertinentes, sobre todo si existe colaboración técnica con la Luftwaffe. Speer, que mantiene una buena sintonía con el ministro francés de industria, Bichelonne, cree que los franceses no tendrán problema en alcanzar e incluso superar la cifra de fabricación de mil aviones mensuales en el verano de 1944, aunque eso sea más de los que producían en junio de 1940 (unos seiscientos). El incremento del poder aéreo francés no inquieta a Hitler: la menor desobediencia francesa a la estrategia conjunta del Eje se castigará de inmediato con restricciones en el suministro de petróleo; y si hace falta invadir Francia, puesto que los franceses solo cuentan con un ejército de treinta divisiones en defensa costera, españoles, italianos y alemanes no tendrán ningún problema. Petain, Darlan y Laval saben perfectamente lo que arriesgan si echan a perder su oportunidad de reconstruir el prestigio de Francia dentro de una Europa dominada por Alemania.
De los italianos, cuyos diseños aeronáuticos han mejorado en cooperación con Alemania, se espera que también se acerquen a la cifra de mil aviones fabricados al mes. Lo cual sumado a lo que puedan producir España, Hungría o Rumanía, daría el total de seis mil o incluso siete mil aviones al mes para, al menos, junio de 1944.
Sin embargo, las cifras de producción aliada en agosto de 1943, según se informan los alemanes, rondan ya los diez mil aviones al mes (en realidad, es mayor), aunque por lo menos dos o tres mil deben dedicarse a la lucha contra Japón.
Un cálculo realista de Milch considera que para el verano de 1944, los aliados, si siguen luchando, pueden poner en el aire, al máximo de su capacidad, hasta más de doce mil aviones al mes contra Alemania (y otros tres mil, al menos, en la lucha contra Japón). Milch considera que si Alemania, Francia e Italia alcanzan los siete mil, de buena calidad y con buenos pilotos, ya sería suficiente para una estrategia defensiva eficaz. Es por eso que se piensa que lograrían, al menos, volver a la situación del verano de 1942. Entonces los británicos hicieron el gran bombardeo de Colonia, pero no fue tan destructivo como el de Hamburgo que tendría lugar un año más tarde.
De hecho, las pérdidas británicas en esas misiones de bombardeo hacen pensar que, aparte del efecto moral, no debieron de valer la pena desde el punto de vista estratégico.
Los dirigentes alemanes esperan contar con dos posibles ventajas para 1944. Una, sería la del avión a reacción, el Me-262: se trata de un proyecto también costoso en combustible, pero que Speer y Milch consideran que pueden permitirse, contando sobre todo porque en 1944 habrá más yacimientos de petróleo en producción. La otra ventaja son las bombas volantes, que estarán listas también para el verano de 1944
El caza a reacción alemán Me-262, listo ya a mediados de 1943, a la espera de la orden de su producción masiva para entrar en combate el año siguiente
La cuestión de la fabricación de más aviones es contemplada por Hitler y Speer en el contexto de la expansión económica del Eje, con todo su esfuerzo centrado en el liderazgo alemán y la explotación de los recursos naturales conquistados en el verano de 1942.
Aunque Hitler es lo suficientemente inteligente para no sobrevalorar el trabajo de Speer y es consciente de cierta desorganización del esfuerzo económico, sabe que los progresos son reales y que, puesto que el verano de 1944 será el momento crítico de la guerra dada la proximidad de las elecciones presidenciales norteamericanas (7 de noviembre de 1944, fecha inamovible), los planes realizados en agosto de 1943 pueden llevar al éxito con bastante seguridad. Y aunque sigue existiendo la posibilidad de ganar la guerra a finales de 1943 si Rommel arrasa con los angloamericanos en el Golfo Pérsico, cuenta ya con la experiencia pasada que aconseja prudencia y realizar planes a largo plazo. Los factores económicos son fundamentales. Al fin y al cabo, cuando decidió a primeros de 1942 que la ofensiva en Rusia se centraría en el Mar Negro, ya era porque consideraba la consecución de objetivos económicos a medio y largo plazo.
El primer factor económico de todos, el más primario per se, es la alimentación.
La situación alimentaria en el verano de 1943 es incluso un poco peor que la del verano de 1942, que ya era mala, pero todo indica que mejorará para el verano de 1944. El promedio de abastecimiento calórico de los alemanes en el verano de 1943 es de 1800 calorías, habiendo sido de 1900 el verano anterior (2400, el promedio de tiempos de paz
que permite incluso los excesos de la obesidad). Se trata de una cifra que marca el límite del racionamiento, pero aún es suficiente para mantener la producción industrial (rendimiento de los obreros) y para mantener la alimentación de los soldados (capacidad de combate). Hitler, como todos los alemanes, está obsesionado con el hundimiento de la moral alemana a finales de la guerra anterior, muy relacionada con el desastre alimentario. Sabe, sin embargo, que con 1800 calorías diarias se puede aguantar
siempre y cuando no dejen de llegar noticias victoriosas del frente para mantener alta la moral. Y de victorias el Eje no anda escaso.
Aumentar la producción agrícola en Alemania depende de tres recursos esenciales: mano de obra, combustible y fertilizantes. El primer factor, decisivo para el desastre de la guerra anterior, quedará completamente cubierto para la cosecha de 1943: la salida de los prisioneros franceses al final de la cosecha de 1942 ha sido sobradamente compensada por la llegada de cientos de miles de obreros agrícolas de todo origen: eslavos, pero también norteafricanos, e incluso italianos, turcos y portugueses. El abastecimiento de combustible para la agricultura ha mejorado un poco, aunque las prioridades del frente no permiten grandes expectativas a este respecto. En cuanto a los fertilizantes, las necesidades de la industria de la producción de explosivos siguen bloqueando asimismo el abastecimiento de fertilizante artificial a los campos
pero se está recibiendo más fertilizante natural del norte de África. En suma, la cosecha de 1943 será suficiente, y la de 1944 será indudablemente mejor.
Otra cuestión es la agricultura en los demás países de Europa.
Francia está mejorando su agricultura con gran rapidez dadas las nuevas circunstancias políticas, pero se ven frenados por los mismos inconvenientes que los alemanes. Con todo, Hitler ha disminuido, bajo las nuevas circunstancias de alianza, el saqueo sistemático a Francia (lo sustituye con más saqueo al Este, donde la situación es también algo mejor por la estabilidad del frente). Al menos, las necesidades de personal del ejército francés apenas afectan al mercado laboral, al ser relativamente reducidas (solo treinta divisiones de reclutas, más dos divisiones de voluntarios en Rusia y los mercenarios del ejército colonial).
Italia ha mejorado mucho también. De las veinte divisiones desmovilizadas en junio de 1942, al cerrarse el Mediterráneo y hacerse innecesaria la defensa costera, quince han sido disueltas y no reconstituidas (las otras han reemplazado a las fuerzas alemanas en Yugoslavia, donde la actividad partisana es cada vez menor), y, pese a las campañas de Rusia y África, Italia no va a necesitar más de cincuenta divisiones movilizadas. Eso permite disponer de más mano de obra para los trabajos agrícolas e industriales. En Italia, como en Francia, las buenas expectativas de explotación de recursos ganados en la guerra estimula la iniciativa económica.
España, gracias a la nazificación de la agricultura (dura disciplina contra el mercado negro y el abandono de los campos) y a un poco de saqueo en Portugal, requiere ya menos importaciones de alimentos. Su gran nivel de desempleo y subempleo ha permitido mantener un ejército de novecientos mil hombres (cincuenta divisiones,
tantas como Italia, aunque Italia requiere más hombres en su Aviación y su gran Marina) y todavía enviar obreros especializados a Alemania sin que falte mano de obra agrícola. Al haberse anexionado Portugal, la población española supera ya los treinta millones de habitantes.
De las demás naciones, algunas son muy productivas a nivel agrícola, como Dinamarca y Rumanía. Otras son deficitarias, como Egipto.
En las tierras conquistadas al Este, la cosecha de 1943 se espera que sea relativamente buena: los campesinos eslavos disponen ya de ciertas expectativas de estabilidad y la acción partisana ha disminuido.
El siguiente factor económico, después de la agricultura, es la capacidad de la industria pesada. Los bombardeos británicos sobre el Ruhr han supuesto un grave problema y han retrasado la expansión industrial, pero las fábricas se reconstruyen y Speer ha aceptado el traslado hacia el Mediterráneo del mayor número de industrias posible. La mejora de la situación militar también ha permitido sacar algunos obreros especializados del frente. En los pueblos míseros del Mediterráneo no falta mano de obra no especializada, y de los prisioneros soviéticos se obtienen buenos trabajadores, siempre y cuando se les pueda alimentar.
Las naciones del Mediterráneo contribuyen lo que pueden. En España, Francia e Italia se fabrican buques mercantes que permitirán transportar las materias primas por el Mediterráneo. Hitler también quiere que los medios aéreos, navales y terrestres para el transporte militar que estén disponibles para la primavera-verano de 1944 sean suficientes para las grandes campañas de conquista continental que están por venir. Por ello se expanden las fábricas de Torino o Barcelona, para que puedan producir cientos de camiones diarios, así como aviones y planeadores de transporte.
Finalmente, queda el sector de las materias primas.
Con la conquista de Grozni en el verano de 1943, se espera que para primavera-verano de 1944 el Eje disponga ya de suficiente petróleo para mover todos los vehículos (es decir, combustible para los medios de transporte que se espera fabricar para entonces). Se trata de conquistar toda África (el botín colonial que ansían españoles, italianos y franceses), liberar a los pueblos musulmanes de Asia Central y permitir una expansión mayor de la agricultura y la industria. Para cuando Grozni esté en plena explotación, comenzará a rendir la producción de crudo de Bakú, cuya capacidad es prácticamente infinita y que cuenta con un oleoducto que llega hasta el Mar Negro (por supuesto, habrá que reconstruirlo tras que los soviéticos lo destruyan al retirarse).
En cuanto al carbón, la cuenca del Donbass ya producirá a finales de 1943 lo suficiente para cubrir el déficit europeo. Italia tendrá sus doce millones de toneladas anuales, España una o dos, y Francia otra decena. Sobrará para la industria de municiones recién puesta en marcha en el mismo Donbass y resto de necesidades locales (el Donbass, antes de la guerra, producía unos sesenta millones de toneladas de carbón al año
).
Lo mismo se puede decir del resto de minerales estratégicos.
Para cuando Hitler parte al Cáucaso para seguir la ofensiva "Zitadelle", se siente más o menos tranquilizado acerca de la capacidad de responder al gran poder industrial de sus enemigos angloamericanos. No se le escapa que siempre estará en inferioridad frente a ellos en lo económico y, por tanto, también lo estará en el factor militar aeronaval, pero eso lo compensará de sobra con la superioridad en el frente militar terrestre.
Y esto plantea una nueva exigencia, ¿debe continuar la movilización de tropas? El año 1942 acabó con casi un millón de bajas "irrecuperables" en las fuerzas armadas alemanas: unos seiscientos mil muertos y desaparecidos en combate (la inmensa mayoría en el frente ruso) a los que se suma la mitad de esa cifra en heridos que han quedado inválidos. Pero los nuevos reclutas de 1943 (chicos que han cumplido 18 años y están en condiciones físicas para entrar en el Ejército) son solo seiscientos mil. Al acabar la batalla de Stalingrado, en febrero de 1943, las reservas (hombres en edad militar aún no movilizados pero movilizables) se limitaban a setecientos mil, lo que quiere decir que a fin de año ya casi no quedarían más si, como es seguro, las bajas en 1943 van a ser aproximadamente las mismas (¡o más!) que el año anterior. A regañadientes, pues sabe el efecto negativo que tendría en la economía y, sobre todo, en la moral pública, Hitler acepta que otro 5% de la población masculina pase a formar parte de las "reservas". A primeros de 1943, el 43% de los varones alemanes entre dieciséis y cincuenta años había quedado exento del servicio militar (aunque los alemanes no lo saben con exactitud, los soviéticos apenas han dejado exentos al 27% desde el inicio de la guerra). Ahora, en dos fases, se rebajará esa cifra al 38%. De esa forma, para finales de 1943 habrá quinientos mil soldados más y otros quinientos mil más en el verano de 1944. Los nuevos reclutas (antes exentos) de 1943 comienzan a recibir instrucción a finales del verano.
Ooo
Los errores económicos cometidos por el Tercer Reich durante la guerra han sido objeto de importantes análisis por parte de los historiadores que han venido después.
En general, todos coinciden en que el régimen nazi fue ineficaz a la hora de explotar los recursos económicos de los que disponía. ¿Esto quiere decir que perdieron la guerra por esa causa? Evidentemente no. Ineficaces o no, el Reich sí contaba con suficientes recursos para ganar la guerra mundial
sobre todo si consideramos bajo qué limitaciones hicieron uso sus enemigos angloamericanos de la enorme capacidad económica de la que disponían.
Sacar la conclusión de que Hitler perdió su guerra porque un régimen totalitario es más ineficaz económicamente que las democracias es cometer un error tremendo. Por muy bien equipados que estuvieran los soldados angloamericanos, eso no los salvaba de la mayor eficiencia táctica del enemigo alemán. Y menos todavía del hecho evidente de que Hitler podía movilizar a su servicio no solo a los alemanes, sino también a otros regímenes totalitarios satélites. Incluso Italia tuvo su papel: ¿hubiera podido Rommel tener a raya durante dos años a la flor y nata del ejército británico solo con tres divisiones y sufriendo solo cinco mil muertos sin la contribución italiana?
Ni política ni social ni económicamente, tal como se demuestra en este relato, hubiera sido inviable que más naciones luchasen del lado del Eje: era perfectamente factible que hubiese botín para todos en el marco de la vorágine depredadora de los totalitarismos fascistas de la época: España, los países árabes, el colonialismo francés...
Aunque nunca hubieran estado tan bien equipados como los angloamericanos, la suma de divisiones de infantería eficaces bajo la hábil dirección estratégica de los generales alemanes hubiera abrumado a los angloamericanos tanto como los alemanes se vieron frenados en su invasión de la URSS por el sacrificio de cientos de divisiones formadas por desesperados patriotas rusos.
Y sin embargo las cuentas de la batalla de desgaste demuestran que hasta Stalingrado los rusos perdían seis hombres por cada alemán, de modo que su esfuerzo no hubiera podido seguir siendo sostenible. Las cuentas con respecto a los angloamericanos demuestran también que nunca hubieran podido movilizar más de cincuenta divisiones en el frente a finales de 1943 (en realidad, solo pusieron veinte en la línea del frente por esa fecha) ni ochenta en el verano de 1944: no hubieran podido ganar, por mucha eficiencia económica que pudiesen desarrollar, enfrentándose a los alemanes auxiliados por una marabunta de fusileros marroquíes, italianos, españoles, egipcios, turcos y mercenarios a sueldo de Francia.
Sólo en el poder aéreo la fortaleza económica hubiera mostrado mejores perspectivas para los aliados angloamericanos, sin que, al menos durante 1943, se percibiera en esta historia alternativa gran diferencia con respecto a lo sucedido en la realidad. En la realidad, ya a primeros de 1942 los británicos decidieron poner en marcha los tremendos bombardeos del terror contra Alemania. No tenían otra opción porque, aunque era factible fabricar miles de aviones con el esfuerzo industrial tanto como fabricar miles de tanques y barcos para transportarlos
, ¿quién lucharía contra Rommel?, ¿de dónde saldrían los hombres dispuestos a sacrificarse de la forma atroz en que lo hacían rusos y alemanes? En ningún caso el pueblo británico hubiera aceptado de nuevo una carnicería como la de 1914-1918 para sostener el Imperio Británico en exóticas tierras (o por defender la libertad en el mundo...). Por eso era mucho más viable formar pilotos, todos voluntarios. Morirían muchos a lo largo de toda la guerra, más de cincuenta mil,
pero eso siguió siendo poco comparado con la "factura del carnicero" de las batallas de infantería de la guerra anterior.
Tanto más en esta historia alternativa hubieran debido volcarse los británicos en la guerra aérea, su única fuente de victorias. Arrasar Hamburgo no logró echar abajo la moral alemana, pero fue eficaz al destruir la actividad económica de la ciudad durante bastante tiempo y, sobre todo, forzó a los alemanes a detraer recursos del frente del Este para defender sus ciudades: cañones antiaéreos, cazas, munición, esfuerzo industrial...
En la realidad, la respuesta alemana a la destrucción de Hamburgo particularmente (y, en general, a la gran campaña de bombardeos masivos sobre los centros industriales del Ruhr a partir de febrero de 1943) no pudo ser eficaz porque faltaban recursos económicos suficientes y porque Hitler, frustrado por la falta de victorias en los frentes terrestres (desastres de Stalingrado y Túnez), prefirió poner en marcha bombardeos de represalia contra Inglaterra (estratégicamente desastrosos para la Luftwaffe) y no impulsar la defensa basada en cazas. En esta historia alternativa podemos ver que, con las conquistas del Mar Negro y las circunstancias derivadas del cierre del Mediterráneo, los alemanes estarían en mejores condiciones para afrontar el formidable reto. Entre otras cosas, Hitler no se ve tan acuciado por elegir entre opciones contrapuestas (tanques o aviones, cazas o bombarderos) porque sabe que cuenta con recursos para desarrollar todas las opciones, cuando menos a medio plazo. Y, sobre todo, tendrá victorias que ofrecer a su opinión pública.
Por lo que se sabe, ningún bombardeo masivo de una ciudad europea mató más gente que el bombardeo de Hamburgo en julio de 1943 (ni siquiera el horrible bombardeo de Dresde que tuvo lugar en febrero de 1945). El hecho es que en el macabro éxito de la operación británica incidieron una serie de circunstancias fatales, aparte de la gran potencia desarrollada por las formaciones aéreas. El alto mando británico quiso repetir aquel éxito contra Berlín a finales del año 1943 y llegaron incluso a pensar que podían ganar la guerra con esta acción. Los sucesivos ataques contra Berlín fracasaron. Provocaron gran destrucción pero las pérdidas de los atacantes fueron tan altas que hubieron de desistir.
No fue hasta las semanas previas al desembarco en Normandía que por fin la aviación aliada doblegó a la defensa del Reich.
En el momento del desastre de Hamburgo, julio de 1943, los alemanes fabricaban un promedio de 2.500 aviones mensuales. En junio de 1944, cuando ya la supremacía aérea aliada era absoluta, aún fabricaban 3.000. Los aliados (Estados Unidos, Unión Soviética e Imperio Británico) fabricaban por entonces unos 18.000 mensuales. Incluso si 3.000 de ellos eran necesarios para la lucha contra Japón, se trataba de una supremacía de cinco a uno. Además, los aviones alemanes eran de inferior calidad y los pilotos alemanes no estaban lo suficientemente entrenados. También para 1944 los aliados utilizaron en masa los excelentes cazas Mustang (diseño americano y motor británico), mientras que los alemanes no pudieron poner en liza a tiempo los nuevos cazas a reacción.
Tras el bombardeo de Hamburgo, ¿los alemanes podían haber hecho algo para evitar la catástrofe definitiva en los cielos? Considerando las circunstancias bélicas del momento, las constantes derrotas, el abandono de los antiguos aliados del Eje, la escasez de combustible y de otras materias primas, y la destrucción creada en la industria por los bombardeos mismos
no parece posible.
Sin embargo, vemos que en esta historia alternativa es perfectamente realista que las circunstancias cambien. Con más combustible, más mano de obra, más materias primas, más moral, mejor alimentación para los obreros y la posibilidad de alejar algunas fábricas del radio de acción de los bombarderos enemigos, parece bastante conservador subir la cifra de 3.000 aviones alemanes producidos mensualmente a 4.000. Y, en cuanto a las industrias francesa e italiana, es razonable también hacer que alcancen aproximadamente la cifra de mil aviones (un poco más los franceses) si tenemos en cuenta su capacidad de producción en 1940 y que también se beneficiarían de las ventajas económicas de Alemania. En el verano de 1940 los franceses fabricaban más de 600 aviones de combate al mes, lo que equivalía a la producción alemana de entonces. La producción italiana era aproximadamente la mitad. Una estimación razonable daría para junio de 1944 4.000 aviones alemanes, 1.000 italianos, 1.500 franceses y 500 de otras naciones (sumando España, Hungría, Rumanía). Ha de tenerse en cuenta que los aviones se fabricaban ensamblando componentes, y todas las naciones del Eje (y estados neutrales como Suecia o Suiza) podían cooperar tanto en la fabricación de componentes como en la directa instalación de fábricas alemanas en emplazamientos alejados de los objetivos de los bombardeos aliados.
También estas ventajas repercuten, como hemos visto, en dar más tiempo para entrenar mejor a los pilotos. De ese modo, la proporción de ventaja aérea aliada en 1944 de cinco a uno pasa, si acaso, a de tres a uno, es decir, una situación similar a la de 1942. Y a esto se ha de sumar la acción de los Messerschmidt 262 a reacción y las bombas volantes a partir de junio de 1944. Los aliados sabrán, además, que los rusos van a encontrarse al borde del colapso, y la eliminación del aliado soviético disminuirá la producción conjunta de aviones aliados en 3.000 aviones mensuales menos de golpe...
Este espacio presenta, en forma de blog, una historia alternativa acerca de la segunda guerra mundial en la cual las fuerzas militares lideradas por Hitler logran hacerse con el triunfo, imponiendo un régimen de terror y crimen a la mayor parte del planeta. Se han escrito muchas historias parecidas, pero la que se presenta aquí es diferente por poseer una mayor verosimilitud y porque tiene por objeto cuestionar el uso indebido de las interpretaciones deterministas de la historia.
determinismo
El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.
Como economista te aplaudo: excelente esta parte, este análisis y las cifras.
ResponderEliminarDisiento en una cosa: los FW 190, TA 152 etc eran bastante superiores a los cazas aliados. Fallaba la cantidad suficiente, la gasolina y el entrenamiento de los pilotos. Se siguió produciendo el ME109 por las restricciones de medios que implica cambiar una planta industrial para un modelo por otra, pero en tu escenario, el Me109G incluso no habría existido, suplantado por las distintas versiones del FW190
Saludos
Muy interesante tu mención a los modelos de aviones. Yo no sabía nada, por ejemplo, del ta 152, que parece un modelo bastante tardío. Es una buena pregunta saber cuánto se hubiera podido adelantar la aparición de los nuevos diseños. Yo he puesto que el reactor Me-262 hubiera podido entrar en combate en el verano de 1944, cuando en la realidad eso no fue posible. Hay que ponderar mucho en cuánto hubieran podido influir las nuevas condiciones económicas. Muchas veces las condiciones económicas no dependen solo de las materias primas, sino también de factores "morales", la motivación de técnicos e industriales para comprometerse en determinadas empresas dependiendo de las expectativas reales. Algunos autores consideran, por ejemplo, que una potencia industrial como Francia contribuyó poco al esfuerzo del Eje precisamente porque el "factor humano" (ingenieros, ejecutivos, empresarios...) se comprometió lo menos posible en apoyar al bando que claramente ya parecía perdedor en 1943, por mucho de que se tratara de coaccionarlos...
EliminarEn las memorias de Adolf Galand está que el Me 262 a fines del 43 estaba casi listo, por un lado. Y propugnaba porque se construyesen exclusivamente FW190 Dora y Ta152 como cobertura a los Me262 vulnerables en el aterrizaje
EliminarHay que considerar, que hasta este punto no lo he mencionado, que la producción industrial de Francia después del Armisticio cayó al 8% básicamente por la dislocación que causó el botín de guerra alemán que supuso de facto un desmantelamiento industrial.
Que los franceses me cuenten que sus ingenieros y demás lo que pasa es que eran unos héroes porque estaban en la Resistencia, me entra por un oído y me sale por el otro. La verdad de la Resistencia francesa es que básicamente asesinaba mujeres francesas por confraternizar con el enemigo.
Como siempre, los hechos: ¿las divisiones alemanas en descanso y recomposición lo hacían en Grecia, Hungría, Ucrania, Yugoeslavia... o en Francia? Pues por algo sería