determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 1 de julio de 2014

26. Aislacionismo americano

   Hasta Pearl Harbour, el movimiento aislacionista norteamericano había sido bastante popular. Políticos, escritores, empresarios, líderes sindicales y una figura pública tan conocida como Charles Lindbergh abogaban porque los Estados Unidos no tomaran parte en el conflicto bélico que se desarrollaba en la vieja Europa: Estados Unidos componía su propia realidad social y política, y solo podrían extraerse perjuicios de una guerra lejana cuyos intereses no concernían a los norteamericanos. En septiembre de 1940, a dos meses de las elecciones presidenciales, después de la caída de Francia y con Inglaterra bajo las bombas de la Luftwaffe, se estableció formalmente el "America First Commitee", la más poderosa organización civil contraria a la entrada de Estados Unidos en la guerra europea.



  Durante la campaña de las elecciones presidenciales de noviembre de 1940, los candidatos de los dos grandes partidos políticos con posibilidades de triunfo (Roosevelt y Wilkie) hubieron de prometer que no se implicarían en la guerra. Así pues, los aislacionistas no necesitaron crear su propia alternativa política, puesto que, en teoría, estaban siendo escuchados por los dos grandes partidos.

   No todos los notorios aislacionistas norteamericanos estaban en "America First"”. Joseph Kennedy, rico financiero y un importante dirigente del Partido Demócrata que había detentado cargos de política económica en el gabinete de Roosevelt, fue nombrado embajador en Londres en los tensos meses previos al estallido de la guerra, en 1938, y en Londres el giro de los acontecimientos le había precipitado a una situación que muchos consideraron desastrosa para sus intereses personales ya que abogaba por un acuerdo mundial por la paz entre Estados Unidos y Alemania, incluso sin la anuencia británica, lo que tampoco coincidía con la política de Roosevelt, públicamente partidario de la neutralidad pero que, como muchos millones de norteamericanos, simpatizaba vivamente con los británicos y estaba dispuesto a ayudarlos en todo, menos entrando en la guerra. Sin embargo, al haber recibido un cargo en política internacional de tan gran importancia (y ha de tenerse en cuenta, además, que Kennedy carecía de experiencia en diplomacia) queda demostrado que era mucha la confianza que se tenía en su capacidad. En 1938, Roosevelt había barajado el nombre de Joseph Kennedy como posible candidato a la vicepresidencia en las siguientes elecciones, en 1940.  Entre los méritos de Kennedy se cuentan, aparte de sus recursos económicos privados, su inteligencia, sus dotes financieras, su gusto por las relaciones públicas y su condición de católico de origen irlandés, lo que lo convierte en líder virtual de una importante minoría de votantes.


                          Joseph Kennedy, embajador estadounidense en Londres de 1938 a 1940

   Pero en 1940, Joseph Kennedy, siendo hasta ese momento el más importante de todos los políticos de origen irlandés católico del Partido Demócrata, estaba pagando las consecuencias de haber cometido el error de pretender distanciar la política exterior norteamericana de los intereses británicos. Incluso después de que los alemanes invadiesen Polonia, insistió en un telegrama a Roosevelt en que Estados Unidos podía lograr la paz mundial llegando a un acuerdo con Hitler, a pesar de que los británicos y los franceses ya le habían declarado la guerra. En 1940 todavía intentó un encuentro personal con Hitler. Finalmente, el odio suscitado por estas iniciativas entre la clase política británica y el desdén del Presidente Roosevelt liquidaron su carrera, lo que fue la causa de que se viese forzado a renunciar a su cargo en noviembre de 1940. Cuando estalla la guerra también en Estados Unidos, el 7 de diciembre de 1941, nadie se acuerda de él para ofrecerle puesto de responsabilidad pública alguno. Queda totalmente marginado de la vida política del país.

  La noticia del cierre del Mediterráneo por Rommel en junio de 1942 es evaluada fríamente por Kennedy. Nadie puede dudar de que él desea la derrota del Eje y la victoria de su país tanto como el que más, pero ¿y si, a pesar de todo, es imposible ganar la guerra? ¿No harán falta entonces líderes políticos norteamericanos capaces de hacerse cargo de la situación?

    Con prudencia, en la segunda mitad de 1942, Joseph Kennedy comienza a contactar con otros personajes influyentes. Ante todo, trata de informarse. ¿Puede ganarse la guerra, sí o no? Si puede ganarse la guerra, él hará lo que pueda para contribuir a ello (¡aunque el Presidente no se acuerde de pedir su ayuda!), pero… ¿y si no?

  Ya tras el cierre del Mediterráneo hay dudas entre muchos responsables militares estadounidenses. La guerra en Rusia continúa, el potencial industrial norteamericano es enorme, pero "el bloque defensivo" europeo formado por Alemania y sus aliados (que ahora incluyen, en diversos grados de compromiso, a España, Francia, Egipto, Bulgaria y Turquía) puede significar un poder equivalente con el paso del tiempo.… ¡Y Estados Unidos necesita precisamente de tiempo para movilizarse de forma efectiva y hacer que los aliados ganen la guerra!

  A partir de octubre de 1942 los angloamericanos atacan a los nazis. No se logra nada especialmente prometedor, pero se ha avanzado algo en Egipto, se han conquistado las islas Canarias y, en el frente aéreo, se ha bombardeado Colonia con mil aviones. Se espera que esta demostración de fuerza sea solo el principio. Las imágenes de la captura de la islas Canarias, en las que se muestra a tres mil prisioneros alemanes (tropas de élite nazis, los mismos paracaidistas que derrotaron a los británicos en Creta el año anterior) dan alguna confianza a la opinión pública, pero Kennedy tiene sus propias fuentes de información que no son tan optimistas, de modo que continúa moviéndose discretamente entre los círculos del poder, donde, por supuesto, su discreción no pasa inadvertida.

  En marzo de 1943, tras la derrota rusa en Stalingrado, los informantes de Joseph Kennedy le reportan la alarma que comienza a cundir entre los oficiales que hacen el trabajo estratégico de fondo y que ahora son marcadamente pesimistas. Por otra parte, en Australia, el general Mc Arthur, comandante en jefe del Ejército norteamericano en el Pacífico, también se ha informado por su cuenta: si Rusia es derrotada se perderá toda Asia, y Japón podrá ser salvado por Alemania por medio de los suministros que se envíen haciendo uso del ferrocarril transiberiano, una vez sometidos los rusos a vasallaje. Una idea parecida tiene también el almirante King, máxima autoridad de la marina norteamericana y uno de los cuatro miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor (junto con los generales Marshall y Arnold, y el almirante Leahy).

  El almirante norteamericano Ernest King, máxima autoridad ejecutiva de la Marina y partidario acérrimo de que el esfuerzo bélico se concentrase en derrotar a Japón

  Los hechos de Stalingrado han demostrado que los rusos no pueden recobrar la iniciativa. A pesar de la inmensa movilización llevada a cabo, del mucho y buen armamento que han producido en circunstancias muy duras, los alemanes pueden aguantar las contraofensivas rusas de invierno y luego volver a avanzar en verano. La conexión Mediterráneo-Mar Negro les permite resolver el grave problema logístico, al acabar en buena parte con el obstáculo de las grandes distancias del territorio ruso. La continua reducción del territorio soviético debida al avance alemán implica también la reducción de la población de la URSS, mientras que las bajas en las filas del Ejército Rojo se mantienen muy por encima en proporción de las de los invasores, lo que les lleva a mermar cada vez más sus reservas, a pesar de su aparente infinitud. Para colmo, el giro promusulmán de Hitler supone que la numerosa población soviética musulmana es cada vez menos fiable para la defensa de la URSS.

   Es en este momento cuando Joseph Kennedy tiene claro que la guerra no solo no estará acabada para las elecciones presidenciales de noviembre de 1944, sino que por esa fecha no se vislumbrará una victoria posible en el horizonte. En el mejor de los casos, la guerra se eternizaría. Nadie esperaba que la guerra de 1914 durase cuatro años. La de 1939 podría durar veinte años… Si es que Hitler no logra ganarla antes una vez comience a explotar a fondo los recursos económicos capturados en el Mar Negro.

  Desde finales de 1942 Joseph Kennedy se ha empeñado en hacer apariciones públicas. Exhorta, por supuesto, a la victoria, pero lo hace señalando que esta victoria no será fácil, que implicará sacrificios hasta el momento desconocidos por el pueblo americano (salvo quizá en la lejana guerra civil). Gasta esfuerzo y dinero en lograr que la opinión pública no se olvide de él, y al mismo tiempo sigue haciendo contactos valiosos. Muy pronto comienza a recibir críticas, y sabe que existe un sector antinazi en el gobierno que le detesta especialmente.

    Pero es a partir de marzo de 1943, tras la derrota rusa en Stalingrado, cuando Kennedy comienza a mostrarse menos discreto. Habla públicamente de una “Paz” no necesariamente vinculada a la “Victoria”. Y habla mucho de Pearl Harbour y el honor del país que solo puede salvarse con la derrota del agresor japonés. Nunca apoya la lucha de los soviéticos. En un rápido viaje a Irlanda logra entrevistarse con el primer ministro De Valera (feroz enemigo de los británicos). A través de él quiere abrir vías de comunicación con los alemanes, con vistas a la preparación de una negociación. A su regreso, consigue establecer contacto también con los elementos menos hostiles a su persona de la administración Roosevelt: quiere comunicarles que sus aproximaciones indirectas al enemigo son, de momento, privadas y meramente informativas. Tal como espera, la Casa Blanca finge indiferencia pero tampoco actúa contra estos contactos que, en teoría, ponen en peligro la seguridad nacional y podrían ser considerados incluso como traición. Kennedy sabe entonces que Roosevelt no se opone a que se mantenga alguna vía de comunicación abierta a la espera de lo que suceda en los meses siguientes en los campos de batalla. Siempre y cuando estas iniciativas sean solo una aventura privada de Kennedy a su propio riesgo...

   Cuando Rommel cruza el canal de Suez y conquista Jerusalén y Damasco, expulsando a las fuerzas británicas, a finales de junio de 1943,  Joseph Kennedy habla ya públicamente de una “Paz con Honor”. Y afirma que es preciso, en una democracia, que los ciudadanos debatan en libertad las opciones posibles en disyuntivas críticas. Es entonces cuando se levantan, en los medios de comunicación, las primeras voces acusando a Kennedy y su grupo (porque ahora existe un grupo visible que muy pronto se organizará) de derrotismo, cobardía y traición. Mientras tanto, ha estallado el escándalo del descubrimiento de los crímenes soviéticos de Katyn, y Kennedy agita a ese respecto el carácter odioso del régimen soviético, ¿vale la pena que Estados Unidos se sacrifique para que una tiranía rusa venza a una tiranía alemana?

  La polémica llega a su punto álgido en julio de 1943. Los norteamericanos hacen entonces su primera gran operación ofensiva terrestre contra los nazis en Marruecos, mientras los bombardeos aéreos británicos arrasan Hamburgo y los rusos resisten con fuerza hasta entonces desconocida la tercera ofensiva nazi de verano.

  Joseph Kennedy espera el resultado de estas batallas, guardando silencio durante varias semanas. Incluso teme haberse precipitado al considerar la conquista de Damasco y Jerusalén por Rommel como un signo indudable de que la guerra no se puede ganar. Sin embargo, a finales de agosto la ofensiva angloamericana en Marruecos se ha estancado sin pena ni gloria y los alemanes, por su parte, han alcanzado el mar Caspio, embolsando a los rusos que resisten en Bakú. Los turcos están ya en la guerra, combatiendo dentro de territorio soviético. Kennedy respira: no se equivocó al juzgar la situación. Pronto se informa del pesimismo de los principales estrategas norteamericanos.

  Kennedy en septiembre rompe de nuevo su silencio y se hace pública la creación de un “Grupo de discusión ciudadana por la victoria”. Aún se trata de la “victoria”, y no de la “paz”, pero quienes integran el grupo incluyen a unos cuantos aislacionistas del año 1941 e incluso a algunos partidarios del entendimiento con los regímenes totalitarios. Y bastantes anticomunistas.

  Es necesaria la intervención del mismo Roosevelt para que los más furibundos antinazis del gobierno (como el Vicepresidente Wallace y los secretarios Morgenthau e Ickes) no se pronuncien públicamente contra Kennedy. Roosevelt entiende que éste y los aislacionistas muevan sus piezas con precaución para caso de que la previsible batalla decisiva en el Golfo Pérsico dé un resultado negativo.




  Henry Morgenthau, Secretario del Tesoro de Roosevelt, y Harold Ickes, Secretario del Interior, miembros del Gabinete fuertemente antinazis. Morgenthau era judío. 


  Públicamente, el “Grupo de discusión ciudadana” lo que hace es incentivar el esfuerzo para que la guerra tenga un desenlace positivo. Pero, como “grupo de discusión”, no se trata solo de propaganda optimista: las opciones reales de salida de la guerra han de considerarse también. Y entre éstas se cuenta también la de una paz negociada.

  La retirada del 1 ejército norteamericano de Port Sudan, en octubre de 1943 (¡y tras ser derrotados por los italianos!) ya es una muy mala noticia, aunque se asegura que las pérdidas son escasas y que el territorio abandonado tenía poco valor estratégico. Sin embargo, lo peor está aún por llegar.

  El abandono de Bagdad es conocido en Estados Unidos el 6 de diciembre de 1943. Y el 7 de diciembre, el público es informado de que en la rendición del 9 ejército británico en Mosul se ha incluido una división norteamericana completa, la 3 blindada. Las cifras de muertos y desaparecidos (prisioneros) norteamericanos en el conjunto de Irak llegan poco antes de Navidad: 40.000 hombres. Un desastre peor que la pérdida de Filipinas en mayo de 1942. Un desastre “a escala británica”.

   Joseph Kennedy ya no espera más. Su “Grupo de discusión” se convierte automáticamente en el movimiento “Paz con Honor” (porque, se dice que "ya se han alcanzado conclusiones inequívocas en el curso de la discusión de los acontecimientos"). La guerra contra Alemania no puede ganarse. Y ahora Joseph Kennedy está dispuesto a enfrentarse a los belicistas antinazis aún a riesgo de ser acusado de traición ante los tribunales.

  La captura de quince mil soldados norteamericanos por Rommel en Mosul no es ya un revés momentáneo, como pudiera haberlo sido la retirada de Port Sudan con pocas bajas, o el estancamiento del avance en Marruecos. Tampoco puede compararse con lo que sucedió en Pearl Harbour y Filipinas tras el ataque traicionero de los japoneses: el poder del enemigo se incrementa día a día y no parece realista excluir la posibilidad de una negociación.

  Es el mismo Vicepresidente Wallace el que declara en un discurso, antes de Navidad, que el ex embajador Kennedy encubre sus propios prejuicios autoritarios con el pretexto de que desea una “Paz con honor”: al difundir que algunos norteamericanos pusilánimes aceptan una paz negociada se está debilitando la moral de las tropas….

  Kennedy, pues, responde: puede llegar un momento en el cual la falta de acuerdo para alcanzar una paz negociada con Alemania impida alcanzar una victoria total sobre Japón.

  Es el mismo pensamiento del general Mc Arthur y del almirante King: si se retrasa la negociación con Alemania, Japón podrá salvarse porque los alemanes serán entonces demasiado fuertes y negociarán buenos términos de paz para Japón a fin de contar con un aliado antinorteamericano en Oriente. En cuanto a los rusos, nunca fueron amigos de los Estados Unidos (las atrocidades soviéticas de Katyn impactan especialmente a la numerosa colonia polaco-norteamericana) y Stalin puede volver a negociar con Hitler en cualquier momento... y entonces también Japón se salvará. Si América negocia con Alemania cuanto antes, entonces podrá conseguir, entre otras cosas, que Hitler acepte la aniquilación de Japón. En qué posición quedarían los rusos…, es indiferente.…

  La polémica salta a los periódicos, a los opinadores radiofónicos, a los puestos de trabajo, a los hogares… e incluso a las charlas en los cuarteles. ¿No se puede ganar? ¿Hay que negociar? La prensa comienza a recordar las elecciones presidenciales de 1864, en plena guerra civil, cuando también se opusieron los partidarios de una paz negociada y los de la rendición incondicional.

El enfrentamiento electoral por la presidencia en 1864 durante la guerra civil norteamericana: el oponente de Lincoln, el general George Mc Clellan, ofrecía abiertamente la posibilidad de una paz negociada con los rebeldes del Sur.

  Ooo

  Existen los precedentes de las elecciones presidenciales norteamericanas de 1864, 1916 y 1940. En todas ellas, el principal tema de debate fue el deseo del pueblo norteamericano de alcanzar la paz o de mantenerse en paz, no inmiscuyéndose en guerras, particularmente si son en ultramar. En noviembre de 1864, los partidarios de la paz negociada durante la guerra civil fueron finalmente derrotados en las elecciones cuando los hechos de armas confirmaron que la victoria total era posible sobre los rebeldes del Sur (toma de Atlanta en septiembre de 1864), y tanto en 1916 como en 1940 todos los candidatos presidenciales aseguraron que Estados Unidos no se involucraría en la guerra europea. De este modo, ningún candidato presidencial tuvo nunca que afrontar una situación de incertidumbre y pudo ofrecer un futuro de paz realista. En 1944 la victoria era segura. En 1952, los candidatos ofrecieron negociaciones de paz para Corea. En 1964, el presidente Johnson esperó a ganar las elecciones para emprender la "escalada" en la guerra de Vietnam (igual que Wilson esperó a las elecciones de 1916 para declarar la guerra al año siguiente), en 1968 se había iniciado ya el proceso de negociaciones de paz para acabar con la guerra de Vietnam. En 1972, Nixon ya había retirado la mayor parte de los soldados norteamericanos de Vietnam.

  Para los británicos la situación no era tampoco muy diferente. Pero el sistema político británico permitía saltarse las elecciones parlamentarias. Las elecciones de 1940 fueron suspendidas (también lo fueron las de 1915), de modo que las últimas habían sido en 1935 y se esperó hasta 1945, ya con la victoria a la vista, para convocar las siguientes. El sistema norteamericano no permite esta posibilidad de suspender las elecciones.

  Estas circunstancias eran perfectamente conocidas por los alemanes. Por eso Hitler sabía que en el verano de 1940 era imposible una intervención norteamericana. La situación cambió por completo una vez Roosevelt fue reelegido para un tercer mandato. Que se designase a Henry Wallace como Vicepresidente fue ya sintomático de que Roosevelt iba a avanzar a lo largo de 1941, paso a paso, hacia una intervención en la guerra. Pero cada paso hacia la beligerancia encontró una fuerte resistencia, tanto en la opinión pública como en las cámaras del parlamento norteamericano. El movimiento por la neutralidad “América Primero” fue activo hasta Pearl Harbour.

    Joseph Kennedy, embajador de Estados Unidos en Londres, fue un político frustrado, y lo fue porque su apuesta por un acuerdo mundial de paz que incluyera a Hitler fue radicalmente rechazada en Washington. Sin embargo, Kennedy no era el único norteamericano prominente que pensaba que los Estados Unidos no debía hacer una política exterior dependiente de los intereses británicos.

  Afortunadamente, en la realidad, la intervención militar norteamericana en el teatro bélico europeo (incluyendo, naturalmente, el norte de África) fue una sucesión de victorias, desde el desembarco en Marruecos y Argelia en noviembre de 1942 hasta el desembarco de Normandía en junio de 1944, y la esforzada victoria final que siguió. Los hechos demuestran hoy que el ejército norteamericano era inexperto y un tanto torpe, pero que los estrategas norteamericanos lo sabían y por eso tomaron muchas precauciones a la hora de emplearlo en la batalla. Se tardó seis meses en conquistar todo el norte de África, a pesar de la abrumadora ventaja numérica y de material, y aún se hubiera tardado más si los militares franceses del norte de África no hubieran cambiado de bando a los dos días de ser invadidos por los aliados. Muy probablemente, la invasión norteamericana en Marruecos y Argelia no hubiera tenido éxito si Hitler hubiese presionado a España para atacar Gibraltar poco después de producirse el desembarco. Algunos autores consideran también que si los italianos hubieran luchado más decididamente hubiese fracasado el desembarco en Sicilia en julio de 1943. Pero para entonces ya se habían dado las derrotas alemanas de El Alamein, Stalingrado y Túnez, y los italianos no querían luchar del lado de quienes muchos ya consideraban el perdedor.

  En las circunstancias que se muestran en esta historia alternativa, parece imposible que la opinión pública (norteamericana y del mundo entero) percibiese una inminente victoria aliada en ningún momento. Quizá las Canarias podrán ser tomadas gracias a la superioridad aeronaval, pero una victoria terrestre para los aliados es imposible con el Mediterráneo cerrado, puesto que no se pueden utilizar medios aeronavales para impedir que los alemanes envíen contingentes adonde les sea preciso (la victoria en Túnez, en mayo de 1943, solo pudo materializarse porque se bloqueó el envío a África de refuerzos y suministros gracias al poder aeronaval aliado). Y menos aún si del lado del Eje luchan también los infantes españoles y marroquíes (ejército colonial francés).

  Sin expectativas de victoria, con derrotas puntuales (la conquista de Damasco y Jerusalén por Rommel, sobre todo) y con noticias de que los alemanes están armando divisiones de infantería de pueblos bárbaros, como españoles, turcos, egipcios o marroquíes, los ciudadanos norteamericanos comenzarían a sospechar que la guerra, en el mejor de los casos, no iba a terminar nunca, o que iba a suponer un ruinoso empate con el despilfarro de decenas o centenares de miles de vidas norteamericanas. Consta (aparece en las Memorias de Churchill) que en la realidad, en junio de 1942, tras el desastre británico de Tobruk, ya había autoridades norteamericanas que se temían algo parecido. Y consta también que había militares norteamericanos, como los aquí citados general Mc Arthur y almirante King, que presionaban para que se diese prioridad a la guerra contra Japón.

   En esta historia, la derrota de Bagdad, a primeros de diciembre de 1943, sería decisiva a la hora de decantar a la opinión pública norteamericana por una paz negociada. De hecho, en este relato hemos dado la cifra de quince mil prisioneros norteamericanos hechos por Rommel en Irak. Se trata de la misma cifra de prisioneros hechos por los alemanes durante la batalla del “Saliente” (Ardenas, diciembre de 1944). Si los alemanes pudieron hacer semejantes estragos en un momento en el que ya no podían tener expectativas realistas de victoria, cuando habían sido desgastados de tal manera en sus constantes derrotas frente a los rusos y ante un enemigo tan numeroso, bien armado y equipado, ¿qué no hubieran podido hacer a un inexperto ejército norteamericano como el que se retrata en esta historia, en noviembre y diciembre de 1943? En la realidad, a finales de 1943 los estadounidenses solo tenían seis (!) divisiones enfrentadas al enemigo nazi en el único escenario de lucha terrestre europeo de por entonces, que era Italia (las otras tres con experiencia de combate en Europa habían sido trasladadas a Inglaterra para preparar el desembarco en Normandía).

  Ante el presidente Roosevelt se presentará entonces un dilema terrible, y hombres como Joseph Kennedy habrán de planteárselo de forma realista. Cualesquiera que fueran las motivaciones personales de políticos como Joseph Kennedy, nadie iba a negar lo razonable de su posición.    

13 comentarios:

  1. Repasemos un par de fechas:
    - Noviembre de 1939: se crea el comité del que luego se denominará "Proyecto Manhattan" con un presupuesto de $6.000 iniciales, enfocado a lograr el arma nuclear con el objetivo en su memorándum de utilizarla contra Alemania
    - Mayo de 1.940: FDR envía un mensaje a Francia ofreciéndoles apoyarles subrepticiamente de todas las formas posibles si no se rinden hasta que pueda hacerlo claramente después de las elecciones de ese año
    - Expansión del programa de armamento desde mayo de 1940 a todos los niveles (10 poortaviones iniciados de la clase Essex, p.ej.) mientras FDR seguía manifestando en su campaña electoral la mentira de que era aislacionista y acumulaba acciones de empresas de armamento financiado por los Rostchild

    En este contexto y a la vista de estos datos y conociendo a FDR y a su equipo encabezado por Morgenthau (el del Plan de genocidio sobre Alemania como venganza por la guerra), no veo ningún escenario en el que FDR iniciara ningún tipo de negociación con Alemania, al igual que no cabe en la cabeza que lo hiciera Chruchill
    Sí veo la trasferencia de tecnología nuclear al admirado y querido por FDR "tío Iosef" Stalin e, incluso, en la ucronía que planteas y llegados a este punto de avance del Eje, bombas nucleares

    Solo con la pérdida de las elecciones de 1944 por FDR (posible en un escenario con derrotas en Europa y acosado por Mc Arthur)o su desaparición física en este escenario como pasó en la realidad puedo ver el cambio de la política exterior norteamericana

    Como siempre, escribo sin saber la continuación
    Saludos

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  2. Mi opinión personal es que FDR era un político muy realista y que era consciente de que la opinión pública no aceptaría un mensaje electoral que consistiese en "sangre, sudor y lágrimas". Como explico también, el mismo Lincoln necesitó grandes victorias en su guerra contra la Confederación para ganar sus elecciones de 1864. Si FDR no tiene victorias para las elecciones, solo podrá ofrecer la paz. O eso, o perder las elecciones ante cualquier otro candidato que sí ofreciera una salida negociada.

    Hay que fijarse en la extrema precaución con la que el ejército norteamericano intervino contra Alemania. Fueron con pies de plomo, conscientes de que el US army estaba muy verde. Primero, el norte de África, donde contaban con que el poder aeronaval cortara los suministros del enemigo (los británicos ya habían demostrado que eso era posible). Después, Sicilia, una isla. Y finalmente, el sur de Italia (septiembre 1943), ya con el ejército alemán medio destruido por las batallas en el frente ruso. Fueron muy pasito a paso porque no hubieran podido soportar las derrotas que los británicos sí soportaron. E incluso estas derrotas británicas (Noruega, Dunkerque, Grecia, Creta, Tobruk...) eran limitadas, nada que se pareciera a las matanzas del Somme en 1916. Es lo que pasa con los estados democráticos: la opinión pública no acepta fácilmente terribles sacrificios para derrotar la tiranía en el mundo. Al fin y al cabo, ni EEUU ni Gran Bretaña se jugaban la supervivencia.

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  3. Me contestas pero esquivando la cuestión, jajaja. Muy hábil. Sí, quizá sean puntos de vista complementarios, lo que planteas no tiene discusión y es muy acertado
    Creo de todas formas que eres muy digamos comp`laciente con FDR, como cuando planteas en los siguientes episodios su visión estratégica a largo plazo, después de la entrevista que describes ficticia con Kennedy: hablamos de un individuo que no vio lo que significaba Mao, que no veía lo que era ya Stalin y que, como plantea Luis Suárez en su "Guerra en el Pacífico", debería haber sido expulsado en un impeachement con toda su Administración porque ni provocando el ataque japonés fueron capaces de prevenir lo del Pearl Harbor (y eso que tenían sus claves y todas sus comunicaciones)
    FDR era un tipo sin escrúpulos con olfato propagandístico para mantenerse en el poder, que era su única ambición. La propaganda del vencedor ha creado un mito inexistente. El New Deal en 1938 ya había fracasado

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  4. Te diré que no soy tanto complaciente con FDR sino con el sistema político que encarnaba. La democracia, a diferencia de otras ideología dogmáticas, es algo que evoluciona poco a poco. Primero se dio el voto a los burgueses ricos, después a todos los burgueses, después a los obreros ricos, después a todos los obreros, después a las mujeres, después a los negros... Al final, la democracia estadounidense era un paraíso en 1941, pese a su racismo y su imperialismo residuales. Y durante la guerra se aliaron con Stalin porque, a diferencia de lo que pensaba alguien como Joseph Kennedy, era mejor eso que firmar la paz con Hitler. Como Presidente, por lo que he leído, FDR tomó las opciones menos malas, las propias del cargo que tenía en representación de la sociedad que lo había elegido. No he leído el libro de Luis Suárez -aunque ahora me apetece hacerlo-, pero creo que enfrentarse al imperialismo japonés, rechazar el pacto con Hitler que propuso Kennedy, seguirle el juego a Churchill y pactar con Stalin como mal menor fueron decisiones acertadas. Que probablemente hubiera tomado otro presidente en su lugar (su oponente de 1940, Willkie, por ejemplo), sí, pero a él le tocó hacerlo...

    Y gracias por la sugerencia de lectura...

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    1. Son muy buenos todos los de Luis Suárez. Hay grandes historiadores en nuestro país
      La pena es no tener acceso a historiadores rusos, para tener otro punto de vista, pq tenemos memorias de alemanes a tutiplén, literatura anglo a montón... pero nos faltan los rusos. Imagino que la época soviética no era muy maravillosa para explayarse escribiendo.
      Saludos

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    2. Y lo hago por hacer de abogado del diablo: hay un hecho incontestable: las pseudo-democracias (me niego a llamarlas democracias plenas) anglosajonas movilizaron muchísimo más eficientemente a sus pueblos y sus recursos que las autocracias. Unos ejércitos de ciudadanos con comités donde se discutía todo fueron mucho mejores aprendiendo, inovando y tomando las mejores decisiones estratégicas. Las mejores porque ganaron, claro

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  5. "...Y durante la guerra se aliaron con Stalin porque... era mejor eso que firmar la paz con Hitler."
    Ahí mantengo lo que mantienen otros historiadores: la guerra era total contra Alemania porque eran una alternativa al imperialismo liberalñ anglosajón. De ahí el ensañamiento
    Porque entre el régimen de Hitler o Stalin, a la luz de los hechos, no había ninguna diferencia
    Juguemos a la ucronía: creo que a la muerte de Hitler (que hubiera sido un héroe alemán de haberlo hecho, pongamos, hasta 1942) se habría producido algún tipo de dictadura militar tipo prusiano. Los dirigentes del NSDAP eran demasiado corruptos y estaban demasiado divididos en guerras intestinas como para poder gobernar

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  6. "...Y durante la guerra se aliaron con Stalin porque, a diferencia de lo que pensaba alguien como Joseph Kennedy, era mejor eso que firmar la paz con Hitler"
    Sigues complaciente con FDR: éste era un entusiasta de Stalin. No le contemplaba como el mal menor. Lo veía como un aliado y un tipo estupendo
    Hay una figura que, lógicamente, no sale en tu ucronía, y como dirigente dedicado a su pueblo, sin racismos, sin asesinatos de civiles ni ataques terroristas y por su posterior postura por la reconciliación y el respeto a la Ley, merece un apartado a mi juicio como el mejor y más humano dirigente de la 2GM: el general De Gaulle
    Lo digo por comparar con el siniestro paralítico aferrado al poder, o el borracho imperialista, elitista y racista, o el asesino psicópata de la URSS. Es que ¡vaya panda!

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  7. En fin, la verdad es que no he leído todavía una biografía detallada y sin prejuicios de FDR. Sé que logró crear una imagen de patriarca poderoso, sabio y benévolo, el hombre que mantuvo unido el país durante la Depresión, que hablaba a las familias por la radio, un poco todo a lo Frank Capra. Hay que tener en cuenta que EEUU corrió un gravísimo riesgo de descomposición social en la década de 1930: enfrentamientos raciales, religiosos, étnicos, de clase... Surgieron líderes populistas como Huey Long, hubo una fuerte agitación marxista, seguía la cuestión racial y el KKK Fuese mérito de la administración Roosevelt o no, la realidad es que las instituciones y la sociedad resistieron pese a lo heterogéneo del componente social. Sé también que se ha escrito que las medidas económicas del New Deal (¿keynesianas?) levantaron la moral pero que fueron técnicamente desacertadas y que la crisis solo se superó con las inversiones militares a partir de 1939. Pero el resultado está ahí: Estados Unidos ganó la guerra arriesgando poco, sufriendo pocas pérdidas humanas y relanzando la economía.

    Las decisiones en política exterior también me parecen buenas: tuvieron que ser neutrales en 1940 debido a que era año electoral, pero después el apoyo a Gran Bretaña fue vital. Les plantaron cara al imperialismo japonés -cuyas atrocidades en China están fuera de toda duda- y se aliaron con los soviéticos porque era la única opción.

    Es verdad que en mi historia apenas sale De Gaulle (es invitado a la conferencia de las Azores-equivalente ucrónico a Casablanca en enero de 1943) pero qué le vamos a hacer, si De Gaulle era objetivamente un personaje insignificante, que solo el desastre de Vichy y una serie de circunstancias casuales lo encumbraron, mientras que todo indica que el régimen de Petain contaba con suficiente respaldo social (hasta que cambiaron las tornas en la guerra, claro está). De todas formas, De Gaulle también tiene sus pecados. El peor de ellos fue prometer la ciudadanía francesa a los argelinos musulmanes y luego no cumplirlo. Si los siete millones de musulmanes argelinos hubieran sido provistos de la carta de identidad francesa, no solo se hubieran ahorrado la guerra de Argelia, sino que el norte de África sería hoy completamente distinto a lo que es. Falta de visión.

    ¿Qué políticos tenían visión? Churchill la tuvo cuando se negó a dialogar con los nazis cuando lo de Dunkerque. Roosevelt la tuvo cuando rechazó la propuesta de negociar la paz en el mundo con Hitler, tal como sugería Kennedy y los aislacionistas.

    Y no creo que FDR fuese un entusiasta de Stalin. Quizá su vicepresidente, Wallace, sí cayó en esa ingenuidad -de la que luego se arrepintió. Pero era la guerra. Incluso Gregory Peck y Dana Andrews interpretaron en Hollywood a valerosos oficiales soviéticos en lucha contra los nazis y defendiendo una URSS idílica de libertad y fraternidad... ¿Cómo si no se podía ganar la guerra?

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    1. Realmente con ver el potencial industrial en 1938 se ve perfectamente que lo complicado no era ganar la guerra para los anglo-americanos-soviéticos, el 60% de la producción mundial, siendo los angloamericanos el 48%, frente al 14% de Alemania y el 2% de Japón, sino que lo complicado era ganar para el Eje en una guerra larga.

      Tu amable respuesta me da pié para insistir en mi argumento de base: con cualquiera se hubieran aliado los angloamericanos contra una alternativa a su sistema. ¿Hubiera sido peor hacer la paz con Hitler y dejar caer la URSS?. Los 100 M de muertos del comunismo por ello seguro que dirían que sí. ¿Hubiera sido peor un régimen NacionalSocialista?. Pues sí. O no. Vete a saber
      Sí para los angloamericanos, obviamente

      Y FDR, hasta Churchill lo escribe en sus memorias, era un enamorado de Stalin, ciego totalmente a lo que le decían sus asesores

      ¿Sabes que mantenía a Truman absolutamente aislado de cualquier información siendo su vicepresidente?. Parece que Eleanor no le tragaba

      Una figura siniestra el tal FDR que ya en noviembre de 1939 como te he escrito buscaba las bombas nucleares contra Alemania. ¿Neutral?. Lo que pasa es que la propaganda siempre hace mucho
      Si Hitler hubiera ganado tendría una imagen de infatigable luchador y trabajador que dirigió la guerra, de carácter de hierro y de abuelito venerable rodeado de los niños de Magda Goebbles si hubiera envejecido más

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  8. Por cierto, las memorias de Churchill, bastante mentirosas lógicamente y con autobombo, merecen la pena. Son un buen tocho, pero se leen bien, y conociendo al personaje, son ilustrativas
    Por supuesto, ni mención a sus ideas de utilizar gas, al album que incendiario Harris le mostraba para regocijo de ambos conb las ciudades alemanas arrasadas o al hambre en la India
    Y si las encuentras, merecen la pena las de Goebbles: mucho más sinceras, porque no estaban hechas para ver la luz, y muy muy buenas por la imagen que da del despelote y las luchas internas en el (des)gobierno del Reich

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  9. Me alegra que menciones las Memorias de Churchill. Con ellas me inicié en este tipo de lecturas de la IIWW. Son muy amenas (el Premio Nobel de Literatura no está del todo injustificado) y están repletas de datos y, sobre todo, de documentos (cartas, telegramas, memoranda...). Desde luego, contienen muchas inexactitudes. Las de Goebbels no las he leído al completo. Por mi parte, te recomiendo las "Conversaciones de mesa" de Hitler, un documento asombroso que contiene también información valiosa. También hay algunas ediciones de las notas taquigráficas de las conferencias de Hitler con sus generales. Me quedan muchas cosas por leer, y a lo mejor algunas de las que leo me hacen modificar esta historia...

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    1. Gracias por la recomendación. Kershaw documenta ya muchas en su biografía de Hitler.
      A mi, más que las de Manstein (¡vaya plomo!) o Guderian, me gustan más las memorias de Galand, Hoth, Rudell, Raus. Aunque las de Speer son buenísimas.
      Lee las de Lee May: "memorias de un psicópata" las titularía yo. Un Himler pero nacido en USA y a cargo de la aviación estratégica

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