determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 15 de julio de 2014

28. Propuesta de Stalin

  A finales de octubre de 1943, con el Cáucaso y Leningrado perdidos, Stalin tiene ya pocas esperanzas de siquiera poder salvar Moscú. No habrá contraofensivas de invierno, como en los dos años anteriores, porque las reservas militares están bajo mínimos, ya no quedan apenas reemplazos, se han cortado las líneas de suministros aliados, los súbditos soviéticos no rusos (sobre todo los musulmanes) ya no son fiables y la moral está en su punto más bajo. Rusia se expone al completo desastre, si no a la destrucción física misma, y el régimen comunista, pese al terror impuesto, corre peligro de extinguirse: está claro que una vez que los nazis aíslen por completo a Rusia del resto de sus aliados y alcancen la línea Arkanghelsk-Astrakhan, exigirán, como mínimo, el fin del sistema marxista. 

  Todos los intentos de los soviéticos de firmar la paz con Hitler (se mantienen contactos via Estocolmo desde la derrota soviética en Stalingrado) acaban en la misma posición inflexible de los nazis: abandono de Moscú, retirada a la línea Arkangelsk-Astrakhan, liberación de los pueblos musulmanes, reducción del ejército y liquidación del judeo-bolchevismo… o eso, o la rendición incondicional. El mapa que le han mostrado a la embajadora Kollontai en Estocolmo muestra la firme línea del meridiano 40 desde las inmediaciones del puerto de Arkangelsk que luego baja hacia el sur hasta tocar el Volga a la altura de la ciudad de Yaroslavl: de ahí en adelante, todas las tierras al oeste del Volga quedarán bajo control total alemán. La "línea ártica del meridiano 40" se convertirá en un "limes" infranqueable de norte a sur duramente marcado por cemento, alambradas y campos minados libre de árboles y custodiado por soldados alemanes (dos ciudades, Cherepovets y Vologda, situadas al oeste del meridiano, serán borradas del mapa) y después el gran Volga será la frontera. No habrá más concesiones, aseguran los negociadores nazis que afirman ante los soviéticos ser generosos, pues los planes de 1941 -nunca muy concretos- hacían referencia no al meridiano 40, sino al 70 (Siberia occidental) o, cuando menos, a los Urales. De momento, los emisarios nazis no han mencionado aún Extremo Oriente ni los intereses de Japón. Sí han añadido que, en cualquier caso, lo que quede al este del Volga también estará bajo supervisión del III Reich: tipo de gobierno, ejército y policía, protección de minorías étnicas, establecimiento de bases militares nazis y control de los transportes (lo que permitiría a los nazis abastecer a los japoneses por el Lejano Oriente); Rusia será un protectorado, con soberanía limitada y bajo constante amenaza.

  Reunido con generales y consejeros, para Stalin solo aparece una posible solución para salvar Moscú, el comunismo, la mayor parte del país y mantener ciertas expectativas de futuro. Tras una fuerte discusión entre los dirigentes soviéticos (en la que Stalin, naturalmente, solo interviene al final), la propuesta llega al Presidente norteamericano Roosevelt una semana más tarde, a primeros de noviembre de 1943.

  En ese momento, los angloamericanos se preparan para resistir un probable asalto de Rommel contra las posiciones aliadas del Golfo Pérsico, donde se está concentrando una ingente cantidad de hombres, tanques, aviones y cañones. Roosevelt sabe que puede ser la batalla definitiva. Si detener a los nazis es posible, tiene que ser en el Golfo Pérsico (nunca se pensó que hubiera muchas posibilidades de ello en las orillas orientales del lago germano-italiano en el que el Mediterráneo se había convertido a partir de junio de 1942).

  Pero la propuesta de Stalin es revolucionaria, incluso comparable a la decisión de Hitler de cerrar el Mediterráneo, y no pasa en absoluto inadvertida en la Casa Blanca: Stalin propone la destrucción del poder japonés en el verano de 1944 a fin de garantizar un nexo geográfico entre Siberia Oriental y Norteamérica por el Norte del Pacífico. Este nexo geográfico utilizaría en gran parte las rutas de abastecimiento a la Unión Soviética ya puestas en marcha por el programa de "Lend-Lease".



  Stalin explica en su carta que la Inteligencia soviética sabe (también los angloamericanos lo saben) que, una vez llegue el deshielo, en marzo o abril de 1944, los japoneses declararán la guerra a la URSS. Los japoneses son conscientes de que la guerra en el Pacífico la tienen perdida, pues depende de la capacidad industrial para fabricar barcos y aviones, en lo que los norteamericanos los superan de forma aplastante. Por eso van a atacar Rusia, con el objeto de que, a cambio, Alemania garantice, cuando menos, una paz aceptable para Japón.

   Y para Hitler está claro que la mejor forma de forzar a Rusia a la sumisión es incomunicarla. Ya ha tomado el Cáucaso y Murmansk, y planea tomar el Golfo Pérsico, cerrando así la totalidad de los espacios de Asia Central. Sin embargo, siempre quedará la ruta del Pacífico, Vladivostok y Petropavlosk, los puertos de Siberia por los que los norteamericanos, pasando ante las mismas costas de Japón (los mercantes americanos llevan bandera soviética de conveniencia), ya envían una parte importantísima de sus suministros (aunque no los que incluyen armamento, algo que es controlado por inspecciones japonesas). Para eso Alemania necesita a Japón tanto como Japón necesita a Alemania, porque sólo Japón puede garantizar el cierre de la última vía de suministros a la Unión Soviética.

  Lo que propone Stalin es adelantárseles. Stalin propone que, lo antes posible, Estados Unidos despliegue su extraordinaria capacidad de movilización de material para reforzar la red ya existente de aeródromos y puertos entre Alaska y Siberia Oriental, y los utilice para transportar tropas y atacar a Japón desde el norte del Pacífico. Los norteamericanos ya han recuperado las islas Aleutianas, lo
que supone una condición indispensable para lograr tal giro estratégico.



  En suma: que la flota norteamericana se desentienda del Pacífico Central y se concentre, en cuanto la meteorología lo permita, en el Pacífico Norte. Rusia atacará Manchuria, Sakhalin y Corea, capturando el Estrecho de La Perousse (entre Sakhalin y Hokkaido) mientras los marines desembarcarán en las Kuriles, y a partir de ahí se unirán a los rusos en la conquista de Hokkaido, una de las cuatro grandes islas del archipiélago japonés, apoyados por las fuerzas del Ejército Rojo.






   Con el poder económico norteamericano (y con el poder demográfico chino, no hay que olvidar este factor adicional) pueden conseguir que en el mismo verano de 1944 Japón se vea forzado a pedir la paz ante el acoso en la propia metrópoli y ya no en remotas islas del Pacífico Central.

  Stalin considera que puede sumar más de un millón de hombres para la ofensiva en Manchuria y Corea, y otros miles para apoyar las operaciones anfibias de los norteamericanos. Desde los nuevos aeródromos americanos en Siberia Oriental la aviación de los Estados Unidos sostendrá toda la ofensiva con su inmenso poder destructivo. Dada la capacidad demostrada por los ingenieros norteamericanos en desarrollar instalaciones de campaña, todo eso puede lograrse a tiempo. Además, avanzando desde Siberia sobre China y Corea se logrará también rearmar a los chinos. Sería una conexión sólida entre tres poderosos aliados: Unión Soviética, Estados Unidos y China.

  Liquidado Japón, Rusia y China podrán mantenerse indefinidamente con el apoyo económico norteamericano. Hitler no podrá ganar.

  Stalin recuerda a Roosevelt que, si Rusia queda rodeada, sin suministros americanos, no tendrá más salida que convertirse en un estado vasallo de los alemanes, y entonces a Hitler no le costará más que un poco de gasolina el conquistar toda África, toda Asia, y tal vez incluso Inglaterra y Sudamérica. Incluso, desde Siberia Oriental, los rusos podrían invadir Alaska. Stalin ofrece a Rusia como cortafuegos a los americanos.

  La propuesta, que pronto se conocerá como "la conexión ártica" en los no tan discretos círculos estratégicos y diplomáticos de Washington, choca y espanta al Presidente americano, pero la seriedad de la situación hace que se atreva a discutirla con sus más valiosos consejeros. El Vicepresidente Henry Wallace, que ha sido informado por los mismos rusos de la propuesta por una vía paralela, la apoya vivamente: Rusia es quien sostiene la guerra, ciento cincuenta divisiones alemanas luchan en Rusia y apenas treinta contra los angloamericanos. Si Rusia cae, se pierde todo. El general Marshall se opone: no es viable porque no podrían llevar a cabo semejante ofensiva en solo un verano, se trata de un desafío logístico por encima de todo lo que han hecho ya. Además, significa abandonar el Golfo Pérsico y con ello caería la India sin que hubiese ninguna seguridad de que China pudiera salvarse abastecida desde Siberia (o desde Formosa, si esta gran isla es conquistada también a tiempo).

   Lo peor de todo es considerar que la resistencia japonesa puede impedirlo. La victoria solo es factible durante el verano, pues cuando lleguen de nuevo los hielos y las tormentas no podría mantenerse una ofensiva útil desde Siberia Oriental. Más aún: ¿pueden los rusos atacar a Japón y al mismo tiempo sostener su frente contra los alemanes? Conquistar las Kuriles, cuyas islas del sur cuentan con bases aeronavales (ha habido ya algún ataque aéreo contra ellas desde las Aleutianas), podría suponer una matanza de soldados americanos mucho peor que la de Guadalcanal, tan cerca del territorio japonés (¿cómo podrían impedir que los japoneses envíen refuerzos a las islas?).Y para mantener una ruta constante de abastecimientos a Siberia Oriental (aun así, vulnerable a los hielos en invierno) habría que asegurar el estrecho de La Perouse y llevar la guerra al norte -cuando menos- de la isla de Hokkaido, que forma parte del corazón del territorio nacional japonés. Implicaría una lucha de ferocidad comparable a las batallas de Stalingrado y Leningrado. La opinión pública norteamericana no soportaría sacrificios humanos tan terribles a la espera de un resultado incierto... y tan cerca del mes electoral de noviembre de 1944.

  Otros objetan problemas políticos: ¿soldados bolcheviques y norteamericanos luchando juntos contra Japón?, ¿un Japón comunista será el resultado de su derrota?

   Roosevelt se inclina en un principio por la opinión de Marshall. La propuesta de Stalin la juzga como desesperada y, de todas formas, no hay tiempo. Los rusos confían demasiado en la eficiencia de los ingenieros norteamericanos. Hasta abril no podrían empezar a construir aeródromos y puertos en el Pacífico Norte. Y los submarinos americanos todavía no han aislado la ruta japonesa de los suministros petrolíferos que vienen de Insulindia.

   Hay también un inconveniente de política interna: esta campaña supondría un tremendo sacrificio de vidas durante el verano de 1944 y se abandonarían todos los demás frentes, más prometedores en lo referente a obtener victorias (el Pacífico Sur y Central) para concentrarse en crear el nexo de unión entre Rusia y América con peligrosísimas operaciones anfibias a gran escala contra las mismas islas japonesas.

  La primera precavida respuesta norteamericana (más bien negativa) llega a Moscú justo cuando Rommel ha lanzado ya su gran ofensiva hacia el Golfo Pérsico, ahora que el invierno ha paralizado las luchas en Rusia. Stalin también sabe que esta batalla puede ser decisiva: si Rommel es detenido, es posible que todavía algo pueda salvarse…

  El resultado de la batalla del Golfo Pérsico (con la pérdida de Mosul y Bagdad para los aliados, pero no del gran puerto de Basora) permite, al menos, mantener la conexión Golfo Pérsico-Teherán-Asia Central. No es el peor resultado, aunque no se sabe tampoco durante cuánto tiempo podrá mantenerse Teherán. Los generales soviéticos se indignan al recibir instrucciones de Stalin de reforzar el “Frente de Persia” para salvar el nudo de comunicaciones de Teherán ¡ésa tendría que ser la tarea del 10 ejército británico!

  En los días siguientes (previos a la Navidad de 1943) las informaciones cada vez más detalladas sobre los planes japoneses de atacar a Rusia llegan con claridad hasta Roosevelt y Stalin. Al fin y al cabo, los norteamericanos están leyendo todos los mensajes secretos que el embajador japonés Oshima envía de Berlin a Tokio. Y mientras tanto tiene lugar el asalto anfibio a la pequeña isla de Tarawa, en el Pacífico Central: más de mil muertos estadounidenses en un par de días para tomar una isla diminuta en medio del océano y de mediano valor estratégico, ¿qué ocurrirá si atacan las islas Kuriles y Hokkaido, en el mismo Japón? Cerca de Tarawa, en la conquista de la también diminuta isla Makin, un portaaviones norteamericano mediano que apoyaba el desembarco, el "Liscome Bay", fue, en un descuido, alcanzado por los torpedos de un submarino japonés ¡seiscientos muertos! No, desde luego, no se puede mandar a toda la flota norteamericana a las islas de Japón dentro de seis meses...

 Este invierno no hay contraofensiva en Rusia del Ejército Rojo. Los rusos tratan de evitar bajas, ante la experiencia de los escasos frutos de las contraofensivas de los dos inviernos anteriores. Para los rusos, las pérdidas en bajas del otoño de 1943 no han sido peores que las del otoño de 1942 (en conjunto, unos cuatro millones de bajas irrecuperables al año, lo que suma ya doce millones contando las de los dos años anteriores), pero el territorio se restringe, el reclutamiento ya no da apenas para reponer las pérdidas, la lealtad de los veinte millones de musulmanes soviéticos que quedan ya no vale nada, se ha interrumpido la llegada de la mayor parte de los suministros americanos, se ha perdido el petróleo del Cáucaso y las fábricas de Stalingrado… Y además es preciso reforzar Siberia Oriental en prevención de la ofensiva japonesa que se espera para marzo o abril. Teniendo en cuenta las condiciones del invierno siberiano, semejantes preparativos no pueden hacerse con rapidez.

  Tampoco las acciones partisanas tras las líneas enemigas tienen éxito: muchos rusos y ucranianos se han resignado a vivir bajo el yugo alemán, e incluso algunos de ellos han sido reclutados en unidades antipartisanas colaboracionistas. De hecho, ahora los prisioneros rusos reciben un trato mejor porque se les necesita para trabajar en el espectacular relanzamiento de la industria militar del Eje que dirige Albert Speer.

  Tras la derrota del Cáucaso, a partir de septiembre de 1943, Stalin es informado de que están desertando un promedio de diez mil hombres al mes: son ya demasiados los que prefieren sobrevivir como esclavos en las fábricas, campos y minas alemanes a morir luchando por lo que consideran una causa perdida. En Asia Central la situación es la peor de todas debido a las noticias que llegan de cómo los nazis apoyan a los nacionalistas musulmanes en todas partes. Prácticamente, se ha dado por finalizado el reclutamiento de musulmanes por parte del Ejército Rojo. Las repúblicas soviéticas de Uzbekiztán, Kazajstán, Turkestán, Kirgizstán y Tajikiztán suman casi veinte millones de habitantes y la mayoría de sus jóvenes prefieren desertar a ser reclutados. La frontera de Afganistán se ha vuelto muy peligrosa pues a través de las montañas pasan cada día centenares de desertores y hay escaramuzas con las tribus armadas del desorganizado reino. Ahora desde el Bakú ocupado emiten las radios turcomanas pro-nazis, y la propaganda nacionalista está llegando a Persia, Afganistán y hasta la India musulmana. También se están formando bandas de desertores en los remotísimos parajes fronterizos de Tibet y Xinjiang.

  Todo eso significa que el Ejército Rojo tiene que incrementar la vigilancia de las fronteras. En cuanto al Frente de Persia -las tropas rusas que apoyan al pequeño Décimo Ejército británico en la frontera persa-, a los tres ejércitos que comanda el general Tyulenev (los 18, 37 y 9) se suman otros tres (los 65, 60 y 38, escapados de la bolsa de Bakú), lo que daría medio millón de soldados rusos ocupando Persia y plantando cara, codo a codo con el abigarrado 10 ejército británico, a los cuatro ejércitos del Eje que se están posicionando en las fronteras noroeste de Persia: los vencedores de Mosul -el ejército turco y el 21 Armee-, más los vencedores de Bakú -el 1 Panzerarmee y el 17 Armee-.

  En este invierno, la población de la URSS está reducida a 120 millones de habitantes, de los cuales unos veinte son musulmanes que, lejos de proporcionar tropas u obreros fiables, necesitan vigilancia. La movilización permite mantener seis millones de combatientes ante las fuerzas del Eje (hombres y mujeres, de todas las edades), y de estos, medio millón están en Persia, sin contar otros tres millones que se reparten entre Extremo Oriente, donde esperan el ataque japonés, y en las fronteras de Asia Central, por donde se infiltran desertores a los desorganizados países vecinos (el total de uniformados, sumando fuerza naval y aérea, convalecientes y reclutas en primera fase de adiestramiento llega a doce millones). Las reservas de tropa se encuentran al límite, pese al recurso de movilizar mujeres y reducir al mínimo la mano de obra en todos los sectores económicos.

  Los cinco millones y medio de combatientes soviéticos que se enfrentan a Hitler en Europa (sin contar el frente persa) se agrupan en diez Frentes que engloban cincuenta pequeños ejércitos dentro de los cuales se cuentan más de trescientas divisiones y treinta cuerpos de tanques. Tales fuerzas defensivas se oponen a doce ejércitos alemanes (de norte a sur: 20 Armee, 18 Armee, 16 Armee, 11 Armee, 3 Panzerarmee, 4 Armee, 9 Armee, 2 Panzerarmee, 2 Armee, 8 Armee, 4 Panzerarmee y 6 Armee)  y cinco no alemanes (de norte a sur: finlandeses, húngaros, italianos, rumanos y turcos) lo que en total suma dos millones y medio de soldados alemanes (se descuentan los tres ejércitos alemanes desplazados a las inmediaciones de Persia: el 21 Armee, 1 Panzerarmee y el 17 Armee) y dos millones de no alemanes, ya que, aparte de los cinco ejércitos no alemanes, se cuentan los cuerpos de ejército búlgaro y español, divisiones de franceses, estonios, letones, eslovacos y croatas, más contingentes menores de voluntarios de otras nacionalidades (como holandeses, flamencos y noruegos), y una cantidad indeterminada (no menos de doscientos mil hombres, en todo caso) de renegados ex soviéticos, musulmanes o no, muchos de ellos diseminados dentro de las divisiones alemanas (como "batallones", "Legiones" o simples "auxiliares" no armados), pero contándose ya con un cuerpo de infantería completo de tropas "cosacas" -eslavos- de caballería e infantería que lucha eficientemente. La defensa costera del mar Caspio corre a cargo del 12 Armee y se está formando un ejército de turcomanos del Cáucaso que se prevé que habrá de sustituirlo en la tarea defensiva durante el verano siguiente (cuyo mando e instrucción están a cargo de nuevo del general turco Nuri Killigil, el antiguo comandante del ejército islámico del Cáucaso de 1918 y de la división turca de voluntarios formada en 1942). Este contingente poderoso se beneficia además del descenso de actividad partisana en el territorio ocupado, de modo que se han disuelto algunas divisiones alemanas de seguridad y de infantería de la Luftwaffe.

  Sin embargo, los alemanes también agotaron sus reservas y han disminuido el porcentaje de varones excluidos al servicio militar. En el momento de la batalla de Stalingrado, los excluidos del servicio militar alemán eran el 45%, frente al escaso 26% de los rusos. Ahora bien, un descenso del 45 al 40% les permite a los alemanes disponer de novecientos mil hombres más como reserva... suficiente para dos años (necesitan un máximo de cuatrocientos mil para complementar anualmente los quinientos mil que son repuestos por los nuevos reclutas jóvenes, ya que las "bajas irrecuperables" alemanas al año suman unos seiscientos mil muertos y desaparecidos, más trescientos mil inválidos). Los rusos, en cambio, ya no pueden bajar más el porcentaje de excluidos. Mucho menos si se quedan sin suministros americanos (necesitarán fabricar más bienes... lo que requiere más obreros). Los alemanes disponen cada vez más de trabajadores extranjeros y de productos industriales extranjeros.

   Los doce ejércitos alemanes en Rusia comprenden ciento treinta divisiones, mientras que luchando (o como defensa costera y reserva) fuera de territorio ruso durante el invierno hay ya unas cincuenta divisiones alemanas, si bien la mayoría de estas están en los 21 Armee, 17 Armee y 1 Panzerarmee que se disponen a invadir Persia (donde se enfrentarán a otro “Frente” del Ejército ruso). Las demás son las del Panzer Armee de Rommel, el 5 Panzerarmee en África Oriental, el Panzerkorps Waffen-SS y sendos cuerpos Panzer en Marruecos y África Central. Para la primavera, los alemanes pretenden ampliar estas fuerzas periféricas. En defensa costera europea, los alemanes ya solo tienen el 15 Armee en la costa holandesa y belga, y el antiguo ejército de Noruega cuyo territorio costero a cargo llega ahora hasta el Ártico (Murmansk), más otro Panzerkorps Waffen-SS recién creado (en la costa belga). También existe un “ejército de la reserva” de unidades en descanso, entrenamiento y formación que supone una vaga amenaza contra cualquier cambio de actitud francesa (aún más improbable que una invasión angloamericana a Europa).

  En total, los alemanes disponen de doscientas divisiones movilizadas, unos nueve millones de hombres si se les suma los contingentes de Marina y Aviación: casi un 20 % del total de la población alemana masculina. Los soviéticos tienen movilizados un número algo superior de hombres y mujeres, pero la diferencia estriba en lo que se refiere a la mano de obra. Los alemanes cuentan ya con cinco millones de esclavos y obreros extranjeros trabajando en sus campos, minas y fábricas, y reciben la asistencia de todos los pueblos sometidos y aliados (incluidos muchos de los ex ciudadanos soviéticos sometidos a ocupación). Los soviéticos solo disponen de los suministros que los norteamericanos logran hacerles llegar a través de la difícil ruta de Persia y toda su mano de obra es rusa… y menos productiva que la de los alemanes. Durante el invierno de 1943-44, lo que están recibiendo del exterior es menos de lo que recibían en el invierno de 1942-43, cuando todavía contaban con la ruta de Murmansk.

  Pero lo peor es que las bajas rusas son de cinco por cada baja alemana en enfrentamiento directo. Por eso, para ahorrar bajas, los soviéticos no han contraatacado en invierno, poniendo todo su esfuerzo en preparar las defensas para el verano siguiente.

  Eso sí, a los soviéticos no les faltan armas, pues sus fábricas siguen produciendo al máximo de su capacidad (a pesar de su relativamente baja productividad, de la pérdida del petróleo del Cáucaso y de que no cuentan con las formidables fábricas de Stalingrado que, a diferencia de las del también perdido Kharkov, no fueron evacuadas), asimismo, el Ejército Rojo ha consolidado su larga línea defensiva frente a Moscú y sus oficiales han aprendido mucho de táctica militar. Sin embargo, la moral ya no es buena, como demuestra el aumento de deserciones, de renegados y los problemas para reclutar partisanos. Disminuir las bajas durante el invierno contribuye tanto a preservar reservas para resistir la ofensiva del verano próximo como a restaurar la moral. Todavía mantienen una escasa superioridad numérica en el frente europeo oriental (5´5 millones contra 4´5) pero el bloqueo de los suministros americanos va a debilitarlos de forma decisiva en 1944.

  Los generales soviéticos se dan cuenta de que lo mejor para los rusos sería abandonar Asia Central y acortar así el frente, como ya hicieron durante la guerra civil, pero todavía llegan algunos valiosos suministros americanos hasta la Unión Soviética a través de las carreteras que confluyen en Teherán, más la cuestión de que en Asia Central hay minas y algunas fábricas. Y ha también de tenerse en cuenta que los nazis tardan, de promedio, poco más de seis meses en organizar militarmente a los reclutas antisoviéticos y antirrusos de los territorios musulmanes que "liberan".

  Está claro que para el verano de 1944 la guerra habrá terminado también para Rusia, de una forma u otra, es decir: se salve o no Moscú. Tras la caída de Leningrado y la derrota angloamericana en Bagdad, hasta el soldado ruso más sencillo sabe que están luchando solo por salvar Moscú y un millón más de kilómetros cuadrados al oeste del Volga. Saben que el siguiente golpe del verano será Moscú... pero Moscú es la Madre Rusia, su pérdida sería irreparable en lo económico y humano (aunque otros piensan que, si la cristiandad ortodoxa sobrevivió a la pérdida de Constantinopla, tal vez también Rusia pueda sobrevivir a la pérdida de Moscú).

  Informado de todo esto, Roosevelt, en los días finales de diciembre, aún sigue dudando si aceptar la arriesgada propuesta de unir físicamente sus fuerzas a las de la URSS en una gran guerra del Pacífico Norte. Comunica a los rusos que tendrá que tomar su decisión en base exclusivamente a razones estratégicas. Asegura a Stalin que ha desdeñado todas las objeciones políticas.

   En sostener esta opinión le ha ayudado la vehemente decisión de Churchill que vuelve a visitar Washington poco antes de la Navidad de 1943: los británicos ya habían propuesto una unión política a los franceses en las circunstancias casi desesperadas de junio de 1940; la propuesta de Stalin no es muy diferente. Cualquier cosa es mejor que dejar que Hitler gane y en esto la opinión de Churchill cuenta con el apoyo del Vicepresidente norteamericano Wallace y el resto de antinazis más destacados de Washington. Aunque Roosevelt sabe que también entre los dirigentes del Reino Unido hay desacuerdo en esto, él posee visión política suficiente para comprender que el Primer Ministro británico y su propio Vicepresidente tienen buena parte de razón y que es terrible la perspectiva de la inmensa Rusia, que llega hasta el estrecho de Bering, convertida en un estado vasallo de Hitler.

   Por lo tanto, la propuesta de Stalin pasa al Estado Mayor Conjunto angloamericano para su planificación, y oficiales soviéticos llegan a Washington para colaborar en ella: aportan a los oficiales norteamericanos detallados mapas de regiones remotas del mundo, enclaves de climatología infernal y de exóticos nombres. Pero nada de esto es objeto de ensoñación romántica. Fríamente, los técnicos militares norteamericanos comienzan a bosquejar posibles líneas logísticas: aeródromos, puertos, almacenes, acuartelamientos, carreteras… El precedente sería la ya finalizada campaña de las Aleutianas…

Ooo

  En la realidad, los planes alemanes para la ofensiva del verano de 1942 tenían como uno de los objetivos primordiales el privar a los rusos de las rutas de suministros aliadas. Por eso, aparte de por el petróleo, se pensaba conquistar el Cáucaso, por donde transcurría el ferrocarril que llegaba a Persia, el "corredor persa". No lograron cortar esa línea ferroviaria, como tampoco lo lograron con el ferrocarril procedente del puerto ártico de Murmansk, que pasaba muy cerca de Leningrado.

  Pero incluso si hubieran logrado conquistar el Cáucaso y Leningrado (como sí lo logran en esta historia entre agosto y octubre de 1943), aún quedarían dos rutas de suministro: una a través de la misma Persia (Teherán) y Asia Central (mucho más complicada que la del Cáucaso, entre otras cosas porque no había conexión ferroviaria entre Teherán y el Asia Central soviética), y la de Vladivostok, que dependía tanto de la estación (se bloqueaba unos tres meses al año por los hielos invernales) como de la tolerancia de los vecinos japoneses con los buques norteamericanos que lucían bandera soviética.

  Es un hecho histórico que los aliados estaban bien informados de lo que negociaban alemanes y japoneses gracias al descifrado de los códigos secretos del enemigo. Por lo tanto, Stalin hubiera necesariamente tenido tiempo para hacer la propuesta a los norteamericanos que se expone en este episodio.

  ¿Hubiera habido otra opción? Sin Vladivostok y sin Teherán, el inmenso territorio soviético habría quedado completamente aislado y los rusos hubieran sucumbido tras tres años de sufrir terribles pérdidas y privados del petróleo del Cáucaso. Tenemos el dato, de la realidad, de que, de 403.000 soldados rusos que completaron la formación como tanquistas, murieron 310.000. Esto refuerza la estimación de que, hasta 1943 por lo menos, los rusos perdían cinco tanques propios por cada tanque alemán que eliminaban.  Y aunque los oficiales rusos ganaron mucha eficiencia táctica en la guerra, los soldados seguían muriendo en proporción parecida a la de 1942. Al aumento de la amenaza de Japón se sumaría la necesidad de impermeabilizar la frontera de Asia Central, por donde escaparían los desertores musulmanes a miles… y eso si no organizaban ya guerrillas antisoviéticas (recordemos que antes de que los alemanes llegasen a Letonia y Estonia, muchos paisanos se echaron a los bosques para ayudarlos en la lucha contra los soviéticos; el fenómeno guerrillero en la segunda guerra mundial no siempre fue opuesto a los intereses nazis).

   La cuestión de las reservas humanas es más discutida, pero no se puede hablar en modo alguno de que "las reservas humanas soviéticas eran inagotables", como algunos han pretendido. En el momento de la invasión, la URSS tenía 190 millones de habitantes, de los cuales unos 32 eran varones aptos para el servicio militar (otros 13 millones quedaban exentos por salud o por ser extremadamente valiosos en su actividad no militar... o bien se encontraban "atrapados" en territorio ocupado por el enemigo). En el momento crítico de Stalingrado, esa población se había reducido a 130 millones, si acaso (contando los evacuados) y cada año, al ritmo de pérdidas de 1941 y 42, los soviéticos requerían 2.5 millones más de hombres de las reservas, pues la totalidad de los jóvenes reclutados (una cifra que ya no llegaba al millón y medio... de los dos millones potenciales con todo el territorio) eran sacrificados anualmente (hasta Stalingrado, las pérdidas de muertos y desaparecidos anuales eran de más de tres millones, pero aproximadamente otro millón quedaba tan malherido que no podía ser compensado por los heridos que se restablecían). Con el cierre de las vías de suministros americanos, más obreros, mineros y agricultores iban a ser necesarios para producir los bienes que ya no llegarían de ultramar. ¿Cuántos hombres quedan entonces para constituir las reservas, para suministrar los millones de hombres a perder durante 1943 y otros tantos en 1944? La historia muestra que, en la realidad, el Ejército Rojo victorioso de 1943 tenía que reclutar mujeres, hombres de los territorios liberados casi sin instrucción, adolescentes, ancianos, heridos apenas restablecidos... y cada vez más musulmanes asiáticos que, con el devenir de los hechos de armas, naturalmente, ya no se resistían tanto a luchar del lado de los que ahora aparecían como vencedores; por otra parte, los suministros americanos abundaban. Una estimación alemana de a primeros de 1943 (tras Stalingrado) cifraba las reservas soviéticas en 3.4 millones de hombres y las alemanas en 0.5 (en esta historia, con la victoria nazi en Stalingrado, las reservas soviéticas hubieran sido algo inferiores y las alemanas algo superiores). Considerando que cada año los soviéticos tenían que recurrir a 2.5 millones de hombres de sus reservas para reponer los 4 millones de bajas irrecuperables (suma de los muertos, desaparecidos y los heridos gravemente discapacitados) y considerando que los nuevos reclutas solo habrían supuesto, a lo más, 1.5 millones, más el "factor musulmán" de las tropas soviéticas (los musulmanes, poco fiables, siempre eran dejados como el último recurso para el reclutamiento), más las deserciones (en el peor momento de 1942, durante la ofensiva alemana de verano, llegaban a diez mil mensuales) y que los alemanes no habían tenido que hacer aún la movilización total (por eso sus reservas podían ampliarse mucho más), está claro que los soviéticos, de no enderezar su situación en Stalingrado, estaban abocados a quedarse sin reservas para 1944. 

  ¿Y si 1943 no hubiese sido un año de victoria y desquite, sino otro de derrotas como lo fue 1942? La conclusión es que, sin los errores estratégicos alemanes, los soviéticos no hubieran podido ganar la guerra y que, hasta Stalingrado, ya estaban perdiendo la guerra de desgaste. Este cálculo que refleja los hechos históricos puede sorprender a quienes tienen una visión superficial, ya que, en la realidad, a finales de 1943 la superioridad soviética en el frente del Este era abrumadora, pero basta ver las cifras de tropas alemanas desplazadas al Mediterráneo -abierto- por entonces y las que tenían que defender la costa atlántica de una probable amenaza de desembarco aliado, para darse cuenta de que estos y muchos otros recursos hubieran estado, de no darse tales amenazas, disponibles para consolidar la ventaja táctica alemana en Rusia. Así habría sido de acuerdo con las circunstancias estratégicas diferentes que se muestran en esta historia a partir del momento de la decisión de Hitler de unir los frentes ruso y mediterráneo.

  En cuanto a las posibles operaciones en el norte del Pacífico, las islas Kuriles, en las cuales se ocultó la flota japonesa que salió a atacar Pearl Harbour, están tan cerca de Hokkaido que su conquista habría equivalido a asaltar el propio territorio japonés. La aviación japonesa aún no se encontraba en la situación desesperada que los llevaría a los ataque kamikaze en la realidad, de modo que la victoria aliada (¡rusonorteamericana!) difícilmente se hubiera podido conseguir durante el verano de 1944. Llenar la península de Kamchatka, la isla Sakhalin y la zona de Vladivostok (Primorie) de bases aéreas y navales donde estuviese representado el gigantesco poder de la Marina y Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos en 1944 llevaba tiempo. Los costos humanos hubieran sido enormes y la victoria no habría estado garantizada.

  Pero, por otra parte, se trata de la única opción realista. Tomando los japoneses Vladivostok en la primavera de 1944, los alemanes tomarían Moscú en el verano y para el 7 de noviembre de 1944, fecha inamovible para las elecciones presidenciales norteamericanas, Hitler habría vencido a los rusos y así iba a ser viable lanzar media docena de ejércitos alemanes contra el reducto aliado -angloamericano- del Golfo Pérsico. Recordemos que, en la realidad, y en el momento culminante del fin de la guerra en Europa en abril de 1945, los aliados disponían solo de 60 divisiones norteamericanas y otras 20 (entre ellas, aparte de las del Imperio Británico, estaban las francesas... y una brasileña) de otras naciones para enfrentarse a los alemanes. De no haber destruido los soviéticos la mayor parte de las 200 divisiones alemanas en los meses y años previos, los aliados occidentales nunca hubieran podido ganar.

  El presidente Roosevelt se vería enfrentado a una opinión pública bastante bien informada de la realidad de los hechos debido a la prensa libre, apenas limitada por la censura militar, y su situación sería peor que la de Lincoln en las elecciones de 1864, cuando se debatía en la campaña presidencial acerca de si era conveniente o no una paz negociada con el enemigo.

    La suma de divisiones alemanas en Rusia durante el invierno la hemos limitado a ciento treinta. Es un poco más baja de la que se daba en la realidad, de un promedio de ciento cincuenta. Pero tiene su explicación por el aumento de tropas no alemanas (un ejército turco de diez divisiones, para empezar) y porque los rusos también tienen que defender Persia a fin de garantizar su última ruta de suministros durante el invierno. En realidad, el frente ruso se extendería a Persia, y los alemanes seguirían oponiendo al enemigo soviético las ciento cincuenta divisiones también en esta historia alternativa.

  Tenemos los datos reales de la situación del ejército alemán a finales de 1943 que aparecen en la ambiciosa obra histórica "Das Deustche Reich und der Zweiter Weltkrieg" ; según estos datos, los alemanes del ejército de tierra, en completa inferioridad numérica frente a más de seis millones y medio de soldados soviéticos, sumaban apenas dos millones y medio de hombres en el Este. Pero al mismo tiempo tenían casi cuatrocientos mil hombres defendiendo las costas de Dinamarca y Noruega, trescientos mil en Italia, seiscientos mil en los Balcanes y más de un millón en Europa Occidental (Francia, sobre todo), obviamente bajo la amenaza de un desembarco procedente de Inglaterra.

  Siguiendo la lógica de la historia planteada aquí, a esos 2.5 millones que quedaban en Rusia, se podrían sumar no solo los doscientos mil del desastre de la fase final de la derrota alemana en Stalingrado que ahora no se habría producido, sino también, por lo menos la mitad de los cuatrocientos mil en Dinamarca y Noruega, y otros cien mil de los que estaban en los Balcanes hasta completar 3 millones de hombres perfectamente entrenados, equipados, con moral alta y al mando de oficiales cada vez más expertos. Por otra parte, en la realidad, a finales de 1943 casi no quedaban tropas no alemanas combatiendo con los nazis en el Este; en esta historia, habría dos millones entre rumanos, italianos, finlandeses, turcos, búlgaros etc... más cada vez más renegados ex soviéticos (musulmanes o no). A los trescientos mil alemanes que en la realidad estaban en Italia a finales de 1943 ahora podríamos sumar los cien mil que no se habrían perdido en el desastre de Túnez, y con esa suma, en esta versión alternativa, tenemos veinte divisiones alemanas que, con la ayuda de un número doble de fuerzas no alemanas (italianos, españoles, marroquíes, egipcios...), serían más que suficientes para enfrentarse y vencer a lo que los aliados pudieran oponerles en la periferia del Mediterráneo en estas fechas (recordemos que, en la realidad, solo pudieron alinear veinte divisiones en el único frente existente, el de Italia). Aún sobraría un millón y medio de hombres disponibles en Alemania para reforzar las fuerzas aéreas y la industria, más el dato fundamental de que Alemania aún podía movilizar más reservas. El vuelco de la situación es total y por completo acorde con los datos que poseemos. La propuesta de Stalin de esta historia alternativa sería la única posibilidad de continuar la resistencia de los aliados.

6 comentarios:

  1. Para apoyar tus, por otra parte, excelentes datos y cálculos: por la ruta de Teherán llegó a entrar el 75% del petróleo y el 50% de la comida que los EEUU suministraron a la URSS en toda la SGM. Cortar las rutas de Murmansk/Cáucaso no hubiera conseguido doblegar a la URSS
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Las fuentes son diversas sobre la ayuda económica a la URSS, aquí, como es natural, los de la wikipedia son siempre una referencia https://en.wikipedia.org/wiki/Lend-Lease#US_deliveries_to_the_Soviet_Union Ciertamente, vencer a la URSS hubiera dependido de muchos factores, y no solo uno, pero el cierre de estas rutas hubiera sido uno de ellos. Los demás, hubieran sido el mero desgaste por las fuertes bajas sufridas (4 millones de bajas "irrecuperables" en 1942... imaginarse lo que hubieran sido las mismas cifras para 1943 y 1944), la deslealtad de los pueblos no rusos al régimen soviético, el aumento de deserciones... En cualquier caso, creo que no es difícil demostrar que, aunque la "guerra relámpago" planeada por los nazis para 1941 fracasó, la URSS aún pudo perder la guerra -de desgaste- en los años sucesivos. Hasta Stalingrado estaban perdiendo.

    ResponderEliminar
  3. Traslado aquí, la opinión crítica de Viriatox que aparece en "Página principal"/Índice sinóptico

    "inexistencia de un desembarco aliado en Normandia. Entiendo que no se haga, pero tras el fracaso en el Magreb, es la unica alternativa realista de comenzar un nuevo frente en Europa que dé algo de respiro a los soviéticos y posibilite un levantamiento popular francés (aunque sería facilmente dominado por Alemania, España e Italia)."

    Yo creo que el desembarco de Normandía tenía la única ventaja de la proximidad de las bases aliadas en suelo inglés. Pero eso solo era viable si existía, cuando menos, una abrumadora superioridad aérea, como realmente sucedió en junio de 1944. Pero en esta línea alternativa, en junio de 1944 se está produciendo una recuperación de la fuerza aérea del Eje. En buena lógica, Francia dirigirá una importante atención a la aeronáutica, ya que el gobierno francés petainista quiere, por encima de todo, preservar la soberanía de su suelo, es decir, lo vital es la defensa. Por lo tanto, creo que sería el objetivo menos viable. Aparte de la "conexión ártica" que se narra en este post de "Propuesta de Stalin" y que fue la única alternativa estratégica lógica que se me ocurrió -aunque demasiado costosa para que EEUU la asumiera- también se me ocurrió lo de recuperar la "Operación Júpiter": Noruega, más lejos de Alemania y donde la superioridad aliada aeronaval podría jugar un papel. Pero creo que Normandía es demasiado exigente, demasiado expuesto. De hecho, incluso con la enorme superioridad aérea, en la realidad tuvo sus riesgos. Hay quien dice que si Rommel hubiera estado en su puesto -y no en Alemania, por culpa de los meteorólogos que le dijeron que no se daban condiciones para un desembarco enemigo- habría podido devolver al mar a los desembarcados -porque sin permiso de Hitler hubiera tomado el control de las fuerzas Panzer de reserva.

    En cuanto a lo de una sublevación francesa, discrepo totalmente contigo. No debes creerte todos esos cuentos de "la resistencia" francesa... que se crearon en la posguerra. Los franceses, en su inmensa mayoria apoyaban a Petain. Solo tras la invasión de Rusia los comunistas franceses se movilizaron y, después, naturalmente, a medida que estaba claro que los aliados estaban ganando, la mayoría de los franceses descubrieron que eran demócratas antinazis. En la realidad, los antinazis heroicos, a lo De Gaulle (ni judío ni comunista), eran cuatro gatos, como se dice en España.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De acuerdo totalmente contigo en lo que respecta a la "Resistencia" francesa, y la cosa está clara: ¿dónde descansaban y se recomponían las divisiones alemanas?. En Francia, no en Yugoeslavia o en Polonia. Donde estaban más tranquilas. La Resistencia asesinó fundamentalmente a franceses, y sobre todo mujeres que, según ellos, colaboraban con los alemanes. Lo demás es mito

      Eliminar
  4. Gracias por tu respuesta, y en cuanto a lo de la "Resistencia" francesa, sé de sobra que eso es un cuento chino para levantar la moral de un pueblo demasiado orgulloso para aceptar que se rindió en 6 semanas (después de todo, la que liaron por un telegrama sacado un poquito de contexto, declarando la guerra franco-prusiana de 1870), mientras los comunistas se negaban a resistir en base a las directrices de su amo Stalin hasta que la URSS sufrió Barbarroja, pero que tuvieron la tremenda suerte de que los auténticos vencedores les cedieran un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
    Por eso mencionó que el levantamiento sería fácilmente dominado (calculo que ni hubieran durado un finde si hubieran intentado algo serio). No obstante, los aliados podrían haber desembarcado creyendo que si habría una mayor voluntad francesa para recuperar su país por falsos informes de inteligencia.

    ResponderEliminar
  5. "los aliados podrían haber desembarcado creyendo que si habría una mayor voluntad francesa para recuperar su país por falsos informes de inteligencia."

    Abordas aquí un tema interesante, que era la inteligencia aliada en cuanto a los asuntos europeos. Uno de los motivos de la derrota nazi fue su inferioridad en cuanto a la cuestión de la "inteligencia"... lo que se explica en buena parte porque era difícil para los nazis encontrar colaboradores extranjeros (¿a quién podía interesar colaborar en una victoria nazi, si no eras alemán ario?). Los aliados y sobre todo los comunistas -porque había comunistas en todas partes- tenían mucho más fácil acceder a las fuentes de inteligencia.

    Un buen ejemplo de lo que comentas fue la preparación de "Torch", cuando los americanos llegaron a enviar al mismísimo general Clark en submarino para contactar con oficiales de Vichy en Argelia. Y después las cosas no salieron tan bien como esperaban tampoco. Igualmente, en Yugoslavia, tenían la duda ¿apoyamos a los cetnik o a los comunistas de Tito?

    En el caso de un desembarco en Normandía en las circunstancias de mi historia, dudo que encontraran creíbles los informes de la resistencia acerca de las posibilidades de una sublevación en Francia, pero es cierto que hubo muchos informes erróneos y que los resistentes siempre exageraban su capacidad, lo cual es lógico.

    ResponderEliminar