determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

lunes, 7 de julio de 2014

27. La decisión de Japón

   A finales de 1943, los máximos dirigentes de Japón, en su gran mayoría militares, saben que no pueden ganar la guerra a los Estados Unidos. Durante todo este año solo han sufrido derrotas. Y la producción industrial norteamericana es diez veces mayor que la de Japón. Siendo Japón un archipiélago y teniendo lugar la guerra en el Pacífico, ganará el que fabrique más barcos y aviones, de modo que Estados Unidos tiene asegurada la victoria haga lo que haga Japón. Desde mediados de año han entrado en acción los grandes y modernos portaaviones norteamericanos de la clase "Essex". De estos, están ya en el Pacífico el "Essex", el nuevo "Yorktown", el "Bunker Hill", y el nuevo "Lexington". Y los almirantes japoneses saben que eso solo es el principio, porque están en camino una docena más. Durante 1943 Japón no ha sido capaz de añadir a su flota ningún nuevo portaaviones que alcance las veinte mil toneladas de desplazamiento (los de la clase "Essex" desplazan nada menos que treinta mil).

      El imparable avance del poder aeronaval norteamericano hacia Japón por el Pacífico


   La única posibilidad para Japón, no ya de conservar parte de las ganancias de su política imperialista, sino incluso de sobrevivir como estado independiente, es lograr un buen tratado de paz. Y con la expectativa de una derrota militar segura, esto solo puede conseguirse con la intercesión de Rusia o de Alemania. Al declarar la guerra a los angloamericanos en diciembre de 1941, Japón muy prudentemente mantuvo una buena vecindad con el viejo enemigo ruso. Al fin y al cabo, seis meses después de la invasión de la Unión Soviética occidental, Hitler no había logrado derrotar al colosal enemigo y por lo tanto era incierto el resultado final de la guerra entre las dos potencias. Los estrategas japoneses también tenían en cuenta lo sucedido con Napoleón en 1812 y consideraban por tanto que no era seguro que Hitler triunfase donde el caudillo francés fracasó. Por encima de todo, Japón necesitaba tener las manos libres para luchar contra chinos, británicos y norteamericanos. Y creía contar con posibilidades de ganar.

   Siete meses después de comenzada la guerra del Pacífico, cuatro de los mejores portaaviones de la flota japonesa (más de la mitad de todos los que tenían...) eran hundidos por el enemigo en la batalla de Midway y ningún éxito parcial a lo largo de la segunda mitad de 1942 pudo compensar un desastre tan grande. En estas circunstancias, el mantenimiento de la paz con los rusos parecía más que nunca una necesidad incuestionable a fin de concentrar todos los recursos en la lucha contra los norteamericanos.

   Pero ya en noviembre de 1943, a la espera de la ofensiva de Rommel contra el bastión aliado del Golfo Pérsico, y siendo conscientes del extremo peligro en que se encuentra Japón, la posibilidad de alcanzar algún acuerdo de paz por la mediación de Rusia queda descartada. La derrota soviética parece inminente y la victoria alemana igualmente inevitable. Para el primer ministro Tojo y sus hombres, hasta entonces escépticos acerca de las posibilidades de una alianza efectiva con la lejana Alemania, está claro que la única opción es entrar en guerra contra los soviéticos a tiempo de que la intervención japonesa aún pueda ser útil para los nazis.

    Con las rutas soviéticas de aprovisionamiento de Murmansk y del Cáucaso ya cortadas por las ofensivas periféricas alemanas, los rusos necesitan más que nunca que Japón mantenga abierto el flujo de suministros que les llega por Extremo Oriente (Vladivostok). Por tanto, si Japón ataca a Rusia en Siberia Oriental, todavía será posible con ello prestar una valiosa ayuda a Alemania. A cambio, Hitler ganará la guerra mundial y puede exigir a los Estados Unidos una paz aceptable para Japón. Puede ser decisivo para esto el que Alemania necesite a Japón en la posguerra para cerrar la puerta trasera de Rusia, de modo que los americanos no puedan aprovisionar a los rusos en adelante, y también el que Alemania necesite a Japón para mantener una amenaza a los mismos Estados Unidos durante el periodo posbélico que llegue con la paz. Si los rusos son derrotados y sometidos a vasallaje, el ferrocarril transiberiano quedará a disposición de los nazis, que podrán así ayudar directamente a los japoneses a mantenerse... y a mantener una constante amenaza contra los Estados Unidos desde Siberia Oriental.

   En noviembre de 1943, los aliados siguen avanzando en el frente del Pacífico. Desembarcan en Bougainville, lo que estratégicamente concluye la campaña de las islas Solomon, siguen avanzando también en Nueva Guinea y otra gran operación rinde la isla fortificada de Tarawa, en el Pacífico Central. Con el tiempo, la situación solo puede empeorar para Japón.

   A gran costo, los marines y soldados norteamericanos conquistan la base japonesa de Tarawa, en el centro del Pacífico, el 23 de noviembre de 1943, dando muerte a más de cuatro mil soldados japoneses

  Los japoneses aún tienen una buena flota. La conservarán hasta que, inevitablemente, tenga que enfrentarse al grueso de la flota norteamericana, y muy pocos en el alto mando japonés creen que van a tener tanta buena suerte como para ganar una batalla decisiva (y aun en el caso de que la ganaran, los norteamericanos pueden enviarles otra flota equivalente al cabo de pocos meses). Por lo tanto, si hay que sacar partido de la fuerza naval japonesa, eso tiene que lograrse de otra forma que no sea un enfrentamiento abierto con la cada día más poderosa fuerza aeronaval norteamericana. O bien contra los rusos en Extremo Oriente, o bien contra los británicos en el Índico... pero siempre en función de los intereses estratégicos de Hitler...

   A primeros de diciembre, la información que llega a Tokio confirma que Rommel ha logrado en Oriente Próximo una gran victoria (la conquista de Bagdad, de los campos petrolíferos de Kirkuk y la rendición del 9 ejército británico)… pero que la guerra no ha terminado aún. Esto es bueno para Japón: si la guerra continúa, Alemania seguirá necesitando de su aliado oriental. Con la aprobación del Emperador, el embajador en Berlin, Oshima, comienza la negociación con Alemania para coordinar el ataque japonés a la Unión Soviética. Oshima no sabe, por cierto, que la inteligencia aliada está leyendo todos los mensajes que envía desde Berlín a Tokio...

                                Hitler, con el embajador japonés Oshima

   El trato que Japón ofrece a Hitler es el siguiente: en cuanto llegue el deshielo (abril o mayo de 1944), Japón declarará la guerra a la URSS, conquistando el gran puerto de Vladivostok y toda la costa de Siberia Oriental (la región de Primorie). Utilizará para ello buena parte de su aviación, su flota y medio millón de soldados de su ejército en China (sin contar los colaboracionistas de Manchuria y Mengjian). De esa forma, los rusos ya no dispondrán de vía marítima alguna para recibir suministros de sus aliados. El ataque beneficiará a los alemanes también al obligar a los rusos a enviar más fuerzas hacia Oriente. Consecuencia de ello también será que los Estados Unidos habrán de aceptar la paz a pesar de su poderío aeronaval. Vencida Rusia, Alemania puede enviar su Luftwaffe a Japón para defender las islas, y su ejército a Extremo Oriente para ayudar a Japón a rechazar cualquier ataque en el continente. Podrían hacerlo, una vez sometido Stalin, utilizando la red de transporte rusa en Siberia, que comenzó a crearse en tiempos de los zares.

  La oferta, por supuesto, interesa a Hitler, pero el problema para Japón es saber qué tipo de acuerdo de paz van a aceptar los norteamericanos.

   En términos generales, en estos días de mediados de diciembre de 1943, Hitler ya tiene claro cual será el mundo de la posguerra, y en él solo habrá dos potencias: el III Reich y los Estados Unidos. Hitler no tiene en mucho a los soldados norteamericanos, pero reconoce que el poder industrial de su enemigo al otro lado del Atlántico es tan inmenso que pueden retener indefinidamente el control de los océanos con sus barcos y aviones. Además, el hecho es que Rommel no ha conquistado el Golfo Pérsico, que la aviación y la artillería angloamericanas han resistido y eludido la derrota definitiva. Eso exige tomar precauciones. Y la guerra ya dura demasiado. Hace falta un plan de futuro.

  Por lo tanto, el mundo se dividirá en dos partes: el “Tri-continente” conformado por las grandes masas de tierras en torno al Mediterráneo (Europa, Asia y África) y todo lo demás, lo "oceánico".





   Hitler también considera que para administrar un conjunto de territorios donde habita la mayoría de la humanidad necesitará ayuda. Japón puede tener su parte en Extremo Oriente, siempre y cuando se atenga a las conveniencias de Alemania. Hitler sabe que los americanos no quieren abandonar China, y para convencerlos de lo contrario necesita a Japón, para el cual China es su área de expansión imperial "natural". De todas formas, Hitler no da mayor importancia a estos remotos territorios, pues el futuro Reich no va a basarse en el imperialismo comercial. Lo mismo en cuanto a la India: ésta se deshará en conflictos étnicos y religiosos, con los hindúes mayoritarios como parte más perjudicada (y todos los demás grupos étnicos o religiosos apoyados por el III Reich). Lo importante para la Alemania nazi es amenazar los intereses norteamericanos y guardar bazas políticas de peso para el futuro.

   Hitler ofrece a Japón que su independencia será preservada y garantizada por Alemania, y que Japón conservará Manchuria, Siberia Oriental (parte fundamental del “cordón sanitario” para la Rusia residual) y Corea. De todo lo demás nada puede precisarse aún. Después de que el mariscal Rommel haya fracasado en conseguir la victoria total en la batalla del Golfo Pérsico, Hitler supone que la guerra durará aún hasta poco antes de las elecciones presidenciales norteamericanas de 1944, en noviembre. Es de suponer que China quedará de alguna forma sometida a los intereses del Eje. Eso habría que negociarlo con Estados Unidos.

   Durante el verano de 1944, los alemanes tomarán Moscú y proseguirán las campañas periféricas contra los angloamericanos en Asia y África. Por terminar la guerra antes, Hitler está dispuesto a detener su avance hacia el Este en el Volga y no llegar a los Urales o Siberia, siempre y cuando se le someta lo que quede del estado ruso -obviamente, ya no "soviético"-. Por otra parte, ya se ha informado al Führer de que colonizar todas las tierras conquistadas será una tarea inmensa, que son tierras de sobra, y que ahorraría gastos y molestias dejar a generaciones futuras disponer de todo lo demás que hay al Este del Volga (el Volga, por otra parte, constituirá una "frontera natural" relativamente fácil de vigilar). Pero esa limitación de las conquistas solo es viable con dos condiciones añadidas que aseguren una inequívoca victoria: una es que la nueva Rusia al Este del Volga se constituya en condiciones de protectorado (una "reserva eslava") y la otra que se cree el "cordón sanitario" en torno a todo su territorio... y para eso se necesita a Japón. Para el otoño, pues, habrá terminado la guerra. Coincidirá también con las elecciones presidenciales norteamericanas (Roosevelt podrá presumir de haber puesto fin a una guerra inganable... que, en opinión de los nazis, creó absurdamente él mismo).

    Como muestra de confianza, informa Hitler a Oshima (sin darle detalles) de que dispone de armas secretas para los próximos meses. Oshima transmite las promesas de Hitler a Tokio.

  Siendo realistas, los generales y almirantes japoneses se muestran satisfechos con la oferta alemana, ya que las noticias que llegan del Pacífico son cada vez peores. Y ciertamente, no se puede concluir cómo quedarán al final territorios como Insulindia, Indochina, China y Filipinas. Quizá, si la guerra va a durar hasta noviembre de 1944, Japón podría aprovechar la nueva situación para mejorar sus posiciones. Puede descuidar un poco el ruinoso campo de batalla aeronaval del Pacífico y concentrarse en el continente asiático. El 6 de noviembre de 1943 ha tenido lugar en Tokio la llamada "Conferencia de la Gran Asia Oriental", en la cual se ha esbozado un plan de cooperación entre el Imperio japonés y las naciones asiáticas de su órbita. En ella han participado el presidente colaboracionista de Filipinas, Laurel, los de China y Manchuria (Wang Jingwei y Zhang Jinghui), y representantes de Thailandia y Birmania. También estaba Bose, el líder indio antibritánico. Pero Japón sabe que estos planes ahora van a depender de las conveniencias alemanas.

   A primeros de enero de 1944, el Emperador ha sancionado los nuevos planes japoneses en la guerra. Básicamente, la estrategia consiste en:

   -Evitar el desgaste de la flota japonesa, no exponerla a combate abierto contra los norteamericanos.
   -Preparar una fuerza de ataque para conquistar Siberia Oriental en cuanto el deshielo lo permita (probablemente a mediados de abril).
   -Preparar una ofensiva contra la India desde Birmania una vez los alemanes hayan tomado Persia.
   -Crear estados musulmanes en Indonesia, Malasia y sur de Filipinas.

   Sin embargo, hay algo que los japoneses no aceptarán, aunque finjan hacerlo: dar a China la opción de una paz honorable. El plan japonés para China implica la división del territorio, manteniéndose el gobierno de Nanking colaboracionista, al mando de Wang Jingwei. A lo más, el gobierno aliado de Chiang Kaishek en Chongking puede quedarse con media China, y sin salida al mar. Los japoneses saben que con esto la guerra puede continuar en China y que, por tanto, no se podría conquistar más territorio a los rusos en Siberia, pero China es más importante para Japón que Siberia.

   Con la conquista de la capital de Persia en febrero de 1944, el Eje alcanzará muy pronto la frontera occidental de la India, la región poblada por los musulmanes, a los que se piensa ofrecer su propio estado escindido (el “Pakistán”) en las más ventajosas condiciones. Con eso y con el ejército japonés en la frontera oriental (Birmania), la India se perderá automáticamente. China quedará sin suministros y también tendrá que aceptar la paz. Para Japón debe ser una prioridad el logro de la paz con China. Además, Japón debe conceder a los musulmanes de Extremo Oriente un trato semejante al que el Eje está dando a los pueblos musulmanes de Asia Central y Occidental. A Hitler le parece una buena idea el factor musulmán que a él en particular le ha dado hasta el momento óptimos resultados. Personalmente, le atrae el salvajismo de los guerreros musulmanes. En las Filipinas, debe concederse la independencia a los musulmanes del sur y, por supuesto, lo mismo cuenta para los musulmanes de Malasia e Insulindia.

  La conquista de Teherán también ofrecerá a Japón una gran ventaja para coordinarse de forma efectiva con los nazis: una de las primeras tareas del mariscal List en Teherán será poner en marcha una comunicación aérea directa con Tokio. No es fácil, desde luego, pero es mucho más prometedor que los dificilísimos viajes en submarino del Pacífico al Atlántico. Y es también mejor que los azarosos viajes en aviones de largo alcance que se han hecho hasta el momento. El primero de todos fue el de ida y vuelta realizado por los italianos en julio de 1942 desde Ucrania oriental hasta Mongolia (y de allí a Tokio). Los alemanes logran repetir el éxito a medida que van contando con aeródromos más al este, y en enero de 1944 por fin consiguen resultados prácticos con el viaje del comandante japonés Fuchida -el responsable del ataque aéreo a Pearl Harbour- y otros especialistas por el Ártico y Siberia, como parte de la mayor colaboración práctica entre la Europa del Eje y Japón en el desarrollo del arma aeronaval. Pero todavía no se trata de una ruta segura.

   En marzo, algunos aviones alemanes ya aterrizarán de forma regular en Kabul, la capital de Afganistán (1600 kilómetros desde Teherán). Es arriesgado porque tanto los cazas soviéticos como los británicos pueden interceptar los aviones de transporte, pero, a un duro coste, los alemanes van abriendo la ruta que permita un intercambio mayor entre Alemania y Japón. A finales de marzo, el mariscal List ha de conquistar Mashad, la capital del este de Persia, próxima a la difusa frontera con Afganistán, estableciéndose una línea de aeródromos más práctica. Después quedará lo peor de todo desde el punto de vista aeronáutico: de Kabul a Lhasa, la capital del Tibet (aliado del Eje) y de Lhasa a Beijing. Pero en Lhasa no hay aeródromo y son los agentes nazis en el recóndito país los que tienen que presionar para que se construya uno lo suficientemente apto para el aterrizaje de grandes aviones de transporte. A mediados de abril, Lhasa podrá ya contar con su primer aeródromo, a 3500 metros de altura. La distancia de Kabul a Lhasa, en todo caso, es de 2200 kilómetros. Solo los aviones más potentes pueden alcanzar ese objetivo y no sin riesgo, ya que el techo máximo son seis mil metros, y en el camino hay montañas más altas... por no hablar de que ha de sobrevolarse el norte de la India, desde donde es posible que ataquen cazas británicos. Con todo, es factible que a finales de abril o primeros de mayo, los primeros aviones alemanes Ju-290 aterricen en Beijing, bajo ocupación japonesa, tras recorrer otros 2.500 kilómetros desde la capital del Tibet. Se trata de distancias mucho menores que los seis mil kilómetros que tuvo que recorrer el SM-75 italiano en julio de 1942 en su gran viaje desde Ucrania a Mongolia, y eso permite transportar mayor cargamento.


  En morado, el territorio bajo control del gobierno chino colaboracionista con los japoneses (bajo el liderazgo de Wang Jingwei)

   Ooo

   Durante la segunda guerra mundial, nunca se consideró seriamente que las fuerzas militares del Eje japonesas y alemanas pudieran establecer contacto directo. Sin embargo, en esta historia el giro estratégico de Hitler permitiría que esto fuese así tanto en la India como en Asia Central. Para Japón, ciertamente, no habría habido muchas opciones. El mismo ataque a Pearl Harbour puede ser considerado un disparate desde la perspectiva de hoy, pero los japoneses en verdad pensaban que Estados Unidos podía ser derrotado si recibía una serie de golpes iniciales abrumadores. Esto, sin duda, era infravalorar el orgullo nacional de los norteamericanos y mucha mejor opción hubiera sido atacar solo a británicos y holandeses, pues eran sus posesiones en el Sudeste asiático las que hubieran satisfecho los problemas de materias primas que Japón tenía a raíz del embargo angloamericano de mediados de 1941. En cuanto a Rusia, sabemos que durante toda la guerra los rusos mantuvieron en torno a setecientos mil hombres defendiendo Siberia Oriental, aunque es de suponer que se trataría de fuerzas mediocres (normalmente, se enviaba allí a tropas agotadas por los combates en Occidente, y se las trasladaba una vez se habían repuesto). Todo el ejército japonés en China sumaba un millón de hombres, de modo que un ataque japonés contra Rusia, si bien efectivo contra los rusos, hubiera podido implicar también una grave situación de debilidad frente al enemigo chino. Y el principal objetivo de Japón en la guerra, aparte de abastecerse de las materias primas a las que no tenían acceso (especialmente, el petróleo), era derrotar a China. El gobierno chino de Chiang Kai-shek, por otra parte, subsistía gracias a los suministros aliados que les llegaban desde la India. De este modo, las suertes de la India, China, Japón y Rusia estaban interconectadas. 

  Para Alemania, por otra parte, el único interés por Japón tendría que ver con la formación de un “cordón sanitario” en torno a la Rusia que quedase una vez las tropas alemanas alcanzasen la línea “Arkangelsk-Astrakhan” (ribera occidental del Volga). Hitler no querría que a los rusos les quedasen puertos en el Pacífico disponibles por los que pudieran recibir suministros norteamericanos.

  Es curioso que en la novela ucrónica de Robert Harris, “Patria”, se imagine una Alemania victoriosa que consiente la derrota total de Japón por los Estados Unidos… quedando con eso abierta una ruta de suministro a las guerrillas rusas antinazis. Esto no parece muy creíble. Japón no solo debía sobrevivir en buenas condiciones para mantener Rusia totalmente rodeada, sino que, además, debía ser útil para seguir representando una amenaza contra los Estados Unidos (también Harris se equivoca al suponer que Estados Unidos seguiría en la guerra más allá de las elecciones de noviembre de 1944 a pesar de que todo indicase por entonces que el conflicto iba a hacerse interminable). 

   Un Japón derrotado, en cualquier caso, no significaría un Japón aplastado y ocupado como sucedió en la realidad. Hitler podía calcular, a lo peor, una derrota de Japón por el estilo de la sufrida por Alemania en 1918. Suficiente para esperanzar a los japoneses con una revancha en el futuro próximo. Máxime si Alemania puede acudir en su ayuda en cualquier momento utilizando los ferrocarriles rusos. El problema sería calcular qué paz con Japón iba a ser aceptable para los norteamericanos. Sin duda, el pueblo de los Estados Unidos exigía a sus políticos la victoria sobre Japón, mucho más que la victoria sobre Alemania, tal como muestran los sondeos de opinión de la época. Pero ¿qué victoria sobre Japón? Por supuesto, expulsar a los japoneses de Filipinas y el Pacífico Central, pero ¿qué iba a suceder con China? Fue la política imperialista de Japón contra China la que acabó llevando a los norteamericanos a declarar el embargo de materias primas a Japón. Sería difícil que Estados Unidos consintiese que Japón se mantuviera en China.

3 comentarios:

  1. Muy acertado e interesante
    Sin embargo, creo que aquí se juega con la ciencia ficción, no con la lógica, debido a la impredecibilidad de los japoneses: sabes que con el Ejército haciendo lo que le daba la gana sin someterse al gobierno ni al emperador ni siquiera cooperar con la marina en su guerra contra el coloso Norteamericano hasta 1944 cuando ya era tardísimo
    Incluso bombardeadas Hiroshima y Nagasaki parte del Ejército quería seguir combatiendo
    ¿Aceptarían los japoneses una derrota honrosa sin haber sido aplastados?. Dudoso
    ¿Pensarían en una conquista de Siberia Oriental después de la paliza de khalkhin gol?. Los japoneses seguían sin un antitanque eficaz contra los Shermann. No digamos contra los T34 85 o las series autopropulsadas SU, por muy mediocres o desgastadas que estuvieran las divisiones rusas en Mongolia, además veteranas de combate
    Complicado creo

    Por otro lado, los alemanes no estaba muy entusiasmados con los avances de su aliado oriental, como sabes. Realmente, pocas veces ha habido aliados tan poco aliados en la realidad como los países del Eje
    ¿Sabes, como anécdota, que Alemania les vendió un Tigre para que lo copiasen?. Como a 50 veces su valor, jaja. Que nunca pudo ser entregado, claro :D

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  2. No sabía lo del tanque Tigre, sí sé que los alemanes les enviaron a los japoneses un reactor Me-262 en un submarino. En cuanto a que Japón atacase Siberia Oriental, yo lo veo como la única oportunidad que tendrían los imperialistas de Tokio de salvarse. Es verdad que una cosa era lo que se decía en la propaganda, pero incluso antes de la batalla de las Marianas (junio de 1944, que muchos consideran el momento en que quedó claro para todos que Japón no podía ganar) ya había informes internos del mando estratégico japonés en los que se recomendaba una salida negociada. No eran estúpidos. Y de acuerdo con que los japoneses no tenían armas buenas para la guerra terrestre. Por eso hago que, como se verá, los japoneses solo logren conquistar a los rusos las plazas costeras (la marina japonesa sí era muy superior a la marina soviética del Pacífico). Pero eso hubiera sido suficiente.

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    1. ¡Vaya, un spoiler!, jaja
      Eso me pasa por opinar sin ver la continuación, jaja

      No sabía lo del Me262. Sí que tenían los planos. Curioso. Claro, que un Me262 pesa menos que las 80 Tm de un Tigre
      Saludos

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